XI.


Enji es un lienzo en blanco, tú eres quien le pintará de colores.

(Nombre) sabía que algunos autores alegaban que las personas tienen texturas, relieves, matices y un sinfín de colores en el lienzo de sus almas, por eso le encantaba descubrir que ocurriría detrás de bastidores. Pero ahora su prioridad era Enji, quien luego de sus atrevidos e íntimos encuentros, tanto los sexuales como los suaves, había ido mostrando una faceta completamente distinta a lo que se conocía. Ella rastrilló con sus uñas el cuero cabelludo del mayor, que descansaba en una silla plástica cerca de la alberca y miraba el cielo celeste, poblado de esponjosas nubes que les cubrían de los agresivos rayos solares.

Amaba percibir la paz que su pareja emanaba, la calidez que combinaba con su semblante libre de tristeza, sus brazos musculosos que rodearon tu cadera cuando buscó sentir el contacto. Paulatinamente, los fantamas del pasado se iban esfumando, siendo reemplazados por agradables notas de alegría que desbordaban de las acciones del hombre, aunque hubiese un mundo corrompido por la oscuridad más allá de esas frágiles paredes, pero al menos, en su nido de amor, no había nada que los alejara de esa sensación indescifrable e inverosímil de que ambos compartían un hermoso hogar.

—Es tan extraño no tener al precoz revoloteando a nuestro alrededor —soltó de improvisto, haciendo que la joven soltara unas risas.

—Aunque lo niegues, te hace falta los comentarios fuera de lugar de Hawks —le dijiste, divertida y un poco celosa a partes iguales—, pero ya venía siendo que se consiguiera una novia.

—Todos merecemos amor —concluyó el héroe profesional, generando un gesto de sorpresa en ti. Eso sin duda había captado tu atención.

—Tu cambio de perspectiva es bastante radical, me gustaría saber bajo que influencia haz estado como para tener esas ideas —interrogaste, pasando tus falanges por las mejillas y besando sus labios de manera efímera.

El pelirrojo sonrió de lado, lo cual te derritió y abanicaste aire con tu mano para tus acalorados pómulos. Esa versión refrescante, sincera, dulce le volvía loca, anhelaba que se pusiera travieso con ella—. Lo aprendí de mi niña bonita y caprichosa.

—Eso sí que está interesante...

Todoroki te acercó, aflojando las tiras del traje de baño que vestías y amasando los tramos de piel que quedaban expuestos por sus hábiles manos. Escenas rápidas llegaban a su cabeza de posiciones que ya habían practicado durante el acto sexual, las respiraciones agitadas, besos apresurados, los dedos enterrándose en la piel de su cadera cuando tentaba, embistiendo fuerte contra tu centro húmedo.

—Estás muy receptiva a mis caricias, ¿acaso ya estás desesperada? —murmuró, la voz ronca erizando los vellos de tu nuca y causando que gimieras bajito por la repentina presión de su palma contra tu vientre.

Daddy...

Él te hizo callar, subiéndola encima de tu cuerpo, para disfrutar de las femeninas formas que se entregaban a sus seductores movimientos. Dando azotes de prueba en las nalgas ajenas que te hicieron subir el volumen al quejarte alto, buscando sentir más el prominente bulto debajo de tus ansiosas caderas que establecieron un delicioso vaivén y excitó inmensamente al de ojos azules, que a pesar de ser el dominante, ya estaba loco por ti.

Sus escurridizos dígitos subieron a tus pechos descubiertos, estirando los brotes rojos por algunos besos y mordiscos que tintaron la piel de la zona, robándote sonidos de gusto. Jamás te cansabas de todo lo que Enji podía ofrecerte, ni del amor, ni del increíble sexo, después de todo, era tu alma gemela. Y en ese proceso, comprendían que estaban hechos para amar a la persona indicada, sin importar el entorno problemático que les rodeaba.

Dedicado a KiraFrost3

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