Mírame, mientras te engañas.
Debía volver a casa.
Ya.
Todavía era de noche mientras un mareado Ray trataba de salir de esas calles angostas. Sus pequeños quejidos no podían compararse a los aullidos de algunos gatos callejeros que se oían a lo lejos, peleandose en algún piso abandonado. Vaho, eco de sus zapatos y soledad también le acompañaban lejos de ese barrio maldito.
Tenía que volver a su casa, y deprisa.
Asegurarse de que Sussane seguía allí.
No podía perderla a ella también.
Debía que calmarse. Tenía que... pensar. Enfocarse. Pero la opresión del pecho era un puño que no le dejaba respirar y la tensión disparada le había taponado un oído creándole una sensación aún más molesta. Debería ir a un hospital, eso sería lo lógico si la herida le importara algo más que una mierda.
Sussane. Sussane iba a abandonarlo.
Una afirmación elocuente para el mundo, pero carente de sentido para él ¿Que iba a abandonarlo?¿Por qué? Llevaban años de matrimonio. Ella no sabía nada de sus visitas al puticlub ni que hoy había quedado con otra mujer ¿Por qué iba a abandonarlo? No, no. Era imposible.
Lo ocurrido con Michelle solo era otra escena de la puta sombra ¿Cómo iba a saber la joven tantas cosas de su familia? ¿Cómo iba a saber tanto de sí mismo? Ella no tenía forma de saberlo. Aquello fue otra alucinación. Otro teatro de ese espectro cabrón. Esa chica también se llamaba Michelle y su cabeza había utilizado la coincidencia para volverlo aún más paranoico. Lo que ocurrió de verdad era más simple: él se propasó, ella le dió un puñetazo y al caer se quedó inconsciente. Michelle huyó mientras a él le acosaban las sombras.
Sí, eso tenía más sentido. Cuando llegara a casa su mujer ya estaría acostada, él tendría su parte de la cena en la nevera y todo seguiría igual.
Sí, eso había pasado. La hija de la que se desentendió no había vuelto.Su pequeña Michelle no le odiaba.
No. No. No. Claro que no.
Ray seguía autoconvenciendose, y casi lo conseguía excepto por un detalle sin importancia. Si no había nada que temer, si nada había sido real... ¿Por qué seguía tan desesperado? ¿Por qué temblaba? ¿Por qué le estaban viniendo a la mente todos los sitios donde podría huir Sussane? ¿Por qué esa sensación escamosa que se arrastraba por su mente y esas ganas insufribles de morir?
Eran casi las cinco de la mañana en las calles de Boston, un laberinto repleto de personajes dantescos tan parecidos a Ray, que este pasaba totalmente desapercibido. Con el pómulo hichado, una pequeña brecha en la cabeza y temblando como un niño cojo no parecía más que otro yonki pálido y ojeroso por el mono*; o también un borracho al que, por su ropa arrugada, sucia y rota, parecía le habían dado una buena paliza. (Posiblemente en el White Bunny*, el local de moda donde la nueva camarera, Elhena ―Helen de nombre original― hacía unos buenos "trabajitos"* si le pagabas lo suficiente).
Decenas de ojos perdidos entre brumas de opiáceos en vena lo veían pasar desde las esquinas de los callejones. Mujeres de "mala vida" ofrecían sus servicios a un coste directamente proporcional a su atractivo. Mujeres de risa falsa y ojos huecos de emoción, cuya necesidad de dinero se medía en centímetros de piel expuesta.
Nada de eso podía importarle menos a Ray. Él tenía que volver a casa.
Sussanne. Susanne iba a abandonarlo.
―¡Oiga señor!―llamaba alguien a su espalda― Esa pierna no parece mucho pero si quiere puedo acercarle al hospital ―Ray hizo visera con la mano intentando protegerse de los focos que le cegaban. Parecía que un tipo le hablaba desde un coche de color mostaza.
Se apagaron los faros y, tras parpadear un par de veces, ya podía ver con claridad: un hombre de color, con ojos amables y una gorra de los Boston Celtics esperaba su respuesta desde la ventanilla de su taxi.
―No, no, no ¡A casa, por favor! ¡Lléveme a casa!¡Es una emergencia!―exclamó cojeando en su dirección.
El taxista se encogió de hombros en un claro gesto de "lo que usted quiera/el cliente manda" antes de salir en dirección al maletero.
Ray, sin creerse aún su suerte, se arrastraba hacia la puerta del pasajero agradeciendo (al Dios en el que siempre se cagaba*) el milagro de que ese hombre quisiera ayudarle.
―¡Eh!¡Eh!― le gritaba el conductor cuando lo vio abriendo la puerta. Este le lanzó un rollo y después guardó el botiquín de nuevo en el maletero―. Antes véndese la pierna ¿Sabe usted lo difícil que es limpiar la sangre de los asientos? Esa cabrona seca rápido, se incrusta y no hay manera de sacarla. Así que líate esa mierda como sino hubiera un mañana. Sin miedo, que no gotee. Las vendas son más baratas que el lavadero, son unos estafadores.
Ray le hizo caso y utilizó todo el vendaje que necesitaba y más. Prácticamente se momificó la pierna. Era lo mínimo que podía hacer por su salvador: no mancharle el coche y darle una buena propina.
Mientras lo hacía, sentía la vida de la ciudad como un soplo de aire renovado. Desprendía cotidianidad en esa noche que le parecía toda una vida. Esa acción tan simple de taparse una herida, su propia herida (que dolía a rabiar), le brindaba entereza y hablar con otro ser humano, alguien ajeno a su rutina le obligaba a mantener cierto control de sí mismo.
Incluso empezaba a sentirse mejor. Todo saldría bien, pensaba mientras se acomodaba en el coche. Había entendido el mensaje y ya había recibido su merecido.
No podía negárselo más. Lo que hizo fue horrible: se desentendió de su hija, dejó que Darlene cuidara de ella y él ni si quiera le pasó una pensión. Peor, estuvo acosando a su ex-mujer, persiguiéndola, intimidándola para que volviera con él. Y no contento con eso, una vez se casó, tampoco estuvo con Michelle. Eso era lo que lo mataba. Ni lo intentó. Nunca la llamó, ni por Navidad, ni en cumpleaños. Durante veinte años ni si quiera se molestó en saber si seguía viva. Se desprendió de ella, desterrándola de su vida como un par de calcetines usados. El fracaso de su matrimonio con Darlene no era excusa. Michelle era su hija, su responsabilidad y, por ella, de ahora en adelante sería un hombre mejor.
Llamaría al doctor Richardson y volvería a las sesiones. Buscaría trabajo y le compraría a Susanne ese equipo de Zumba que tanto le había gustado, incluso él mismo puede que se animara. Dejaría la bebida, y también ayudaría a Carol, Helen y Natalie en todo lo que pudiera. Sería un padre y cuando fuera un hombre, alguien de provecho, buscaría a Michelle. A la Michelle real y no a ese monstruo.
Esa no era su hija. Esa era otra. Su verdadera hija estaba por ahí, en alguna parte. Él no había intentado acostarse con ella. Ella no lo odiaba. No sentía asco por él. No le dijo que era un ser repugnante.
No, no, no. Claro que no.
―Le veo muy callado compañero ¿Una mala noche?―le preguntaba el conductor.
Ray apenas llevaba unos minutos montado en el taxi. El pie le temblaba inquieto y no paraba de mirar el reloj una y otra vez.
―La peor de toda mi vida, por favor lléveme a mi casa. Está en la calle Wilks del...
― ...barrio Allston―terminó el taxista. No le hizo falta mirar el GPS―. Sí, esta noche he estado por allí y el puente tiene poco tráfico. Llegaremos pronto y podrá dormir la mona* en su cama, como Dios manda ¡Prepárese para mañana, su señora no estará contenta!
Ray intentó sonreír, pero solo consiguió una mueca forzada. Le había vuelto el nudo del estómago y miraba constantemente el reloj de pulsera lamentando no haberse llevado el móvil. Si lo tuviera llamaría a Sussane y se acabarían el problema ¿Quien se lo iba a decir? Necesitaba el móvil para comunicarse con su mujer cuando precisamente no lo había cogido por ella. No quería que le diera el coñazo* .
Inspiró hondo y miró de nuevo la hora antes de colocarse la alianza que guardaba en su bolsillo izquierdo.
Un detalle curioso que no fuera en el derecho, porque si hubiera metido la mano en él ese taxi no estaría cruzando el puente tal y como hacía en ese momento. No. En lugar de estacionar suavemente y apagar los faros, tal y como ocurriría; si Ray hubiera metido la mano en el bolsillo derecho, ese buen hombre amante de los Celtics habría cogido la interseción con un derrape feroz, habría pisado el acelerador a fondo y esquivado coches a toda velocidad en dirección al hospital más cercano para que sedaran el brote psicótico que le había dado a su cliente.
Pero eso no ocurriría.
Ray pagó con unos cuantos billetes arrugados y dejó la vuelta como propina antes de salir disparado hacia su edificio. Apenas escuchó las buenas noches de aquel taxista amable, porque ya se alejaba todo lo rápido que podía deseoso por entrar en su casa.
Al abrir le ahogaba el cansancio, miraba refullando de un lado a otro con los ojos inquietos y el aroma ambientador inundándole las fosas nasales. El olorn a cerezo que tanto odiaba hacía tan solo unas horas, ahora le parecía el aroma del paraíso. Mientras cruzaba el pasillo este estaba limpio, oscuro y silencioso, como siempre que llegaba tarde.
―¿Sussane? ¿Susanne cariño estás ahí? Ya he llegado. Perdona por llegar a estas horas.
Nadie contestó. Eso debería inquietarle, de hecho así lo hizo, pero tampoco quiso darle demasiadas vueltas. Eran las más de las cinco y media de la madrugada, estaba dormida y él no pensaba despertarla por culpa de sus putas paranoias. Ella no se lo merecía.
En lugar de eso se dirigió a la nevera. Su mujer siempre le dejaba allí la cena y, efectivamente, allí estaba. Pastel de carne.
Toda la tensión se esfumó. Los músculos se le relajaron y una sonrisa, una pequeña carcajada de paz escapó de sus labios. Hasta el cuerpo había dejado de dolerle.
Estaba tranquilo. Estaba feliz. Estaba en paz, porque todo seguía igual. Había despertado a tiempo.
Ray, con un aspecto lamentable, se dejó caer en el sofá. Cansado y herido daba las gracias por el fin de aquella noche.
Aun no había visto la nota que había en la habitación.
Vocabulario
1* Mono: viene de "pasar el mono" o "estar con el mono". Es una expresión que se utiliza para referirse al estado de decaimiento/exaltación/agresividad que tiene un adicto cuando no ha recibido la dosis necesaria de la droga de la que depende
2* Trabajitos: es un eufemismo frecuentemente utilizado en españa para referirse a las prácticas de las meretrices.
3* White Bunny: que en español significa "Conejito Blanco" (evidentemente en referencia a los genitales y al conejo que lleva al "País de las Maravillas"· Al principio el nombre pretendía ser menos elegante y directo "White Pussy" que signicica "Coñ* Blanco (en referencia a la depilación) pero ya, era pasarse de mal gusto.
4* Al Dios en el que siempre se cagaba: es una referencia a una expresión española: "Me cago en Dios". Suele utilizarse para expresar enfado/rabia/frustración.
5* No quería que le diera el coñazo: "ser un coñazo", "dar el coñazo" son expresiones que se refieren a personas que molestan o a las acciones de estar molestando. Cuando algo o alguien "es un coñazo" significa que es aburrido y/o molesto. Si algo o alguien "da el coñazo" se refiere a que en este momento en concreto está siendo molesto/aburrido/irritante.
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