Orfanato
Despertar en un sueño de helado miedo.
No puedo escapar.
No hay a donde huir.
Así que solo afróntalo
y no grites mas porque nadie te va a oír”
—Katherine Roque, Mío solo mío.
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Narra Taylor Díaz.
—Llegamos.
—¿A dónde? —le pregunté a mi padre, Tomás, curioseando desde la ventanilla.
El hombre sale del auto y se acerca a la parte trasera donde me encontraba observando el lugar al que me había traído, a la fuerza. Solo puedo observar un edificio de gran tamaño y lo más probable es que no exista otra edificación a más de miles de kilómetros de distancia.
Un lugar desértico, lejos del bullicio de la ciudad. A sus alrededores solo hay maleza y bosques en abundancia de arboles.
Por lo tanto, si intentase fugarme sería un completo suicidio. Me podría perder fácilmente.
La parte delantera tiene un aspecto colonial como si fuera de otra época, le falta remodelamiento. La mayoría de los ventanales están cubiertos con unas cortinas algo viejas y sencillas, pero no por eso dejan de ser llamativas; las paredes son de ladrillos y están enmohecidas, mientras que las ventiscas y la nieve habían hecho sus estragos cubriendo parcialmente los techos y demás partes de la edificación.
A primera vista parece un sitio acogedor, aunque hay algo el que no me brinda mucha confianza. Aun no he visto en su interior, pero algo me dice que no será como aparenta la fachada. De lo que si estoy convencido es que el lugar debe ser muy espacioso por dentro.
En la entrada hay un cartel que dice “Orfanato Sousa Rangel para niños especiales” —Creo que dice eso— al faltar algunas letras, no puedo leer con exactitud lo qué está escrito en el anuncio.
Pero… ¿Por qué me trajo aquí? No pensara abandonarme ¿o sí?
—Tu nuevo hogar —anuncia respirando profundo con insuficiencia a modo de burla.
—¿Mi nuevo hogar? —repito algo dubitativo, incrédulo, bajo sus palabras.
¿Lo dice enserio?
Sé que este tipo es capaz de todo, pero aun conservo la esperanza de que recapacite. Después de todo soy su hijo, no puede abandonarme en un sitio como este así porque si.
—Lo que has oído, aquí te pudrirás el resto de tu vida. No quiero volver a ver tu cara nunca más y, a decir verdad, estoy convencido de que no duraras ni dos días aquí y con suerte nadie volverá a recordarte —hace una pausa como si estuviera pensando la forma de seguirme hundiendo—. Si de casualidad te veo de nuevo, espero que sea en un ataúd y que tu cuerpo este siendo devorado por los gusanos.
Siento un dolor penetrante en mi pecho, es la misma sensación que sentiría si una bala atravesara mi piel.
Toda aquella esperanza que le guardaba al hombre que se encuentra de pie frente a una puerta que nos separa, desaparece como si nunca hubiese existido, es un verdadero monstruo. Y pensar que, en algún punto de mi vida, yo habría dado cualquier cosa por mi padre, le amaba y admiraba como a nadie. No soy capaz de creer en lo que se ha convertido.
Lo único que suplico es una explicación.
¿Por qué? ¿Por qué me trata así con… indiferencia y resentimiento? ¿Qué hice mal?
A lo mejor hice algo que le molesto, no sé. Si tan siquiera me explicara, quizás, podríamos arreglar todo esto…. pero…. ¿en qué estoy pensando?
Nuestras vidas nunca volverán a ser como antes.
No después de haber matado a mi madre, no después de golpearme cada vez que se le antojaba, no después de todas las ofensas y los malos momentos que viví por su culpa…. jamás podría perdonárselo.
Abre la puerta trasera, retira el cinturón que me rodeaba la cintura y hace una señal indicándome que salga del auto. Me niego a hacerlo. Sin embargo, eso fue motivo suficiente para que Tomás agarrara mi chaqueta y tirarse de ella, forzándome a obedecer.
—Te dije que te bajaras del coche.
—¡Suéltame! —reproché.
Una señora, ya algo mayor de unos… ¿49 años de edad?, se acerca hasta nuestra posición mientras esboza una sonrisa que se le ve a las mil maravillas que es fingida.
—Buenos días y bienvenidos al orfanato Sousa Rangel, mi nombre es Raquel Soto. ¿Qué puedo hacer por ustedes? —habló con firmeza y determinación.
Ella debe ser la directora del lugar.
—Un placer conocerla, mi nombre es Tomás Díaz y este pequeño de aquí es mi hijo, Taylor. Vine hasta acá por él. Digamos que tiene ligeros problemas de conducta, puede ser agresivo en ocasiones e incluso intento empujarme de las escaleras.
Que sínico. Ojala se atragante con su próxima comida o, mejor aún, que alguien intente envenenarlo. Si no es que lo hago yo primero.
—No me digas —cuestiona no muy convencida.
La mujer me observa de arriba para abajo como si fuese poca cosa e incapaz de hacer lo que el señor había dicho hace un minuto.
—¡No es cierto! ¡Él mato a mi mamá! Tiene que creerme señora, él la asesinó. Vaya a mi casa y revise su habitación para que lo vea usted misma —Me precipito a balbucear tratando de defenderme ante la acusación que hizo mi propio padre en mí contra.
Suelo ser más creíble que eso. No obstante, me encuentro bajo mucha presión.
Nadie creería la declaración que acabo de hacer por actuar de tal manera. De hecho, soné como un niño haciendo un berrinche, pero qué más puedo hacer, si eso es exactamente lo que soy.
—Jojojo —Raquel ríe ampliamente, su voz es gruesa y su cuerpo tosco tampoco le favorece mucho—. Que imaginación tienes muchacho. Pienso que, aparte de tener problemas de conducta, también vamos a necesitar presentarte a la psicóloga.
—Lo ves, está delirando —afirma Tomás haciéndose la víctima—. Me temo que todavía no ha superado la muerte de mi mujer y me culpa de ello, al punto de querer matarme. ¿Puedes creerlo?
¿Cómo puede decir algo así, sin una pizca de remordimiento?
¡¡Por el amor de la santa madre Luna!! ¡¡Que está hablando de su propia esposa, joder!! Bueno… si yo soy su hijo y se comporta de esta forma conmigo, no me quiero ni imaginar cómo debe tratar al resto del mundo.
—No se preocupe, nos encargaremos de su hijo. Ya verá que dentro de poco aceptará la realidad.
Encuentro cierta similitud entre estos dos. Deberían de casarse, están hechos uno para el otro. Me excluyen y se hacen a la idea de que no existo.
—Pero señora, yo... —les interrumpo.
—Silencio muchacho y no me llames más señora o es que acaso no ves que soy una señorita —reitera Raquel, enojada.
“Señorita” dice, es que acaso no se ha mirado últimamente en un espejo.
Es una cascarrabias, tiene la piel arrugada con una verruga muy pronunciada en la barbilla y en cuanto a sus ojos parece como si estuvieras mirando el abismo del infierno. Es la mismísima encarnación de Lucifer en femenino y después de todo se cree una “señorita”, Já. Por favor, no me hagas reír
—No quisiera dejar a mi pobre hijo aquí, pero Taylor no me dejó más opciones. De otra forma estaría poniendo mi vida y la de él en peligro —dijo el muy hipócrita—. Creo que sería capaz de hacerse daño a sí mismo.
Uyyy que odio, como odio a ese sujeto.
Corro más peligro con él que con cualquier demente que se encuentre dentro de este orfanato.
Mi mandíbula se tensa al igual que mis puños. Estoy que hecho humo por los oídos de solo oír su irritante voz burlándose de mí una y otra vez.
—Estará en buenas manos, puede confiar —asegura Raquel mientras me toma por los hombros aplicando un poco de presión sobre ellos.
—Estoy convencido de que así será —Tomás se arrodilla ante mí, poniéndose a mi altura—. Lo ves pequeño, no tienes nada que temer.
Intenta acariciar una de mis mejillas, pero fui más rápido, más hábil que él y antes de que su mano pudiera tocarme, la mía ya estaba impactando a la velocidad de la luz contra su rostro, borrándole esa detestable sonrisa burlona de la cara.
—¡Te voy a matar desgraciado! Te mataré por lo que hiciste ¡LO JURO! —le amenace sacando toda mi ira.
Él retrocede ya de pie, pero yo intento irle para arriba con la misma intensidad que tienen mis palabras y es ahí donde Raquel interviene impidiéndome que le rompa la cara a ese imbécil, ella reforzó su agarre sobre mis hombros para evitar que eso sucediera.
No me importo las consecuencias mis actos y, como era de esperarse, tal comportamiento no iba a ayudar para nada en mi situación actual, solo la empeoró considerablemente.
—¿Por qué hiciste una cosa de esas? —La mujer se quita uno de sus zapatos y me golpea por los tobillos. Note que no estaba utilizando toda su fuerza, pero, aún así, me dolió mucho—. Serás castigando como te mereces. Entra y espérame sentado en la silla de mi oficina ¡¿entendiste?!
No lo dude y entre corriendo en la recepción mientras dejaba a ambos atrás de mí. Las últimas palabras que consigo escuchar de ese señor que se llena la boca diciendo que es mi padre fueron: "quiero que hagan lo que sea necesario para educarlo, no importa como lo hagan"
Sé que me esperara un infierno en este orfanato después de haber escuchado eso.
Quizás golpearlo no fue lo más sensato, pero ahora me siento como si me hubiesen quitado un gran peso de encima, agradecido con la vida por darme esa oportunidad tan única y es que no podía seguir resistiendo a sus provocaciones y burlas
Al final consiguió lo que él quería, hacerle creer a las personas que estoy demente. Ojala no tuviera seis años, quizás nada de esto hubiera sucedido, sin embargo, eso solo le da más ventajas al enemigo. Tomás sabe que no represento una amenaza para sus intereses. Él me conoce mejor que cualquiera y sabe cuáles son mis debilidades, mi forma de actuar, incluyendo las reacciones que adopto si me provocan y eso siempre lo utilizara a su favor.
Mis posibilidades de ganar si me enfrentase a él serían nulas.
🐺
No me fijé por donde corría y choco contra el pecho de una persona de gran corpulencia, cayendo de bruces al suelo. El joven con quien había tropezado es realmente grande en comparación a mi estatura, es decir que si yo mido ochenta centímetro el debe medir más de un metro y desde la posición que me encuentro se ve imponente y algo intimidante he de admitir.
—¡Idiota! ¿Estás ciego o qué? —bramó frunciendo el ceño, su expresión denota enojo.
Me levanté con torpeza de la suciedad.
—Lo siento, yo-yo…. no te vi —Mi voz apenas era un susurro.
Mirarle directamente a la cara era algo imposible de hacer, la avergüenza me carcomía. Así que sin esperar su respuesta continúe corriendo con los ojos empañados dejando atrás al sujeto que me seguía con la mirada.
🐺
Llegué a la oficina de la directora, tal como ella me había ordenado antes, y me siento en una de las sillas mientras adopto una posición fetal.
Aproveche la oportunidad de que nadie más podía verme y dejo salir el dolor mesclado con una pizca de odio en forma de lagrimas que brotan desde el interior de mis ojos hasta terminar humedeciendo mis labios.
A lo largo del extenso pasillo —el cual había recorrido hace unos minutos— escucho algunos pasos acercándose a la habitación donde me encontraba.
Deduzco que se trata de una mujer joven debido al sonido que provoca el repiqueteo de sus tacones.
Limpie rápidamente mi rostro, eliminado todo rastro del camino de lágrimas que se abrían paso a través mis mejillas.
La puerta se entona y una mujer bonita de buen vestir me sonríe con sinceridad, pero su expresión cambia al verme sentado sosteniendo las rodillas entre mis brazos y en ellas reposaba mi rostro, hinchado, con un ligero tono rosado de tanto llorar.
—Ohh no ¿por qué lloras? —interroga preocupada.
¿A qué viene eso? ¿Es que acaso no se ha dado cuenta del lugar en el que nos encontramos?
Esa ha sido la pregunta más estúpida que he escuchado en el día de hoy, nadie quiere estar aquí. Y en este caso, ser despojado de mi propia casa, a la fuerza, en donde vi morir a mi madre y, para mejorar la situación, mi padre me repudia que si fuera por él hace mucho tiempo hubiera estado muerto.
Aun estoy sorprendido de no estarlo ya.
Mi vida ya era bastante difícil antes de llegar al orfanato y ahora siento que va a empeorar mucho más. No tengo protección alguna, nadie va a preocuparse de mi bien estar. Estoy solo contra el mundo y entonces es que me planteo la idea de que si “de verdad vale la pena seguir viviendo”.
Puede que lo mejor que pueda pasarles a todos, incluyéndome, sea que desaparezca para siempre. Quién sabe, a lo mejor pueda reunirme con mi madre.
—No estaba llorando —miento tratando de disimular para que no se notará lo mal que estaba—. Estoy bien.
Ni si quiera yo puedo convencerme de lo que digo, pero lo poco que me queda es la dignidad y prefiero mil veces fingir estar bien antes que demostrar debilidad.
—Pues, eso no es lo que yo veo —responde.
—¡Y a usted que le importa! —grité tratando de desviar la atención de mi, con el único fin de que dejará de preguntar si estoy bien.
—De acuerdo… si no quieres hablar, no te presionare —Levanta las manos como muestra de haber perdido la batalla—. Mi nombre es Alicia y seré tu psicóloga/doctora, pero más que eso seré tu amiga en cualquier cosa o dudas que tengas.
No te hagas la buena gente que de seguro eres otra escoria con piel de oveja. Estoy tan acostumbrado a que me traten como a una basura que tu teatro de doctora gentil no me lo voy a tragar, tendrás que esforzarte mejor que eso.
—No necesito a una loquera para contarle mis problemas —solté sin más exactamente lo que pensaba al respecto.
—Eso dicen todos. Sin embargo, siempre necesitaremos a alguien con quien poder hablar —volvió a sonreír, lo que esta vez con menos entusiasmo.
Corte el contacto visual con ella cuando sentí que las lágrimas amenazaban con volver a precipitarse. Sus palabras me recuerdan cosas muy dolorosas de mi pasado, mamá solía decirme algo parecido. Decía que “Aunque me cayera mil veces, siempre habrá alguien dispuesto a tenderme una mano, pero eso depende de que si estoy dispuesto a dejarme ayudar”
¡Qué más da! Aunque le dijera la verdad nunca me creería. Así son todos los adultos. Piensan que por ser un niño solo digo bobadas.
Desgraciadamente la vida me ha obligado a madurar más rápido de lo normal, a base de duros golpes.
Nunca tuve la oportunidad de tener una infancia simple como los demás chicos de mi edad, y eso me tortura sin medidas.
—Bien, acompáñame —interrumpe mi ola de pensamientos—. Voy a enseñarte el lugar y luego te hare algunas preguntas para llenar el formulario de admisión que me exige el orfanato ¿de acuerdo?
Asentí, no tenía ganas de seguir la conversación.
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Espero que les haya gustado y si es así por favor ayúdame con tus votos y comentarios, recuerda que tu opinión es lo más importante.
Con cariño Katy 😘
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