Marinette 2
Romperse
¡Apaguen ese estúpido teléfono! Pensó Marinette mientras gruñía por lo bajo pues estaba durmiendo. ¿Quién carajos habla a las 5 de la mañana? Exasperada, se puso la almohada sobre la cabeza, queriendo ignorar el ruido.
Hoy que no tenía escuela un día entre semana y podía dorm ir más, alguien tenía que llamar. Ja, suerte la suya.
Suspiró de alivio al notar que el teléfono se detuvo, nadie contestó la llamada. Como un gato que ronronea feliz, se reacomodó para seguir durmiendo.
¡HIJOS DE LA CHINGADA!
Gruñó bastante alto cuando el teléfono volvió a sonar. Con pereza, abrió los ojos. A simple vista se podía deducir por su rostro que estaba por explotar de rabia. Hizo una mueca y cerró los ojos intentando ignorar el ruido. Aunque nunca fue buena durmiendo con ruido, mucho menos de día.
— ¿C-Cuándo?—murmuró la voz de su madre— E-Esta mañana...
Con cada segundo que su madre pasaba en el teléfono, su voz parecía volverse débil, rompiéndose, dando inicios de llanto que alertó a Marinette.
En cuanto escuchó llorar a su madre, todo rastró de sueño desapareció. Con cuidado, apoyó todo su peso sobre su antebrazo aun estando acostada. Estaba más alerta acerca de lo que decía su progenitora quien intentaba frenar las lágrimas.
— ¿C-Cómo murió?—preguntó.
Demonios. No debía de ser una genio para saber de quien hablaban. Se mordió el labio inferior y su mirada se enfocó al azar en algún rincón de su habitación. Estaba procesando lo que acababa de escuchar. Inmediatamente, pudo sentir como un telón se colocaba sobre ella, apagando su "sentir" de cierta forma. Sus emociones estaban selladas mientras su semblante se hacía neutro. No podía describir exactamente que le sucedía a su cuerpo ahora mismo pero había entrado en un estado alarmante desde otra perspectiva.
— Sí.—afirmó— Allí estaremos.
Se puso de pie con lentitud, sin cambiar la seriedad en ella. Caminó despacio hacia la habitación de sus padres sin enfocar su vista en el camino, aun analizando la situación. Cuando cruzó el umbral de la puerta, pudo percibir un ambiente pesado y melancólico.
Su padre estaba sentado sobre la cama, tallándose los ojos aun somnoliento. En cuanto percibió la presencia de su hija, se dio la vuelta y observó sus grandes ojos azules. Ahora o nunca, pensó.
—Tu...bisabuela ha fallecido.
Lo sabía, dijo en su mente sin cambiar de expresión. Todo el tiempo estuvo pensando acerca de como su madre y ella iban a pasar a través de la muerte de su bisabuela. No le preocupaba mucho ella misma pues hasta el momento, se encontraba tranquila y serena aunque quizás eso debería de alarmarla un poco. No sentía ninguna clase de dolor al pensar que ella estaba muerta.
Suspiró. Su madre no lo estaba tomando como ella. En cuanto la mujer vio a su hija, fue a abrazarla, dándole la espalda al espejo que reflejaba la escena. Marinette ocultó su rostro en el pecho de su madre segundos antes de mirar el espejo, encontrándose con sus propios ojos azules que parecían profundos y oscuros. Se enfocó tanto en ellos que no se dio cuenta de las silenciosas lágrimas que bajaron por sus mejillas.
Se sorprendió por unos segundos e intentó conectar las lágrimas con sus emociones pero no había nada, ni una pisca de dolor, sólo un inmenso océano de empatía.
Marinette no lloraba por dolor, sino por empatía hacia el dolor de su madre. Se sintió intocable en ese momento, quizás no se rompería el día de hoy, quizás era capas de mantener el telón para siempre.
Limpió las lágrimas antes de separarse de su madre y correr a vestirse. Sabía lo que iba a pasar en las siguientes horas por lo que buscó ropa adecuada para la situación. Tomó un pantalón negro con una raya roja en los costados, una blusa tinta y su chaqueta de cuero negra. Por último, se colocó un collar que se "rodeaba" el cuello, dándole un aspecto delicado, un choker.
Pasaron un par de horas donde su madre se movía con evidente tristeza mientras que Marinette esperaba.
Vale, quizás se sentía un poco culpable por este estado neutro que había adoptado pero no podía cambiarlo y no quería. Se forzó a llorar por la perdida pero no conseguía ni un solo atisbo de dolor.
Ver a su madre llorar cuando iban de camino no ayudó en lo absoluto, tampoco sintió empatía esta vez.
— Baja tu primero, voy a buscar donde estacionar el coche.
Marinette sólo asintió y tomó sus cosas para dirigirse a la funeraria donde reconoció rostros familiares. Analizó los nombres escritos sobre los arreglos florales, encontrándose con el apellido de su padre. Se detuvo abruptamente al leerlo, recordándole la muerte de su abuela paterna. Ella había muerto cuando ella aun era muy pequeña, ocasionando que no tuviera cariño hacia ella.
Se detuvo en el umbral de la puerta, podía escuchar a sus familiares llorar del otro lado. Tenía miedo a llorar, a romperse en mil pedazos y no poder repararse. Tomó valor para abrir la puerta con un poco de brusquedad. Estaba lista, el telón permanecería en su lugar.
Caminó con firmeza hacia la sala, topándose con su tío Jean-Paul que tenía puestos unos lentes de sol que evidentemente ocultaban su dolor. No lo veía sonriente como de costumbre, sino con un aura oscura y melancólica que le dio escalofríos. Él era un hombre muy alegre y optimista, siempre bromeando.
Tragó saliva y dobló a la derecha, encontrando el ataúd abierto junto a tres mujeres que lloraban desconsoladamente. Se detuvo unos segundos, se creía capaz de soportar su dolor, de mantenerse en ese estado que ya pudo descifrar que era.
Estaba en shock, aun procesando lo ocurrido, aceptándolo. Quizás por eso no lloraba, porque no lo creía verdad y solo una mirada a ese ataúd le confirmaría lo contrario.
Con paso decisivo, se acercó a sus tías-abuelas que no notaron su presencia.
— Estas hermosa mami, estas bellísima.— Comentó con llanto la mayor de todas que estaba aferrada del ataúd.
Podía sentir todas sus emociones como una gran huracán queriendo levantar el telón que la protegía. Se acercó aun más, no lo iba a permitir.
— ¡Mamá!—gritó la castaña que se apoya en la pared.
El huracán estaba tan cerca de destrozar su refugio, de lastimarla.
Y sólo tuvo que dar un vistazo, para romperse.
Miraculous' Problems
Descansa en paz
Julia Andrade Zuñiga
2018
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