Epílogo

Dos años después...

Camino por los pasillos del instituto con las manos guardadas en los bolsillos de mi pantalón. Resoplo para apartar un mechón de cabello que cae sobre uno de mis ojos, llevo una mano a mí oreja derecha y la rasco un poco justo donde está el pendiente negro que me hice unos cuantos días atrás. No me dolió en lo absoluto pero había ocasiones como estas en las cuales picaba como el demonio. Minnie no lo ha visto aún porque ha estado ocupado con su trabajo y eso es bueno, porque en el caso de que se hubiera hinchado habría sido bastante vergonzoso dado el caso de que él ama morderme justo ahí. Me es inevitable no estremecerme al pensar en que hemos estado también varios días sin "jugar" y ayer por la noche él me dijo con su voz ronca que me iba a dejar sin caminar. Paso la lengua por mis labios y muerdo el inferior para reprimir una sonrisa.

Hoy es su cumpleaños y en poco pasaré a estar en el último año de preparatoria. Es sorprendente como pasé de ser un niño de quince años a casi cumplir dieciocho con tan rápido, y lo mejor de todo es que mi relación con Minho va cada vez mejor. Aún peleamos pero él siempre acaba ganando con sus manos traviesas.

—Kibum—una chica se engancha de mi brazo, la miró sorprendido y después llega otra y se pone en mi otro brazo. Pongo los ojos en blanco cuando de repente me veo rodeado por muchas.

Eso también es algo que no esperaba sucediera. Pasé de ser un chico prácticamente invisible a tener notitas dentro de mi casillero todos los días. Volví a dejarme crecer el cabello pero no tanto como antes, además de que ahora también está tinturado de naranja. Recuerdo que cuando Minho me vio, lo primero que hizo fue tirarme en la cama de su apartamento, y bueno, lo que pasó después ya son detalles.

No sé si realmente soy gay o si mi novio ha logrado enamorarme lo suficiente como para que ya nadie más me interese o tan sólo siquiera llame mi atención. Las aparto lo más amable que puedo y me pongo frente a ellas. No sé cuántas veces he dicho y hecho esto.

—Lo siento —hago una reverencia—. Tengo novio y ninguna de ustedes me interesa, así que por favor intenten con alguien más.

Les dedico una sonrisa, ellas primero me miran confusas durante un par de segundos, al tercero ríen y vuelven a engancharse de mí. Bufo. No puede ser cierto.

—¡Bum! —tanto ellas como yo, giramos hacia dos chicos, de cabello rubio y castaño respectivamente.

—¡Woohyunnie! —vuelvo a soltarme—. ¡Jonghyunnie! —corro hasta ellos y me abalanzo a abrazarlos. Se convirtieron en mi salvación.

Tal vez se deba a una impresión mía pero puedo oír suspiros a mi espalda. Me giro y todas dan un gritito. ¿Por qué se ponen así? Solo somos chicos de segundo.

—Ya veo tu emoción —ríe Jonghyun tocando la pequeña coleta que tengo hecha.

—Las comprendo —dice Woohyun haciendo que su gorra quede hacia atrás—. Te has vuelto muy atractivo estos años, Bum.

—Es cierto.

—Pero yo tengo novio —me cruzo de brazos, hago un puchero—. Y ellas no me interesan.

—A veces las chicas no entienden eso —Woohyun me da un suave golpe en la frente.

Ha cambiado mucho. No sólo en su físico, sino que también en su actitud. Sigue siendo igual de gracioso que siempre pero ya no se la pasa diciendo estupideces, o al menos ya no tanto. Jong por otro lado, me confesó que sí le gustaba pero se dió cuenta que no tenía oportunidad cuando notó que estaba enamorado de Minho. ¿Cómo se enteró? Dijo que noto como yo escribía su nombre en mis cuadernos sin ser consciente.
Pero ahora, la cosa es, que su novio es nada más y nada menos que Taemin. Sí, al final él logró lo que quería también.

Ellos pasan sus brazos por mis hombros y yo por sus cinturas. Comenzamos a caminar como los tontos que somos. Reímos de forma sonora porque estamos a nada de caer pero logramos mantener el equilibrio sosteniéndonos juntos. Muerdo mi labio inferior tratando de concentrarme.

—¿Qué le darás a Minho por su cumpleaños? —pregunta Jonghyun de repente sin dejar de mirar nuestros pies.

—Ya tengo planeado unas cuantas cosas pero un regalo en específico aún no lo tengo. Había algo que le quería dar pero es demasiado costoso —suspiro pisándole el zapato a Woohyun accidentalmente.

—Tal vez deberías bañarte en mermelada de fresa y dejar que él te lama para que después...

—¡Woohyun! —gritamos Jonghyun y yo al mismo tiempo.

El aludido ríe. Inevitablemente, nosotros también. Nos detenemos frente al cuadro de calificaciones, estoy a punto de pedir permiso pero todas las personas se abren. Aguanto las ganas de poner nuevamente los ojos en blanco, me suelto de los brazos de los chicos, doy un paso hacia adelante con el corazón a mil.

—No lo puedo creer...—susurro llevando mis manos a mi boca—. ¡Estoy dentro de los tres mejores!

Chillo, salto y doy palmaditas al aire. Los abrazo a ambos que me miran confusos cuando me separo.

—¿Qué sucede?

Muevo mi cabeza de lado a lado en una negativa hacia ellos. Saco mi celular de mi bolsillo trasero, abro la cámara y le tomo una fotografía. Estoy dentro de los mejores, tengo pruebas y Minho no va a poder decir que no.Vuelvo a guardar mi celular en el bolsillo delantero.

El timbre suena estridente y antes de que reaccionen, me despido con un golpe en sus hombros y salgo corriendo hacia mí salón. Él me prometió que hoy vendría a verme y que iríamos a comer fuera porque es lo que desea por su cumpleaños, sin nada ostentoso o llamativo. Pero yo no estoy tan de acuerdo, Minho merece algo bueno para su cumpleaños y estoy dispuesto a dárselo. Cuando llego, meto todos mis libros de forma desordenada, cierro mi mochila de cartero y me la pongo en el hombro.

—¿No es Minho? —como si algo en mí se activara, miro hacia donde algunas chicas y chicos lo hacen. Es él.

—Debemos ir.

—Sí, parece que su novia aún no sale —pestañeo un par de veces cuando dicen eso.

¿Es que acaso nunca se han fijado que soy yo quien sube a su motocicleta? ¿De que es a mí a quien lo besa? ¿Y que soy yo quien lo aparta porque no me gusta que todos nos vean?
Le doy un golpe al suelo con mi pie, camino a pasos molestos y las paso golpeando sus hombros con los míos. Ellas se quejan pero se callan cuando notan que soy yo. Sólo en estos es que de verdad me gusta ser "popular". Cuando notan que estoy enojado no se me acercan. Oh, pero no únicamente estoy enojado...estoy muy indignado. Yo soy su novio e incluso he salida en la televisión aunque no se me ve bien el rostro, ¡pero cualquiera sabría que soy yo!

¿Cuántos chicos de cabello naranja podrían ser su novio?
Salgo del edificio y él sigue ahí. Apoyado en su motocicleta, con su cabello plateado ligeramente desordenado seguramente por conducir. Lleva un abrigo azul marino y sé que lleva una camisa blanca por debajo. La misma que me aseguraré de ponerme hoy.
Muerdo mi labio aún analizando la forma en que va vestido. Pantalones rotos en las rodillas (como casi siempre) y zapatos converse. De seguro ha de haber salido de su trabajo. Tiene la mirada fija en su teléfono, unas cuantas chicas van hasta él y por culpa de la distancia. Ellas juguetean con su propio cabello y ríen de algo que seguramente ellas mismo dijeron. Minho les dedica una pequeña sonrisa, una que reconozco como de irritación.
Es lo que me basta para empezar a avanzar hasta él a un ritmo considerablemente rápido.

Aprieto mis dedos en la correa de mi mochila, Minho levanta la mirada. Me ruborizo al instante, tiene los ojos delineados y como siempre los labios muy rojos. La parte trasera de mis muslos tiemblan cuando sonríe de lado, sé perfectamente lo que esa sonrisa significa. Trago saliva y me detengo detrás de las chicas.

—Hola, pequeño —un suspiro escapa de mis labios.

No puedo creer que él siga causando eso en mí. Es como cuando alguien está a punto de confesársele a la chica o chico que le gusta y de repente se siente muy nervioso, tanto que podría desmayarse en ese mismo instante.

Ellas se giran y me miran de seguro sorprendidas, las ignoro. Paso apartándolas lo más amable que puedo ser, abro la boca para responder al saludo de Minho pero unos brazos rodean mi cintura antes de ser consciente.
Sus ojos están fijos en mí pero no precisamente en mi rostro sino que un poco a la derecha. Me está mirando el pendiente negro que tengo ahí, veo su labio inferior que es atrapado entre sus dientes y me estremezco.

—¿Kibum?

—¿Crees que sea su novio?

—Tal vez sólo son amigos.

Deja un beso en mi mejilla y desliza sus labios a lo ancho de ésta hasta llegar a mi oreja, la acaricia con su nariz.

—¿Debería besarte como siempre lo hago cada que estamos solos? —me coge el trasero y aguanto las ganas de gemir. Me muerde el lóbulo y tira del mismo, cierro mis ojos y las piernas.

—Mejor lo haces cuando lleguemos a casa. Mamá me ha comprado sábanas nuevas —pongo mis manos en su pecho y lo aparto, empujándolo muy suavemente.

Giro un poco mi cabeza para mirarlas y están con la boca abierta y con el rostro rojo. Es la consecuencia de tener un novio pervertido.

—Vámonos, bebé —regreso mi vista hacia él y noto sus pupilas dilatadas. Asiento sumisamente y acepto el casco que me da. De repente parece muy apurado.
Se sube la moto y yo hago lo mismo al instante. Estoy a punto de ponerme el casco pero una idea mejor cruza mi cabeza.

Vuelvo a mirar a las curiosas y les saco la lengua. Minho ríe, así que deduzco que me vio. No importa. Me gusta que él sepa que tiene un novio celoso. Me lo pongo y me abrazo a su delgada cintura. Enciende su moto y él arranca de inmediato.

—¿Cuándo te hiciste la perforación? —gira en una esquina, esa que da a la calle principal.

—Hace un par de días —respondo, hago un mohín—. ¿No te gusta?

—¿Que no me gusta? —jadea indignado—. Justo ahora estoy pensando en ponerte en cuatro y morderte la oreja mientras te penetro...¿te parece que no me gusta?

—N-No era necesario que dijeras eso —aprieto mis brazos a su alrededor. A pesar de mis palabras, esa es la respuesta que esperaba y la que me deja satisfecho.

Es algo así como cuando Minho en lugar de decirme te quiero dice cosas pervertidas. Pero desde hace ya un tiempo es muy cursi cuando nos vemos, aunque claro después acabo con la almohada en la boca para que sus vecinos o los míos no nos escuchen. No hemos vuelto a pelear, bueno, al menos no como antes. Siempre es por cosas simples pero él acaba comiéndome la boca tiempo después o susurrándome cosas tiernas al oído. Dependiendo de que tan enojado esté yo.

Llegamos a casa. Él baja de la motocicleta y me ayuda a bajar a mí. Me quito el casco y se lo doy, se lo cuelga del brazo.

—Oh, es cierto —meto mi mano a mi bolsillo de adelante y saco mi celular. Lo desbloqueo y abro la galería, luego la foto en donde aparece mi nombre en tercer lugar. Se lo pongo frente a él.

—¿Es de verdad? —sonríe tan amplio que puedo ver sus envías y sus ojos arrugarse. Es adorable cuando tiene esa expresión.

Me quita el celular y le hace zoom a la imagen. Suelta una corta risita y deja un beso en mis labios, uno muy pequeño para mi gusto.
Me volteo un poco para mirar la puerta de mi casa. No pasa nada si lo beso un poquito más, ¿cierto?

—Minnie...

—¿Qué sucede, pequeño? —levanta la cabeza, tomo el celular de sus manos y vuelvo a guardarlo—. ¿Bum?

—Me debes muchos besos —rodeo su cuello y lo atraigo a mí.

Sigue siendo unos centímetros más altos que yo pero al menos ya no tengo que ponerme de puntas para besarlo. Ahora con elevar un tanto mi barbilla lo alcanzo. Me pega a su cuerpo, uniendo por completo nuestros pechos. Subí mis manos a su cabello y lo empujo contra mi boca. Él empieza a mover la suya de forma insistente, en ningún momento es suave. Me muerde los labios y me los chupa como si fueran un caramelo, introduce su lengua y yo dejo que la mía vaya a su encuentro. Frunzo el ceño porque a pesar de lo mucho que nos besamos la sensación sigue siendo como la primera vez.

Toca mi paladar y después la empuja contra una de mis mejillas, se separa unos milímetros para agacharse y levantarme de los muslos. Los pego a su cadera y ahora soy yo quien mete la lengua a su boca, se encarga de chuparla y de acariciarla con sus dientes.
Lo siento caminar, subir los peldaños que dan a la puerta de entrada. El sonido de la manija siendo abierta y un gruñido de su parte. Espero que no esté teniendo una erección. No porque no quiera sino porque no debe.
Y eso es lo que me recuerda el por qué lo traje a casa. Me separo de él, abro mis ojos pero no hay más luz que la que entra de la calle. Cierro la puerta, dejo un último beso en sus labios y me bajo de un salto.

Salgo corriendo con ruegos internos de que no grite nada pervertidamente sexual porque será algo muy vergonzoso.

—¿Kibum? —tomo un gorrito puntiagudo y me lo pongo.
Minho enciende las luces y...

—¡Sorpresa! —gritamos todos a la vez.

Él pestañea varias veces totalmente serio, de seguro analizando la situación. Empieza a reír como loco después de un instante y niega con su cabeza. Me mira y me señala con su dedo, me encojo de hombros. Todos van hasta él y lo felicitan. Con abrazos, besos y palabras de felicidad. Le ponen un collar de plástico y un gorro más grande y brillante que el del resto.

En cuanto acaban de desearle feliz cumpleaños, camina hasta mí. Se cruza de brazos, río divertido y lo abrazo.

—Feliz cumpleaños, Minnie.

—No sé si sentirme contento porque tu mamá me dijo que tú organizaste todo o decepcionado porque van a pasar unas cuantas horas más para que pueda saborearte —hunde su rostro en mi cuello y aspira con fuerza.

—No lo sé —vuelvo a reír. Creo que estoy más emocionado que él.

Nos separamos sin tener más opción porque como el cumpleañero debe recibir regalos, más abrazos, más besos y felicitaciones de los presentes y de los que van llegando. Su mamá lo abraza con fuerza apenas lo ve y su papá le da palmadas en la espalda. Le revuelve el cabello y creo notar que le dice que está orgulloso de él. Cuando Minho me presentó ante sus padres de la forma que se dice correcta, esperaba que su padre reaccionara mal o algo por el estilo pero vaya fue mi sorpresa cuando dijo que estaba feliz de que por fin él había sentado cabeza. Su madre simplemente chilló de felicidad, a pesar de que ella ya sabía qué estábamos juntos. Su hermana le pellizcó mucho las mejillas y yo únicamente pude sentirme la persona más afortunada por tenerlo a él.

—¿Y tú novio? —le pregunto a Taehyung cuando se pone a mi lado. Bebe de su gaseosa y sonríe.

—Vendrá con Taemin en un rato —sí, lo sé. Puede que resulte raro que aquel que antes era uno de mis enemigos ahora vuelva a hablar conmigo pero logramos hablar un poco y supe que ya no era necesario seguir con resentimientos.

Él sólo estaba enamorado y si lo pensamos bien, sólo actuaba por actuar. Además, no había razón para seguir "odiándolo". Él también logro encontrar alguien por quién cambiar y alguien que sabía merecerlo. Su relación seguía siendo un secreto porque a pesar del tiempo que había pasado, Taehyung seguía sin querer meterse en más escándalos. La empresa a la que se supone pertenecería él y a la cual Minho perteneció ya no los quiso tener, así que ambos estuvieron un tiempo sin trabajo hasta que una de la nada llegó a mi casa buscando a mi novio y preguntando por Taehyung.

Sí, muchas cosas en lo que parece ser poco tiempo pero no hay que olvidar que yo logré experimentar un montón en tan sólo cuatro meses con Minho.

°°°

Limpio la mesa y noto a la basura los envases de las gaseosas y los platos desechables en donde estaban los bocadillos. Mamá está barriendo el confite que lanzamos cuando llegó Minho y él está ordenando la cocina.

—Cariño —miro a mamá y ella sonríe como una niña traviesa—. Ven.

Obedezco dejando la bolsa negra a un lado y me acerco. Hace que me incline, ahora soy más alto que ella. Qué gracioso.

—¿Recuerdas los boletos a Suiza que le darías a Minho hoy?

—Sí —suspiro. Estuve todo el verano pasado trabajando en un restaurant para conseguir al dinero pero al final cuando quise comprar los boletos seguía siendo insuficiente. No sé cuánto tiempo estuve deprimido, ya que Minho una noche me había dicho que le gustaría viajar conmigo a Suiza.

—Ten —saca un sobre café del bolsillo del delantal que lleva puesto.

—No, mamá. No puedo aceptarlo ese dinero. .

—Ups, no es dinero —me guiña un ojo, me obliga a que coja el sobre para ella poder continuar barriendo.

Abro el sobre inevitablemente emocionado. ¡Son los boletos!

—Mamá...

—El dinero que te faltaba era muy poco, mi amor. Así que no pierdas tiempo y ve —hace un movimiento con su cabeza. Asiento varias veces, corro hasta la cocina. Me golpeo la rodilla en una silla pero aunque duele no se compara con lo feliz que estoy ahora. Minho está de espalda, secando ya los platos lavados.

—Oye —se gira, me mira y sonríe.

—¿Quieres un beso? —deja el trapo a un lado y estira sus brazos.

Voy hasta él, con el sobre detrás de mí. Se lo muestro y lo agito en el aire.

—¿Qué es?

—Tu regalo.

—Sabes que no necesitamos condones —ruedo los ojos, él vuelve a reír. Se lo doy y me acurruco en su pecho, está tibio. Froto mi mejilla contra su abrigo.

—Feliz cumpleaños —murmuro. Y es cuestión de segundos cuando me doy cuenta que estoy dando vueltas en el aire entre sus brazos.
Suelto una carcajada, él me baja y besa mis labios varias veces. Mueve su nariz contra la mía y sigue besándome.

—¡Cómo te quiero, demonios! —exclama mirando de nuevo los boletos.

—Minnie...—con una sonrisa enorme en el rostro, fija sus ojos en los míos—. Te amo.

Veo su nuez subir y bajar, su sonrisa borrarse. Guarda los boletos en su bolsillo trasero y me vuelve a abrazar muy fuerte.

—Yo siento por ti algo más que eso pero como no hay una palabra aún—besa mi hombro—. También te amo, pequeño...

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