Capítulo XIV: Primer Acto


     El cuervo se abalanzó al instante sobre Ladybug, soltando un silbido enfurecido y amenazador. La chica del traje rojo recibió al cuervo con los brazos abiertos, apresándolo por el cuello y cayendo junto con él. El forceje entre ambos dio como resultado una mordida que el cuervo asestó en la mano herida de su rival para persuadirla de alejarse de él. Ladybug se levantó de nuevo, con ayuda de Chat Noir. El gato negro intentó inmovilizar al cuervo mediante un par de golpes con su vara, impactándola en el lomo del ave. Ésta, sin embargo, consiguió evadir los golpes al extender sus alas para elevarse en los aires. Agitó sus alas una vez más para disparar una ráfaga de plumas afiladas que perforaron el concreto sin problemas. Ladybug creó un escudo haciendo girar su yoyo a gran velocidad, exclamando:

— ¡Chat, saca a Nathaniel de aquí!

— ¡Tus deseos son órdenes, mi lady!

El movimiento repentino de Chat Noir alteró al cuervo, que volvió a cubrir su cuerpo con sus alas para transformarse en aquella mujer de aspecto aterrador.

Plume Mortelle.

Ladybug se impulsó para elevarse también en los aires. Intentó golpear a la mujer con un fuerte puñetazo en la mandíbula, sin contar con que Plume Mortelle se esfumaría en una nube de plumas y humo negro. Reapareció justo detrás de la chica del traje rojo, propinándole un potente golpe en el centro de la espalda.

Abajo, en tierra firme, Chat Noir dejó a Nathaniel a salvo en un callejón. El chico pelirrojo, aterrado, dirigió su mirada hacia el techo del edificio cuando los gritos de Ladybug se hicieron escuchar.

Sintiéndose mucho más aterrado que el otro chico, Chat Noir aferró su vara con más fuerza.

—Vuelve a la panadería —le ordenó a Nathaniel—. Marinette aún debe estar ahí. Ocúltense, y no salgan de allí hasta que yo vaya a buscarlos. ¿Entiendes?

Nathaniel asintió y echó a correr para volver a la panadería a toda velocidad.

Dentro de sí mismo, el gato negro sintió crecer la molestia y una ligera pizca de celos. Quería asegurarse de que Marinette estaba realmente a salvo. Y lo habría hecho, si la enmascarada chica de sus sueños no hubiese estado en peligro. Extendió de nuevo su vara ara llegar al techo, haciendo una entrada triunfal al patear el estómago de Plume Mortelle. Se reparó para la segunda ronda, buscando a Ladybug con la mirada.

Lo único que pudo encontrar fue la cuerda del yoyo que se enroscó en su cintura, y que tiró de él para llevarlo a rastras detrás de ese cubículo que conducía a las escaleras del edificio.

Ladybug cubrió velozmente la boca de Chat Noir para hacerlo callar.

La pared detrás de ellos cimbró al recibir el impacto de las plumas afiladas.

—No lograremos igualar sus fuerzas —dijo Ladybug acalorada—. Tenemos que terminar esto. Ahora.

—En la batalla anterior dijiste que el akuma podría estar en sus alas —respondió Chat Noir cuando la chica al fin liberó su mano—. ¿Cuál es el plan?

Como respuesta, la chica invocó a los poderes de su Lucky Charm, obteniendo una red para casar mariposas. Una red de tamaño descomunal.

— ¿Una red...? ¿Qué se supone que debo hacer con...?

Una luz se encendió en su interior. Sonrió y aferró la red con más fuerza.

—Chat, yo atraparé a Plume Mortelle —dijo Ladybug decidida—. Tú arranca sus alas. Estoy segura de que así encontraremos el akuma.

—Estoy en ello —respondió el gato negro.

Ambos salieron de su escondite.

Ladybug no perdió el tiempo para impulsarse, sujetando con su yoyo los tobillos de Plume Mortelle para inmovilizarla. En pocos segundos, y sin hacer más movimientos, dejó caer la red sobre la mujer. El tamaño fue perfecto para cubrir todo el cuerpo de su contrincante.

— ¡Ahora, Chat!

Usando las habilidades oscuras que le brindaba el Cataclism, Chat Noir perforó la red para sujetar las alas y tirar de ellas hasta que su rival se deshizo en un alarido de dolor. Cayó de bruces en el suelo, consiguiendo que Chat Noir pudiese terminar de arrancar las alas. En la espalda de Plume Mortelle tan sólo quedaron dos heridas, profundas y sangrantes, en las que aún estaban incrustadas un par de plumas solitarias.

El Cataclism causó que las alas se convirtieran en cenizas, dejando al descubierto un pequeño objeto que cayó a los pies del gato negro. Un broche para el cabello, que convenientemente poseía la forma de un diminuto cuervo con las alas extendidas.

— ¡Pase largo, Bugaboo!

Ladybug atrapó el broche y lo partió en dos, liberando a la mariposa oscura que tantos problemas había causado.

—Esta vez nos diste muchos problemas, pequeño akuma —dijo la chica—. ¡Yo te libero de la maldad!

Pocos segundos tardó en hacer lo suyo, purificando al akuma que se convirtió en una mariposa de color blanco.

—Adiós, pequeña mariposa.

Plume Mortelle desapareció, dejando en su sitio a aquella chica de aspecto bohemio que miró sus manos sin poder creer lo que había sucedido.

Ladybug se encargó de que todo volviese a la normalidad.

Todo estaba bien.

A pesar de que el anillo y los pendientes dieron la señal de que el tiempo comenzaba a acaberse, los dos guerreros enmascarados chocaron los puños para celebrar la victoria. La sonrisa de Ladybug, tan cálida y sincera, hizo brillar los ojos de Chat Noir.

—Lo hicimos... ¡Chat, lo hicimos!

Emocionada, la chica envolvió a Chat Noir en un fuerte abrazo momentáneo, que para él pareció durar una eternidad.

—Eso quiere decir que las cosas han vuelto a la normalidad, mi lady —respondió el chico—. ¡Chloé y Manon deben estar a salvo!

—Tengo que comprobarlo... ¡Iré a buscar a la señora Chamack!

—Bien. Yo llevaré a esa chica akumatizada abajo, y luego iré a asegurarme de que Chloé Bourgeois esté bien.

Ladybug se retiró a toda velocidad, sin percatarse de aquella mirada soñadora que Chat Noir le dedicó como despedida.

—Suerte, Bugaboo —dijo él.

Abajo, en tierra firme, una persona oculta entre las sombras de los árboles observó a aquella chica de ojos azules que salió a toda velocidad de un callejón. Una siniestra sonrisa se dibujó en los labios de aquella persona.

—Confirmado —dijo la voz de Plume Mortelle—. Marinette Dupain-Cheng.

No hubo fotografías, como en aquella ocasión en que había descubierto a Adrien Agreste. Tan sólo echó mano de la libreta y el bolígrafo que llevaba bajo el brazo. Y con estilizada caligrafía escribió un par de líneas.

Primer Acto

Engaños e Ilusiones

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