27. UNA NOCHE
—Muchas gracias por traerme —nos dijo Gabriel—. De verdad quería ver la película, y ahora para mí es gratis.
— Todo por el cumpleañero —le respondió Paula, luego volteó hacia mí— ¿Se la vamos a invitar? —Me reí.
Nos sentamos en los asientos que elegimos, Paula siempre dice que los mejores son los de en medio desde que lo vio en un vídeo en YouTube, y nosotros hacemos caso a su insistencia. Y aunque cumplen lo que prometen, tienen el problema de que detrás hay más gente y pueden patear el asiento.
Te puedo asegurar, Gabriel, que no recuerdo gran parte de la película debido a ti. Siempre amaré la manera en que haces las cosas que te gustan, porque aún recuerdo aquélla vez que me contaste lo mucho que disfrutabas esas escenas en las películas donde los protagonistas van al cine y se toman la mano lentamente. Y cuando tú lo hiciste no quise detenerte, porque sabía que te gustaría, y porque yo también podría disfrutarlo. Dejé que tu mano se acercara a la mía dando pasos arrastrados con tus dedos hasta que llegaron a tocar ligeramente los míos. Entonces sonreí, pero no dejé de ver la película, sólo dejé que mi otra mano cubriera la emoción que mis mejillas proyectaron, y con errantes movimientos, rocé tus dedos con los míos hasta que poco a poco encontraron el modo de entrelazarse entre ellos.
Me recliné en el asiento, aún con mi mano sujeta a la tuya, y calmoso me fui acercando a ti, como si no quisiera hacerlo, aunque me moría por llegar justo a tu lado, y cuando finalmente estuvo mi hombro junto a tu cuerpo me giré para mirarte, y mientras sonreías, te acercaste a mí para darme el beso que tanto prometieron nuestros anteriores movimientos. Durante toda la película no pude pensar en nada más que en lo mucho que me había gustado participar en tu juego, esperando que tú pensaras lo mismo.
Lo he dicho mil veces, eres mi familia, y todos lo creemos así, porque incluso mis papás te prepararon una comida especial en mi casa para después del cine, invitaron a varios de nuestros amigos, aunque no fue nada realmente grande la música no paró de sonar durante la tarde. Hubo más personas de las que pensé que habría, porque todos quieren ser parte de la celebración de una persona como tú, porque todos aman quién eres y cómo eres, casi tanto como yo amo la forma en que me hablas cuando hablas de amor.
La reunión terminó temprano, porque a fin de cuentas no era una gran fiesta, cuando todos se fueron eran aún las nueve de la noche y me pediste algo que no esperaba, pero que me rehusaba a negar. Sólo que sentí que tenía que pedir permiso a mis papás para poder pasar la noche en tu casa.
— Cof, cof... —hizo mi papá— emergencia, Marta, ayúdame, cof, cof.
— Es la peor tos fingida que he escuchado, pa.
— Estás pidiendo permiso para ir a pasar la noche a casa de la persona con la que te besuqueas... ¿Sabes lo raro que es eso para mí?
— ¿Por qué? ¿Gerardo nunca hizo eso?
— ¡No! —abrió más los ojos para hacer énfasis—. Él se iba y ya, la verdad. —Se quedó pensando—. Creo que debí castigarlo entonces. —Luego se retomó—. Además, tu mamá es la de permisos, no me digas a mí.
— ¡Que vaya! —Gritó mi mamá desde donde estaba—. ¡Gracias por la ayuda, Bruno!
Tú y yo sabíamos que sería inoportuno caminar hasta tu casa a esa hora, y por eso sacamos la bicicleta de la cochera, pediste llevarla tú y ser yo quien fuera en la parte de atrás y no te contradije.
Disfrutaba pensar que eras tú quien me llevaba a mí, me sentía cómodo sintiendo el aire en mi cara sin preocuparme por el camino, y tú sabías muy bien conducir la bicicleta, en ningún momento temí que algo pasara, sólo sentía calma como cada vez que estaba contigo.
No tardamos mucho en llegar a casa, entré primero yo, y aunque era la misma casa en que había estado antes, la vibra nocturna era diferente.
— ¿Mañana te vas a trabajar temprano? —pregunté.
— Pues, la verdad, no me han llamado —dijo—. Así que mientras no llamen a las tres de la madrugada, no tengo que irme.
— ¿Pueden hacer eso?
— Lo han hecho antes —hizo un gesto resignado—. Es parte de éste trabajo.
Gabriel comenzó a ponerse su pijama. Hice lo mismo. Se metió al baño para cepillarse los dientes. Yo mientras tanto me quedé hurgando un poco entre sus cosas. Encontré una foto de él con su familia. Su hermano y él se abrazaban entre ellos, y sus padres los abrazaban a ellos. Entonces recordé el incidente del otro día. Fue cuando Gabriel salió del baño.
— ¿Has sabido algo de tu papá? —pregunté—. Por lo del otro día.
— No —dijo pestañeando—. Mi mamá y Antonio han hablado conmigo, pero no he tenido oportunidad de hablar con él. Mi mamá siempre dice que está ocupado o que no está en la casa. Creo que sólo me está evitando. Pero espero que venga para vacaciones.
— Ya no falta mucho —le dije—. Seguro viene, y podrán resolver las cosas.
— Eso espero, Abel. —Me tomó del hombro—. Me alegra que tus papás se lo tomaran bien. Se nota que te quieren mucho.
— Él también te quiere —le dije—. Sólo que a algunas personas les cuesta más que a otras aceptar ciertas cosas.
— Oye... —me detuvo—. No quiero hablar de esto. Acabo de pasar por mi cumpleaños veintiuno, se suponía que tendríamos toda la noche para nosotros y casi es medianoche, se nos fue. Así que mejor hablemos de algo que valga la pena. Como tu novela.
Sacó un encuadernado de su mochila, la pasta era de color negro y se veía algo gastado. Luego me di cuenta de que era mi manuscrito.
— Me tomé la libertad de imprimirlo para hacer anotaciones y eso —me dijo—. Voy en la página ciento veinte, no soy un lector rápido, supongo, pero mira, he escrito sobre las hojas lo que me parece importante —abrió el cuaderno.
— Espérate —le dije, y se lo cerré—. Quiero verlo ya que lo hayas acabado de leer.
Agitó su cabeza, con gesto de comprensión.
— Okay —dijo y lo puso en su buró—. Me parece bien. Pero déjame decirte que lo haces muy bien, Abel. Tienes un talento mejor de lo que esperaba.
— Gracias —desvié la mirada—. Pero nada más lo dices para hacerme sentir bien.
— ¡No! —casi lo gritó—. ¡Lo digo en serio! Eres muy bueno. Mira, yo no sé mucho de esto, pero entiendo la diferencia entre un buen libro y uno que no lo es; y de verdad, de verdad que lo es, tal vez uno que otro error, pero nada grave. Me alegra que me hayas dejado leerlo. Cuando acabe, te daré todas mis revisiones
— Muchas gracias, Gabriel —sonreí—. En serio.
Me tomó del hombro y me acercó. Nos besamos durante un rato antes de separarnos.
— Aunque mañana es sábado —me dijo— y podríamos desvelarnos hoy, en realidad estoy algo cansado, así que ¿qué te parece si nos dormimos ya?
— Está bien —respondí—. Yo también me siento algo cansado. He estado presionado con los finales. Necesito relajarme.
Me metí entre las sábanas después de él. El apagador estaba del lado donde Gabriel dormía, así que fue quien apagó la luz. Se dio la vuelta hacia mí. Aún podía verlo un poco por la luz de luna que entraba por su ventana. Acaricié su mentón y él sonrió. Sentí cómo su corta barba picaba en la palma de mi mano de una manera que nunca pensé en disfrutar, y lo besé de nuevo.
— Buenas noches, Gabriel —le dije.
— Buenas noches, Abel.
Sentimientos. Es eso lo que pude resumir esa noche. Una enorme cantidad de sentimiento invadiendome en el interior, pero sin perder la calma que me daba tu presencia. Recuerdo bien la sensación de tu cara cuando la toqué por última vez esa noche, la áspera barba entre el hueco de tu mejilla y el borde de tu mentón. Aún puedo sentir cuando voy a dormir, que tu mano continúa jugando a buscarme por sobre la tela como lo hiciste entonces, aunque ahora es sólo una ilusión. Recuerdo cuando tu pie encontraba el mío como pidiendo compañía con sólo rozarlo un poco.
Pero lo que más recuerdo fue cuando por fin nos abrazamos uno detrás de otro en un sueño convexo, tu cuerpo y el mío creaban una figura que producía una sensación tan cálida como acogedora. Éramos dos piezas diferentes encajando perfectamente.
Esa fue nuestra noche, la primera noche que pasamos juntos, donde ni tú ni yo buscamos al otro de manera lasciva, y que, a pesar de eso, y a diferencia de cualquier otro día donde lo hayamos hecho, llegué a sentir mucho más dentro de mí. La última vez dije que estaba loco por ti, pero fue esa noche cuando me di cuenta de que ya no era suficiente, yo no sólo estaba loco por ti, estaba completamente enamorado de ti, Gabriel.
Esa fue una noche perfecta, estará en mi memoria por el resto de mis días; y si ésta algún día llega a fallar, me aseguraré de no perder este momento.
No sé qué piensen ustedes, pero yo siento que estos chicos tienen momentos muy bonitos juntos. De verdad me gustaría que les guste como a mí.
— Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top