Mírame...y busca


Blanco, todo era blanco.

¿Estaba muerto? Y si era así...¿Aquello era el cielo?

No, no lo era. A no ser... que el más allá tuviera forma de salón, con cocina americana y terraza. Todo en blanco. Sofás, mesa, televisor y plantas de interior resplandecían familares, y falsas a la vez, como si estuvieran impresas en plástico.

A medida que las suelas de Ray avanzaban sobre la moqueta, el silencio se hacía más denso. Tan espeso que casi dolía al respirar. La nada. A su oído solo llegaba el vacío, excepto por...

Ploc

...

Ploc

...

...el sonido de ese olor dulzón. Nunca paraba, siempre estaba ahí. Igual que ese hedor. De hecho, ambos se notaban más fuertes, casi estridentes; gritándole que eran su ruido. El sonido de cuando cae la ... ponzoña. O al menos, eso pensaría Ray si conociera esa palabra.

El olor le era tan asquerosamente familiar que casi podía mascarlo, pero seguía sin reconocerlo. Solo sabía que le recordaba a alguien, a una persona. A dos quizás.

Tampoco sabía donde estaba la sombra, aunque sentía su presencia, rondándolo como una risita que solo escuchaba él.

― Raaaaaaaaaay... (risas) (risas) (risas)

(risas) (risas) (risas) ― Te traigo una sorpresa ...Raaaaaay

No pudo evitar sobarse el cuello allí donde hacía unos instantes le habían arrancado la carne. Ya no tenía nada, y tampoco en la frente. El agujero del taladro había desaparecido ... pero no lo hacía ese olor. A cada aspiración este penetraba dulce y violento; le traspasaba las fosas nasales sin seguir el recorrido del aire; no atravesaba la tráquea y llegaba a los pulmones. No. En lugar de eso, bajaba por el esófago y se entremezclaba con los jugos gástricos, revolviéndole el estómago.

¿Qué era? ¿Dónde había olido eso antes? No sabía por qué se lo imaginaba amarillento como la pus. Pus cargada de infección.

Ploc

...

Ploc

...

Estaba solo, mirando a su alrededor intentando localizar el origen de ese goteo que le subía las pulsaciones con ese ritmo incesante. El latido de su corazón era más y más frenético mientras trataba de autoconvencerse de que tenía que ser una gotera. Una respuesta simple, propia de una mente estrecha. Pero en aquel salón no había grieta alguna y, si la hubiera, sería difícil encontrarla con los ojos entrecerrados.  La luminosidad de aquel salón era cegadora.

Y así se encontraba Ray, girando y girando sobre sí mismo, mirando hacia los lados en busca del sonido, el origen del olor. Cegado por la luz que le aguijoneaba los ojos.

Fue entonces cuando la encontró. Un remanso de paz para su vista forzada.

Pues Ray halló la oscuridad y esta... tenía forma de mujer.

En el salón de una casa donde tuvo una vida ya olvidada, la silueta estaba hecha de una negrura más intensa que el propio negro, más tenebrosa que el pozo más vacío lleno alaridos. Sentada con la cabeza gacha, su pelo lacio se le derramaba por los hombros tapándole el rostro, deslizándose muerto hasta sus caderas. Delgados como ramas secas, sus brazos caían inertes amarrados por las muñecas con unos grilletes que la encadenaban al suelo.

Fue entonces, observando sus piernas enjutas cuando llegó.

"Sigue viéndola, a su ex-mujer ¿Se le sigue apareciendo?" Solo tenía una mujer, le dijo al maniquí Richardson.

Le llegó su recuerdo. La existencia que enterró hace mucho timpo atrás. Recordó lo que ella le hizo, el rencor y el odio que germinaron de su amor por ella. Durante meses la veía cuando no estaba, oía su risa desquiciada persiguiéndolo en sueños. Sentía sus tacones persiguiéndolo por las aceras. Pero ella nunca estaba allí.

Porque aquella mujer no sería un maniquí anónimo, no. A ella la conocía. La oscuridad sentada en la silla era su exmujer, aquella que tanto le costó olvidar, la que, parecía muerta sentada frente a él.

Y ahora habían vuelto. Las pisadas, las pesadillas, las carcajadas en la oscuridad y la sombra.

La sombra tenía que ser ella.

La observó. El frenesí de los nervios le sacudía las rodillas mientras la rabia le tensaba los hombros. La había querido. Claro que la quiso y, ella...la muy zorra, escupió sobre su matrimonio.

― ¿Dar...Darlene? ¿Eres tú?

Dió un paso.

Dos...

Tres...

Cuatro ...

Ya notaba la respiración ronca que procedía de esa oscuridad, cuando vino la voz. Esa que tanto odiaba y tan bien conocía

― Acéeercate ...Ray. Acércate y demuéstrale quien manda.

(Risas)

Ella seguía muerta, desplomada sobre la silla con el pelo tapándole la cara. Las lenguas de humo que hacía su silueta se elevaban como serpientes envolviendola en un aura de pura oscuridad.

Ray se arrodilló frente a ella. La rodilla crujió antes de posarse junto al stiletto*. Los que siempre se ponía antes de ir a la oficina. "Zapatos de puta" los llamaba él cuando se los veía puestos.

― Darlene, Darlene...eres tú ¡Contesta!¡Déjame en paz de una puta vez! ¡¿Me oyes?! ¡SAL DE MI PUTA CABEZA! ¡Fuiste tú!¡TU LO JODISTE TODO! ¡Yo no hice nada! ¡NADA! ¡¿Me oyes?! ― Alzó la mano, dispuesto a sacudir esa maraña de negro para ver si reaccionaba, pero no llegó a tocarla.

Sobre la madera del reposabrazos su piel parecía muerta. Oscuridad nítida, confeccionada por carne, músculos y huesos. Y a la vez parecía inconsistente, como si pudiera desvanecerse en cualquier momento.

Fue entonces cuando ... la cadena tintineó.

Y Ray... Ray no tuvo tiempo de pestañear.

Los segundos pasaron...

Ploc

...

Ploc

...

Los muebles crujieron a su alrededor. Las tuberías rompieron en un lamento, mientras Ray oía risitas que se burlaban de él tras las paredes. Él sólo podía mirarla, atónito. Solo podía boquear buscando desesperado un oxígeno que ya no le llegaba.

La mano de Darlene le atravesaba el abdomen. Con su cuerpo de sombras aún derrumbado sobre la silla, su mano arañaba dentro de sus vísceras, escarbando dentro de él con los dedos retorciéndose por su estómago como gusanos vivos.

No podía gritar, todavía no.

Pero lo haría.

Oculta tras su cortina de pelo, las extremidades del espectro empezaron a crujir...

El pelo se deslizaba viscoso y empotado en algo que no sabría descifrar. No tenía nada que ver con su pelo sedoso y castaño con olor a... ¿A qué? Sabía que era algo dulce... dulce como...el 

Ploc

...

ploc

...

No cayó en qué era.  Pues ante los ojos llorosos de Ray, entre toda la maraña de pelo, se le estaba revelando su rostro.

Sería entonces cuando Ray lanzaría el grito.

Y a este, le acompañarían las paredes del salón, que seguían riendo mientras unos ojos verdes se dibujaban en las luces que iluminaban levemente el techo.





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