Capítulo XXIII: Revelando Secretos
¡Hey, hola! En Multimedia les dejo la canción Everytime We Touch de Cascada para que escuchen mientras leen. ¡Que lo disfruten!
Marinette tardó un par de segundos en darse cuenta de que había perdido todas sus oportunidades de tomar la tangente que salvaría su mayor secreto. Se congeló. Incluso tuvo la impresión de que su cabello se erizaba de la misma forma que el pelaje de un gato. Lo cual era irónico, dadas las circunstancias. Balbuceó y dio un paso hacia atrás, topándose con el muro que bloqueó su camino.
A pesar de saber que sus palabras no cambiarían lo que ya estaba hecho, brotaron de sus labios junto con una risita nerviosa.
—A-Adrien... V-veo que ya conociste al Kwami de Ladybug... S-sí, e-ella suele dejarlo aquí mientras... m-mientras va a ducharse... y-y hacer cosas de... u-una chica normal... q-que evidentemente no soy yo...
Se dio cuenta demasiado tarde de que el silencio habría sido mucho mejor.
Mientras su amiga aún reía, Tikki revoloteó hacia ella para posarse frente a su rostro.
—Está bien, Marinette —dijo la criatura—. Adrien lo sabe todo.
La risa de Marinette se apagó. Se sintió ridícula y avergonzada.
— ¿Lo sabe todo?
Tikki asintió.
La mirada de Marinette se cruzó con los ojos de Adrien.
El chico no borró su sonrisa.
Temerosa, y olvidando todo lo que había sucedido entre ellos, Marinette dio un paso hacia él.
— ¿Cómo lo supiste, Adrien?
El corazón roto dejó de hacer efecto en ella, así como los sentimientos que tenía hacia él, sólo para permitirle hablar con claridad. Al igual que en tantas otras ocasiones, sabía que no era el momento de ser una colegiala enamorada.
Apenado, Adrien posó una mano sobre su nuca y señaló una silla para que la chica la ocupara. Ella aceptó, sin dejar de observar al diminuto gato negro que seguía comiendo despreocupadamente.
—Plagg —llamó Adrien—. Modales.
El aludido puso los ojos en blanco y miró hacia Marinette para forzar una pequeña sonrisa. Marinette devolvió el gesto. Sus encantos naturales cautivaron al gato diminuto, en quien se pudo ver el atisbo de un sonrojo.
—Así que él es tu Kwami —sonrió Marinette.
—Su nombre es Plagg —respondió Adrien—. No suele ser tan maleducado...
—Parece hambriento.
—Siempre lo está —se quejó Tikki.
—Bueno, hay mucha comida en la nevera —dijo Marinette.
— ¿Tienes queso Camembert? Nadie me dejó mirar por mi cuenta.
A pesar de que Adrien y Tikki intentaron reprenderlo, Marinette se levantó de la silla y caminó hacia la nevera. Observó su contenido por un instante, y volvió llevando un paquete de rebanadas de queso.
La ilusión brilló en los ojos de Plagg.
—Lo único que tengo es queso suizo —dijo la chica.
Colocó la primera rebanada en las manos de Plagg, quien revoloteó hacia ella y exclamó:
— ¡Siempre tuviste mi aprobación, niña!
— ¿Eh...?
Sonrojado, y divertido ante la forma en que Marinette había conquistado a su Kwami, Adrien decidió tomar el control de la situación. Se acercó a Marinette y posó una mano sobre su espalda, causando que la chica se tensara.
—Vamos arriba —dijo él—. Tenemos que hablar.
Sintiendo sobre sus hombros la oscura pesadez de esas palabras que nunca anuncian nada bueno, Marinette asintió. Los dos Kwami permanecieron en su sitio, compartiendo los bocadillos y recuperando el tiempo perdido. Mientras tanto, Adrien y Marinette avanzaron juntos hacia la terraza de la chica. La luna brillaba en todo su esplendor. A pesar de que a lo lejos aún se escuchaban los camiones de bomberos, parecía una noche tranquila.
Adrien recargó ambos brazos sobre la baranda. Marinette, ligeramente incómoda por diversas razones, no le quitó la mirada de encima.
Ante el silencio absoluto del chico, fue ella la primera en hablar.
— ¿Qué sucedió?
Adrien suspiró.
—Fuiste akumatizada.
— ¿Akumatizada? No... N-no, eso es imposible...
— ¿Qué es lo último que recuerdas, antes de despertar en tu habitación hace un momento?
Marinette suspiró. Hizo el esfuerzo por recordar, sin conseguirlo.
—Recuerdo que estaba... deprimida. Me enfadé porque Alya y Tikki insistían en que no podía sentirme así y que debía pensar positivo. Y...
—Lo sabía... Fue mi culpa.
—Por supuesto que no.
—Me congelé cuando confesaste tus sentimientos. Debí decirte algo, pero no lo hice. Gracias a eso, terminaste con el corazón roto.
—No puedo culparte por no corresponder a mis sentimientos.
Adrien esbozó media sonrisa. Misma que se borró al instante, cuando Marinette continuó.
—El akuma... ¿Dónde estaba? ¿Lo has destruido?
Incómodo, Adrien tomó la mano herida de la chica.
—Aquí —dijo—. Dentro de ti. Todo este tiempo has estado akumatizada.
—Pero... ¿Entonces, cómo...?
—Fue difícil pelear contra ti. Eres muy fuerte, y yo no quería hacerte daño. Te hiciste llamar Revenge Bug... Por poco fuiste tú quien me aniquiló a mí. Te lancé contra un muro, justo afuera de mi casa, y el akuma salió de tu cuerpo. Te desmayaste entonces.
—Sólo yo puedo purificar los akumas... Eso significa que esta pesadilla no ha terminado.
—Ahora que lo sabemos, podemos esforzarnos para que no suceda de nuevo.
— ¿Cómo? Necesitaríamos un milagro... Pero eso no explica cómo descubriste quién soy.
Adrien sonrió de nuevo.
—Tikki fue a buscarte. Te encontró cuando yo te tenía en brazos y me pidió que te salvara. Pude llegar a tu casa justo antes de transformarme. Además... El traje de Revenge Bug es similar al de Ladybug.
A pesar de saber que el poder del akuma la privaba de su libre albedrío, el arrepentimiento se apoderó de ella, y no fue capaz de disimularlo.
—Adrien... Lamento haberte obligado a lidiar tú solo contra esto.
La sonrisa del chico no se borró.
—Al menos, al final obtuvimos algo bueno —dijo él—. Algún día debíamos quitarnos las máscaras.
—Esto no debió pasar. Las identidades de Ladybug y Chat Noir deben ser un secreto para proteger a las personas que amamos.
Adrien asintió, sabiendo que ella estaba en lo correcto.
— ¿Alya lo sabe? —preguntó.
—No. Jamás se lo he dicho.
—Tampoco yo se lo dije a Nino. Supongo que estaremos bien si mantenemos esto como algo entre tú y yo. Así podremos mantener a salvo a... Eh... Marinette, ¿qué sucede?
El chico no pudo evitar reír al ver que Marinette se hundía poco a poco detrás de la baranda, formando un ovillo con su cuerpo. Al dar su respuesta, habló aceleradamente y con una voz más aguda de lo normal.
—No puedo creer que estuve a punto de darle mis pendientes a Volpina aunque tú estabas a mi lado. Sé que ella intentó engañarme con sus ilusiones y que jamás estuviste en peligro, pero aún así pude haberlo hecho porque no tenía idea de que tú estabas ahí. Debí notarlo desde que te acercaste a preguntarme qué pensaba de Chat Noir después de que te ayudé a tenderle una trampa a Evillustrator. No puedo creer que fui tan ciega... Si lo hubiera notado antes, todo esto habría sido tan distinto... Y no sólo eso sino que además te rechacé cada día, sin saber que estaba rechazando a Adrien Agreste. ¡Justamente al chico del que he estado enamorada desde hace tanto tiempo! Y me siento mucho más avergonzada ahora que todo tiene sentido. La tarjeta que escribiste en San Valentín no era para mí. Era para Ladybug. Aunque yo soy Ladybug, pero tú no lo sabías...
—Espera un momento... Nunca entregué esa tarjeta. La tiré a la basura.
—S-sí, bueno... Y-yo... E-eh...
Marinette se ocultó detrás de sus manos, pretendiendo que eso la volvería invisible. Adrien dejó a un lado el asunto de la tarjeta, que no necesitaba más explicaciones, y simplemente rió. Marinette no opuso resistencia cuando el muchacho le dio una mano para levantarse nuevamente. El sonrojo no desapreció de sus mejillas, así como tampoco pudo deshacerse de la sensación de querer que se la tragara la tierra.
La chica se tensó de nuevo al sentir que los dedos de Adrien se posaban con delicadeza en su oreja, acariciando los pendientes. El rojo de sus mejillas dejó de tener comparación. Sin mediar más palabras, Adrien le mostró el anillo. Ella inspeccionó con detenimiento el segundo Miraculous. Te muestro lo mío si me muestras lo tuyo. Fue como sellar un pacto legendario.
—No quise mostrárselo a Lila cuando ella dijo que tenía el Miraculous del Zorro —dijo el chico—. A decir verdad, no he querido confesarle mi secreto a nadie más que a ti. Y sé que tú nunca has estado de acuerdo con la idea... Pero ya que estamos revelando secretos, quisiera confesar algo.
—Te escucho.
— ¿Recuerdas que, cuando vencimos a Lady Wi-Fi, dijiste que nuestras identidades debían ser secretas, y luego te ocultaste en un armario para transformarte?
—Sí.
—Quise abrir la puerta. Quise hacerlo sólo para saber quién eras detrás de la máscara. Y después de vencer a Volpina... Cuando salí del baño, tú ya no estabas ahí. Tal vez... Si te hubiera encontrado aún en mi habitación...
Marinette suspiró.
Ambos rompieron la unión que se formó al mostrar el anillo. Volvieron a la posición inicial, ambos mirando hacia la luna.
A pesar de todas las preguntas que quería hacer en ese momento, una única idea fue lo que se materializó en las palabras de Marinette.
—Las cosas cambiarán entre nosotros ahora, ¿no es cierto? Nada volverá a ser igual.
— ¿Por qué no?
—Porque ahora sabes lo que siento por ti... Y tú sólo lo sientes hacia una parte de mí, al igual que yo.
—Marinette...
—Por encima de nuestros sentimientos siempre debe estar nuestra misión. París cuenta con nosotros. Ahora más que nunca.
—Eso no quiere decir que no podamos tomar un riesgo.
—Ladybug y Chat Noir deben seguir siendo un dúo imparable, a pesar de todo.
—Y así será. Juntos venceremos a Plume Mortelle, rescataremos a Manon, y nada cambiará. Aunque... N-no. Olvida eso... Sí hay algo que quiero cambiar.
— ¿Qué cosa?
—Lo que hice, y que causó que Le Papillion te convirtiera en uno de sus títeres.
Ella supo a la perfección lo que el chico insinuaba.
—Estás haciendo esto sólo porque Le Papillion me akumatizó. No juegues así con mis sentimientos, Adrien.
—No es así, Marinette.
Suspiró. Se armó de valor para tomar las manos de la chica, teniendo cuidado de no lastimar su mano vendada. Las sostuvo a la altura de sus corazones y dio un paso hacia ella. Al instante, se dio cuenta de que no sería fácil. Decidió sólo decirlo sin detenerse a pensar.
—También me gustas, Marinette.
La mente de la chica se quedó en blanco.
—A-Adrien...
—Te hice una promesa mientras estabas inconsciente. No dejaré que nadie te lastime. Creo que ambos necesitamos tiempo para asimilar todo esto, pero aún así quiero que me prometas que...
Ni siquiera ella pudo creer que se atrevió a silenciar a Adrien de esa manera. El chico no supo decir, ni siquiera en retrospectiva, cómo fue que sucedió. La luna se convirtió en mudo testigo de la forma en que Marinette se elevó sobre las puntas de sus pies para unir sus labios con los del muchacho, acallando u voz. Un beso dulce. Inocente. Puro, como los corazones de ambos. Ella mantuvo los ojos cerrados. Y aunque a él le tomó por sorpresa, terminó por cerrarlos también. Las manos se aferraron con más fuerza, y el chico devolvió el esto con un segundo beso.
Sin saber lo que sucedería después, ambos decidieron disfrutar del momento más mágico que habían vivido hasta entonces.
El primer beso real de Adrien.
La culminación de ensueño de la confesión de Marinette.
Dos almas unidas por el destino que se entrelazaron durante breves instantes.
Al menos por una vez, el momento culminó en paz. Incluso Plume Mortelle, quien observaba todo mediante el cuervo posado silenciosamente sobre la terraza, sabía que ambos lo merecían.
Próximo capítulo: La Respuesta de Plume Mortelle
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