23-El tiempo
Tomo una gran bocanada de aire y me quito mis Ray Ban negras cuando la señora Kim se acerca a mí con una gran sonrisa en el rostro.
—Hola, Minnie —me da un abrazo y yo correspondo a pesar del sofocador calor presente en el ambiente por culpa del ardiente sol.
—Señora Kim —acaricio su espalda unos segundos antes de separarme.
—Siento haber venido cuando tú estás tan ocupado pero no tengo a nadie más en quien confíe —se muerde el labio. El gesto le sale tan igual a Kibum.
—No se preocupe. Usted me ha ayudado mucho así que yo también quiero hacerlo —digo sinceramente. Con muchas personas podre ser burlón, sarcástico y todo lo que se le parezca pero ella es una de las pocas personas que se ha ganado mi cariño y respeto.
—Gracias. Es muy lindo de tu parte —acaricia mi mejilla—. Él te extraña mucho, ¿sabes?
—¿Disculpe? —mi corazón aletea con fuerza cuando pronuncia esas palabras.
—Kibum —sonríe de lado—. No me lo ha dicho verbalmente pero hay veces en que te menciona sin darse cuenta y cuando lo hace mágicamente de lo que está riendo a carcajadas pasa a estar completamente serio.
Aguanto las ganas de sonreír como un idiota y asiento ante todo lo que dice.
—Supongo que es normal. Estar dos meses con una persona es para acostumbrarse, ¿no? —hago todo lo posible para que ella no note el ruidoso golpetear de mi corazón en mi caja torácica.
—De seguro es eso —su mirada no concuerda con su oración—. Bueno, a lo que vine.
—Sí, dígame.
—Quiero que vayas a ver a Kibum —pone ambas manos en mis hombros y me dedica una de esas sonrisas que prácticamente me obliga a aceptar.
—¿Quiere que lo cuide? —hago un esfuerzo tremendo para no mostrarme emocionado. ¡Debo controlarme, demonios!
—No —niega moviendo su cabeza
—. Quiero que lo visites.
—Pero...
—Está muy deprimido, Minho —hace un puchero. De tal palo tal astilla.
—De seguro es porque Jessica lo rechazó —me muerdo la lengua en cuanto acabo de decir eso. ¡Estúpido!
—No. Yo conozco a mi hijo y cuando me contó eso de Jessica no parecía muy triste que digamos —sonrío de lado y desvío mis ojos de los suyos.
—Entonces tiene problemas en el colegio —un golpe en mi frente hace que la mire de nuevo. Me señala con su dedo acusatoriamente.
—A mí no me digas lo que le pasa a mi hijo que yo soy su madre y lo conozco de la misma forma que a ti y sé que a ambos les pasa lo mismo —ladeo mi cabeza—. Onew me lo dijo.
—Ese chismoso de mie...
—Ni se te ocurra decir una grosería o te corto la lengua —me interrumpe amenazante. Levanto mis manos como si me apuntara con un arma.
—De acuerdo, de acuerdo —río suavemente—. Iré a verlo.
Suelto un suspiro.
—No actúes como si te estuviera obligando, sé que te mueres por verlo —alborota mi cabello con su mano.
—Señora Kim...
—Quiero ver feliz a mis niños —es lo que dice. Asiento sin tener nada más que objetar ante eso—. Bueno, ahora sí haré lo que le dije a Bum.
—¿Lo que le dijo?
—Es que —ríe como una niña que hace alguna travesura—. Le dije que saldría con unas amigas que no veo desde hace años pero —me hace señas para que me acerque— conocí a alguien.
—Eh, picarona —noto que sus mejillas se colorean sutilmente.
—No se lo digas. Quiero presentárselo luego —palmea mi hombro—. Toma las llaves, nos vemos.
—Espere —miro las llaves en mi mano y la detengo de inmediato
—. ¿Cuándo vuelve?
—¿Cuánto necesitas?
—¿Eh? —pone los ojos en blanco.
—¿Cuánto tiempo necesitas? —pregunta cruzándose de brazos.
—Ah...—toco mi barbilla pensativo—. Puede irse con su novio todo el día. Cuidaré bien a Kibum.
Ella ríe con ganas.
—Está bien —mueve su cabeza de un lado a otro—. Oh, ahí viene. Nos vemos, Minnie.
—Adiós —murmuro. Un auto blanco se detiene frente a nosotros y cuando está apunto de subir le grito: —Muchas gracias, señora Kim.
Ella solo sonríe y se mete en el auto. Llevo una mano a mi pecho y tomo aire profundamente. El dolor ha disminuido un montón y ya no está ese nudo en mi garganta. Suelto el aire lentamente y me muerdo el labio. Meto las manos a mis bolsillos y una vez que compruebo que tengo la tarjeta para abrir mi habitación y las llaves de mi motocicleta me dirijo al estacionamiento. Guardo las que ella me dio.
Me detengo frente a la casa de color azul cielo con la respiración irregular y con las manos sudándome a montones. Las limpio en mi pantalón y me quito el casco dejándolo colgado en mi brazo. Camino hasta la puerta y estoy a punto de tocar pero me arrepiento al instante. Sonrío de lado malicioso y saco las llaves de la casa. Abro la puerta silenciosamente y entro con sigilo cerrándola a mi espalda. Paso por el pasillo caminando prácticamente de puntas hasta la sala en donde dejo el casco. Miro al piso de arriba atrapando mi labio superior entre mis dientes. Empiezo a subir las escaleras lentamente tratando en lo posible de no ser notado.
Justo ahora me siento como un ladrón o más bien como un gato a media noche.
Cuando por fin llego a la planta alta, voy hasta la puerta de su habitación y pego mi oreja a la madera perfectamente pulida. Un gemido bastante agudo hace que trague saliva y que mi miembro se remueva debajo de mi pantalón. Otro más llega y es lo que basta para hacerme saber qué es lo que está haciendo mi "inocente" Kibum.
Tomo el pomo de la puerta y con extremo cuidado lo giro abriéndola. Asomo mi cabeza y lo veo boca abajo mientras su cadera se mueve de arriba abajo frenéticamente contra algo. No noto qué es pero sé y estoy seguro que es ese peluche. Me racargo contra el marco de la puerta y suelto un silbido bastante sonoro que hace que se detenga de golpe y se gire sentándose en el colchón.
Tiene las mejillas muy rojas, un bulto bastante notable entre las piernas, los labios húmedos y el cabello pegado a las mejillas.
—Sabía que ese peluche servía para algo más que compañía en tus noches de pesadillas —su mano palmea el colchón hasta encontrar una almohada la cual la pone encima de su erección.
—¿Q-qué haces aquí? —balbucea. Me despego del marco y camino como un depredador tratando de capturar a su presa hasta él.
—Te extraño —confieso sentándome frente a él y acercando nuestros rostros.
Abre y cierra su boca varias veces sin emitir sonido alguno durante unos segundos.
—N-no es cierto —logra decir mirando mis labios fijamente.
—Es cierto —afirma rozando nuestras narices.
—No te creo —se aleja pegando su espalda al cabecero de la cama.
—¿Por qué? —agradeciendo haberme quitado los zapatos a la entrada, me subo a la cama ubicándome de rodillas.
—El otro día —inicia. Le quito la almohada con brusquedad y la tiro lejos. Se sonroja todavía más pero continúa hablando— me viste y te dio igual.
—Había mucha gente —murmuro poniendo mis manos en sus muslos para separarlos.
—¿Desde cuándo te importa lo que diga el resto? —hundo mi rostro entre sus piernas y acaricio su miembro con mi nariz. Él se estremece.
—A mí no me importa lo que digan pero sí lo que hagan. Y no quiero ir a la cárcel —llevo mis manos a su botón y lo desabrocho para quitarle el pantalón corto.
—N-no puedes venir aquí solo porque no tienes con quien tener sexo. Esto no es un burdel —masculla sin embargo abre más sus piernas cuando paso mi lengua por encima de su bóxer.
—No he tenido sexo con nadie desde que te fuiste...
—¿En serio? —la emoción en su voz hace que lo mire. Kibum borra de inmediato su sonrisa y carraspea.
—En serio —afirmo y tiro de su pantalón. Lo tiro a mi espalda y hago lo mismo con su ropa interior.
¿Cómo soporté tanto tiempo sin tocarlo?
Mi pene empieza a palpitar dolorosamente, creciendo más y más debajo de mi ropa.
—¿Y por qué vienes ahora? —su voz sale bastante aguda cuando rodeo su miembro con mi lengua.
—Porque te despediste de mí —me alzo sobre mis brazos y uno nuestros labios sin llegar a besarlo realmente.
—Pero pudiste venir a visitarme.
—Vine hoy.
—Antes.
—¿Es un reclamo?
—Solo...bésame —tira de mi camiseta y él es quien empieza el beso aunque no pasa mucho hasta que yo me adueño de él. Ladeó mi cabeza, atrapo su labio superior entre los míos y lo chupo con fuerza. Él gime, hago lo mismo con el inferior y lo atrapo con mis dientes tirando de éste.
Siento sus manos en mi espalda y de como tira hacia arriba en una clara señal de que quiere que me deshaga de mi camiseta. Me separo unos milímetros para quitarla y cuando lo hagoa ataco de nuevo esa boca que tanto extrañaba besar.
Saco mi lengua encontrándome con la suya que sorpresivamente estaba afuera. La atraigo a mi boca y la chupo con suavidad. Acaricio su paladar con la punta y volteo mi cabeza tratando de tener otro ángulo. Nuestras narices chocan bruscamente al igual que nuestras respiraciones pero ninguno de los dos hace nada por separarse.
Aunque segundos después lo hago para besar su mejilla y después la bonita peca que tiene en el cuello. Riego besos por su hombro y muerdo de vez en cuando dejando pequeñas marquitas rojas.
Gruño cuando bajo más y me encuentro con su camiseta obstaculizándome el paso a su pecho. Lo separo de la cabecera y le quito la última prenda con un poco más de fuerza de la que pretendía.
—Minnie —se queja entrecerrando sus ojos. Lamo mis labios como si estuviera a punto de devorar un delicioso pastel de fresa.
Me quito el pantalón y lo tiro junto al resto de la ropa. Hago lo mismo con mi bóxer, me ubico entre las piernas de Kibum nuevamente, presionando mi dureza contra la suya. Atrapo uno de sus pezones en mi boca, una de sus manos se cierra en mi cabello y me empuja más cerca, tratando de tener más contacto de mi boca en su piel ardiente.
Inició un lento vaivén de caderas, frotándome deliciosamente con él. Sus talones se clavan en mis muslos, obligándome a ir más rápido. Paso a morder su otro rosado botón sensible y sin poder evitarlo, sonrío de pura satisfacción. Tantos días sufriendo por no verlo y ahora lo tengo debajo de mi cuerpo gimiendo nuevamente mi nombre. Me alzo sobre mis antebrazos y lo miro a los ojos. Sus pupilas están dilatadas.
—No tengo lubricante —se sonroja todavía más si es posible y deja fija su vista en mi pecho—. Solo puedo hacer algo.
Antes de que pueda refutar nada, quito sus piernas de mi alrededor y las levanto lo suficiente para dejar su entrada en un ángulo que sea visible. Empiezo a acercar mi rostro dispuesto a lubricarlo lo suficiente. Después de todo estar más de una semana sin sexo es para que ese lugar vuelva a su tamaño normal.
—No, no, no —tira de mi cabello hacia arriba con tanta fuerza que gimo de dolor—. H-hay otra manera...
Arqueo una ceja y Kibum traga duro. Se sienta en el colchón. Pone una mano en mi pecho y me empuja hasta dejarme recostado con la cabeza hacia donde deben ir los pies.
—¿Qué vas a...oh —echo mi cabeza hacia atrás. No lo veo llegar, es tan repentino que solo puedo retorcerme como cuando me hicieron una por primera vez. Una felación... Kibum me está dando una mamada, y no es tan malo como lo esperaba.
—Bum —empuño las sábanas para evitar coger su cabello y hacerlo ir a la velocidad que quiero.
Se lo saca de la boca, va a lamer la base y vuelve a subir pasando su lengua por toda mi extensión hasta volver a meterlo a su boca.
Muevo mi pelvis un poco hacia arriba, lo oigo toser así que me obligo a abrir los ojos para mirarlo. Por la forma en que se cubre el rostro sé que está avergonzado. Le doy un beso en el cabello, quita sus manos y me mira con lágrimas en los ojos.
—Per...
—Es la primera vez que haces una —digo antes de que se disculpe—. Ven aquí.
Me recuesto. Él entiende a lo que me refiero y se pone encima mío. Meto tres de mis dedos a mi boca y los mojo lo suficiente para después llevarlos al anillo de músculos que se contrae cuando mi dedo índice lo presiona. Kibum abre la boca y aprieta sus párpados al sentir como introduzco dos dedos de golpe en él. Doblándolos un poco, empiezo a embestirlo con ellos tratando de ser lo más certero posible, aunque sé que lo estoy siendo por sus gemidos agudos que resuenan en su habitación.
Ahora que lo noto, uno de mis sueños más pervertidos se está cumpliendo. Tener sexo con él sobre su sábana de carritos rojos. Meto un tercer dedo y Kibum los monta con ganas, echando su cuerpo un poco hacia atrás, poniendo ambas manos en mis piernas para dar brinquitos sobre mí. Los quito y los reemplazo por mi dolorosa erección. Lo hago tan rápido que Kibum continúa con sus deliciosos movimientos de arriba abajo, adelante atrás y a veces en círculos.
—Demonios —gimo hundiendo mis uñas en sus muslos.
Los resortes de la cama empiezan a hacer sonidos raros y las patas empiezan a chirriar contra el suelo.
—Oh, Minnie —hay tantas personas que me llaman así pero ninguna puede siquiera llegar a compararse con Kibum.
En él es tan excitante y dulce a la vez. Una combinación perfecta para volverme loco en segundos. Lo levanto en brazos y lo acuesto quedando en la famosa posición del misionero. Hundo mi rostro en su cuello, aspiro con fuerza su aroma comenzando a embestir con todas las ganas que estuve aguantándome en lo que fue de mi tortuosa semana.
Un ardor en mi espalda se hace presente y otra vez, sus talones en la parte trasera de mis muslos. Paso mis brazos por debajo de su cuerpo y lo sostengo de los hombros. Por cada que yo voy hacia arriba para penetrarlo, lo empujo hacia abajo tratando de llegar más profundo. Su garganta parece querer desgarrarse con los gritos que estaba soltando. Me permito hacer también ruido y empiezo a gemir como jamás lo había hecho.
No sé si se trata del hecho de que no nos habíamos visto o tal vez se deba a que ahora yo tengo un sentimiento más allá de deseo por él pero sea lo que sea definitivamente estoy disfrutando de esto mucho.
Nuestros cuerpos se pegan tanto que llega un momento en que su pene queda apresado entre nuestros abdómenes y éste empieza a frotarse contra mis músculos contraídos. Una humedad se hace presente en medio de nosotros, al inicio creo que se trata del sudor pero luego de unos minutos en que no me detengo hasta correrme es que me doy cuenta que él ya ha terminado. Caigo desplomado a un lado suyo con mi pecho subiendo y bajando violentamente.
Me muerdo el labio, suelto una suave risa y estoy a punto se decir algo pero un brazo pasando por mi pecho y un pequeño cuerpo pegándose al mío hace que me calle.
Se ha quedado dormido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top