🎭INTRODUCCIÓN🎭

Mi infancia (9años) y mi adolescencia (18años) se basa en abusos por parte de mi madre. Me obligaba a acostarme con hombres para ganar dinero mientras mi padre trabajaba. Mi padre no era consciente de lo que pasaba cuando él se iba. Llegaba del trabajo, cenabamos todos juntos haciendole creer que eramos felices, por lo menos mi madre disimulaba bastante bien, pero a mi nunca se me dió bien fingir ser feliz. Por suerte mi padre no lo notaba. Y si lo notaba, no decía nada.

Mi madre llamaba a hombres repugnantes: gordos, delgados, fuertes, fumadores, alcohólicos, ricos, etc... Nunca tubo suficiente, siempre quería más sin saber el dolor que le provocaba a su hijo.
Cuando los hombres terminaban conmigo me iba al baño y me tiraba horas lavandome, quitándome absolutamente todo rastro de la violación. Porque era eso, una violación.
Intentaba escapar pero mi madre cerraba las puertas y ventanas. Era un monstruo y no la aguantaba más.

Fuí la última persona que vió.
La maté. Sin que los remordimientos me atacaran, fria y rápidamente.
¿Cómo? Os lo contaré.
Cada día al llegar de la universidad ya había un hombre desnudo en mi cuarto. Aquel día no era uno simple de los que frecuentaban los puticlub's, resultó ser policía.
Fue la gota que colmó el vaso. Yo ya estaba harto de resistirme, de no conseguir nada. Dejé que hiciera lo que quisiese conmigo. Jamás sentí placer ni siquiera en mi primera vez me gustó como me tocaban. Aunque me voy a ahorrar lo que hacían con mi cuerpo porque es totalmente asqueroso.
Después del acto, el policía se tiró en la cama quedándose dormido después del "maravilloso" orgasmo que tuvo.
Me levanté, no me duche porque entonces no me daría tiempo. Cogí su uniforme y la pistola y salí de la habitación con el permiso de mi madre. Ella se quedaba siempre esperando fuera a que le diese el dinero.

- Madre: ¿Y el dinero?
- Se ha quedado dormido
- Madre: Imbecil... ¡Cógelo ahora mismo!

Recibía insultos y humillaciones constantemente pero eso acabaría muy, muy pronto.

- No te va a hacer más falta el dinero, madre

Saqué la pistola que traía el policía y apunté a mi madre

- Madre: Deja las gilipolleces y baja la pistola
- Se acabo mamá

Y así, con un solo disparo en la frente, fue como mate a mi madre. El sonido de la bala dejó eco en el piso de arriba. Con mi madre tendida en el suelo derramando sangre de la cabeza, me dirigí a donde estába el policía. No se había enterado del estruendo de que hizo la pistola al dispar.
Ni siquiera me molesté en echarle de casa, me acerqué a él observándole de arriba a bajo, sin sentir nada, ni placer ni pena, ni dolor ni asco. Solo unas inmensas ganas de matarle y acabar con su vida. Él pagaría por todos y cada uno que se atrevió a ponerme las manos encima.
Presione con la pistola su pecho desnudo, y así, con tres balazos a quemarropa ya había otro cadáver más en la casa.

Y ahora, ¿cómo me desice de los cuerpos y la pistola? ¿y mi padre?

Fui al patio trasero de la casa. Allí habíamos enterrado a nuestro perrito Kono. El pobre murió por viejo y lloré mucho por su perdida. Kono era el único que escuchaba mis problemas y el único que conocía mis lágrimas.
Cogí la pala del invernadero que tenía mi padre para sus días libres y cabé en la "tumba" donde se haya muerto Kono. Nadie miraría ahí, ¿para qué?.

Después de enterrar la pistola con Kono, volver a poner la tierra y asegurarme de que todo estaba igual que antes... Llamé a mi padre.

Lloró mucho al ver a su mujer muerta y al policía a su lado (vestido y colocado por mi). Le dije que entraron a robar las joyas y objetos de valor. Que mi madre llamó a la policía cuando el ladrón estaba distraido. Que yo estaba escondido en el armario de mi habitación y fui testigo de como el ladrón al ver al policía y a mi madre, no dudo en matarles para no ser arrestado.

Pobre ingenuo... Si supiera la verdad.

Por mi parte estaba aliviado, no tenía cargos de conociencia. Se acabaron los abusos y el fingir que era feliz.
Podría ir a la universidad sin ocultar los cardenales, y después llegar a casa sin encontrarme a violadores desnudos en mi cama.

Los meses pasaban. Mi padre ya no lloraba por las esquinas. Iba y volvía feliz por haber hecho un buen trabajo con sus compañeros, saliamos los fines de semana a pasarlo bien, solos mi padre y yo.

¿Y que pasa conmigo?
Bueno, obviamente no conté nada a nadie. La policía que investigó el asesinato seguían pensado, una vez cerrado el caso, que fue aquel ladrón sin rostro.
Me iba bien en los estudios, no me puedo quejar. Me relacionaba con todos. Era lo que yo siempre había soñado: ser feliz y sin preocupaciones.

Pero todo cambió cuando le conocí a él.


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