Dulces pesadillas (parte 1)

Me duele la cabeza.

Tengo la garganta seca, mi cuerpo arde por completo debajo de un sol abrazador. Me encontraba jadeando, ni siquiera podía reaccionar ante las lejanas palabras de mis compañeros.

¿Cómo diablos llegue a aquí? Hasta hace poco me encontraba en Italia, rodeada de mi familia y ahora ni siquiera se si podré volver a verlos. Verlo a él, a Dante. A mis pequeñas hermanas. Ni a mi madre.

Me duele el pecho, me cuesta respirar. Mi corazón late demasiado rápido, siento la garganta completa seca y mi cuerpo está cubierto de sudor.

"Deja de resistirte." Una voz conocida resonó en mi cabeza, su claridad era impresionante. Poco a poco mis músculos se relajaban a paso que mi respiración se tranquilizaba, el único lugar que ardía y dolía como el infierno era mi marca de nacimiento.

"Vete a la mierda." Susurre a aquella alta presencia que me estaba haciendo sombra, el sol había desaparecido del cielo pero mi cuerpo no se movía. "Sal de mi cabeza." Dije al tratar de pararme, mis piernas flaquearon pero el logro sostenerme.

Alce mi vista, su rostro estaba recubierto de sombras, uno de sus rojizos ojos podía verse en aquella oscuridad. Su rubio cabello hacia contraste con lo oscuro de su alma. Su piel era realmente fría, un hombre que estaba muerto en vida, que había acecinado a su propio hermano menor para poder robarle su cuerpo y vida me estaba tocando. Asco.

"Pude verlo niña, todo lo que has sufrido." Acaricio con cuidado una de mis mejillas para besarla con dulzura. Sentí como mi rostro se ruborizaba poco a poco, mi corazón se encogió flaqueando ante sus palabras y tranquilo tacto. "Hace ya tanto tiempo que olvide como era el tacto de un ser amado. Parece que tu también." Lagrimas salieron de mis ojos mientras que el cubría con tranquilidad mi cabeza para abrazarme. Me sentía extrañamente segura en sus brazos. Me separo un poco de él para mirar mi rostro y limpiar las pequeñas lagrimas que tenía con sus pulgares. "Debes despertar."

"________(Camelia)" La voz de Jotaro me despertó un poco abrumada. Su mano me había estado sacudiendo con cuidado. Abrí los ojos para mirarlo de una forma borrosa, parece que estuve llorando mientras dormía.

"Lo siento." Respondí mientras me secaba mis ojos. El me miraba en silencio, acomodado en la cama con su torso desnudo cubierto por una liviana sábana blanca, acerco su mano a mi cabeza para acariciar mi rubio cabello con su enorme mano.

"¿Qué soñaste?" Pregunto mientras yo me recostaba contra su pecho.

"Solo fue una pesadilla, nada importante." Respondí tratando de olvidar el tema por completo. Al abrir los ojos pude ver como su ceño estaba completamente fruncido, es impresionante como puede ser tan insistente sin decir ni una sola palabra. "Bájale a -la mirada del águila acusadora- realmente no importa Jotaro."

"Estabas llorando, niñita." Respondió levantando una de sus cejas. Infle mi mejilla refunfuñando ante aquella actitud tan cotilla por su parte. Tome un poco de aire por mi boca i sonreí con tristeza para enterrar mi cara en su cuello. "Veo que no quieres hablar." No podía ver su rostro pero por aquel tono en su voz parecia haber relajado su rostro.

Coloco su mano en mi nuca para acariciarla con cuidado. Me quede en esa posición un largo rato respirando su olor mesclado con tabaco, extrañamente agradable, mientras que mi mente vagaba por mis recuerdos. "Recordé algunas cosas." Confesé finalmente. "Cosas, no muy agradables Jotaro. . . .Cosas de las cuales me arrepiento." Separe mi rostro de su lado, para sentarme en la cama con las piernas en mi pecho. "También. . .lo vi." Aquella última frase dicha en un susurro lo alarmo.

Se sentó en la cama a mi lado tras prender un cigarrillo, esta vez la que frunció el ceño era yo. "'Esa cosa va a matarte un día' lo sé." Respondió a mi reproche silencioso sin sacarse aquel maldito aparato de la boca. "¿Qué sucedió con él?"

Coloque mi mentón entre medio de mis rodillas para pensar con un poco más de claridad. Aquel fuerte dolor que había sentido en mi pecho, mi cuerpo frio repleto de sudor y mis manos temblorosas con mi marca de nacimiento ardiéndome y perforando mi piel. "Me abrazo." Levante la cabeza. "Jotaro ¿Qué hago si yo. . . .?" No quería continuar la frase, el solo pensar en eso me revolvía el estómago.

"No permitiré que pase." Contesto mientras aspiraba con fuerza aquel cigarrillo, dejando las cenizas en el pequeño cenicero al lado de su cama. "No importa lo que DIO trame, no te separarán de mi lado otra vez."

Una tenue sonrisa aparición en mis labios, a pesar de sus breves palabras me sentía mucho mejor de lo que pensaba que estaría. Coloque mi cabeza en su hombro, él no se movió hasta que apago la luz del velador y volvió a recostarse a mi lado, abrazándome por la cintura. "Deja de fumar."

"Cuando el mundo se reinicie." Contesto cubriéndome la cara con mi propio cabello, formando un pequeño bigote rubio de puntas castañas. "Si no supiera que eres mujer, te confundiría con un hombre." Con una pequeña risilla me coloque sobre su cuerpo.

"¿Te demuestro que no soy hombre señor Kujo?" Pregunte con un tono coqueto mientras me acercaba a su rostro.

"Golosa." Respondió con una traviesa sonrisa sin negarse a mi pequeña oferta.

El viejo trajo la comida en una bandeja con ayuda de Jotaro mientras yo estaba reservando las mesas. "Como tardaron." Respondí una vez que ambos se sentaron. Mire para ambos lados sin encontrar al resto de nuestros compañeros, era una lástima, necesitaba hablar a solas con Kakyoin.

"Había demasiadas personas esperando comer." Respondió el viejo llevándose una de las tostadas con dulce a su boca. Los tres comenzamos a comer en silencio, pero de vez en cuando el viejo soltaba alguna que otra sonrisa cómplice.

Jotaro y yo dejamos nuestras tazas de café al mismo tiempo para ver directamente a Joseph, quien miraba para otro lado tratando de disimular, pero una pequeña sonrisa se le escapaba cada vez. "¿Qué?" Preguntamos los dos al unísono.

"¡Oh nada!" Contesto demasiado feliz para mi parecer. Estrellita y yo nos miramos sin entender muy bien que era lo que le pasaba. "Es solo que Jotaro se fue ayer por la noche de nuestro cuarto, y no regreso hasta temprano en la mañana." Era evidente, habíamos fracasado en nuestra misión de –ser lo más discretos posibles–. Ambos soltamos un pesado suspiro, por mi parte sonreí lo mejor que pude ya que debía admitir que estaba feliz, Jotaro simplemente se acomodó la gorra para mirar a otro lado.

El viejo se levantó y me abrazo la más fuerte que pudo. "¡Triunfo el mal!" Comento divertido mientras ambos nos reíamos, recordando como en los primeros episodios Jotaro se negaba rotundamente a mi amor incondicional.

"¡¿Verdad que si?! ¡Soy un orgullo para mi especie!" Dije mientras daba saltitos de alegría junto al viejo.

"¡¡Cállense de una vez!! ¡¡Pero que molestos son!!" Junto al viejo nos pusimos a reír aún más fuerte, solo para fastidiar a su nieto.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

"Oiga. Oiga. Oiga. Oiga. Oiga. Oiga ¿Cómo que no puede vendernos la avioneta? ¡¡Ayer cerramos el trato!! Incluso se quedó con el dinero." Nos encontrábamos los tres afuera, esperando a Kakyoin y a Polnareff pero de un momento para otro el dueño de la avioneta decidió no venderla por l cual nos encontrábamos discutiendo.

"Les devolveré el dinero." Respondió el hombre. "Hay un bebe enfermo con unos 39 grados de fiebre. No tenemos medico en nuestro pueblo, por eso debemos trasladarlo." Nos explicó con tranquilidad aquel hombre mientras una mujer traía al pequeño en una canasta.

Me acerque al ver al pobre pequeño, pero en cuanto la mujer me lo entrego un punzante dolor cubrió mi espalda. Tengo un mal presentimiento sobre esto.

Finalmente los muchachos volvieron. Él bebe empezó a llorar, seguro que debía sentirse terrible. Podía escuchar como su barriga hacia ruido así que lo di vuelta, colocando mi brazo debajo de su estómago, eso parecia haberlo clamado. "¡Que sorpresa! Parece ser buena con los niños." Exclamo la señora que me había dado al bebe, sentí como los colores subieron mi cabeza.

Mire a otro lado mientras balbuceaba un poco mi respuesta, al girar mi rostro pude ver como el pelirrojo parecia perdido, repitiendo la palabra "bebe" todo el tiempo. Lo mire rara y el sacudió la cabeza para después llevar una de sus manos a la frente, parecia cansado, luego le preguntaría.

Joseph se estaba peleando con aquel hombre, gritándole que no podíamos esperar tanto tiempo para salir de este pueblo. "¿Y si nosotros lo llevamos?" Pregunte más rápido de lo que mi cerebro me dio a pensar.

"Estoy de acuerdo con la jovencita, podríamos dejar que estos caballeros se encarguen de llevarlos a un médico." Dijo aquella mujer mientras colocaba su mano en mi hombro.

"Bueno, la avioneta tiene espacio para cinco, pero no creo que él bebe ocupe mucho espacio." Indico aquel hombre con una mano en su mentón.

"Eso sería problemático para nosotros. Podría salir herido." Se excusó Joseph lo más rápido que pudo. Pero al final, la mujer logro convencer al viejo y ahora el pequeño se encontraba en una canasta sobre mis piernas, a ambos lados del francés y la cereza. "Le dije que correría peligro pero. . ."

"No se preocupe señor Joestar, nadie va a atacarnos con su Stand en el aire." Comento confiado Polnareff mientras movía su mano de un lado a otro quitándole importancia al asunto.

"Estamos fritos." Susurre divertida mientras que el de cabellos blancos me gritaba enojado. Coloque mi dedo índice en mis labios, rogándole silencio para que no despertara al pequeñajo que tanto me había costado calmar. "Tranquilo viejo, nos fijamos que esta avioneta no fuera un Stand. No creo que haya más problemas."

"Más que un Stand, me preocupa que el viejo pilotee." Contesto Jotaro adelante.

"¡________(Camelia)! ¿Algún mal presentimiento?"

"Al principio, pero de seguro era por el llanto del dolor de barriga del pequeño." Conteste levantando los hombros sin hacerme mucho problema. Y tras un asentamiento en respuesta le dio marcha al motor. Él bebe seguía durmiendo por suerte, y Kakyoin no para de verle.

Pasamos unos treinta minutos en el aire, el pequeño seguía durmiendo como un pequeño angelito. Kakyoin comenzó a cabecear y Polnareff parecia aburrido. "Volar siempre me da mucho sueño." Comento el francés mientras se acomodaba en mi hombro. "Lo siento, Señor Joestar, creo que tomare un siesta de media hora." Y tras afirmarlo callo dormido en mi hombro al igual que Kakyoin, suspire mientras cerraba con los ojos, si entran dos entran tres. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top