33. SEGUNDO PASO

El verano se elevaba con fuerza, el clima cálido de la temporada producía la felicidad y ánimo de muchos, y junto con el inicio de las vacaciones de verano, el júbilo era palpable en el ambiente.

Tal vez uno de los momentos más paralizantes que vivimos fue cuando me propusiste algo que, aunque sabía que debería pasar tarde o temprano, me tomó por sorpresa que lo hayas pedido. Sabía, por palabras tuyas, que tus padres vendrían a visitarte a Guadalajara durante la temporada, me habías mencionado que sería a finales de julio, y que eso te tenía un poco nervioso.

— Ahora estoy por mi cuenta en una ciudad distinta —me dijiste—. Quiero que vean que puedo solo, pero también sé que mi mamá va a empezar a resaltar las dificultades de vivir solo porque prefiere que me quede con ella por siempre.

— Siempre que me hablas de tu mamá la haces sonar muy cariñosa—respondí sonriendo—. No sé qué le ves de mal a que una madre quiera tener cerca a su hijo.

Para Gabriel y Gerardo, las vacaciones también habían comenzado, al tener tiempo libre de la escuela, comenzó a ser más solicitado por la gente en su trabajo, por lo que los pocos momentos que tenía libres, los dedicaba a estar conmigo. De verdad existen gestos como este que me hubiera gustado poder apreciar antes.

— Serán las vacaciones más difíciles de mi vida —me dijo, pero no sólo se veía preocupado, sino también emocionado.

Entonces desvió la mirada un poco hacia el suelo, y cuando la regresó a mí, algo había cambiado en sus ojos. Nunca dejaré de venerar tus ojos, los que desde el principio me hablaron en el interior diciendo que buscabas algo; y que cada vez que podía escuchar más fuertes con el tiempo que pasé mirándolos, oyendo desde dentro de ti todas las emociones que sentías y la intensidad de estas, porque tus ojos expresaban lo que no querías poner en palabras. Entonces lo dijiste, y me paralizaste, porque sabía lo que esto significaba, y lo que nos traería a ambos:

Una mirada extraña se dirigió hacia mí, y después llegaron las palabras:

— Quiero que conozcas a mis papás.

— ¡¿Qué?! —exclamé.

Aunque había escuchado perfectamente, no creí que de verdad estuviera diciendo eso.

— ¡Sí! —Puso la mano en mi hombro—. ¡Tú, tus papás y los míos! Sería algo que me haría muy feliz.

» Puede venir a cenar con nosotros Gerardo, y hasta podemos invitar a Paula para que también los conozcan. Pero eso sería una segunda cena, primero tus papás y los míos, y nosotros dos.

Escuchar eso fue como tomar un puñado de energizantes en un segundo, el corazón me palpitaba tan deprisa que ni siquiera permitía a mis pulmones inflarse por completo, todos mis nervios se activaron al mismo tiempo, haciendo que mis manos sudaran y picaran, y ahí donde la mano de Gabriel se posaba sobre mí, el calor que sentí quemó la piel. Fue demasiado abrupto para mí, pero muy en el interior, algo me decía que quería hacerlo, que quería dar ese paso y seguir adelante, así que no lo negué.

— Pero tendrías que agendarlo con mis papás y tus horarios y...

— ¡Puedo hacerlo! —Levantó la mano—. Si fui a tu graduación y a muchos otros lugares puedo arreglar mis horarios para que encajen bien.

» Yo sé que este es un gran paso —me miró con seriedad—. Pero de verdad me haría feliz darlo contigo.

¿Conoces esa sensación de estar enamorado y que todo de la otra persona te maravilla por muy simple que sea? Tú lograbas eso cada instante que pasabas conmigo, y escucharte hablar era mi pasatiempo favorito cuando estábamos juntos, podías decirme todo con sólo unas cuantas palabras y me hacías querer seguirte a donde sea que fueres. Por eso es que no me acobardé de avanzar contigo, el temor se convirtió en entusiasmo y sonreí ante ella.

— Bueno —dije y tomé aire—. Voy a conocer a tus padres.

***

Esa misma noche, Gabriel estuvo en mi casa, y durante un rato en el que nos encontramos solos a mis papás les dio la noticia de nuestro plan.

— Yo estaría encantada —dijo mi mamá.

— Y a mí me arrastran a todos lados —agregó mi papá— entonces creo que es obligatorio que vaya.

— Bruno... —mi mamá lo miró.

— Es chiste —levantó las manos— no tienes que poner esos ojos de pistola.

— Les parece si es un sábado —propuse—. He notado que Gabriel está más libre esos días.

— Sí es cierto —confirmó él— Además mis papás llegan en la mañana del treinta y uno, eso les da unos días para nosotros. El siete es sábado.

— Entonces el siete de julio —corroboró mi mamá— ¿Siete, está bien?

— A mí —les dije— me parece bien.

— Síp —asintió Gabriel—. Yo les aviso a mis papás y vemos cómo queda todo, ¿okay?

Cada vez estábamos más cerca de que sucediera. 

— Nos vemos!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top