Motel - Hotel tonta - y por eso digo hotel
"¡¡Suéltame Kakyoin!! ¡¡Nadie me separara de esa chamaca!!" Pero a pesar de mis fallidos intentos no podía mover ni un solo centímetro a aquel muchacho que me sacaba una cabeza de estatura. "¡¡Anne!! ¡Apunta a los huevos!" Y sin titubear le propina un golpe al francés el cual suelta un chillido mientras que la enana viene corriendo hacia mí. Kakyoin abrió los ojos de golpes al ver que me disponía a hacer el mismo movimiento que ella, soltándome al instante.
"¡______(Camelia)!" Gritaba la chamaca con los brazos abiertos mientras corría hacia mí.
"¡Anne!" Respondí de la misma manera.
"¡______(Camelia)!" Y finalmente fundimos nuestros brazos en un enorme estrujón lleno de cariño. "No me quiero ir señorita Ludenberg." Dijo mientras se apretaba más a mí.
Joseph camino hacia nosotros y coloco una mano en la cabeza de cada una, su rostro no mostraba aquella simpática sonrisa que siempre mostraba más bien tenía una mirada seria y dolorosa. "Pequeña, mi hija, la madre de Jotaro se encuentra al borde de la muerte. Debemos continuar con nuestro viaje para salvarla, ______(Camelia)perdió a su familia hace poco, por eso no quiere verte partir. Pero te prometo que la cuidaremos ¿Si?" Con pesadez la niña asiente para abrazarme otra vez, entendiendo el mensaje.
"Regresa a casa Anne." Esta vez hablo yo, haciendo un esfuerzo sobre humano para tener una voz tranquila y serena por el horrible recuerdo de aquel video. "Tus padres deben estar preocupados por ti." Saque un papelito de un bolsillo de mi chaqueta y anote rápidamente un número y se lo entregue. "Si quieres hablar conmigo, di –deme con ayayaya- y te comunicaran conmigo ¿Si?"
"Está bien Lo hare solo porque tú y el abuelo me lo piden." Y tras titubear un momento sobre subir o no, salto de golpe hacia las escaleras de metal. "¡Nos vemos! ¡La vida está llena de despedidas!" El avión comenzó a marchar, con velocidad las hélices se movían y poco a poco iba teniendo más y más velocidad. Mi brazo se agitaba con fulgor despidiéndome de mi pequeña amiga quien sonreía a través de la ventana, gritando algo que no había comprendido por completo.
Al girarme en dirección de aquella maquina se encontraba caminando con tranquilidad Jotaro, quien parecia haber llegado a tiempo para despedir a la chamaca.
Camine dentro de aeropuerto, explicándole al viejo que debía hacer una llamada importante antes que cualquier otra cosa, encontré el primer teléfono público y le metí las monedas necesarias.
Espere, espere, espere y espere pero nadie de mi casa contestaba. Con un nudo en mi garganta marque un numero diferente, sabía que a él no le gustaba que le llamaran a menos que sea Dante pero debía preguntarle.
Tras unos largo y mortíferos segundos me contesto, explico casi hiperventilándose al escuchar mi voz y explicar aquello. Pero tras calmarse, aquella chillona voz desapareció a la cual estaba más acostumbrada a escuchar y recibir órdenes. Me explico con sumo detalle lo que había sucedido, como había sucedido y lo que estaba haciendo para encontrar al responsable y los posibles cuerpos de mis hermanas quienes seguían desaparecidas.
Finalmente las últimas órdenes que me daría como miembro de Passione, como hijastra de su mejor amigo y como miembro valioso por mi Stand y capacidades, me ordeno acabar con todos los eslabones de esta amenaza y nunca más regresar a Italia en mi vida. "Te matare yo mismo si lo haces, ______(Camelia). Tus resultados han sido siempre rápidos, puedes comunicarte con tu antiguo equipo. Sera el ultimo trabajo de los 7 pecados."
"Gracias jefe, cumpliré mi último trabajo como usted me lo ha mandado." Y tras aquellas palabras colgó sin siquiera despedirse. "Diavolo. Tu eres el más dolido por su muerte ¿Verdad?" Pregunte para mí misma sin esperar respuesta de ninguna parte en realidad.
Camine otra vez devuelta a fuera, los muchachos me esperaban hasta aburridos pero no preguntaron nada en realidad.
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"Uno, dos, me da tos. Uno, dos, me da tos." Repetían aquellos pequeños mientras corrían de arriba abajo esperando que la madre de Jotaro subiera por completo las escaleras.
"Ufff. . . que estado físico tienen esos dos ¿No?" Pregunto el hombre pelirrojo con un mal asentó japonés a ambas mujeres que caminaban sin mucho esfuerzo por las escaleras, cuidando siempre que ninguno de los dos pequeños se resbalara por ellas. "Ni siquiera puedo subir las escaleras, me falta el aire ¿Y ellos que? He contado unas 12 veces de Jotaro y 14 de ______(Camelia). ¡Desearía ser joven otra vez!"
Pero aquellos niños ya se habían cansado de jugar y esperaban la llegada de los adultos, y como tardaban demasiado decidieron hacerles una pequeña jugarreta.
El otro día ambos estuvieron pintando una estatua, solo porque sí, de plateado y les sobraba la pintura.
Con cuidado, ambos pequeños esperaban pacientes que el pelirrojo trapazara la puerta, pero nunca se imaginaron que aquel hombre los asustaría por detrás.
En un descuido el pequeño niño que tenía aquella pintura en las manos, la tira por culpa del sobresalto que tubo y mancho de pies a cabeza con una pintura plateada, brillante con algunos trozos de purpurina.
Las risas no lograron ser contenidas, la pequeña en su enojo salto hacia su amigo para mancharlo también de pintura y claro que el adulto no pudo escapar de aquella lucha mortal.
Todos quedaron manchados, más la pequeña por supuesto. "Platinum, ese será tu nuevo apodo." Comento el niño con una enorme sonrisa en el rostro, mientras recibía un fuerte abrazo de su amiga.
"¡Qué bueno! ¡Ahora somos Star!" Pego un pequeño salto y poso como diva.
"¡Y Platinum!" Respondió el otro copiándole.
"Miau, así es." Agrego el pelirrojo mientras se sentaba en el pasto y recibía una toalla para tratar de quitarse los restos de pintura.
"A ver, una sonrisa." Dijo Holy apuntando con su cámara a ambos pequeños quienes no dudaron en abrazarse mientras grandes sonrisas aparecían en sus rostros.
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De pronto, me vi obligada a despertar. Ya sea por el hecho de que Jotaro se movió de lugar o simplemente un dolor punzante en mi marca de nacimiento me aviso que debía estar alerta. Jotaro pareció haberse asustado con mi salto repentino –ya que el auto era algo pequeño, se vio obligado a dejarme dormir en sus piernas–. "¿Qué ocurre, Jotaro, _______(Camelia)?" Pregunta el viejo más por cortesía que por interés.
"Nada, no es nada." Contesta el grandullón abajo mío.
"Tengo un muy mal presentimiento de este lugar." Exclamo por mi parte y automáticamente todos parecen más atentos a su alrededor que antes.
Y finalmente llegamos al pueblo, un lugar lucubre y silencioso. Un enorme pavor me calaba los huesos, logrando recorre cada centímetro de mi cuerpo un enorme frio desolado me apuñalaba sin parar jamás. A pesar de estar en compañía de cuatro hombres fuertes y amigables, aquel sentimiento no se disipaba por más que lo intentara.
Las frías miradas de los lugareños solo lograba erizarme la piel y por más que quisiera no lograba dejar de temblar por lo frio que se había vuelto el lugar.
Bajamos del auto para pedir indicaciones, en ningún momento trate de separarme de mis acompañantes. Sentía un extraño malestar en realidad, que poco a poco iba en aumento con cada paso que daba.
Una tranquilidad aplastante yacía en aquel lugar, la niebla no era demasiado espesa pero llegaba a ser molesta. Por inconciencia enganche mi mano en el primer brazo que me había encontrado, y sin mirar de quien se traba en realidad me apegue más a él. "¿Tienes miedo?" Pregunto aquel muchacho pelirrojo con una tranquilidad paternal y arrolladora.
Alce mi vista hacia su rostro, me miraba con preocupación y ternura en aquellos ojos azules. Asentí con la cabeza un poco más calmada para luego sentir mi rostro enrojecer. Odiaba con toda mi alma aquellos sentimientos de vergüenza, no pegaban nada en una chica como yo, pero no podía negar que me daba cierta cobardía el estar así; más aún con él quien había declarado sus sentimientos puros y abiertamente hacia mí, sentimientos que por más que quisiera no podría aceptar.
La voz del viejo me saco de mis extraños e incoherentes pensamientos, el trataba de mostrarnos como hablar adecuadamente con los pobladores de aquel extraño pueblo. "Primero, tienen que sonreír y decir. . ." Y con una pose completamente embarazosa se acercó al primer hombre que vio. "As-salamu alaikum." Y tras una intensa batalla de miradas, aquel hombre –aparentemente inmutable– cerró el restaurante en donde íbamos a pedir indicaciones. "Va-vamos, no tenía por qué cerrar tan de repente. Solo quería preguntar una cosa ¿Hay algún hotel por aquí?" Pero un silencio aún más largo e incómodo se instaló nuevamente entre nosotros y aquel callado hombre.
Se marchó dándonos la espalda y entrando a su local. "Me quiero ir de aquí." Dije mientras temblaba, Kakyoin acaricio mi cabeza para tratar de calmarme un poco. Y tras mirar de vuelta al hombre, vi uno de los más grandes horrores de mi vida; unas tres o cuatro cucarachas le estaban caminando por la espalada como si nada. En ese momento salí dispara en busca del auto sin importarme nada más, ni si quiera los gritos de aquellos hombres para que me detuviera.
El auto no se encontraba en donde lo habíamos dejados o lo que es peor, ni siquiera recuerdo en la calle que estábamos. Pregunte con tranquilidad a los aldeanos por más que me temblaran las piernas, pero todo parecían maniquís poseídos o controlados por un camarón. . ."¿Qué rayos tengo con los camarones?" Me dije a mi misma mientras frotaba mi sien con fastidio. Mire nuevamente a mis alrededores y algo extraño llamo mi atención, una mujer con ropas que no pegaban para nada con el lugar me estaba mirando.
Debía admitir que era hermosa, cabello largo hasta los talones de un hermoso color castaño claro, unos preciosos ojos verdes y un vestido antiguo de color celeste, su piel era tan blanca que parecia un muerto y su rostro reflejaba tristeza.
Sus labios se movieron, y aunque no escuche ni una sola palabra salir de aquella boca pude leer en su movimiento –sígueme- y tras decir eso se aventuró en una calle cerrada.
No se si fue por confusión o intriga pero mis piernas se movieron solas y solo cuando llegue a otro extremo de la ciudad. Mire para todos lados sin entender donde se había metido, pero por un momento aquel miedo que me invadía desapareció por completo dejando un cálido sentimiento en mi pecho.
Finalmente la vi, aquella mujer había parado al lado de lo que parecia ser una posada. "Perdónalo, por favor. Dio. . .antes no era así. . ." Aquella voz. . .estaba segura de haberla oído antes, pero no recuerdo en qué lugar.
"¿Quién. . .?" Pero antes de poder terminar la oración aquella mujer había desaparecido por completo. "Eres." Y como tonta me quede mirando a la nada, esperando un indicio de saber a dónde se había ido aquella extraña mujer.
Una mano fue puesta en mi hombro, lo cual me hizo saltar y gritar tan fuerte que sentía como mis cuerdas vocales eran desgarradas. "No seas tan escandalosa." Aquella voz gruesa la podría reconocer entre miles. Me di la vuelta con el ceño completamente fruncido pero esto no pareció afectarle a él en nada ya que tomo una de mis mejillas y la estiro un poco antes de sonreír. "Nos hospedaremos aquí, no te quedes atrás." Y tras decir aquello coloco uno de sus brazos sobre mis hombros.
Cerré mis ojos disfrutando un poco el tacto, desde que vi a aquella hermosa mujer no me siento mal como antes y Jotaro solo mejora esto. Sentí como algo caía por mi brazo, más específico un papel doblado que sujete en el momento indicado. "(Ni se te ocurra llamarme por mi nombre.)" Estaba escrito en japonés, no quería indagar más sobre esto, el tendrá sus motivos seguramente.
"¿Y quién es esta hermosa señorita?" Pregunto una anciana a la cual nunca antes había visto en mi vida.
"Ella es ______(Camelia) Ludenberg, nos acompaña en estas vacaciones." Contesto el viejo colocando una mano en mi cabello para despeinarlo después.
"Sin duda un encanto, ¿Me haces una firma aquí corazón?" Su tono era extrañamente meloso cuando me hablaba a mí en comparación a los demás. Sé que soy irresistible ¿Pero hasta las ancianas me aman? Cielos, juro que no sé qué hacer con tanta sensualidad.
Y tras que todos firmáramos el dichoso papel, la mujer nos llevó a cada uno a nuestras respectivas habitaciones. "Y esta es la tuya querida, ahí está el baño y si necesitas algo no dudes en llamarme." Dijo aquella pequeña mujer con una sonrisa demasiado grande, sabía reconocer la falsa hospitalidad pero ella lo tenía muy bien trabajado o por lo menos conmigo ya que con los demás parecia esforzarse.
Tras agradecerle cerré la puerta de mi cuarto y me fui a bañar, preparando ropa limpia para dormir des pues y una toalla para esa maldita pesadilla roja- "¡Ma-maldición! ¡¿Justo ahora me tiene que doler?! ¡Cólicos del infierno!" Aun rechistando entre a la ducha pero un golpeteo en la puerta del baño me llamo la atención. "¿Si?" Pegunte del otro lado.
"Soy Enyaba, la dueña de la posada, tengo algo para usted." Abrí la puerta un poco, parecia que aquella mujer trataba de ver mi cara con bastante esfuerzo. "La oí quejarse desde la recepción, pensé que necesitaría esto." Y tras decir aquellas palabras la vi reír por el enorme sonrojo que había aparecido en mi rostro. "Descuida, si te agarraban igual de fuerte que a mí en mis días de juventud lo más normal sería darte esto." Una pastilla y un vaso con agua me fueron entregados.
Por poco y abrasaba a aquella mujer que me había salvado la vida. "¡Muchas gracias!" Dije con alegría mientras tomaba las cosas de una. "Enserio me salvo señora~" Y tras decir aquello solo se retiró del cuarto con tranquilidad.
Un nuevo dolor creció en mi cuerpo, este era en mi marca de nacimiento. Uno profundo y punzante que solo podía significar una cosa; Hol Horse estaba cerca de aquí.
Trate de quitarme aquella idea de la cabeza pero me era completamente imposible, después de todo la última vez que lo había visto estaba saliendo con una chica que fácilmente podría ser mi hermana mayor, maldito pedófilo.
Ni siquiera podía disfrutar del tacto de las calientes gotas de agua que se deslizaban con facilidad en mi piel, el vapor humeante entraba hacia mis pulmones permitiéndome estar un poco más relajada. Cerré los ojos inconscientemente dejándome llevar por la tranquilidad del momento mientras que el jabón pasaba con tranquilidad en mi cuerpo y mi cabello era lavado. Una vez terminado, tome una de las toallas para salir del baño y mirarme con el espejo.
Mi cabello cada vez más rubio que antes dejaba una estela tortuosa ¿Por qué me pasa esto? Aquella pregunta se paseaba por mi cabeza en más de una ocasión a lo largo de toda mi vida.
Negué con la cabeza y busque en mi pequeña mochila de gato algo de ropa para cambiarme, debía lavar la ropa la próxima vez que descansara en un hotel que no me diera repelús.
Un ruido extraño me saco de mis pensamientos y con una toalla en la cabeza salí de mi cuarto para encontrarme con el resto de mi equipo mirando como el francés bajaba por las escaleras. "¿Todo bien?" Pregunte al aire viendo que el único que se había girado para asentir fue estrellita.
"¿Tienes baño?" Pregunto al verme un poco mojada.
"Si, ¿Ustedes no?" Pregunte mientras me secaba el cabello con tranquilidad.
"Nope." Respondió Joseph acercándose junto a la cereza con una pequeña sonrisa. "Es por eso que Polnareff va a buscar a la recepcionista. . . Por cierto ¿Te sientes mejor?" Dijo guiñándome el ojo.
Al entender a lo que se refería no pude ocultar la vergüenza de mi rostro, este parecia el cabello de Kakyoin quien reía acompañado de los otros dos. "Si ustedes fueran mujeres no se reirían tanto." Pero gracias a este comentario rieron aún más fuerte que antes.
Con un refunfuño entre a mi cuarto enojada, seguida por las risas de los demás que me pedían que no me enojara.
"Tu televisor si funciona." Dijo Joseph al inspeccionar mi alcoba. "¡Y enserio tienes baño!"
"También su cama es excesivamente grande." Comento esta vez Kakyoin al verme acostada en una cama el triple de mi tamaño, donde también se recostó Jotaro. "¡O-oye! No hagas eso."
"Tenía curiosidad, pero es verdad el colchón también es cómodo." Respondió mientras se acomodaba la gorra y me veía dormir placenteramente.
Con algo de cautela el pelirrojo también se acostó para llevarse una gran sorpresa, la cama era jodidamente cómoda y por lo tanto ninguno de nosotros tres queríamos dejarla sin habernos tomado por lo menos una buena siesta.
Un estruendo, aunque algo bajo llamo mi atención despertándome del pequeño sueño que había conseguido. Me levante perezosamente, o eso intente. Sentía un pequeño peso que me impedía moverme con libertad y al fijarme bien de que rayos se trataba me encontré con las cabezas de ambos muchachos, uno durmiendo a cada lado. Mi corazón parecia querer desbordarse del pecho por esta situación, aunque algo familiar por haberlo hecho anteriormente que dos muchachos de 17 años lo hagan era algo entre tierno y peculiar.
Otro estruendo llamo mi atención y con el mayor cuidado del mundo me levante dejando a aquellos dos muchachos dormidos en mi cama. . . ( ͡° ͜ʖ ͡°)
Y tras aquella indiscutible buena experiencia salí del cuarto para dirigirme a la recepción, donde se escuchaba la voz de la vieja que nos había atendido antes. "Lámelo ¡Lámelo!" Parecia demasiado feliz. . . Polnareff ¿Tan desesperado estas para hacerlo con una viejita? Me reí para mis adentro de la broma que había hecho.
"_______(Camelia)" La voz de Jotaro me llamo la atención, seguramente que él también había sentido el estruendo. Asentí en cuanto me hizo una seña para que bajáramos en silencio. Y tras llegar a la recepción toque la puerta un par de veces, pero como nada había pasado en realidad estrellita pateo la puerta sin ninguna dulzura.
"¿Qu-que sucede? ¿Qué se les ofrece niños?" Pregunto Enyaba acerándose a nosotros con algo de cautela, sin duda alguna nerviosa y con un pequeño tic en el ojo.
"Estamos buscando a Polnareff." Contesto el azabache.
"Y si tocamos la puerta, pero parece que estaba ocupada con otra cosa." Respondí esta vez yo, y al parecer mi cara de fastidio la alarmo por completo además que también parecia confundida por algo.
"Por supuesto, se exactamente dónde se encuentra Polnareff. Señor Jotaro, señorita _____(Camelia)" Con una sonrisa comenzó a acercarse hacia nosotros. "Él está en el baño de caballeros señor Jotaro, no creo que la señorita ______(Camelia) desee pasar a él ¿Por qué no espera la cena en su alcoba?" No pude esconderlo más y escupí una pequeña risa al ver su acto tan desesperado y mal armado. Lo cual paree haberla hecho sospechar o incomodar un poco, pero mi enorme sonrisa no se borró del rostro.
"Así que está en el baño ¿Detrás de esa puerta?" Pregunto el azabache acercándose con tranquilidad, como si realmente no desconfiara de nada de aquella anciana. Sin duda, si él hubiera sido un mafioso como yo hubiera ascendido a capo fácilmente. Ah~ ahora no puedo evitar imaginármelo vestido así~
"En tal caso yo me retiro, la esperare arriba señora." Y tras decir aquellas palabras comencé a marcharme de la habitación rápidamente, esperando el momento justo cuando atacaría.
"Por cierto, olvide preguntarle algo señora. . ." Aquella palabras parecieron tomarla por sorpresa ya que se torpeza de golpe. "Vaya, vaya ¿Qué sucede señora? ¿Se tropezó?" Tuve que morderme el labio para tratar de no reír, parecia está disfrutando jugar con aquella usuaria de Stand. Aunque es una lástima, realmente creí que era alguien amable.
"Estuvo cerca." Confeso la anciana al ver como unas tijeras era clavada al suelo muy cerca de su cara.
"Sí que peligroso." Concordó mientras se agachaba de una manera exagerada para examinar la situación que obviamente ya conoce. "Se tropezó mientras sostenía un par de tijeras. . .Menos mal que no le paso nada."
"Si, es un alivio." El rencor que tenía en su voz era realmente impresionante. Mirando más de cerca pude ver que aquella mujer tenía un pulgar donde no iba, parecia tener dos manos derechas, lo que me quito automáticamente las ganas de reír.
"Ya basta, estrellita, no quiero jugar más con ella." Comente saliendo detrás de la puerta donde me encontraba oculta durante todo este tiempo. La cara de sorpresa de la anciana me indica que realmente jamás había esperado que yo estuviera allí. "Señora, le daré una oportunidad ¿Cómo supo el nombre de estrellita?"
Aquella mujer parecia aterrada hasta que algo se le ocurrió. "¡El registro! Escribió Jotaro Kujo en el por eso pude descubrirlo." Parecia aliviada.
"¿Cuál? ¿Este registro?" Pregunto el azabache sacando el pequeño libro de abajo. Al leerlo correctamente la mujer no pudo creer realmente como había caído. "Puedes parar de fingir, sabemos que eres uno de los usua-" pero antes de que pudiera terminar de decir aquello, mi vista se nublo por completo y caí de rodillas al suelo. "¡______(Camelia)!" Aquellas fueron las únicas palabras que logre escuchar tras desmayarme.
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"De-déjame ver si entendí ¿Te fumaste a Justice para derrotar a la anciana?" Como recién me despertaba realmente no podía entender muy bien lo que estaba sucediendo. "Ptsss Jotaro ¿En verdad Polnareff lamio el escusado?" Ante su asentamiento con una sonrisa atrevida no pude evitar reírme a todo pulmón.
"¡¡Cállate enana!! ¡No me lo recuerdes. . ." No pude evitar seguir riendo, mucho menos los hombres que me rodeaban a acepción del francés quien no para de maldecir a la anciana.
"¡Ejem! . . .retrete. . . ejem. . . lo lamiste. . ¡Hay que tos la mía!" Dijo el viejo mientras reía más fuerte que todos nosotros.
"Vengan a ver esto." Dijo Jotaro mirando hacia afuera.
"Un cementerio." Dije al verlo por completo. Parecia ser que utilizo su Stand para que este lugar pareciera una ciudad. Al levantar la vista pude verla de nuevo, aquella mujer de largo cabello, mirándome atrás de un árbol marchito. "Ella. . ."
"¿Quién?" Pregunto Kakyoin mirando para mí misma dirección, pero no había nada allí, de nuevo.
"Nada, nada." Respondí sin dejar de ver aquel lugar. Si estés es un cementerio, tal vez ella este enterrada aquí, pero sus ropas son muy extrañas para ser cierto. Posiblemente era una inglesa que había muerto aquí hace mucho tiempo, en un viaje o algo así.
Al volver a prestar atención vi como Polnareff discutía con ambos Joestar sobre si llevar a la anciana con nosotros o no, discusión que el francés no gano.
Un ruido de motor nos llamó la atención a todos, Hol Horse se había retirado con nuestro auto sin importarle volver o algo así.
"No entiendo cómo puede hacerle eso a su propia hija." Comento Joseph algo desilusionado, para luego morderse la lengua al ver que estaba a su lado.
"Descuida, lo sabe tan bien como yo. No soy su hija, él no es mi padre, la sangre no tiene nada que ver con esto." Y con aquellas palabras simplemente comencé a caminar.
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". . . _______(Camelia), por tu bien, no conozcas a Dio." Hablo aquel vaquero mientras miraba una fotografía que tenía escondida en su sombrero, una pequeña y vieja fotografía de su hija. "A pesar de todo, y aunque tú no lo creas, te amo."
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