No mires el cielo
La puerta estaba siendo tocada con un poco de suavidad, pero realmente era irritante. Ella se volteó para verme con aquellos hipnotizaste ojos verdes, meneando sus pestañas con dulzura mientras hacia una cara de cordero degollado, pidiéndome en un susurro que sea yo el que abriera la maldita puerta. Gruñí en respuesta, un tanto molesto por salir de aquella comodidad en la que me había instalado, pero que remedio. Simplemente me levante de la cama, decidí ir directamente sin necesidad de colocarme mi gorra o gabardina, y una vez que abrí la puerta la muchacha que estaba al otro lado dejo de ver el carrito para atenderme con una cara de molestia que cambio rápidamente a una sonrisa. Poso sus ojos en los míos con molestia mientras que yo solo me sentía fastidiado, tras sacarla de su trance logre que finalmente me entregara el bufet que _______(Camelia) había pedido. Era una cantidad realmente exagerada de comida, lo cual me alegraba un poco, había empezado a reducir sus porciones lo cual me hacía preocupar, era un tanto extraño pero el que coma como el dinosaurio atolondrado que siempre había sido me llenaba de una extraña paz. Entre con el carrito de metal, cerrando la puerta con un gran estruendo al ver que aquella perra escandalosa de la mesera o lo que sea quería entabla conversación conmigo. Al subir mi vista pude ver como la rubia se había vestido con mis cosas, cubriendo su pecho expuesto con mi gabardina mientras que sus ojos eran tapados por mi gorra.
– Quítate eso, te vez ridícula. – Se quitó la gorra para mirarme con una sonrisa de oreja a oreja mientras miraba el adorno de esta.
– Déjame pensarlo. . . – Y tras esas palabras se volvió a poner mi gorra mientras se tiraba en la cama con las piernas levantadas mientras la movía con una pequeña risilla. – Nop. – Solté un suspiro mirándola con atención. Tome cada uno de los lados de sus piernas separándolas un poco más, dándome espacio para colocarme como era debido. Ella no pudo evitar soltar una risa mientras tomaba el cuello de mi camiseta para acercarme a sus labios, metiendo su lengua en mi boca como una intrusa, lo que no se esperara es que yo la interceptaría profundizando el beso mientras comenzaba a adentrarme en ella.
El teléfono sonó por ende debimos separarnos mientras que ella contestaba guiñándome un ojo mientras decía que no estaba haciendo nada importante. Aquella actitud coqueta suya realmente me molestaba, sabía que solo quería fastidiarme con la erección que me había ocasionado, pero esta vez no se lo dejaría pasar tan fácilmente. Deslice mi mano por su muslo expuesto, sintiendo como su piel se erizaba debajo de mi tacto mientras que ella me miraba de manera curiosa con una sonrisa pícara en los labios mientras seguía hablando por teléfono.
El humo rosa al cual ya estaba tan acostumbrado comenzó a inundar el resto de la habitación, olor a rosas llegaba a mi nariz haciendo que mi corazón latiera con velocidad lleno de lujuria por la rubia mujer que estaba enfrente de mí solo vestida con mi ropa. Introduje mi mano en sus partes íntimas admirando como su rostro se contraía tratando de guardarse aquellos deliciosos sonidos que tanto me encantaban. Honey a diferencia de _______(Camelia) parecia ser muy sensible en ese tema, dejando que pequeños sollozos y jadeos escaparan de sus labios mientras ocultaba su boca con ambas manos. Esta sería una sesión entretenida. . .
– Te detesto. – Dijo ella al morderme con delicadeza la marcar de estrella que tanto le gustaba. Sonreí de lado al ver que estaba subida a mi espalda como cuando éramos niños. Tenía sus mejillas rojas e infladas, seguramente no se esperaba ser humillada tras la línea de comunicación.
– ¿Que te dijo mi abuelo? – Mordió un poco más fuerte el lugar. Gruñí al sentir como sus dientes se introducían dentro de mi carne rasgándola levemente en el proceso, sintiendo como mi sangre era lamida por ella, pasando de mis hombros hasta mi cuello y luego mi oreja.
– Eres malo estrellita~ – Susurro en mi oreja tras saltar de mi espalda, cabe mencionar que no se quitó mis cosas en ningún momento y ahora su figura semidesnuda se encontraba recostada en la mesa rodeada de toda la comida empalagosa que ella había ordenado. – ¿Vienes a cenar? – Dijo mientras que su Stand se llevaba una tableta de chocolate a la boca.
– Que golosa, Platinum. – Pero por más que tratara de llegar hasta ella simplemente me era imposible, con cada paso que daba me alejaba otros do. Después de un par de intentos más que molesto se volvió un infierno insufrible, tan lejos había quedado de su figura que ni siquiera podía verla a lo lejos solo escuchaba su llanto a mis espaldas.
Me sentí asqueado al verme ignorando sus suplicas, un incrédulo idiota que perdió todo lo que quería por un simple capricho, por dejarse engañar por otra mujer. Por más que estirara mi mano no podía limpiar sus lágrimas, no podía sostenerla y lo último que vi su sonrisa mientras que su cuerpo era consumido por carne y fuego. El tallo que nos había salvado la vida a todos nosotros se quemó en el cielo para que sus cenizas desaparecieran en el tiempo.
No quedo nada de su existencia, aun puedo recordar aquel cuarto gris lleno de ceniza y polvo, sabía que ella estaba allí atrapada ¿Por qué no fui capaz de salvarla? ¿Por qué no pude ver el daño que le había hecho por simplemente mi maldito egoísmo? Ahora lo daría todo por verla, solo una vez más, solo quería limpiar sus lágrimas. Quería ser parte de su vida, deseaba con todas mis fuerzas lograr cumplir el deseo que me había repetido tan persistentemente con esa mirada llena de esperanza en sus ojos aniñados. Soy un idiota esa era la única verdad.
Me desperté por tercera vez en la noche, nuevamente no había nadie a mi lado para deportarse conmigo preguntándome que es lo que había sucedido. Tan pocas noches había pasado con ella que podría contarlas con los dedos de una mano, pero por más que lo intentara la cama se sentía más vacía que nunca.
No había nadie que me pateara, nadie que se acurrara en mi pecho con la simple excusa de tener frio, incluso había comenzado a fumar unas tres cajas de cigarrillos al día, tal vez esperando que saliera de algún lado para decirme con molestia que eso me mataría. Tal vez la abrazaría, sé muy bien que no sería capaz de decir nada, simplemente no puedo pedir perdón con palabras, no se me da muy bien expresarme por allí.
Quería decirte cuanto te amaba, cuanto lo lamentaba, pero solo había un horrible sudor frio recorriendo por mi cuerpo. Polnareff estaba durmiendo en la misma habitación que yo, roncaba con su boca abierta mientras una burbuja de moco salía de su nariz con cada respiración. – Yare yare daze. – Fue lo único que dije mientras tomaba el último cigarrillo de la caja, caminando hacia el balcón que mostraba una media luna brillando en el cielo.
El frio viento era una de las pocas cosas agradables que podía sentir esta noche bellamente estrellada. Mis manos paradas en la barandilla de piedra se sentían y frías, me sentía completamente estúpido al darle vueltas a este asunto una y otra y otra vez. Mas no podía evitarlo, cada vez que _______(Camelia) se iba, me aterraba la idea de no volverla a ver. Y una vez que simplemente decidí ignorarla el mundo me la arrebato.
Tal vez era una maldita ironía, tal vez era un castigo por mi increíble estupidez, pero de algo estaba seguro. – La predisposición del velo nocturno a cada paso del tiempo se vuelve algo bello e inigualable ¿Usted no piensa lo mismo? – Este tipo habla rarísimo.
Ocre Log, si no mal recuerdo, era un italiano de Verona que habíamos conocido en aquel callejón el día que finalmente decidimos hacer oficial lo nuestro con _______(Camelia). Aquella tarde se había acercado a mí pronunciando unas palabras tan extrañas que solo ahora realmente entendía el significado.
"Es tu deber elegir entre la muñeca y la rosa, una de ella ardera en la envidia y dolor de un ángel caído. O la estrella de platino que tu posees poco a poco se romperá y en una supernova se convertirá y tu cuerpo y alma serán arrastrados por un agujero de perdición."
Él es la soberbia, nos lo encontramos en Egipto unos pocos segundos después de que los ojos de Noriaki fueran dañados. Por más que poda ver los diferentes futuros siempre alegaba que sus visiones no eran claras y difíciles de interpretar.
Se recostó en el barandal al igual que yo, solo que éramos separados por una pequeña distancia de un metro entre balcón y balcón. Su mera presencia era un maldito recordatorio de que yo la había cagado por completo.
– El paso del tiempo es casi inevitable, tanto el como el destino es algo inamovible. El simple mañana es como un rio torrentoso pues no importa cuántas veces trate, siempre desembocara en el ancho y azulado gigante salado. Las estrellas por más fuertes que sean, no pueden cambiar lo que los que nos miran anhelan saber. ______(Camelia) lo sabía, yo lo sé, pero ustedes son tan inconscientes del simple detalle que nuestras más efimeritas conversaciones están siendo vilmente escuchadas con descaro y atención. – No era realmente necesaria más cháchara, con esas palabras del principio simplemente me hizo explotar.
El brazo de Star Platinum fue mucho más rápido de lo que su premonición pudo advertirle de mi ataque. Apretaba su cuello con la suficiente fuerza como para levantarlo pero no necesariamente matarlo, aunque ganas no me faltaban. Pero por más que comenzara a faltarle el aire apenas si se movía, tal vez solo para acomodarse un poco contra el puño y no sentir tanto la presión de mis dedos contra aquella blanca piel casi transparente.
Su rostro estaba sereno, con sus labios pintados de un extraño tono azul marino que comediaban con su único ojo a la vista, realmente tenía una odiosa mirada relajada. Cerré los ojos, bajándolo finalmente.
Por mi mente paso ese momento en que él se presentó enfrente de todos nosotros, con aquel extraño traje victoriano azulado con flores doradas bordadas en la mangas de las manos y pies. No había venido solo, el extraño pelirrojo por mucho más pequeño que el también habían llegado en un extraño barco pirata que había subido por los témpanos de la arena. Miss Jackson así se llamaba aquel extraño stand de un pequeño gato blanco con un sombrero pirata que los acompañaban a ambos. Fue realmente adorable ver a mi difunta novia estrecharse en los brazos de su viejo amigo con una sonrisa en el rostro, aunque en ese mismo momento admito que era más rabia lo que sentía. N'Doul fue alguien horripilantemente sencillo de vencer por parte de la mano de aquellos tres, siendo el representante de la ira que logro acabar con él con unos enormes y monstruosos escorpiones que le perforaron el pecho sin mucha dificultad, gritando a los cuatro vientos que el hombre ciego había arruinado por completo su encuentro con sus camaradas. Realmente ese día fue insufrible, y aun peor con la hospitalización de Kakyoin y el constante parloteo del enano de azúcar que decía que quería cuidarlo en el hospital hasta que la pérdida de su madre apareciera por algún lado.
El de larga trenza salto el metro que nos separaba, colocándose a un lado mío mientras se colocaba un cigarro de esos con sabor a menta en su boca mientras apuntaba mi encendedor. Casi cansado y con fastidio le preste fuego mientras que el me ofrecía uno de su caja y yo lo tomaba para luego encenderlo.
– La media mortal odiaba estos aparatos adictivos con olor fuerte. – Comento tras soltar la calada que le había dado con anterioridad mientras comenzaba a hacer extrañas figuras con el humo. No dije nada, simplemente seguí fumando mientras las miraba con atención.
Primero un sol en lo alto, luego formo una luna. Un día entero había pasado según aquellas extrañas manchas de humo grisáceo en el aire. Con cada resoplido por parte del hombre de extraña pronunciación más representaciones se mostraban.
Una estrella, la luna y el sol. La estrella parecia rota pero sanaba al lado de la luna, de pronto la figura del sol se acercó a ambos y a la estrella sin importarle se fue con ella. La luna se quedó mirando desde atrás viendo con tristeza como la estrella se unía al sol, la luna se rompió y el fuego se extendió, un bello ángel había acariciado a la luna y está poco a poco se iba desvaneciendo, por más que la estrella fuera en su dirección nada podía hacer, era simplemente inútil. Agache la mirada siendo incapaz de mirar el cielo estrechado, tenía la ligera sensación de que si eso hacia seria el fin para nosotros.
– Las sombras expanden sus territorios con los pecados y la desolación de los hombres, el arrepentimiento del alma pesa como cadenas de hierro atadas a los hombros, si no quieres que tu alma sea engullida por la aquel negro destino que llamamos muerte lo mejor sería soltar los suspiros melancólicos que esta se niega a perder, la palabras por más pequeñas o sencillas que parezcan a primera vista causan más dolor y sufrimiento que un simple golpe. – Se giró a mí, lanzando suelo la colilla para luego pisarla mientras colocaba su brazo sobre mis hombros. – El peso de un ser mortal como tú, recaerá en tu espalda. Como criatura de la noche tu esencia es silenciosa y tranquila en los momentos de paz, mas tu cabeza da vueltas y siempre regresa al mismo punto en un punto el que veraz más de una vez hasta que bien, decidas acabar con tu sufrimiento caminando por el largo camino lleno de rocas y espinas que desgarraran tu garganta, o simplemente saltar y entregarte a la profunda oscuridad. –
Según lo que trate de descifrar lo que decía, supuse que me estaba contando lo que sucedió en realidad, después de todo lo único que conocía es el hecho de que su amiga y compañera estaba muerta. Me senté, casi a regañadientes en una de las bancas de la pequeña terracita mientras el me acompañaba en silencio.
No es que me sintiera cómodo, pero después de un suspiro simplemente comencé a contar lo que sabía, lo poco que me había enterado de esa situación.
Había sido simplemente un día como cualquiera, el más normal hasta ahora desde que comenzamos nuestro extraño viaje y eso es lo que más me aterra, no se puede tener ni un solo momento de paz desde que esta historia comenzó.
Nos habíamos despertado temprano, como todas las mañanas era casi una batalla levantarse pues la fatiga del viaje y el cuerpo de mi novia no me dejaban moverme, pero tras escuchar un gruñido de hambre de su parte simplemente me levante para comenzar a preparar el desayuno. Era temprano y me había despertado por una fuerte patada que ella había lanzado alrededor de unos treinta minutos aun cuando estaba dormida.
Se levantó con pereza, rascándose su ojo mientras solo usaba mi camiseta blanca y nada más, me beso como buenos días y se sentó en la mesa esperando su leche con cacao y las baguette que habíamos conseguido ayer. Discutimos un poco lo que haríamos. Ella no quería salir y simplemente no la escuche, pensé que ir al hospital era importante, sea como sea un suspiro salió de sus labios mientras me repetía que tenía un mal presentimiento de esto, casi el peor que había sentido en mucho tiempo pero simplemente le dije que etaria bien mientras estemos juntos, eso la hizo feliz, ahora deseo que ella hubiera sido más insistente o yo menos quisquilloso. Tras ducharnos simplemente nos dirigimos camino al hospital donde se encontraba Noriaki y el enano enojón del otro día.
Caminamos por la simple razón de querer estirar las piernas y tener un leve momento de paz, Iggy nos había estado siguiendo, después de todo parecia llevarse demasiado bien con ______(Camelia) colocándose en su hombro como si de un ave se tratara, pero eso no viene al caso.
Una voz familiar me había helado la sangre apenas pronuncio mi nombre con una exclamación confusa. Al girarme pude verla allí parada con esa sonrisa completamente angelical en el rostro y sus ojos aniñados. Había venido corriendo hacia mí abrazándome desvergonzadamente del cuello. – ¡Jojo! ¡Eres tú! ¡No puedo creerlo! –
Me había helado por completo en ese mismo momento, tanto la había extrañado que no me había dado cuenta de la presencia de a la mujer que realmente amaba. Keyra era una mujer estadounidense que se había mudado a Japón por el trabajo de sus padres, al ser uno de los pocos que hablaba con decencia el idioma gracias a mi madre me habían asignado a ser su guía hasta que se acostumbrara al idioma y la vida de nuestro país. No obstante, el estar juntos todo el tiempo no había hecho realmente muy unidos, al grado de ser la mujer con la que había tenido mi primera relación. Siendo la primera que me había destrozado por completo el corazón en cuanto se volvió a mudar. Prometimos seguir con nuestra relación, la llamadas y cartas realmente no eran algo problemático, la zona horaria tal vez lo seria, pero el verdadero problema era la distancia. Un año me había hecho darme cuenta que lo nuestro no funcionaria, un año entero que tuve para cerrarme por completo a cualquier otra mujer que tratara de entrar a mi vida, realmente tenía una suerte pésima con las mujeres del extranjero, tarde o temprano siempre se iban.
El caso es, que realmente no me había percatado de que aquellos labios que tanto había extrañado con antelación se habían unidos a los míos en un extraño encuentro que no aceptaba ni evitaba. La separe con cuidado mirándola con desdén, pero simplemente no podía mantener esa mirada, ella ponía esos ojos tan dulces que derretían mi corazón sin mucho esfuerzo.
Un cascareo me hizo volver a la realidad con un fuerte golpe, había olvidado por completo que ________(Camelia) se encontraba a espaldas de mí. – Si sobro díganlo. – Comento claramente furioso mientras levantaba una ceja.
Antes de que pudiera decir alguna cosa Key se me adelanto acerándose a mi rubia novia que parecia a punto de explotar para ofrecerle su mano como saludo, uno que ella acepto no muy convencida. – ¡Hola! Soy Keyra Watson, es un placer conocerla señorita. . . –
– ______(Camelia) Ludenberg. – Respondió de una manera cortante, casi fría e innatural completamente impropio de ella. No entendía que le pasaba a mi cuerpo, pero simplemente no podía decir nada ni interferir, estaba completamente paralizado por la vista de esas dos mujeres que no paraban de verse a los ojo fijamente.
– Oh, ¿Eres _____(Camelia)? Jojo hablaba mucho de ti.
– ¡Que coincidencia! Sabes, él nunca me dijo que tenía una ex novia, pero tampoco es que me sorprendiera. – Keyra simplemente ladeo la cabeza casi sin comprender muy bien las palabras de mi actual pareja quien parecia temblar bajo el impulso de saltarle al cuello para asesinarla, y después a mí.
– Sigo siendo su novia. – Comento un tanto extrañada mientras me miraba con esos ojitos de cachorro buscando alguna aclaración del malentendido. – Creo que te has equivocado, tranquila, es normal cometer errores, a todo esto ¿Qué hacen aquí, en Egipto? – Pregunto tras girarse en sus talones con una sonrisa en lo alto de los labios.
Poco nos dábamos cuenta que esa mujer no era la que yo me había enamorado, era simplemente un maldito parasito que buscaba la simple destrucción. La segunda usuaria de Stand de los 10 mandamientos, no tomaras el nombre de Dios en vano, Zolita con su monstruosidad Holly; una asquerosa criatura con la forma de una monja completamente desfigurada hecha de diferentes partes de cuerpos. Lograba hacer que su usuaria cambiara de forma con facilidad tras haberse comido a la persona que poseía, si la Keyla de verdad había sido asesinada por mi culpa y yo simplemente no era capaz de darme cuenta que ella no era la persona que alguna vez ame con tantas fuerzas.
Luego descubrí que ella no era la única en actuar, desde las sombras e hilando absolutamente todos los sucesos estaba un malnacido de cabello rojo y ojos amarillos mirándonos con burla mientras que su Stand "Control" ejercía su poder oculto en nosotros.
Sin la intromisión de ese sujeto jamás hubiéramos comenzado a discutir en medio de la avenida publica por más que me llenara de una extraña cólera que las personas girasen al trio de personas que se peleaban abiertamente, jamás hubiera dicho las cosas que le dije a ______(Camelia), aquello miedos y punzadas tan personales que una vez que salieron de mi venenosa boca, realmente nunca te hubiera hecho pasar esa vergüenza tan profunda hasta hacerte desbordar lágrimas. Simplemente te fuiste caminando hacia la dirección opuesta a donde en realidad debíamos ir, yo hice lo mismo tomando con algo de brusquedad el brazo de Keyla que parecia realmente anonadada por lo recién sucedido, jamás me había escuchado gritar de esa manera.
Estaba terriblemente arrepentido, quería ir contigo, corre abrazarte y pedir disculpas pero simplemente no podía hacerlo. Con cada paso que me alejaba de ti, sentía como el alma pesada se me destrozaba. Y simplemente lo entendí, ese hombre se apareció en frente de la que creí que era mi exnovia y yo, caminando en la misma dirección que ______(Camelia), no sin antes sonreírme con tras mirarme con oscuridad retorcida en sus ojos.
Mi sangre se helo de golpe, el solo sentir la presencia de este desquiciado me hiso sudar frio. Se acercó con pasos lentos y tortuosos, exhalando todo el aire acumulado en sus pulmones cerca de mi oreja, tan frio era el aire que temí por un segundo el estar en presencia de la misma muerte. – Me divertiré con tu niñita otra vez, y todo esto porque no te quedaste un rato más en tu cuarto, como ella te indico. – Beso mi mejilla dejando un poco de su labial color coral en aquel lugar para luego limpiarlo, para susurrar en suaves palabras una extraña orden. – Simón dice: ve al hospital como habías planeado, pero tienes prohibido buscar o hablar de tu noviecita antes de las cinco, si te pregunta sobre ella di que no quiso venir y listo, tienes prohibido hablar de ella en otros casos. – Y como si fuera una simple muñeca de trapo comencé a caminar aunque quisiera detenerme para asesinarlos, correr, lo que sea, no era dueño de mi propio cuerpo una vez más, pero esta vez simplemente me aterraba.
Como era previsto llegue al hospital, Kakyoin me saludo con alegría al haber escuchado mi voz mientras que el enano a su lado que le había estado leyendo un libro me pregunto sobre ______(Camelia), mas ni una sola palabra de las que quería decir podía, cada vez que quería hablar del tema es como si mi cuerpo simplemente lo ignorara y siguiera una conversación con ambos.
Al cabo de media hora llego el viejo y compañía, pero no podía escuchar nada, simplemente estaba aterrado. Gritaba en mi interior con cada fibra de mí ser pero no podía decir ni una sola palabra, ni siquiera podía utilizar a Star Platinum.
La gota que derramo el vaso fue la llamada de una enfermera preguntando por mí, automáticamente mi cuerpo se levantó aunque temblaba cada fibra de mi ser por los horrores que mi mente llegaba a imaginar.
Y como si de un libro de terror se tratara allí estaba ella, al otro lado de la línea de teléfono. Gemía en sollozos, escuchaba su voz entrecortada mientras que me suplicaba ayuda. El sonido de la carne sucia de ese hombre golpeando el cuerpo de la mujer que más había amado en este mundo estaba siendo brutalmente violada al otro lado de la línea y mi cuerpo no daba más que para apretar el teléfono fijo lo suficientemente fuerte como para quebrarlo un poco.
Ella lo llamaba, gemía su nombre con desespero esperando que fuera a rescatarla pero por más que mirara la puerta nadie aparecía por ella, estaba completamente sola al otro lado de la bocina mientras ese hombres que se hacía llamar "puro" hacia que entre sus piernas sangrara, desgarrara hasta el punto de destrozarla, mientras que una mujer de fondo cantaba el Ave María mientras le rezaba a dios que perdonara a esta mortal por haberlo desafiado.
Se sentía sucia, asqueada con su propio cuerpo y situación, y lo único que podía escuchar eran los gruñidos de aquel hombre que le había hecho eso ahora y en el pasado hace muchos años en el baño de su escuela. Estaba aterrada, su cuerpo temblaba por el miedo y espasmos de una forzosa relación, que no hacía más que lograr que se viniera de una forma incomoda una y otra y otra vez, sin importar cuan maltratados estaban sus genitales. Quería morir en ese momento, creía que era la basura más grande existiendo en el planeta, que no podría volver a ver a la cara a ninguno de sus seres queridos al sentirse tan sucia y manchada como lo estaba ahora. Y mientras lo único que podía hacer era tratar de suplicarle a su amado que vinieran a buscarla, pero en el fondo de su ya desmembrado corazón sabía que eso era solo un sueño dulce e imposible. Los dos eran atormentados por ese maldito stand en forma de serpiente no podían hacer nada en contra de esa voluntad venenosa.
Dos horas al teléfono habían llamado la atención del resto de cruseiders. Pensaron que había sido _______(Camelia) que seguramente le pediría que le trajera algo de comer cuando regresara al hotel, que preguntara como estaba su amigo pelirrojo o algo por el estilo, más todas las veces que fueron a revisar el simplemente estaba allí parado, casi parecia un maniquí más que una persona.
El viejo era el más alarmado y el que más se acercó de todos ellos, siendo lo suficientemente rápido con Hermit Purple como para tomar el teléfono y escuchar algo que realmente le helo la sangre. Al otro lado de la línea apenas si le quedaba voz a ______(Camelia) como para seguir llamando a Jotaro, pero no para de pronunciar su nombre con la respiración entrecortada por todo el maltrato físico que había pasado.
En ese momento, el efecto de simón dice había llegado a su fin y sin pensárselo dos veces Jotaro salió corriendo del lugar acompañado del pequeño perro que también estaba preocupado por su amiga.
Una vez afuera, ambos buscaban con desespero alguna señal o rastro de la muchacha, solo encontrando un pequeño rastro con su olor que realmente no serviría de mucho.
Pero casi caído del cielo llega Joseph tras haber hecho un mapa en la tierra para dibujar un mapa con su Stand, dándoles la exacta ubicación del paradero de la pobre diosa que agonizaba en el suelo de un sucio edificio.
Los cuatro hombres y el perro no dudaron ni un segundo más en subir lo más rápido que sus cuerpos lograban ofrecerles hasta llegar a la habitación en donde vieron a su amiga recostada contra una mesa con varias velas sobre ella mientras que chorreaba sangre de ella, manchando la frente de la casi inconsciente mientras suplicaba por clemencia aún recuerdo.
Polnareff, posiblemente uno de los más destrozados al ver a la pobre niña en la misma penosa situación de su hermana, fue a socorrerla lo más rápido que pudo pero ella solo lo rechazo aterrada. Temía que le volvían a hacer daño, sus ojos estaban tan golpeados e hinchados por el llanto que difícilmente pudo reconocer aquella dolorosa mirada que le daba su francés favorito.
Su cuerpo completamente magullado por la paliza que le había sado durante tanto tiempo aprovechando que su única opción de moverse era solamente para forcejear un poco en contra de su violador, un placer que el mismo se dio simplemente para poder disfrutar de esa niña que tanto había estado anhelando desde que la conoció, sus piernas cortadas y raspadas por el maltrato que recientemente había recibido a lo largo de varias horas, pero lo más denigrante que ella tenía no eran sus ropas rasgadas, se trataba de todo el semen que salía por sus orificios. Por su boca, su destrozada e irreconocible vagina, su pobre parte trasera casi mutilada, incluso había violado una apuñalada que tenía a la altura de su abdomen por donde brotaba sangre y esa espantosa sustancia blanquecina.
Joseph trato de calmarla, pero no sabía que palabras decir, así que le dejaron el trabajo a el señor Avdol que había logrado poder tranquilizar a la pobre joven que no sabía muy bien donde estaba. Temblaba y estaba desorientada sin saber qué hacer, por lo que solo se aferró al hombre como si fuera lo último que sostendría en este mundo. Jotaro se acercó a ella, esta miro su rostro como un perrito asustado hasta que pudo sonreír un poco. – Si viniste. – Aquellas dos simples palabras habían destrozado el alma de su amado, esa sonrisa torcida tan débil que no podía mantenerse por más tiempo le habían hecho encoger el corazón. Ella fue guiada a sus brazos en las que el la resguardo con cariño, su respiración era tan pausada que casi parecia inexistente.
Todos hicieron una promesa en ese momento, no importaba cuanto costara o lo que tuvieran que hacer, harían pagar al maldito desgraciado que había hecho esto.
La puerta se cerró de golpe, el sonido de algo viscoso había llegado a la habitación. Una enorme bolsa de carne, ojos, piernas sangre e incluso órganos se expandía más y más por la habitación. La piel rojiza de los intestinos de las personas que suplicaban por su vida era algo horripilante de ver, más ninguno de ellos retrocedió.
Se levantaron dispuestos a enfrentarse a esa cosa que iba comiéndose todo lo que tocaba, desde los podridos muebles que adornaban la habitación de gris y carmín hasta las pobres ratas que por allí pasaban. No tenían escapatoria, era un séptimo piso y todos ello lo sabían.
Jotaro estaba tan concentrado en tratar de resolver la situación que no se había dado cuenta de que la mujer que el tanto amaba estaba absorbiendo sangre de su cuello, logrando que sus heridas se cerraran casi a cada paso que ella bebía unas cuantas gotas hasta que finalmente su piel comenzó a cerrarse por completo.
– No te servirá de nada, monstruos. – La espeluznante distorsionada voz de aquella criatura repulsiva no había hecho temblar a la joven diosa en ningún momento.
Joseph la miro con atención, pero por más que se frotara los ojos no podía creer lo que veía, pensaba que esa habilidad se había perdido hace muchos años atrás con la muerte de su abuelo. Pero allí estaba ella, en frente de esa criatura que había alcanzado al grupo de hombres que no entendían nada, solo resistían mientras su piel y huesos empezaban a ser devorados por esa enorme pelota de masa.
– Gracias. – Un susurro le llamo la atención a todos, no entendían por qué ese extraño agradecimiento hasta que el realmente adolorido Stand de _______(Camelia) se manifestó. Sus hojas antes verdes se habían marchitado por completo hasta volverse cafés y retorcidas, lo mismo con su normalmente hermoso cabello oscuro, ahora era simplemente una enredadera completamente ceca que colgaba de una cabeza de madera podrida. – Me divertí. – Respondió con una sonrisa.
Jotaro entendió eso, pero por más que haya sacado con tanta desesperación a Star Platinum de nada había servido. Por una vez el stand más rápido que la velocidad de la luz había tardado demasiado, un enorme árbol salió del suelo empujando a los hombres que ella tanto había querido fuera del edificio, haciéndolos caer al techo del otro, un lugar seguro para lo que estaba a punto de hacer.
Joseph recordaba muy bien aquellos extraños cuernos que habían brotado, no solo de su cabeza, sino también de su torso y piernas. El sonido que producían y la forma eran exactamente la misma, aquella ultima técnica que vio de su antiguo rival. El viejo realmente no sabía si es que era un arma de último recurso o un simple sentimiento de supervivencia.
Pero ya no importaba, todos habíamos visto aquella sonrisa tan bella mientras el aire se reunía a su alrededor. Juntar tanto aire dentro de sus pulmones para luego expulsarlo con una gran fuerza por su par de cuernos en la frente tal vez era una medida mu desesperada, lo peor de todo es que seguramente alguna de las velas que estaban más cerca de ella hayan hecho una chispa entrando en el cuerpo de. . .ella. . .
No podía seguir hablando, ni siquiera podía mirar al cielo. Mi garganta estaba completamente destrozada y no encontraba las fuerzas suficientes para hablar. Una mano recayó en mi cabeza, casi mataba a ese tal Ocre pero me encontré con la mirada entristecida de Polnareff. Solo baje más la cabeza, dejando que su mano siguiera. – Está lloviendo. . . – El francés me miro confundido y luego volteo a ver al cielo, completamente despejado.
– Pero si la noche esta preciosa. – Comento mirando el limpio cielo.
– No, está lloviendo. – Bajo su rostro dispuesto a comenzar una de sus típicas y absurdas conversaciones hasta que cerro la boca al ver que si estaba lloviendo. La única diferencia, es que no lo hacia el cielo.
– Si, está lloviendo mucho. – Contesto el mirando la luna que tímidamente comenzaba a bajar dando lugar a la mañana. Al igual que yo, Pol comenzó a sollozar mirando el inicio de amanecer en silencio.
Ocre nos miraba, seguramente pensando en alguna de sus estúpidas cosas. Pero tras simplemente levantarse se fue a su alcoba, déjanos a Pol y a mí en la misma habitación. Iggy al poco rato se recostó en mi regazo cerrando los ojos mientras frotaba su cabeza contra mi brazo, ganándose un cariño de mi parte.
No puedo mirar más al cielo, no si ella no está a mi lado.
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