Capítulo V: Vamos al Concierto


     A pesar de que Marinette sabía que nadie conocía su secreto, no pudo evitar tener la impresión de que Adrien la estaba conduciendo a través de las miradas que la juzgaban y la culpaban por su derrota. Sólo se sintió liberada cuando Adrien abrió la puerta de la biblioteca, que se encontraba en completa soledad. Quizá por esa razón era que Adrien quería estar en ese sitio. Sea como fuere, Marinette se sintió mucho más tranquila. Aún era incapaz de dejar que su típico nerviosismo se apoderara de ella, pero le alegraba poder escapar de todas las miradas que la hacían sentir perseguida.

Dentro del bolso, Tikki ya no podía seguir conteniendo su angustia.

Adrien intentó llevar a Marinette a una de las mesas para que ambos pudiesen sentarse, ero la chica tomó la iniciativa cuando las palabras escaparon de sus labios.

—A-Adrien... Lamento haber arruinado lo de ayer, yo...

El chico la miró con confusión por un instante, esbozando después una cálida sonrisa. Su mano derecha se posó sobre el hombro de Marinette, causando que un ligero sonrojo apareciera finalmente en las mejillas de la chica. Al menos, parecía estar volviendo en sí.

Y esa punzada de dolor en su mano aún podía sentirse.

—Descuida —sonrió él—. No ha sido culpa tuya. Fue sólo un accidente. Entiendo que hayas tenido que volver a la panadería para ver a Alya. Yo habría hecho lo mismo.

Era imposible lidiar con esa sonrisa, así como tampoco era sencillo tener que sostener una mirada tan triste que no iba nada acorde con lo que todos conocían de Marinette.

—Lamento no haber vuelto a buscarte, Adrien...

—Lo único que importa es que no sucedió nada malo. Todo volvió a la normalidad y nadie resultó herido.

—Tal vez no, pero de igual manera debí hacer algo para proteger a Manon...

Adrien aplicó un poco de fuerza en su mano para enfatizar sus siguientes palabras.

—Por supuesto que no. Esa criatura pudo haber sido peligrosa, Marinette.

—Lo sé, pero... D-de cualquiera manera tengo la impresión de que les he fallado a todos.

— ¿A todos?

—A Alya, a Manon, a mis padres... A ti...

Y a todo París, pensó ella.

Adrien esbozó media sonrisa, sintiéndose ligeramente ruborizado.

— ¿A mí? —preguntó—. ¿Por qué crees que me has fallado?

—Porque te invité a salir para ver una película, y al final no hemos podido hacerlo... Ni siquiera pudimos comer algo. Si ese sujeto no hubiese aparecido...

La sonrisa de Adrien no se borró. El chico tan sólo dedicó una suave caricia en la mejilla de Marinette que hizo que el cuerpo de la chica se tensara por un instante. El sonrojo en las mejillas de la chica aumentó.

—Eso no me molesta, Marinette —dijo él—. Lo único que me alegra es que todos estamos a salvo.

—Todos excepto...

—Sí... Lo sé. Y a mí también me pone la piel de gallina pensar en lo que pudo sucederle a esa niña, pero... ¡Anímate! Sea lo que sea, Ladybug y Chat Noir lo resolverán.

Ni siquiera sé por dónde comenzar, pensó ella.

—Supongo que... tienes razón. Tenemos que confiar en ellos...

Adrien asintió, y por un instante ensombreció ligeramente su semblante.

—Sí... Pero por ellos es que tenemos que pensar positivo. Así evitaremos darles más problemas.

Marinette asintió.

—U-una amiga me dijo lo mismo hace unas horas... Si ambos lo dicen, tiene que ser cierto.

—Lo es —asintió él de vuelta—. No quiero verte llorar, ¿está bien?

La chica, sin borrar su sonrisa habitual, enjugó sus lágrimas.

—D-descuida —dijo—. Estaré bien.

Ambos creyeron por un instante que estaban cayendo en un silencio incómodo, por lo que Adrien se aclaró la garganta y llevó una mano a su nuca para poder desviar la mirada y poder continuar. Esa simple reacción, esa actitud tan sencilla y aparentemente inofensiva, causó que algo en el corazón de Marinette volviera a encenderse.

Con timidez, el muchacho balbuceó.

—M-Marinette... T-te pedí que vinieras conmigo para... B-bueno, yo también pasé toda la noche pensando que... Q-quiero compensar lo que pasó ayer.

— ¿Compensar...?

—S-sí... Mira esto.

Adrien pudo tomar una potente recarga de seguridad en sí mismo cuando llegó el momento de buscar algo en su bolsillo. De esa manera pudo volver a la carga, mirando a Marinette con la misma confianza que había utilizado al principio. Con delicadeza, entregó en manos de la chica dos boletos en los que podía leerse algo contundente. Sin embargo, Marinette decidió contener su repentina emoción para permitir que Adrien diera su explicación. La sonrisa que la chica esbozó no le pasó por alto al muchacho, quien se sintió mucho más dispuesto a dar el primer paso a sabiendas de que todo resultaría tal y como lo había planeado.

—Son entradas para un concierto de Jagged Stone —dijo Adrien—. Son lugares preferenciales. En un palco. Hoy por la noche.

— ¡Es increíble! ¡Me encanta Jagged Stone!

La sonrisa de Adrien no parecía poder borrarse de alguna manera.

—Lo sé —respondió—. A mí también me gusta. C-creí que te gustaría.

Tuvo que desviar su mirada nuevamente. Jamás pensó que estar en esa posición fuera tan difícil. Así que fijó su mirada de nuevo en la chica, dejándose llevar por la ilusión reflejada en aquellos hermosos ojos azules. Tomó una bocanada de aire y sólo se dejó llevar.

—Marinette... ¿Te gustaría ir al concierto conmigo?

La respuesta fue inmediata.

—Me encantaría.

Aliviado, el chico al fin pudo relajarse.

—De acuerdo —dijo—. ¿Qué te parece esto? El concierto empieza a las ocho. Puedo ir a buscarte a las siete, iremos al concierto, y después te invitaré a cenar.

—Ese plan me gusta. Tendré que pedirle a Alya que me cubra de nuevo en la panadería, pero... ¡Sí! Estaré ahí.

—Bien... Ahora deberíamos ir a clase. Creo que se está haciendo un poco tarde.

Marinette no opuso resistencia.

Al estar de nuevo en los pasillos, a la vista de todos sus compañeros, Marinette pudo sentirse lo suficientemente confiada como para dedicar cálidas sonrisas y saludar a todos y cada uno de sus amigos. Se detuvo, junto con Adrien, para conversar un poco con Max Kanté antes de entrar al aula que ya comenzaba a llenarse con el resto de sus compañeros.

Fue gracias a esa llegada triunfal, en la que Adrien y Marinette entraron riendo de alguna broma que habían escuchado minutos antes, que la tensión comenzó a aparecer lentamente. Todo se debía a la mirada de desprecio que Marinette recibió por parte de Chloé Bourgeois, aquella chica rubia que tamborileaba impacientemente con sus dedos sobre la mesa que compartía con su mejor amiga. Sabrina Raincomprix.

Percatándose de aquellas miradas desagradables, Marinette sólo les dedicó una pequeña sonrisa a las dos chicas que ya incluso habían visto las entradas para el concierto que Marinette llevaba orgullosamente en sus manos.

Adrien, ocupado en la conversación que mantenía con su mejor amigo, no pudo percatarse de que Chloé intentaba apuñalarlo con la mirada.

Después de todo, quizá Adrien decidió guardar como un secreto el origen de las entradas al concierto de Jagged Stone. Pero para Chloé era imposible olvidar que, siguiendo un pequeño consejo que Sabrina dijo como un comentario al aire, era ella quien le había dado esas entradas con la esperanza de que Adrien quisiera invitarla al concierto.

A ella.

A Chloé Bourgeois.

Pensar en Adrien utilizando el plan en su contra, invitando a nadie menos que Marinette Dupain-Cheng, era un golpe directo al orgullo de la chica rubia.

Y si para Chloe era imposible de aceptar, para aquella otra chica de largo cabello marrón que miraba la escena desde uno de los escritorios superiores del aula era mucho peor.

Contrario a lo que Chloé pensaba en ese preciso momento, Alya recibió con los brazos abiertos a su mejor amiga cuando se percató de aquella inconfundible sonrisa.

—Vaya, vaya... —comentó Alya una vez que Marinette ocupó su asiento a un lado de ella—. Una cita, y ustedes ya son inseparables. Sabía que mi idea era fantástica. Agradéceme, anda.

Las mejillas de Marinette se tornaron de un rojo un tanto más intenso, aunque Adrien parecía no haber escuchado aquellas palabras.

— ¡Por supuesto que no! —Respondió Marinette—. Y lo de ayer fue un completo fiasco...

—No lo parece —sonrió Alya—. Tus ojos están rojos.

—Lo sé...

— ¿Hay algo que quieras decirme?

Nada que realmente pueda decir en público, pensó la aludida.

—Descuida —sonrió Marinette, deseando que su implacable amiga quisiera desistir al menos una vez—. Sólo estoy preocupada por Manon, pero... A-Adrien tiene razón. Si queremos ayudar en algo a Ladybug y Chat Noir, tenemos que pensar positivo. Así no les daremos más problemas.

—Una idea inteligente —concedió Alya—, pero no puedes engañarme. Yo sé perfectamente lo que sucede contigo.

— ¿L-lo sabes...?

— ¡Estás en shock por lo que sea que ha pasado con Adrien! ¡Tienes que decírmelo todo!

Al igual que cada vez que Alya utilizaba palabras clave que podían causar un colapso en lo más profundo de la chica de los ojos azules, Marinette respiró con tranquilidad cuando se dio cuenta de que su secreto aún permanecía oculto.

Riendo junto con su amiga, deslizó las entradas sobre la mesa.

—Jagged Stone —dijo Marinette—. Esta noche. Sé que pensarás que es demasiado, pero... Si pudieras cubrirme sólo una vez más...

—Sabes que estaré ahí —aseguró Alya—. Pero, ¿en serio es todo lo que vas a decir?

— ¿De qué hablas?

—Bueno... Esto definitivamente es una invitación. Una cita. Con Adrien Agreste. ¡Adrien-Agreste!

La impaciencia que Alya transmitió con sus palabras consiguió hacer que Marinette se quedara sin aliento, tomando de nuevo las entradas para mirarlas con entera atención. Posó sus ojos sobre cada letra, cada palabra, permitiendo que su respiración se agitara. Alya tuvo que tomar las entradas para resguardarlas cuando Marinette se deshizo en un sonido agudo, similar a un contenido grito de emoción. Sonrió satisfecha al darse cuenta de que su mejor amiga aún estaba ahí, oculta detrás de la nube de tristeza.

— ¡No puede ser! —dijo Marinette, teniendo cuidado de no elevar demasiado el volumen de su voz y haciendo que ésta se escuchara tan aguda que parecía irreal—. U-una cita... ¡Una cita! ¡Con Adrien Agreste! ¡Esto no puede estar pasando! Tiene que ser una broma... ¿Por qué otra razón se fijaría en...? ¡Se ha fijado en mí! ¡Lo sabía! ¡Estamos hechos el uno para el otro! Deben haber sido las galletas... ¡Sabía que le gustarían! Pero, ¿en qué estoy pensando? ¡No tengo nada qué ponerme! ¡Mírame! ¡Soy un desastre! ¿Eso le gustará a Adrien? Quizá sólo me ha invitado porque ayer me vestí para una ocasión especial... ¡Pero son lugares preferenciales para ver a Jagged Stone! Tiene que ser una señal que a ambos nos guste su música. ¡Todo será perfecto! No importa lo que haya pasado ayer... ¡Esta vez sí voy a decírselo, antes de que sea demasiado tarde!

Alya sonrió de nuevo y rodeó los hombros de Marinette con un brazo para atraerla hacia su cuerpo. Aquello causó que, de alguna manera, Marinette pudiese darle una pincelada de color a su mundo que cada vez dejaba de ser menos gris.

—Así es —dijo la chica morena—. Y si todo esto resulta bien, estarás en deuda conmigo por siempre.

—Por supuesto. Sin ti, todo esto sería un caos.

Ambas chicas rieron de nuevo, sin separarse de aquel abrazo en el que intentaban remarcar el vínculo que las unía.

La chica del cabello marrón que las observaba, en soledad, se levantó de su asiento y abandonó el aula con violencia sin que su ausencia representase algo en absoluto. Pasó frente al muchacho rubio y le dirigió una auténtica mirada fúrica que Chloé Bourgeois también pudo percibir. Al retirarse, Adrien no se percató de ello.

Y aquel otro chico pelirrojo, inclinándose sobre uno de sus dibujos de la chica de ojos azules, deseó poder haber hecho lo mismo.

Entre aquel grupo de estudiantes podía ya sentirse la desagradable y dolorosa sensación de un corazón roto. O dos. O tres.

O un akuma.

O dos.

O tres.

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