🌿La perfección de la naturaleza y tú

Habíamos decidido tener una sesión fotográfica en Alaska, lugar preciso donde se producían las famosas auroras boreales. Fenómeno natural del cual en más de una ocasión deseamos conocer, y finalmente, lo hicimos.

Aterrizamos por la tarde, muy tarde para almorzar, pero muy temprano para poder contemplar el concierto visual que sabíamos que se avecinaba. Por ello, decidimos comer una merienda pesada, creyendo que de esta forma duraríamos despiertos hasta que la noche llegara, pero no fue así.

Jin cayó dormido después de encargarse de ponerles una manta a Jungkook y Namjoon, los cuales habían logrado dormirse en una incómoda posición sobre el sofá.

Incluso Jimin dormía sobre sus cruzados antebrazos en la mesa. Junto a él, Yoongi parecía estar completamente dormido con la mejilla descansando en la palma de su mano. Una taza de té fría y una de café de igual manera denotaban que ya había pasado algo de tiempo.

Una vez que dejé ambas tazas dentro del lavamanos que se situaba en la pequeña cocina que había en la cálida cabaña en la que nos encontrábamos, miré la hora en mi celular. Esta se había configurado automáticamente en el momento en que aterrizamos aquí, y de esta manera me enteré de que en al menos una hora, las auroras aparecerían y yo no tenía alguien con quien vivir aquel momento.

O eso creí.

La madera crujió suavemente en el segundo piso, y con ello, pasos lentos y cautelosos comenzaron a escucharse.

Lleno de estusiasmo, fui escaleras arriba, encontrándome con Hoseok, el cual parecía despertar de una deliciosa siesta.

Me miró, y juntó sus manos haciendo el símil de una persona durmiendo, en forma de pregunta. Asentí con una sonrisa juguetona, la cual era imitada por él.

En ese piso se encontraban las habitaciones correspondientes para todos, pero el único que  había decidido impeccionar el lugar fue Hoseok, logrando entender y saber todo lo que contenía ese lado de la cabaña, pero obviamente, no se lo revelaría a cualquiera.

Sentí un cosquilleo dulce en mi estómago cuando susurró cerca de mi oído que bajo la almohada de cada cama había un cuadrado de chocolate, y él, se había encargado de tomarlos todos y quedárselos para disfrutarlos bajo el espectáculo que no tardaría en llegar.

"¿Compartirás conmigo?", pregunté esperanzado de una respuesta positiva, cuando un trozo pequeño se posó entre mis labios y Hoseok desapareció en busca de su chaqueta de plumas.

Al volver, el gorro blanco con un pequeño pompom en la parte superior estaba entre sus manos, pero este fue colocado sobre mi cabeza, a tal punto de obstruir mi vista, lo cual nos sacó una sonrisa a ambos una vez que lo acomodé adecuadamente.

Miramos la hora por última vez, y de forma sigilosa apagamos las luces que pudieran molestar el sueño de los demás miembros, y finalmente salimos de la cabaña.

La nieve bajo nuestros pies fue inmediata, igual que el frío que logró enfriar la punta de nuestras narices.

Comenzamos a caminar sin rumbo aparente, con la mirada en alto, expectantes de cualquier luz que pudiera asomarse en el cielo.

A pesar de que nada aún sucedía, Hoseok notó la cámara que se escondía en el bolsillo de mi abrigo y la encendió.

Apuntó mi rostro y parte del cielo brillante y montañas blancas a mis espaldas. Cerré los ojos y levanté la barbilla con serenidad. El sonido característico hizo que esbozara una sonrisa y volteara a mirar a Hoseok, el cual contemplaba mi imagen con un rostro lleno de satisfacción y tranquilidad, la cual provocaba que uno de sus hoyuelos se formara con ternura en su rostro.

Cuando notó que me mantenía observándolo, apagó el aparato y me lo entregó con una sonrisa que difuminaba sus nervios.

Lo conocía tan bien.

Seguimos caminando hasta encontrarnos con algo similar a un parque, pero este estaba lo suficientemente nevado como para obstruir los juegos de niños y solo dejar a la vista la punta de las hojas del pasto.

Por buena suerte, una banca se encontraba vacía, así que sin dudarlo, retiramos la nieve y tomamos asiento. Hoseok estiró brazos y piernas con notable cansancio, pero aún así dirigió su mirada hacia mí y me regaló una vital y dulce expresión. A cambio del lindo gesto, le di unos pequeños golpecitos a mis muslos.

"Estoy bien, Taehyungie", dijo. Pero fui terco y negué con un movimiento de cabeza para volver a insistir.

Esbozó una sonrisa, para luego fingir un bostezo y finalmente acomodarse sobre mis piernas. "Tú ganas", susurró.

Alzé mi mirada al cielo. Este comenzaba a despejarse con velocidad, lo cual hizo que Hoseok levantara un poco su cabeza como un signo de asombro.

Una cantidad magnífica de estrellas fugaces comenzaron a atravesar el cielo de un lugar a otro con diversión, y es que mientras uno ruega por visualizarlas cada noche en la ventana de su hogar, estas jugaban aquí, como queriendo decir: siempre estuvimos aquí.

"¿Deberíamos pedir muchos deseos?", pregunté a Hoseok en un tono divertido, pero sin abandonar el asombro de tener ese cielo sobre nosotros.

"Quizá eso sea demasiado egoísta", replicó dejando salir una corta, pero contagiosa risa. "Pide uno, Tae."

Cerré los ojos en un débil intento de pensar en algo que deseara y perdurara por siempre. Apreté los labios, formando una línea con estos, junto a esto, mi ceño fruncido.

"Esto. Tú, yo, nosotros, por siempre. Por favor." Susurré tomando la mano de Hoseok para entrelazar nuestros dedos con dulzura. Dejé salir una risa ligera cuando sentí un beso en mis nudillos. "Déjame pedir uno más."

Hoseok asintió con una sonrisa rendida, mirándome mientras se sentaba a mi lado, aún manteniendo el agarre de nuestras manos.

El cielo verdoso y con movimientos anormales nos distrajo.

Parecía un océano mágico, sacado de un cuento de niños o una película de ciencia ficción. Simplemente irreal, precioso, perfecto.

Un llamativo color fucsia se unió al que ahora se veía más índigo. Ambos se movían como si se tratasen de ondas que suben y bajan con lentitud. Una especie de ola única que rodeaba todo el cielo.

Su brazo me rodeó los hombros. La calidez fue inmediata, igual que nuestras expresiones hacia el acto natural y espectacular que se mantenía frente y sobre nosotros, acogiéndonos y pareciendo ser cada vez más hermoso para nosotros.

Comencé a tararear una melodía para acompañar el momento, logrando que Hoseok se volteara, reaccionando ante el sonido conocido para él, para ambos.

"Aún recuerdo el día que te la dediqué", comentó apoyando su frente en mi sien, logrando sentir su nariz acariciando mi mejilla. Ambos sonriendo por el recuerdo.

"Y yo...", acerqué mi mano más lejana para dejar caricias lentas en su mejilla, riendo bajito por las cosquillas que producía su pequeña barba. "Definitivamente, nadie nos dijo que sería fácil, pero de igual forma, aquí estamos, ¿no?"

Hoseok asintió suave, alzando su mirada hacia la mía, encontrándonos después de un tiempo. "Sí, y me hace tremendamente feliz", sus manos se posaron en mi cintura, acariciando con su pulgar una de mis costillas. Me encantaba que hiciera aquello. Nos acercamos un poco más, rozando nuestras narices. Ladeé mi cuerpo para lograr mayor cercanía y comodidad. Los dos sonreímos cuando nuestros labios se tocaron por segundos, pero la tensión romántica volvió rápido y en ello nuestros labios terminaron por juntarse, permaneciendo, para luego darnos besos cortitos y lentos. Mis brazos rodearon su cuello, y finalizando con un beso más largo, donde nuestros labios parecían moverse junto a las ondas de las auroras boreales, terminamos abrazados y con el cuerpo más calentito.

"Deseo que podamos amarnos por mucho tiempo más del que ya lo hemos hecho...", musité contra su abrigo. Las caricias que Hoseok comenzó a dejar en mi cabello lograron relajarme, y acomodando mi cuerpo un poco más, dirigí mi mirada hacia el cielo, disfrutando del momento totalmente pleno, fantástico.

Los colores eran de una gama extensa, innumerable y preciosa. Su existencia era injustificable, pero su presencia allí era lo que te hacía volver a la realidad, justo en la cual tus ojos están presenciando lo más hermoso que creíste haber visto jamás.

Entonces lo ves sonriendo y aquella fina línea que separa la realidad de lo utópico, se rompe.

Hoseok acomoda mi flequillo, bajando sus dedos con suavidad para llegar hasta el lóbulo de mi oreja izquierda porque sabe que me agradan ese tipo de caricias, y no aguanto.

Le beso sin haberle dado indicios antes y nos fundimos en un largo beso, donde mis manos aprietan fuerte su abrigo y el empuja mi nuca hacia su cuerpo para no detener el toque. Suspiro por ello, el aire me falta, pero él es como un árbol, que me renueva y mantiene vivo todos los días, y así, sin querer, creo que he logrado sentir la perfección de la naturaleza con sólo un toque suyo.

Cuando nos separamos, abro los ojos y me encuentro directamente con su mirada, la cual refleja una luz casi propia, que creo ver pequeñas estrellas en ellos, lo cual me hace sonreír. Hoseok se muestra curioso con un gesto dulce que logra hacer cosquillas en todo mi cuerpo, y me fascina. "No tienes nada que envidiarle a estas auroras", confieso en un susurro y mirada tímida. Él abre un poco los ojos en sorpresa, y luego de unos segundos, me abraza de manera estrecha y divertida. Parece que intenta ocultar su vergüenza. Susurra te amo de forma reiterada y chillona, lo cual nos hace reír a ambos una vez que se detiene.

Hoseok se detiene a besar mi mejilla, y con voz más grave dice: "Tú tampoco", logrando que me encoja entre sus brazos un poco más.

No respondo. Entonces nos mantenemos abrazados en aquella sencilla banca, rodeados de nieve que se ve azulada por la luz que les refleja el cielo, mientras que este sigue moviéndose lleno de vida y matices preciosos.

Pero de todas formas, sé que no hay nada más perfecto y natural que el ser que me acompaña, protege y abriga en aquellos instantes.

-🌌f i n🌌-

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