11. NO SABÍA POR QUÉ
Gabriel:
Hola, Abel!
Abel:
Qué pasa?
Gabriel:
Me convenciste de leer un poco más.
Y pensé que debería comprarme un libro.
Crees que puedas acompañarme?
Abel:
OH! Sí, está bien.
Cuándo necesitas que vaya?
Gabriel:
Pues...
Estaba pensando que ahora mismo sería un gran momento.
Abel:
Bueno, sí. No tengo nada qué hacer ahora.
Ya le dijiste a Gerardo?
Gabriel:
Bueno, es que, de hecho él no sabe tanto de libros como tú.
Y pensé que podías venir sólo tú.
Abel:
Nada más yo?
Bueno. Ok.
Te veo en tu casa en un rato.
Gabriel:
Aquí te espero.
Podría decir que nada de lo que sucedía entonces era de mi completo conocimiento, y no estaría mintiendo de ningún modo. Un simple "No sabía por qué" es la frase que resumiría la primera parte de este relato, y aunque es muy ambiguo, y tal vez sea sólo una salida cobarde para contarlo, no puedo pensar en algo de lo que realmente estuviera seguro. Yo no sabía por qué, sentía escalofríos y exaltación cuando estaba cerca de ti, Gabriel, y no sabía por qué me parecía tan emocionante que me hubieras invitado a mí, y sólo a mí, a comprar libros contigo.
Ni siquiera el libro que leía entonces, que me hacía sentir que no quería dejar de leer, pudo con la intensidad del entusiasmo de querer verte, porque en cuanto leí tus mensajes, me levanté y olvidé por completo que estaba leyendo cualquier cosa.
No sabía por qué decidí elegir las ropas que me parecían que me hacían ver bien y por qué no lleve la que tenía puesta en ese momento. No sabía por qué preferí peinarme mejor. No sabía por qué estaba tan ansioso de tomar mi bicicleta e ir a tu casa con toda la velocidad que me permitirán los pedales. Sólo sabía que quería verte en ese mismo momento y que mi corazón estaba igual o mucho más acelerado de lo que yo mismo estaba.
Nuestras casas estaban lo suficientemente cerca para no preocuparme por demorar utilizando sólo dos rudas; y, aun así, con la poca distancia recorrida, y el poco tiempo gastado, sentí que pasó una eternidad hasta el momento que toqué tu puerta, y lo peor es que no sabía por qué.
Me sorprende recordar el momento en que te vi al recibirme en la entrada, porque yo estaba completamente ensimismado en tu apariencia como si fuera algo completamente inusual en ti, aunque en realidad usabas el mismo estilo de ropa de lino que te hacía parecer un hombre de décadas en las que tú ni yo estuvimos vivos, con el mismo peinado y la misma expresión que has tenido siempre; no sabía por qué me hipnotizó tanto verte en ese momento, pero nunca has dejado de hipnotizarme cada vez que te veo.
— Siento que he visto tu vestimenta en algún lugar —te dije.
— ¿Ah sí? ¿En dónde?
— Tal vez en los libros de historia antigua.
— ¿Éstas insinuando que me veo anticuado? —te miraste la ropa—. Si no te gusta puedo ir a cambiarme.
— ¿Qué? ¡No! ¿Por qué te cambiarías de ropa por mí? Así está bien, no hay problema.
— Bueno... —no te veías muy seguro—. Llevo quinientos pesos, con eso es suficiente, ¿no?
Asentí a su pregunta, y lo vi entrar en su casa para buscar su bicicleta. Él vivía solo porque no era de este estado, sino que sólo estudiaba en esta ciudad. Salió sólo un minuto después, sus tobillos salían por debajo de su pantalón, y sus antebrazos se asomaban desde las mangas de la bata que usaba casi todos los días para salir; lo cual se hizo más evidente cuando subió a su bicicleta y se levantaron un poco más.
No nos tomó más de veinte o treinta minutos llegar hasta el centro, que es donde están las mejores librerías, y nos tomó aún menos encontrar dónde dejar nuestro vehículo, porque hay estacionamientos para bicicletas en casi cada esquina de esa área.
— ¿Qué libro vas a comprar? —pregunté.
— No lo sé —dijo imitando al meme— tú dime.
— Bueno... no es fácil. ¿Qué te gustaría leer?
— Se me ocurre que algo romántico —dijo pestañeando—. Quiero ver qué tan diferente es el amor en un libro al que se ve en las películas.
— Si los actores saben hacer bien su trabajo, no tanto.
— No olvides al director —me señaló—. Los directores son parte fundamental para una película, sin un buen trabajo de dirección, aunque tengas a Leonardo DiCaprio, tu película puede ser muy mala.
— Lo siento —dije—. No volverá a pasar. Asumo que tú quieres ser director.
— Así es —respondió mientras miraba algunos libros—. No es tan fácil, debo estudiar una maestría en audiovisual y además ir practicando desde ahora. La verdad es que no es necesario estudiarlo. La gente siempre pone de ejemplo a Tarantino; él dijo "Yo no estudié cine, yo fui al cine", y es cierto, tú debes de saber que la mejor forma de estudiar arte es tener referencias. —Sus ojos comenzaron a tener el brillo que lo caracterizaba—. Pero yo quiero llegar más preparado. Voy a estudiar, luego, tal vez el siguiente semestre, si puedo, quiero empezar a trabajar en una casa productora pequeña hasta adquirir algunos conocimientos para dirigir mi primera película. —Y no se apagaron, sus ojos brillaban más y más. Así se veía cuando sentía pasión—. Voy empezando con los cortometrajes y cineminutos, pero voy por más.
— Soñar es el primer paso al éxito, Gabriel —le respondí, más bien porque no sabía qué decir—. Nunca dejes de hacerlo.
— ¡Vaya! —se rio—. ¡Abel Cohelo!
— ¡Ja-Ja! —dije sarcásticamente—. ¡Aspiro a más!
— Sí planeas ser escritor, ¿no?
— ¡Claro! —lo miré—. Es mi sueño desde hace muchos años. He leído durante ocho años y escrito desde hace seis o un poco más. Tengo algunos manuscritos que no han visto la luz, otros que fueron enviados a concursos y otros que fueron expuestos ante públicos. No me considero un excelente escritor, aunque sé que los demás sí; supongo que soy muy autocrítico, por eso no he enviado ningún manuscrito a una editorial. Espero algún día encontrar el valor de hacerlo y realizarlo, pero por ahora estoy fuera de eso.
— Supongo que no es más fácil que lo que yo hago.
— No lo sé —me encogí en hombros—. Creo que cada uno tiene su modo de tomarlo y afrontarlo.
— Si algo nos han enseñado las películas infantiles es que debemos seguir nuestros sueños hasta lograrlo. —Me miró a los ojos con los suyos brillando—. No te detengas, Abel, y quítate ése miedo. Seguro que puedes lograr cosas maravillosas.
— Gracias.
Puedo insistir sobre mi ignorancia de cualquier sentimiento despierto hasta el hartazgo, aunque creo que ha quedado lo suficientemente claro que nada de lo que hacía tenía una explicación para mí. Por eso mismo no me costó ni un poco decir algo que no le había dicho a nadie hasta ese momento:
— Tal vez algún día puedas leer algún manuscrito mío y darme tu opinión.
— ¿Me dejarías hacerlo?
— ¡Pues sí! No dejo que nadie se acerque a ellos en realidad, sólo mi maestra María ha leído algunos de ellos. Pero mira, si sigues con ésta idea de leer más, tal vez puedas aprender a juzgar lo que hago, y entonces podrás decirme qué te parece.
— Imagino que sería un honor, si de verdad nadie los ha leído.
— Tal vez no honor, pero sí es cierto que no han sido leídos. Y tú podrías ser el primero.
— En ése caso, me parece que es mejor que vaya empezando a leer. —Se giró hacia los libros—. Ayúdame a elegir uno bueno. Romántico, como dije.
Gabriel estaba gratamente entusiasmado por la actividad que estábamos haciendo. Casi podía aparentar que yo no. No me daba cuenta en qué momento me acercaba a él para hablar de algún libro, hasta que lo tenía a poca distancia de mi cara. Tomaba algunos adultos y otros juveniles. Todos de romance. Portadas con parejas abrazándose, besándose, sonriéndose. Gabriel tenía su atención completa en mí, yo sentía que miraba hacia mi boca cuando le leía la sinopsis de algún libro, y podía percibir la energía que emanaba su cuerpo cuando se acercaba a mí para ver las contraportadas de los mismos, aproximándose a mí desde mis costados, por delante o por detrás. Y sin notarlo, yo me acercaba aún más a él en cada ocasión, y quería que él estuviera más cerca de mí, incluso cuando su rostro y el mío se encontraron a sólo unos centímetros al levantar la mirada cuando terminamos de leer la portada de un libro, ambos viendo hacia el otro queriendo asesinar a la distancia. Hasta que no soporté más y yo mismo giré mi cabeza para alejarme de él.
Compró dos libros, The Great Gatsby de Scott Fitzgerald, porque ya había visto la película y yo le mencioné que, al igual que en Call Me by Your Name, la prosa del autor aportaba a la experiencia algo que la película no podía darle. Su segundo libro fue Two Boys Kissing, de David Levithan, yo se lo recomendé porque me parece un libro precioso, le prometí que le encantaría, y que no se arrepentiría de comprarlo. Él aceptó después de verme tan ilusionado, y cuando lo tomó me rodeó los hombros con su brazo y me dijo:
— Estoy comprando estos dos libros por ti. —Me miró—. Más vale que me encanten.
Hola!
Uy, estamos entrando poco a poco en la historia, y cada vez se unen un poco más!
Qué les ha parecido lo que han leído? La verdad me emociona mucho poder compartirles esta historia!
— Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top