Capítulo XXI: Akuma Nocturno
—Él no dijo nada, Marinette. Eso es mucho mejor que haberte rechazado.
El dolor de un corazón roto siempre es una de las experiencias que nadie quiere vivir, pero que son necesarias en la vida de cualquier adolescente. Y cada persona que lo sufre necesita de un momento a solas para poder afrontarlo antes de encontrar el desahogo. Pero, ¿cómo se lidia con esa sensación, sin llamar a las malas energías que eran invocadas cada vez que los pensamientos negativos aparecían en una persona de París?
—Debes tener confianza. Todo estará bien. ¡Ya lo verás!
Tikki no podía hacer más que mirar en silencio, mientras Marinette permanecía en la posición de loto sobre su cama, sosteniendo el móvil y mirando la pantalla con los ojos anegados en lágrimas. Su dedo pulgar se deslizaba sobre la pantalla, escribiendo y borrando un mensaje en el que podía poner en peligro toda su dignidad.
Lo lamento, dije cosas que no...
—Sólo debes esperar unos días. Verás que tengo razón.
Las palabras de Alya seguían rondando en su mente, convirtiéndose en frases sin sentido que sólo habían sido dichas para darle ánimos a la chica de los ojos azules. Marinette sabía que nada de eso era cierto. Que nada tenía que ver con el tiempo. Que nada cambiaría, sin importar cuándo decidiese esperar. Y aún así, seguía intentando redactar ese mensaje.
Adrien, yo...
No quería perderlo. No estaba dispuesta a dejar que su amistad con Adrien simplemente terminara por algo como eso. Sabía que sería incómodo para ambos y que quizá estaba aferrándose por mero capricho, pero aún así quería intentarlo. No podía defraudar a Adrien, quien realmente valoraba su amistad a pesar de no ver en ella a algo más.
¿Podemos sólo olvidar esto?
Desistió y arrojó lejos el móvil. Abrazó sus rodillas y sollozó, sabiendo que sería imposible olvidarlo. Que sería imposible pretender que nada había ocurrido.
Cosas grandes habían pasado.
Un antes y un después acababa de marcarse, a pesar de que ella quisiera negarlo.
Y su mano herida no dejaba de soltar fuertes punzadas de dolor.
—Marinette...
Ella apartó la mirada al percatarse de que Tikki se acercaba lentamente. Abrazó sus rodillas con más fuerza y pestañeó para que las lágrimas cayeran.
—Marinette, sé que esto es duro... Pero estás arriesgándote a que...
— ¿Puedes olvidar por un minuto que soy Ladybug...?
Tikki pensó en cincuenta posibles respuestas, que decidió callar.
Marinette sollozó de nuevo.
—Por favor, Marinette. No llores.
—No puedo evitarlo, Tikki... —respondió ella con voz quebradiza—. Soñé con este momento por mucho tiempo, y... Y-yo... Fui una tonta al pensar que Adrien realmente podía fijarse en mí...
—Pero tú eres una chica maravillosa.
—No para Adrien... E-en verdad creí que... q-que tenía una oportunidad... P-por la forma en que me miraba, pensé...
—No sigas torturándote, Marinette. Debes sobreponerte. Esto pronto será sólo un mal recuerdo.
—Además de todo, también he perdido a un amigo...
—Eso no es verdad. Adrien no se alejaría de ti.
—Estoy segura de que lo hará... N-no quiero ir mañana a la escuela, si tengo que verlo de nuevo...
—No puedes permitir que esto te detenga, Marinette. Debes seguir adelante. ¡Tú eres...!
Marinette al fin levantó el rostro.
—Sí... —musitó—. Sé que soy Ladybug... Pero en este momento, no me es útil el llevar una máscara... ¿Es que no te das cuenta, Tikki? Si yo fuera Ladybug todo el tiempo, entonces Adrien... E-está enamorado de mi otro yo, pero no le intereso en mi forma detrás de la máscara... Ahora, él se alejará de Marinette. Y cuando Ladybug esté cerca de él, no sé si podré...
—Ladybug y Marinette son la misma persona, y tú lo sabes bien.
— ¿Dices que tendría que confesarle a Adrien quién soy...?
Tikki negó con la cabeza.
—No es el momento, Marinette. Plume Mortelle y Le Papillion podrían hacerle daño. Debes mantener el secreto.
—Entonces estoy perdida. Perder a una persona valiosa para mí, a cambio de mi anonimato... ¿Por qué nunca dijiste que así serían las cosas si aceptaba usar los pendientes?
—Porque nunca pensé que las cosas terminarían así.
—Pues está sucediendo, y te juro que el dolor no me deja respirar... N-no tenía idea de que un rechazo pudiese hacer tanto daño...
—Alya tiene razón, Marinette. ¡Adrien no te ha rechazado!
La chica se tumbó en la cama, cubriendo su rostro con ambas manos como si eso hubiese ayudado para contener las lágrimas que aún así encontraron la forma de escapar.
—Tanto tú como Alya me están haciendo sentir como si no pudiera llorar —se quejó la chica—. Me hacen sentir como si no pudiera desahogarme.
—Yo sólo quiero evitar que Le Papillion fije sus ojos en ti, Marinette. Por favor...
—Por favor, Tikki. Déjame sola.
—Pero...
—Sólo un momento. Sal de aquí. Quiero estar sola.
Para darle un toque especial de firmeza a sus palabras, Marinette se cubrió con sus mantas y esperó en completo silencio a que Tikki dejara de dar señales de seguir dentro de la habitación.
Al pasar un par de segundos, la chica volvió a incorporarse y corroboró que realmente se encontraba sola, a pesar de llevar aún los pendientes. Se levantó para cerrar las ventanas, impidiendo la entrada de la luz de la luna, y estalló en un sollozo que sin duda le hizo sentir al menos una pizca de liberación. Colocó sus manos a ambos lados de su cabeza, reprimiéndose mentalmente por el error que había cometido. Cayó de rodillas y golpeó el suelo con sus puños, sintiendo cómo un tsunami de emociones se apoderaba de su interior.
Sintió que Tikki y Alya, a pesar de sus buenas intenciones, sólo intentaban destruirla lentamente.
¿Acaso no podía sentirse mal? ¿Acaso no podía darse el lujo de llorar al menos una vez? ¿Acaso tenía que enfrentarse al desamor con una sonrisa, sólo por temor a que un Akuma fuese enviado para poseerla? ¿Qué era más importante? ¿Quién era más importante? ¿Ladybug o Marinette?
Su mano herida disparó la mayor punzada. Quedándose sin aliento, Marinette retiró los vendajes sólo para descubrir que su herida estaba empeorando. La piel amorataba comenzaba a destilar diminutas gotas de sangre.
— ¿Qué es...?
Enjugó la sangre con los vendajes, que de cualquier manera ya necesitaban un cambio. Aquello sólo aumentó el dolor, que ella sólo pudo acallar mordiendo su labio inferior hasta hacerlo sangrar también. Su respiración se agitó, impidiéndole levantarse para correr al baño y resguardar su mano bajo el agua tibia.
—T-Tikki... ¡Tikki, ven aquí...!
El silencio absoluto le hizo notar que la habitación repentinamente se sentía más fría que de costumbre. Observó las ventanas, totalmente cerradas. El vaho escapó de su boca. Se abrazó a sí misma al notar, además, que la oscuridad que la rodeaba era siniestra y anormal.
—T-Tikki...
Instintivamente, acarició los pendientes para asegurarse de que aún los llevaba puestos. Intentó articular las palabras que invocarían a los poderes de su Kwami. Pero su voz se esfumó. Sintió un escalofrío, y aquella fue su última reacción consciente antes de que aquella luz de color púrpura apareciera frente a sus ojos.
Una voz de pesadilla se escuchó en su mente, sin que ella pudiese saberlo.
—Revenge Bug, soy Le Papillion...
Tikki, en la cocina, devoró en silencio una galleta sin imaginarse lo que estaba sucediendo.
En alguna parte de París, Plume Mortelle observaba a Adrien Agreste desde la ventana de su habitación, esbozando una sádica sonrisa y escribiendo sin parar en su libreta.
Capítulo Segundo
Inicio del Caos
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