Mírame ... y tiembla.
Catalépsia: Trastorno nervioso repentino que se caracteriza por la inmovilidad y rigidez del cuerpo; la pérdida de la sensibilidad y la capacidad de contraer los músculos voluntariamente. En ciertos casos el individuo puede ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor.
Imagínate encerrado dentro de tu propio cuerpo. Que tu piel, tus músculos y huesos, venas, arterias y cartílagos fueran los barrotes que enjaularan tu consciencia, tu "yo". Serías un actor ajeno y pasivo, a ese cuerpo que ya no responde ante ti.
Sí. Podría decirse que Ray estaba sufriendo un episodio de catalepsia, pero eso sería lo fácil. La catalepsia un trastorno conocido y estudiado, y por tanto, no sería algo tan impactante pues entraría dentro de lo normal. Porque aquello que es conocido, al final acaba siendo ordinario. Por catalepsia, en varias exhumaciones se han encontrado arañazos en la madera interna del ataúd. La que quedaba de cara al supuesto cadáver. La enfermedad hacía que los enfermos vieran y sintieran como los estaban enterrando con vida, pero no podía comunicarse. Mucho menos resistirse. Murieron encerrados. Asesinados por el pasar del tiempo y la ignorancia de sus semejantes.
Sin embargo, aquello no era lo que estaba sufriendo Ray.
Pues en la catalepsia, esa cárcel de sangre y carne que tu llamas cuerpo, no se mueve por ti. No actúa por sí solo, ni habla como si fueras tú. Todo esto, ajeno a tu voluntad sin que puedas hacer nada por controlarlo. Y no, tampoco estarías poseído, porque serías tú. Seguirías siendo tú. Pero no la persona que eres ahora; sino la que fuiste hace tiempo atrás.
Tu cuerpo se comporta automático como tú lo hiciste en un momento determinado del pasado, y a ti, rodándote la oscuridad del profundo abismo de tu consciencia, te sería imposible hacer nada. No podrías impedirlo.
Así estaba Ray.
Sus piernas, sus malditas piernas se arrastraban imitando los pasos que realizó dos decenas de años atrás. Entre lloros y gritos internos, luchaba contra los designios de un cuerpo.
Quería parar. Quedarse sin piernas, deseó que se las arrancaran, que se las cortaran con un hacha si era preciso, pero no pudo.
Más jóvenes y ágiles, estas lo llevaron hasta la tumbona donde, mecánicas, sus rodillas se doblaron solas. Su culo se posó sobre el cuero mullido y su torso cayó hacia atrás.
Ploc
...
Ploc
Recostado sobre la tumbona, Ray gritaba sumido en lo más profundo de su agujero.
Gritó ... pero no se oyó su voz.
Ray lloró ... y de sus ojos no salieron lágrimas.
Temblaba ... aunque no tuvo ni un solo espasmo.
Ajeno, su cuerpo se arrascaba los huevos a la espera de que empezara la sesión. Impasible a sus súplicas, sordo a sus gritos. Pues él solo sería un mero espectador, pasivo ante la escena que se desarrollaría ante sus ojos.
Luego ... vendrían los susurros.
Ploc
...
Ploc
― ¿Sigue viéndola señor Coleman? ¿Se le sigue apareciendo?―El taladro irrumpió de pronto en la oscuridad de la consulta. Amenazadora y metálica, su broca dentelleaba en la mano del maniquí de Dr. Richardson.
Ray gritó cuando un dolor estremecedor le abrasó todos los nervios, desde la frente hasta la coronilla rodeándole la cabeza e invadiéndole el resto del cuerpo. Tembloroso, alzó los dedos hacia su frente, donde algo viscoso se escurría hacia el entrecejo. Observó con horror que tenía la mano manchada de sangre. Y en la frente, un agujero del tamaño de una broca.
Ploc
Limpio y borboteante de sangre ...
Ploc
A su alrededor, en aquel oscuro pozo de consciencia, el olor dulzón seguía coteando. Intenso. Entremezclándose con el matiz metálico de su sangre. Se abrazó a sí mismo. Tembloroso y sollozando, las lágrimas se arremolinaban en su cara llena de sangre mientras; encerrado, observaba la escena que se desarrollaba ante él.
―¿Ver a quién? ― preguntó su boca.
― A su ex-mujer, por supuesto ―respondió el maniquí. Los cristales relampaguearon, diabólicos bajo la lamparita.
― ¿Ex-mujer? ¿Qué ex-mujer? Solo he tenido una mujer y sigo casado con ella. Vivo en su piso con las tres mocosas.
Con la cabeza muerta en un ángulo antinatural, el doctor Richardson crujió ante los movimientos mecánicos de sus brazos. Como una marioneta, uno de ellos cogió el bloc de notas, y el otro, su pluma.
― Mocosas*... ya veo... ― repitió el doctor.
La broca volvió a sonar, y volvió el dolor. Un alarido ronco y animal que sólo escucharía la oscuridad. Paró el sonido, y el agujero de la frente paró de crecer y de manar sangre. Mientras su cuerpo, su yo del pasado, se rascaba tranquilamente la barba a la espera de que el psiquiatra dijera algo más.
La cucharilla de postre relucía en su regazo, amenazante ante lo que Ray imaginaba que vendría después. Se la metería en la mente y se comería sus pensamientos. Lo manipularía. Le sorbería el cerebro.
―Sííiiiii Ray... te va a sorber, hasta el fondo. Haaasta el fooooondo. No lo dejes Ray, no lo dejes.
(risas)
― No. No por favor. Esto no es real ... ¡Esta mierda no es real! ¡Mis pastillas! ¡Necesito mis pastillas!
Pero en los bolsillos no había pastillas. Ni bote. Ni nada que se le pareciera.
[N.A] *1. Mocosas: En masculino, "mocosos". Adjetivo despectivo para los menores que la persona que lo dice. Es una forma coloquial de referirse a un niño/a pequeño/a o menor, de un modo peyorativo y/o insultante. Ya sea porque es un inexperto de la vida, muy maleducado o, porque directamente el niño o la niña te tiene hasta el #|¡€¬&%$ç y (como se suele decir aquí en España) te cae como el culo (es decir, mal).
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top