Capítulo XIII: El Ataque del Cuervo


     — ¿Te encuentras bien, Marinette?

La chica se apartó velozmente de Chat Noir tras asentir en silencio. Corrió hacia la salida y fijó su mirada en aquella figura oscura que saltaba de tejado en tejado, llevando consigo al chico pelirrojo que no podía siquiera gritar gracias a la mano que lo apresaba por la garganta.

Acalorada, Marinette dijo decidida:

— ¡No podemos permitir que esa mujer se lleve a Nathaniel!

—Tienes razón —dijo Chat Noir—. ¡Espera aquí!

— ¡Chat Noir, espera...!

Marinette no pudo sujetar a tiempo la mano de Chat Noir. Impulsándose con su vara, el chico se alejó a toda velocidad de la panadería para seguir a la mujer de las alas. Hizo una pequeña pausa para situarse en el techo de la escuela, e hizo que su vara se transformase en el móvil para llamar a su compañera.

No obtuvo respuesta.

— ¿Dónde estás, Bugaboo?

Decidido, extendió de nuevo su vara y continuó con la persecución.

Al percatarse de la presencia del gato negro, Plume Mortelle rió desquiciadamente. Apretó el paso, causando que Nathaniel por un momento comenzara a ver su vida pasando frente a sus ojos. El chico pelirrojo hacía un gran esfuerzo para poder respirar con normalidad, para poder exclamar al menos un pequeño sonido con el que pudiese desahogar el repentino temor. Pero las garras de Plume Mortelle eran letales, y su fuerza era inigualable. Tanto fue así que Nathaniel pronto pudo resentir la falta de oxígeno.

— ¡Ave mala, ese chico no es comida!

Plume Mortelle se giró a tiempo para ver la forma en que Chat Noir saltó y lanzó un golpe con su vara. Con la mano libre, Plume Mortelle bloqueó el ataque y tomó ella misma la vara y devolvió el golpe, impactando el costado de Chat Noir y haciéndolo caer al vacío. El chico consiguió aferrarse al alfeizar de una ventana, atrapó su vara antes de que ésta también cayese, y se impulso de nuevo para volver a la contienda. Ni bien dio el primer salto, una ráfaga de plumas se interpuso en su camino para cegarlo momentáneamente. Las plumas, tan afiladas como el más letal de los cuchillos, cortaron su piel con la misma rapidez que suelen hacerlo las hojas de papel. Chat Noir se desplomó de bruces sobre el tejado en el que tuvo que aterrizar. Llevó una mano a su rostro, con la intención de enjugar la sangre que sentía correr por sus mejillas. Y al mirar la palma de su mano, supo que había sido víctima de otra cruel ilusión.

No había sangre.

Su piel estaba intacta.

Y el dolor, aún así, estaba presente.

Confundido, se incorporó a tiempo para recibir a Plume Mortelle, quien aterrizó frente a él de forma majestuosa e imponente. La mujer extendió sus alas, haciendo que un par de plumas se desprendieran y cayeran al suelo, y lanzó a Nathaniel para tener ambas manos libres. El chico pelirrojo inhaló con violencia, tosiendo un par de veces mientras sus pulmones terminaban de llenarse de oxígeno. Chat Noir lo miró por un instante y pensó por un segundo en ir velozmente con Nathaniel para asegurarse de protegerlo. Pero no podía hacerlo. Sabía bien que cualquier movimiento repentino lo condenaría, además de condenar consigo al chico indefenso.

Por debajo del traje, su cuello dejó salir una punzada de dolor que no tenía explicación.

En algún sitio oscuro de París, Le Papillion esbozó una siniestra sonrisa.

Chat Noir optó por arriesgarse. Corrió a toda velocidad hacia Plume Mortelle e intentó apresarla entre sus garras, topándose con la desagradable sorpresa de que su enemiga era mucho más ágil y astuta. Ella supo predecir el ataque del gato negro para sujetar las muñecas de Chat Noir. Tomó al chico y lo sometió, haciéndolo retroceder a causa de la fuerza excesiva. El chico pudo haberse quedado paralizado en ese momento, sintiéndose también derrotado al no poder siquiera igualar las fuerzas de su contrincante, pero logró encontrar dentro de sí la convicción suficiente al darse cuenta de que Plume Mortelle intentó robar el anillo descaradamente. Se liberó entonces, hiriendo el rostro de la mujer con profundos rasguños que comenzaron a sangrar. Se alejó dando una voltereta y adoptó una posición de batalla, mirando impactado la forma en la que la piel de Plume Mortelle se regeneró, desapareciendo a su vez la sangre que emanaba de las heridas. Sólo una gota permaneció allí, para que Plume Mortelle pudiese enjugarla con un dedo. Miró la sangre, quizá sólo intentando parecer teatral, y fulminó al chico con la mirada.

Nadie, jamás, habría visto semejante frialdad reflejada en los ojos de una villana.

—Será la última vez que me golpeas, Chat Noir.

Él supo que había cometido un gran error cuando Plume Mortelle se elevó en los aires para disparar esa ráfaga de plumas que lo apresó en un torbellino impenetrable. Las pluma afiladas lo herían a pesar de que él estaba consciente de que tales heridas no existían en realidad. Y aún a pesar de esa certeza, se deshizo en potentes alaridos de dolor.

Por encima de la risa de Plume Mortelle, Chat Noir consiguió articular:

— ¡N-Nathaniel...! ¡Vete...!

El chico pelirrojo, aterrado, se quedó totalmente congelado en su sitio al percatarse de la forma en que Plume Mortelle lo miró al escuchar las órdenes de Chat Noir. Tras dirigirle una última mirada al torbellino de plumas, asegurándose de que el gato negro aún estaba sometido, la mujer dio un par de pasos hacia Nathaniel. El chico pelirrojo retrocedió con torpeza, percatándose de que un paso más lo haría caer del techo en el que se encontraba. Horrorizado, vio el torbellino desaparecer para que Chat Noir se desplomara en el suelo.

Implacable, Chat Noir tardó sólo un par de segundos en levantarse nuevamente.

Al darse cuenta de que su contrincante estaba totalmente listo para la siguiente ronda, Plume Mortelle esbozó una sonrisa de suficiencia. Supo dejar a Nathaniel en segundo plano para concentrar toda su atención en la batalla. Hizo un movimiento similar al de una reverencia para cubrir el frente de su cuerpo con una de sus alas. Las plumas se desprendieron de sus alas, envolviendo a la mujer en un torbellino que se volvió mucho más denso antes de desaparecer. Chat Noir se cubrió haciendo girar su vara a gran velocidad. Al deshacerse de las plumas, se llevó una gran sorpresa al descubrir que Plume Mortelle había desaparecido. En su lugar, sólo quedó un cuervo gigantesco que extendió sus alas de forma amenazadora.

Chat Noir no perdió el tiempo. Ni bien vio surgir a su contrincante, asestó un golpe con la vara en la cabeza del cuervo. Se impulsó para saltar y caer en picada sobre el lomo del ave, quien de cualquier manera se elevó en los aires para llevar consigo al muchacho. Nathaniel aprovechó el momento para correr a resguardarse, mientras el gato negro intentaba domar al ave que volaba sin control con la única intención de derribar a su jinete.

El gato negro se aferró con fuerza a las plumas del cuervo, sin importarle que éste se estrellase contra los muros de los edificios. Extendió su vara para colocarla debajo del cuello del ave, consiguiendo que su arma se convirtiese en una especie de riendas provisionales. De esa manera, pudo dominar al cuervo por un instante.

Sin embargo, la vara fue a dar al suelo luego de que el cuervo diese una fuerte sacudida.

Chat Noir apenas pudo aferrarse de nuevo a las plumas, sintiendo que el vértigo se apoderaba repentinamente de su estómago al percatarse de que el ave volvía en picada hacia el techo donde había iniciado la batalla.

Nathaniel dio un salto para esquivar el ataque del cuervo, sin poder cubrirse del todo y consiguiendo que las garras rasgaran un poco la piel de su rostro. Los rasguños comenzaron a sangrar, y él sólo pudo arrastrarse con la esperanza de que el cuervo no volviera.

Pero lo hizo.

— ¡¡Nathaniel, cúbrete...!!

El chico pelirrojo se dejó llevar por el instinto de supervivencia, saltando para esquivar la embestida del cuervo. Quien no pudo evitarlo fue Chat Noir. El gato negro cayó del lomo del ave cuando le fue imposible seguir aferrándose a las plumas. Ágilmente, se levantó dando una voltereta. Hubiese atacado de nuevo, si tan sólo no se hubiese percatado de que el cuervo luchaba para liberar sus alas atadas por aquella cuerda imposible de romper.

Aliviado, el chico siguió la cuerda con la mirada hasta llegar al sitio donde aquella guerrera intentaba mantener el control de su prisionero.

Ladybug aplicó un poco más de fuerza en la cuerda, para luego dar un salto y situarse a un lado de su compañero. Entregó la vara, que sin duda ella había atrapado antes de llegar al campo de batalla.

—Llegas tarde, mi lady —sonrió el gato negro—. Espero que no estés haciéndolo una costumbre.

—Creo que es hora de darte más responsabilidades, gatito —respondió ella.

—Y yo creo que es totalmente cierto que lo bueno siempre se hace esperar.

Remató sus palabras con un guiño, haciendo que ella riera.

Su semblante se ensombreció al instante. No dejó de sujetar la cuerda en ningún momento, por temor a que su enemigo pudiese escapar.

El cuervo siguió forcejeando, chillando como un condenado.

—Plume Mortelle ya se ha llevado a Manon, y estoy segura de que Chloé no está a salvo aún —dijo la chica del antifaz—. No podemos permitir que se lleve a Nathaniel también.

—Estoy a tus órdenes, mi lady —respondió el chico del antifaz negro.

Nathaniel retrocedió.

El cuervo finalmente se liberó, arranando el yoyo de las manos de Ladybug.

Chat Noir extendió su vara frente a su compañera, en un vano intento de crear lo más parecido a un escudo.

El cuervo extendió sus alas y dejó salir un sonido similar a un alarido aterrador e intimidante.

Le Papillion, desde las sombras, hizo crecer su sonrisa.

Aunque le costaba ser tan paciente, su más siniestro plan estaba avanzando a la perfección.

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