Soy sólo un niño

"Sin poder,
no podrás proteger nada. Este mundo esta dominado por gente superior.
Todo aquel que quiera rebelarse contra este ciclo terminará pagando las dolorosas consecuencias"

ꟷTh3 Karasu

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Narra Taylor Díaz

Una tarde fría de invierno.

La tempestad trae consigo fuertes vientos que a su vez hacen rechinar las ventanas de mi dormitorio. Puedo apreciar a través del vidrio cómo caen los copos de nieve hasta terminar en una manta espesa de color blanco que cubre en su totalidad el césped, quitándole su original tono verde.  

Estaba descansando sobre la cama, envuelto en unas colchas que brindaban un calorcito sobrecogedor cuando de repente escucho unos gritos de mujer provenientes de la habitación de al lado.

Mi piel se congela, provocando que todo el calor que sentía desapareciera en ese momento.

Su voz se me hace extrañamente conocida. Hasta puedo afirmar quién es.

Lento y con pasos torpes, me dirijo al lugar del cual provenían los alaridos de sufrimiento para encontrarme con una escena que no esperaba, pero que, al mismo tiempo, era tan común en mi hogar.

Mi padre, Tomás, está otra vez borracho mientras que mi madre rogaba por piedad.

—¡¡BASTA, TOMÁS!! —gritaba su nombre tratando de calmar a la bestia— Por favor, me lastimas.

—¡Cierra la boca maldita perra! —exclamó para luego abofetearla con todas sus fuerzas, dejándola postrada en la pared.

Agarró lo primero que vio, que por desgracia era un jarrón de porcelana que en su interior contenía unas flores ya marchitas por el tiempo, y lo hizo pedazos contra su cabeza.

Él simplemente se limitó a observar cómo ella caía desplomada al suelo.

Sin embargo, mi primera reacción fue agarrarla antes de que eso sucediera, pero mis piececitos diminutos no podían alcanzar gran velocidad. Solo llegué a ella cuando ya se encontraba tirada igual que a bolsas de basura y a su alrededor habían pequeños pedacito de vidrio rotos. No me importó cortarme varias veces con ellos, lo único que quería era tenerla entre mis brazos y llorar sin que hubiera un mañana.

No pasó mucho tiempo para que un gran charco carmesí empapara tanto la ropa de la mujer como la mía e incluso mi rostro estaba cubierto por la sangre de la persona más importante de mi vida: mi madre.

—¡Despierta, por favor, despierta! —Digo desesperado, aunque sabía que no me respondería— ¡¡MAMAAA!!

Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas una a continuación de la otra hasta terminar cayendo en el rostro de mi amada madre que yace inconsciente, casi sin vida, en el suelo.

Las manos me temblaban a medida que le acariciaba el cabello. Mi respiración era agitada y poco regular. Sentía un gran vacío en mi pecho como si me hubieran arrancado un pedazo de mi ser, el dolor y el sufrimiento me consumen lentamente y el pánico se apodera de mi cuerpo tembloroso.

Recosté la cabeza en su regazo tratando de calmar mi alma en pena. Su corazón se ralentiza hasta que dejo de escuchar el siguiente latido, su respiración también se detiene. Estaba muerta.

—No, no, no por favor no —cubrí mi rostro con las mano ensangrentadas— Por favor, no me dejes mamá.

Trate de reanimarla con suaves golpecitos en el pecho, pero cuando vi que eso no funcionaba comencé a sacudirla de los hombros exasperado.

—Levántate, mocoso —clamó la única persona presente en la escena.

Una mano enorme se aferra a mi brazo con brusquedad.

Mis extremidades son; flacuchas, débiles y desnutridas al igual que el resto de mi cuerpo, debido a mi falta de apetito, por eso a Tomás se le hizo muy fácil ponerme en pie de un solo tirón.

—¡Suéltame! —reprocho moviéndome de un lado a otro hasta lograr que me soltara y regreso a mi lugar de origen, junto a mi madre.

Esta vez Tomás, enfadado agarra el cuello de la chaqueta que yo traía puesta, me eleva a una distancia considerable del suelo y me hace volar por toda la habitación para terminar impactando mi espalda contra la pared que quedaba por fuera de la habitación en la que antes me encontraba.

Con dificultad logro levantarme y retrocedo hasta las escaleras que conectan los dormitorios con la enorme antesala de una gran mansión en la cual, antiguamente, vivía una familia feliz.

Tomás me sigue de cerca sin apartar su mirada de odio y desprecio de la mía que lo observa con pavor.   

Él es demasiado fuerte. Ni siquiera soy un rival digno, más bien parezco un insecto bajo sus zapatos. Pero eso también se debe a que él es un Alfa y yo tan solo un pequeño omega debilucho.

—La zorra de tu madre obtuvo lo que se merece y si no quieres acabar como ella, te recomiendo que te comportes —amenaza aquel que dice ser mi padre.

Sin embargo, ya no lo considero más mi padre, no después de haber matado a mi madre.

¡Odio!

Es lo único que siento por él en este momento, odio.

Tengo unas ganas inmensas de aventarlo por las escaleras para apreciar su muerte lenta y dolorosa.

Lo intenté, pero fue algo completamente patético e inútil, no lo moví ni un centímetro. Es como tratar de mover una pirámide de ladrillos. Lo único que conseguí con eso fue hacerle reír de manera arrogante.

—Mocoso del diablo, ¿enserio esa fue tu mejor jugada? —bufó.

—Te odio, te odio, te odio —repetí una y otra vez—. Si crees que me quedaré callado después de lo que hiciste, estas...

—¿Y qué? —Interrumpió— ¿Piensas qué las personas le van creer a un mocoso como tú, ehh?

Me abofetea y caigo sentado.
Rápidamente puse mi mano sobre el sitio del golpe intentando aliviar un poco el daño y volvieron las lágrimas.

Lo que esta vez no lloraba por dolor o sufrimiento, sino por la impotencia de no poder hacer nada para vengarme, ni siquiera mis palabras harían la diferencia contra ese monstruo.

—Sisto —llamó a su más leal lame botas—, limpia este desastre y mete a este mocoso en el coche. No olvides cambiarlo de ropa y enjuagar su cara.

—Sí, señor.

—Espera —Lo detiene en el acto—. Cuando lo pongas en el auto, enciérralo con el pestillo. Ya lo único que me faltaría es que también intentase escapar.

Sisto obedece la orden de su patrón, me toma del brazo obligándome a caminar.

—¡No me toques! —intenté librarme de él, en vano.
     
                                🐺

Llegando a la puerta principal este me carga para luego sentarme en la parte trasera del coche, coloca el cinturón de seguridad al rededor mí cintura y se marcha, pero no sin antes poner el pestillo que impedía que la puerta se abriera.

—¡Déjenme salir, auxilio! ¡Que alguien me ayude! —imploraba ayuda a quien sea que pudiera escucharme.

Los empleados me veían gritar, sus rostros denotaban lastima. Sin embargo, ninguno hizo el intento de acercarse al vehículo. Me pase un largo rato gritando e incluso mi garganta empezaba a arder por tanta actividad en mis cuerdas vocales.

Hasta que simplemente me rendí.

No había nada que pudiera hacer, ni nadie que me pudiera ayudar. Entonces me quede solo, en silencio, y vinieron los recuerdos de mi madre. Su nombre era Kate.

Ella siempre fue una mujer linda, tenía los ojos color avellana, tez blanca como la nieve y el cabello claro. Era amable con todos, aun cuando la trataban con desprecio.

Me traslade al día exacto en donde los tres integrantes de mi familia —Tomás, Kate y yo—  nos fuimos de vacaciones a una cabaña que mi padre había comprado unos años atrás, en ella hicimos una acampada después de realizar una exhaustiva excursión a través de las montañas.

Kate se puso recoger madera en el bosque, Tomás pescaba el alimento y yo le ayudaba buscando la carnada para los peces, luego mamá llegó y se sentó junto a nosotros.

Éramos tan felices.

Aún recuerdo la foto que nos tiramos cuando mi papá cayó al agua porque el pescado le superó de inteligencia y fuerza.

Una delgada línea en forma de sonrisa se hace presente en la comisura de mis labios al rememorar la cara de asombro y espanto de papá mientras nos reíamos de él, viéndolo caer al agua.

Fue el mejor día de nuestras vidas y el último, a partir de ahí comenzaron los problemas.

Tomás se distanció, volviéndose excesivamente agresivo cada vez que regresaba a altas horas de la noche, de sabe dios que lugar, y mi madre se iba convirtiendo aun más sumisa a él. Aguantando todas sus ofensas, agredíos e incluso abusos.

No sé cuál fue el motivo de tanta violencia, sólo sé que soy solo un niño y por más que intente detenerlo la culpa siempre recaía en mí. Se desquitaba todo su odio conmigo, aunque mi madre a veces se entrometía entre ambos, pero, aún así, me seguía golpeando.

—¿Me extrañaste? —dice sacándome de mi ensimismamiento. Le ignoro, había acabado todas mis energías —Por fin me libraré de ti, mocoso.

Sus palabras causaron que un extraño escalofrío recorriera por mis venas, helándome hasta los huesos.

¿A qué se refería con eso? ¿Es qué acaso me hará lo mismo que a ella?

Abro los ojos como plato, observándole lo más espantado que podía estar en ese momento.

—¿Qué? ¿Ahora si me tienes miedo? —ríe entre dientes— Tranquilo, a ti no te puedo hacer lo mismo porque eso sí levantaría sospechas y bastante tengo ya con el cadáver ensangrentado en mi dormitorio.

—Eres un monstruo.

—Lo sé, pero tú y yo no somos tan diferentes —Me mira de reojo a través del retrovisor.

—Te equivocas… no me parezco en nada a ti.

—¿A si? ¿Y por qué intentaste aventarme por las escaleras? —Sonríe complacido— Tu y yo somos iguales, mocoso, te guste o no.

No respondo. Él solo intenta hacer que me enfade, pero no lo conseguirá.

Yo nunca sería capaz de matar a nadie…. ¿o sí?

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Espero que les haya gustado el primer capítulo mis amados lectores. No olviden votar, comentar y compartir si es así 🙏

Gracias a th3karasu por la hermosa frase. Este capítulo está dedicado a él 😁

Si quieren que le dedique un capítulo déjenme sus comentarios aquí 👈

Con cariño Katy 😘

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