3- Eres Bonito


Kibum bebe un sorbo de su malteada mientras revisa una revista de moda en la que yo me encuentro de portada.

—Esa foto es de hace dos meses —comento levantándome y yendo hacia él.

Es la segunda vez que lo cuido. Es domingo y yo lugar de estar descansando, estoy a cargo del mocoso travesti.

—No te pregunté —se cruza de piernas sin mirarme.

—¿Cuál es el sabor de tu malteada? —le quito la revista y la tiro a mi espalda.

—¡Oye! Por si no sabías la estaba leyendo.

—Responde.

—Fresa —pone los ojos en blanco y se levanta—. ¿Por qué?

Me encojo de hombros, doblo mis rodillas, pongo mis dedos en su barbilla y lo beso pasando mi lengua por sus labios mirándolo fijamente. Como hace dos días, aprieta los párpados y se tensa. Ladeo mi cabeza e intento introducir mi lengua en su boca pero el hace tanta presión que me impide el paso.

Opto por algo más. Pongo mi mano en el interior de su muslo y la deslizo hacia arriba lentamente, levantando su falda rosa del uniforme en el proceso. Justo cuando estoy a punto de tocar su entrepierna abre la boca y saca la lengua tocando la mía.
Se la chupo y muerdo ligeramente sin quitar mi mano. Con la que tengo libre agarro su cabello y desato una de las trencitas que tiene hecha. Intenta alejarse pero yo no lo dejo.
Intento subir más mi mano pero el cierra las piernas dejándola atrapada. Lo empujo, él cae en el sofá con la respiración agitada y yo lo miro con desprecio.

—S-si querías probar su sabor me hubieras pedido que te dé —se baja el vestido y se hace de nuevo la trenza.

—Si no abrías cerrado las piernas te hubiera quitado la virginidad en ese mueble —levanta la mirada sonrojado. Le saco la lengua, camino hacia atrás hasta que mis piernas tocan la cama y me dejo caer en ella.
Hace demasiado calor y eso me hace desear generar aún más calor pero Kibum es un mojigato.

—Bum, Bum —canturreo levantándome con un brazo—. Sé bueno y juguemos al caballito.

—¿C-caballito? —murmura confuso.

—Sí. Te sientas encima mío con las piernas abiertas y saltas mientras te...

—¡Cállate! —cubre sus oídos con sus manos.

—Ah...—vuelvo a dejarme caer—. Entonces responde a mis preguntas.
Silencio.

—¿Kibum?

—¿Qué quieres?

—¿Lo harás?

—No. Tú siempre dices cosas pervertidas y...

—Entonces te violo.

—¿Cuál es la primera pregunta? —sonrío de lado y me siento en la cama al estilo indio.

—¿Por qué usas ropa interior de mujer? Es decir, ya usas el vestido.

—Los bóxers son incómodos con esta ropa.

—¿Y la que cargas puesta no te molesta? —me quito la camiseta y me bajo de la cama para encender el aire acondicionado—. Ya sabes, eres hombre ¿cómo te acomodas el...?

—No lo digas —me volteo y lo miro. Tiene los ojos cerrados y está rojo, muy rojo.

Me lo quiero comer. Es oficial.

—¿Cómo te acomodas el pene? —pregunto de todos modos.
Suspira y niega resignado.

—H-hacia a-abajo —tartamudea clavando sus ojos en sus manos juntas.

—Oh —río—. ¿Nunca has tenido una erección con eso puesto?

—¿Siempre eres así de molesto? —por fin me mira. Ups...está enojado.

—Lo soy pero nadie es capaz de comprobarlo porque, o están gimiendo debajo de mí o realmente les agrado y no se fijan de lo que digo.

—Pues supongo que te odio porque todo lo que dices me molesta.

—Tengo ganas de verte erecto con esa ropa —me muerdo el labio y voy hasta él, otra vez.

—¿Qué?

—Aunque —me detengo y frunzo la nariz— no ha de ser muy impresionante.

—¿Eh?

—Lo has de tener bien pequeño —pongo mis manos al frente y con mis dedos le muestro el tamaño que imagino tiene su miembro.

—¡Tengo quince años! —frunce el ceño y se cruza de brazos. El puchero que hace de manera inconsciente me hace gruñir.

—Entonces si lo tienes pequeño —me burlo retomando mis pasos y acercándome a él.

—P-pues no sé. No me lo mido.

—¿Y si lo hago yo? —pongo mis manos en el respaldar del mueble y me inclino hacia adelante dejando nuestros rostros muy cerca.

—N-no t-te atreverías —pone sus manos en mi pecho y me empuja suavemente.

—¿Me quieres probar? —agarro otra vez sus trenzas y tiro de ellas.

—Por favor —sus uñas se clavan en mi pecho desnudo cuando cierra sus manos.

—¿Por qué dañas el ambiente? —gruño alejándome.

Alguien golpea la puerta, voy hasta ella, la abro y encuentro a Onew. Me da la bolsa que tiene en las manos.

—¿Para qué quieres...?

—Gracias —canturreo interrumpiéndolo y cerrando la puerta en su cara. Me giro y veo a Kibum que respira agitado.

—Toma —le tiro la bolsa en las piernas.

—¿Q-qué es?

—Ropa de niño —voy hasta el armario y saco otra camiseta para ponerme.

—No voy a ponerme esto —frunzo el ceño molesto.

—No quiero involucrarme en un escándalo porque me vean con una chica en la calle —hago comillas con mis dedos en la última palabra.

—Pues no salgamos y ya —se encoge de hombros y tira la bolsa al suelo.

—Entonces juega al caballito conmigo —me muerdo el labio y paso una mano por mi cabello.

Jadea, se levanta, coge la bolsa y va al baño. Sonrío victorioso y me siento en el sofá donde él estaba. Pienso en su cabello liso, y que realmente me gustaría ver su cabello original.
Me pongo de pie, voy al baño, abro la puerta, él grita porque está sin camiseta. Su piel se ve tan suave y cuidada. Su abdomen es totalmente plano y sus pezones tan rosados. Desvío mis ojos hacia el lavabo.

—Ven aquí —lo miro a través del espejo ponerse la camiseta.
Se acerca a mí, cojo una toalla y la pongo en sus hombros. Abro el grifo y lo cojo del cabello para meterlo ahí.
Sus brazos se agitan e intenta alzarse pero no lo dejo hasta que su cabello está totalmente mojado.

—¿Acaso estás loco? —se quita la toalla y se seca la cara.

—Vamos —agarro su mano y salgo del baño con él. Busco en los cajones del armario la secadora, cuando la encuentro la conecto y siento a Kibum en la cama.

—¿Qué haces? —no respondo. Me dedico a secar su cabello mientras muevo mis dedos hábilmente.
Me doy cuenta que él realmente se toma en serio eso de ser una chica. Su cabello es más suave que el de cualquier mujer.

—Ya está —digo con una sonrisa apagando el aparato—. Te ves mejor así.

—A mí no me gusta —bufa incrédulo.

—Me da igual.

Vuelvo a agarrar su mano y lo hago levantarse. Salimos de la habitación y nos dirigimos al ascensor. Aflojo el agarre y lo miro cuando noto que él se mantiene firme.

—Kibum —se sobresalta y me suelta.

—P-perdón.

El ascensor llega a la planta baja y las puertas de metal se abren.
Entramos al living del hotel. El sol atraviesa la puerta de vidrio. Miro a Kibum y lo veo con intenciones de recogerse el cabello, por eso le quito la liga y la pongo en mi muñeca.

—¡Oye!

—Me gustas así —se sonroja y masculla por lo bajo.

—P-por aquí cerca hay un restaurante.

—Guíame —levanta la cabeza con expresión de sorpresa—. ¿Qué?

—¿Eh? —arquea las.

Asiento. Él sale y yo lo sigo. Giramos en una esquina y efectivamente, hay un restaurante. Empuja la puerta y la campanita suena. Una señora viene hacia nosotros y sin esperarlo, le pellizca las mejillas y lo sacude.

—Hace tiempo que no te veía vestido así, cariño —le da muchos besos en el rostro.

Carraspeo para llamar su atención. Ella me mira seria y luego sonríe.

—Tú debes ser Minho —aguanto las ganas de rodar los ojos— Taeyeon me habló mucho de ti.

—¿La señora Kim? —ella asiente.

—Oye, Bum —vuelve a posar su atención en el pequeño—. Hice ramen.

—¿En serio? —da un saltito y aplaude emocionado.

—Como te gusta —se voltea y entra a lo que parece ser la cocina.

—Ella es...

—Mi abuela —su sonrisa me descoloca. Es tan...brillante y bonita.
Nos sentamos en una mesa de dos. Suelto una carcajada cuando veo que no alcanza el suelo con sus pies.
Me mira con la cabeza ladeada y yo niego divertido. El ramen llega a nosotros.

—Buen provecho —su abuela le acaricia el cabello— Minnie, sirve tú. Key se puede quemar.

—¡Abuela!

—Es cierto...

Se va. Lo miro y río por su puchero infantil.

—A ver Bum, dame tu plato —murmuro en un tono meloso.

—Tsk —chasque la lengua. Coge los palillos y se mete un poco de arroz en la boca. Le sirvo los fideos mientras él mastica su comida.

Apenas me alejo, él empieza a comer gustosamente. Tardamos quince minutos en acabar todo lo que nos trae su abuela incluido el postre.

—Eso estuvo delicioso —se echa hacia atrás y acaricia su panza.

—Hace tanto que no comía esto —susurro sonriendo de lado.

—Puedes venir cuando quieras —alzo mis ojos y me muerdo el labio.

—Kibum....

—¿Qué?

—Eres bonito.

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