Mírame ... y corre
Las ordenes de Ray serían claras. E iluso, como solo un ignorante puede serlo, también pensaría que sus sombras las iban a obedecer.
Si en lugar de alcohol se hubiera molestado en beber algo de conocimiento, sabría que la mente a veces actúa por voluntad propia. No hacen falta fallos a nivel biológico, solo hay que recordar la mera existencia de algo llamado subconsciente.
―Qui...quiero ...quiero que me dejes en paz―resolló. No sentía la espalda, apenas las piernas. Todo le dolía.― Quiero... que dejes de jugar con mi puta cabeza ¡Deja de perseguirme! ¡Sal! ¡Sal de mi puta vida! ―La boca de Ray bramaba desde su cabeza colgante, las garras de Darlene que lo sujetaban por el pelo se enterraron más sobre el cuero cabelludo antes de que le estampara la cara contra la moqueta.
― Muuuyyyy bieeen, Ray muuuy bien.
La cabeza de su exmujer seguía depositada sobre su hombro, haciendo que su sonrisita quedara casi vertical. Entonces volvió a pisarlo. Justo en el mismo sitio, escarbando sobre su piel y retorciéndola bajo el tacón como una sanguijuela que busca la sangre. De su boca salían más risitas. Esas que siempre utilizaba para darle a entender que ella sabía algo que él no. Cómo las odiaba.
―Ray, querido Raymond ... ― La mano se alargó agarrándolo por el cuello, los dedos de carne putrefacta se estiraron hasta clavarse en su nuez. Ray apretaba los dientes pataleando de dolor― No soy yo, y si lo fuera tampoco lo haría por mi.
Ray le costaba tragar saliva, y mientras los músculos de la faringe hacían un sobre esfuerzo descomunal por tragar el producto de las glándulas salivares, comprendió que él no tenía el control.
Fue como un rayo. El tacón le atravesó la carne aún más. Dermis, epidermis e incluso la grasa hasta desgarrarle el músculo.
Gritó. Casi impedido, golpeaba el suelo, con con pies y puños, pataleando frenéticos contra la moqueta. Luchando contra la agonía
―No soy yo, puto idiota. Siempre has sido un idiota. Son ellas. Es la sombra. Eres tú.
Fue entonces cuando les rodeó otra risa. La de las paredes... los muros se carcajeaban.
―¿Te está haciendo daño? No te preocupes querido, yo me encargo.
En aquel salón, el blanco pronto se tornó en negro. Miles de garras se deslizaban entre paredes, cuadros, lámparas y sofás. Atravesaron moquetas y espacios como un borrón de humo negro y, entre risas de arlequín loco, agarraron a Darlene. Sus cuencas vacías, su sonrisa leve, no se inmutaron mientras dejaba que las arrastraran de vuelta hacia la silla.
―No es por mí Ray...― Le susurraba ella desde la distancia―. Es por ella. Solo por ella.
Las cadenas se movieron, arrastrándose como serpientes se ataron a sus muñecas, mientras la sombra, la auténtica sombra aparecía.
―¿Vas a mirarme mientras la devoro? Mírame... seguro que te gusta.
Ray, solo distinguió ojos verdes reluciendo perversos en su dirección, antes de que él cerrara los suyos en una mueca de dolor. Ya podía levantarse y, así lo hizo, aún con la espalda destrozada, el abdomen reblandecido por carne negra, le funcionaban las piernas y eso era todo lo que necesitaba.
No vio a la sombra que se arrastraba como una araña, moviendo sinuosa sus articulaciones crujientes. Tampoco vio como el cuerpo de su exmujer chasqueaba sus extremidades sobre la silla. El seguía arrastrando los pies hacia la puerta escuchando la risa. Era Darlene. Ella reía.
Ploc
...
Ploc
...
Su carcajadas agudas y demenciales le traspasaban los oídos distinguiéndose algunas palabras.
―Te... te libraste de mi...pero...No puedes... no puedes culp...culparla, Ray ―Envuelta en una telaraña de sombras aun más negras que ella, la cabeza del espectro se balanceaba como un péndulo.
La carne de sus labios ya desgajada se rasgó por las comisuras llenas de sangre amarillenta y dulzona. Siempre dulzona.
―Escucha a Darlene puto viejo. Escúchala antes de que le arranque la lengua.―siseó la sombra desde el otro lado del salón
Pero él no quería escuchar. Andaba a marchas forzadas hacia la salida. El fin de aquel infierno.
―¡Va a por ti Ray!― gritó ella a sus espaldas.―¡Lo hice!¡Lo hice todo!¡Todo lo que pude!¡Lo mejor que pude! Y tú... ¡No hiciste nada! Y eso... ¡ESO ES LO QUE TE MATA!
Las risas se perdieron, las carcajadas cargadas de locura quedaron atrás.
―No saldrás de aquí. Antes tendrás que mirarme
Pero no miró.
Giró el pomo con fuerza y este, por fin, hizo "click".
Entonces escuchó un rugido. El de fauces descubriéndose, puntiagudas y amenazadoras. Después chasqueó un cuello, seguramente al ser tirado bruscamente hacia atrás y, por último, el sonido de un órgano. Miles de tejidos deshilachándose en fibras carnosas lubricadas por sangre. Había cierto matiz bulboso y húmedo, tal y como el de...
Ray ya había abierto la puerta, pero antes miró unos segundos por encima de su hombro. Fue solo un instante que le confirmaría lo que fue ese último sonido: el de una lengua cuando se arranca de un mordisco.
La sonrisa curvada, ese...monstruo sonrió en su dirección con la boca chorreando sangre de Darlene.
―Una viene, y otra se va... ¿Vas a mirarme ya, Ray?
Las piernas le volvían a flaquear, temblaba. Él era el siguiente. Lo sabía.
Abrió la puerta de un tirón. El corredor se extendía estrecho, largo y poco iluminado y al otro lado había una puerta simple. Blanca y de cartón piedra, esta le prometía la libertad.
"Corre"
Correría y se libraría de esa sombra.
Primero un paso corto y vacilante.
Luego otro más firme.
Después otro más.
―Raaaaaaayyyyy ¿Donde vas? Esto no terminará por la puerta Rayyy
"Corre"
Correría y se libraría de ese sonido, pero tropezó con un rotulador morado. Una libreta llena de dibujos revoloteó sus páginas ante un viento inexistente.
Ploc
...
Ploc
...
"Corre"
Se levantó desesperado y las paredes empezaron a murmurar.
etrop..... al ....ervuO
etrop ........al .......ervuO
imo-.......ed........rag......er
imo-.......ed........rag......er
Tre....vou.....Tre....vou..... Tre....
vou.....Tre....vou..... Tre....vou
"Sigue corriendo"
El pasillo se hacía más y más oscuro. La puerta quedaba más cerca.
No habría más olor dulzón
"Corre"
Ni risitas
Raaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay
¿No te pone, Rayyyy?
No saldrás de aquí...
etrop..... al ....ervuO ¡Abre¡ ¡Abre! etrop..... al ....ervO
etrop..... al ....ervuO ¡Abre¡ ¡Abre! etrop..... al ....ervuO
etrop..... al ....ervuO ¡Abre¡ ¡Abre! etrop..... al ....ervuO
Atrás quedaría todo. Solo tenía que correr.
―No puedes huir de lo que hiciste...
La voz se arrastraba por su cabeza mientras se acercaba al final del pasillo. El vino fluía como sangre entre las paredes.
― Ni de lo que no hiciste. Raaaaayyyy...
"No escuches. Corre. Solo corre joder"
―Va tras de ti. Ambas lo hacemos. Tu nos creaste.
Ray paró ante la puerta, su mano temblaba sobre la manija de aluminio barato. El olor... el olor era mucho más fuerte y penetrante. Casi le dan arcadas.
Le gustaría abrirla. Tendría que hacerlo, pero no se atrevía.
Algo no iba bien.
― ¡Siiiiii!¡ABRE! ¡ABRE!
La sombra no se lo impedía, es más, parecía deseosa de que lo hiciera.
Ploc
...
Ploc
...
Unos ojos verdes se iluminaron al otro extremo del pasillo. Divertidos, perversos y retorcidos, eran lo unico que se distinguia en aquella figura menuda. Casi tan frágil como una muñequita, lo miraba quieta desde el otro lado del pasillo.
Ray no se podía creer que aquella fuera la sombra, esa que vio en sus pesadillas, la que le susurraba en la cabeza, la primera que vio cuando volvieron las pisadas de la oscuridad, la manía persecutoria, las visiones...la que se hizo pasar por el doctor Richardson, esa que le cosió la boca y le arrancó los ojos a Darlene.
Bajo la luz titilante de unas bombillas que nunca estuvieron, Ray vio entre luces tenues el sin rostro de quella silueta. Esta abría la boca en esa sonrisa que tanto odiaba y, sin articular palabra, le lanzó un susurro dulce lleno de promesas negras.
―Esto no acabará por la puerta Ray... ya es tarde.
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