20- Tierra Mojada
Acaricio el cabello de Kibum múltiples veces. Hace ya un rato se ha quedado dormido pero es la primera vez que lo tengo de esta manera. Tranquilo y con el rostro apacible. Deslizo mi mano por su mejilla y acaricio con mi índice sus labios, primero el superior el cual tiene una forma bastante bonita y después el inferior que está bastante maltratado por tanto que los mordió para evitar seguir llorando.
Nunca me ha pasado algo así pero deduciendo de su reacción al ser rechazado, debe ser bastante doloroso. No comprendo absolutamente nada de relaciones por lo tanto cuando se puso a llorar en mi hombro me limité únicamente a escucharlo porque estaba seguro de que si abría la boca Kibum iba a quedar peor.
Puede que sea un idiota con respecto a mi comportamiento con él pero al verlo así el día anterior hizo que callara sin darme cuenta.
—¿Min? —lo miro. Sus párpados están hinchados y sus ojos rojos. Levanta un brazo y se talla a ambos con el puño.
—Hola —dejo de mover mi mano en su cabello.
Kibum hace una extraña mueca y vuelve a acurrucarse en mi pecho.
—Es raro que estés tan tranquilo —comento pasando mi mano a su espalda.
—No esperes a que esté brincando de felicidad —susurra tan bajo que si no lo tuviera así de cerca no lo escucharía.
—Pero tampoco esperaba que estuvieras tan...triste —confieso enroscando en mi dedo un mechón de cabello. Me pregunto si ahora querrá cortarlo.
—Min...—levanta la cabeza para mirarme.
—¿Hm? —en un rápido movimiento se ubica sobre mí. Lo miro sorprendido por su acción y arqueo una ceja de confusión.
—H-hagámoslo —balbucea. Puedo notar como sus mejillas se colorean de un rojo intenso.
Suelto una carcajada y niego divertido con mi cabeza.
—No soy el reemplazo de nadie, Kibum —pongo mis manos debajo de mi cabeza—. Aún menos de una pequeña zorrita que te hizo llorar.
—Tú también lo has hecho —farfulla cruzándose de brazos.
—¿De qué hablas?
—Tú también me has hecho llorar —sus labios forman un mohín que quiero pero no beso porque no lo alcanzo.
—Sí...—quito mis manos de donde están y las pongo en sus muslos— pero de frustración, enojo, molestia, risa y —subo mis manos hasta su cadera con suavidad. Su cuerpo tiembla y yo sonrío— placer...
—¿Q-qué te asegura que nunca he llorado por tristeza contigo? —su respiración se torna irregular cuando toco su entrepierna sutilmente con mi pulgar.
—No has tenido una razón —pellizco y él da un brinco—. Esa es la ventaja de estar con alguien sin involucrarse sentimentalmente.
—¿Eso quiere decir que no me quieres ni un poquito? —bromea. Por un instante me parece que el Kibum que yo conocí vuelve.
—No tengo ni la menor idea —me encojo de hombros—. Puede que te quiera pero como no sé lo que se siente no estoy seguro.
Se muerde el labio inferior y sus mejillas se hacen más rojas. Ladeó mi cabeza porque no he dicho nada pervertido.
—¿Eso quiere decir que...? —el sonido de mi celular sonando interrumpe su oración.
Estiro mi brazo hacia la mesita de noche sin dejar de mirarlo con él diría "pervertidamente".
—Diga —no me preocupo en mirar quién es. De seguro es Onew diciéndome que tengo algo que hacer para la tarde.
—Minnie —sonrío. Es mejor aún.
—Señora Kim —los ojos de Kibum se iluminan y los rastros de tristeza que antes estaban, desaparecen por completo.
—¿Estás ocupado? —deslizo mi mano por el hueco del pantalón corto de Kibum y agarro su miembro por encima del bóxer. Él abre los ojos sorprendido y vuelve a sonrojarse.
—En lo absoluto —entrecierra sus ojos y sostiene mi muñeca pero no me hace apartarla.
—Eso es genial —ríe. De fondo puedo oír a muchas voces hablando a la vez.
—¿Cómo le ha ido en su trabajo? —comienzo a mover mi mano suavemente. Kibum mueve su cabeza de lado a lado e intenta juntar sus rodillas pero no lo logra porque estoy en medio.
—Bastante cansado sinceramente. Han habido ocasiones en las que me he tenido que quedar hasta muy tarde para el cambio de vestuario, retoques de maquillaje —suspira—. Ya sabes, lo típico.
—Lo entiendo —echa la cabeza hacia atrás y empieza a mover su pelvis contra mi mano a la vez que su trasero se frota contra mí.
—¿Y Kibum? —pregunta finalmente. Ahora una voz suena por los altavoces al otro lado de la línea.
—Él está muy bien, aunque supongo que querrá contarle algunas cosas —me mira con el ceño fruncido. Al parecer no quiere hablar con su mamá sobre eso.
—Ya tendremos tiempo. De hecho llamaba para decirte que ya estoy en Seúl —mi sonrisa se borra automáticamente, mi mano deja de moverse y mis ojos se apartan de los de Kibum.
—¿Qué dijo? —pestañeo varias veces y aparto con cuidado a Kibum de encima. Siento sus ojos confusos sobre mí.
—Que ya estoy en Seúl —repite—. ¿Podrías venir a recogerme? No quiero ir en taxi.
—Sí, sí. Yo voy...
—Gracias, Minho. Los espero —cuelga.
Miro mi celular como si éste fuera a responder mis preguntas. Lo dejo a un lado y paso una mano por mi cabello.
—¿Estás bien? —pone su mano en mi hombro y la otra en mi mejilla—. ¿Qué le pasó a mamá?
—Nada malo —respondo y me levanto. Sus manos caen a peso muerto a los lados—. Ya está aquí.
—¿De verdad? —sí, definitivamente está feliz.
Me giro y toco mi pecho. Se siente extraño.
—Dijo que la vayamos a recoger —murmuro.
—¿Y qué estamos esperando? —escucho sus pies golpetear contra el suelo de madera. La puerta del baño cerrarse y después volver a abrirse—. ¿Sigues ahí parado? Date prisa.
Me trago el nudo que tengo en mi garganta que no tengo no idea de cómo o por qué se formó. Tomo una gran bocanada de aire y la voy soltando a medida que camino hacia él. Cojo las llaves del pantalón que tenía tirado ayer.
—¿No pensarás que vayamos a verla en tu motocicleta? —se cruza de brazos apoyándose en una pierna, adoptando una pose parecida a una de las de Taehyung.
—Parece que ya estás de mejor humor —bromeo. Dejo las llaves de la motocicleta abun lado para coger las del auto de Onew que por ahora es mío.
—Supongo —se encoge de hombros y me dedica una sonrisa un tanto triste—. Duele mucho pero no voy a estar llorando más.
Asiento de acuerdo.
°°°
Cuando llegamos la señora Kim está sentada sobre su maleta andando en su celular.
—Haz sonar el claxon —dice Kibum estirándose y haciéndolo por él mismo.
Ella levanta la mirada y nos busca quitándose los lentes de sol. Cuando logra enfocarnos sonríe y se levanta y camina hacia nosotros hasta llegar. Me bajo del auto y lo rodeo para poder darle un abrazo.
—Hola pequeño —acaricia mi espalda.
—Hola, señora Kim —hundo mi rostro en su cuello unos segundos. Por un instante, su olor tranquiliza esa extraña sensación que tengo desde que ella llamó.
—¡Mamá! —grita el enano. Ella se separa de mí y puedo jurar que su cuerpo se tambalea cuando Kibum se lanza sobre ella a abrazarla con fuerza.
—Te extrañé mucho, cariño —me muerdo el labio. Dejo que se saluden adecuadamente mientras yo subo todas sus cosas al maletero.
Es algo raro.
Es exactamente el mismo pesar que sentía hace dos días cuando Kibum prefirió irse con sus amigos que a quedarse conmigo. Me apoyo en el auto y cierro mis ojos. Siento que el aire me falta pero no lo suficiente como para desmayarme. El corazón me late a una velocidad bastante anormal y estoy seguro que no es por problemas de salud. Llego a una conclusión pero esta me desagrada un montón. Y es que no puedo encontrar otra porque es la primera vez que me siento así.
—¿Min? —su suave voz me saca del trance. Me volteo para mirarlo
—. ¿Te sientes mal?
—Sí...—susurro. Pongo mis manos en sus mejillas, cierro mis ojos y lo beso.
El dolor cesa un poco, mi corazón se acelera y mi respiración comienza a ser irregular. Sin embargo, esto dura muy poco porque Kibum me empuja lejos de la calidez de sus labios que en ese momento me parecieron muy dulces.
—¿Estás loco? —chilla y mira hacia el auto. Lo único que vemos por el parabrisas trasero es su cabello siendo recogido—. Pudo habernos visto.
—Necesitaba hacerlo —es lo que digo. Camino hacia la puerta del piloto y me subo.
—Minnie —giro mi rostro para mirarla—. Es mejor aceptarlo.
—¿Eh? —levanto mis cejas. Ella ríe y niega con su cabeza.
—Parece que va a llover —dice Kibum subiendo al auto y pasando las manos por sus brazos. Ya cayeron un par de gotas.
Me inclino hacia adelante para tener una buena vista del cielo y efectivamente combruebo que el cielo se puso gris a causa de las nubes que se aglomeraron en él. Un par de gotas más caen para que finalmente se desate la lluvia.
—Ya era hora. Hacía mucho calor —comento moviendo la palanca de cambios y salir del estacionamiento.
—Creí que no te gustaba Corea porque era muy frío —oigo a Kibum en los asientos traseros.
—Y no me gusta —salgo a la carretera—. Pero como dije el invierno.
—¿Entonces?
—La primavera es mi estación favorita —respondo a su pregunta mal formulada.
—¿Sólo por el clima o también por tu cumpleaños?
—Ambos.
—Ah es decir que...
—Yo también estoy aquí. No me ignoren —la señora Kim ríe suavemente.
—Lo siento —decimos Kibum y yo al mismo tiempo.
—Su relación ha mejorado bastante —estira su brazo y enciende la radio—. Antes parecía que ustedes se mataban con la mirada.
—N-no es cierto —balbucea Kibum. Lo miro de soslayo por el espejo retrovisor y noto sus mejillas rojas.
—Ajá —se cruza de brazos e intercambia su mirada de mí a Kibum y viceversa—. Me he dado cuenta de muchas cosas y aún sigo anotando otras más.
—¿A qué...?
—Oh, amo esa canción —me interrumpe y empieza a cantar.
Arrugo el entrecejo y aprieto el volante con mis manos.
¿Podría ser posible que con "cosas" se esté refiriendo a todo?
Cuando llegamos a la casa de la señora Kim. Lo primero que hago es estacionarme e a un lado de la acera y bajar de inmediato del auto para poder ayudar con el equipaje. Mi camiseta se pega en mis hombros por la lluvia y mi cabello empieza a gotear.
—Aquí déjalo —ella palmea mi hombro cuando ya estoy frente a la puerta. Se sacude la humedad y se echa los pocos mechones de cabello que están en su frente hacia atrás.
—¿Segura? —pregunto poniéndolas en el suelo.
—Sí —me da un beso en la mejilla y me limpia el labial que deja en ella con su pulgar—. No soy quien para decirlo y puede que esté equivocada pero...—calla y suspira.
—¿Pero?
—Nada. Es algo que te corresponde a ti —abre la puerta y entra.
No entiendo. Odio que me hablen con acertijos por eso. Nunca he sido lo suficientemente bueno pata entenderlos.
—Supongo que es aquí donde nos despedimos —Kibum se acerca a mí con las manos en los bolsillos y con el cabello pegado en las mejillas. De verdad espero que no lo corte.
—¿Despedirnos? —cuestiono recargándome en la pared.
—Sí —hace lo mismo que su madre pero de manera más brusca—. En dos días entro a clases de nuevo y según tenía entendido mi mamá tendrá vacaciones. Ya no tendrás que cuidarme.
—Ya veo —tomo aire llenándome los pulmones del aroma de tierra mojada—. Entonces...—me pongo frente a él, levanto mi mano y la sacudo—. Nos vemos.
Kibum se muerde el labio, mira hacia el interior de la casa, da un paso hasta mí, empuña mi camiseta y tira de mí hacia abajo. Se levanta sobre las puntas de sus pies y me besa...con los ojos cerrados.
No tardo en reaccionar y pongo mis manos a cada lado de su cabeza. Abro ligeramente mis labios y le chupo el superior a él con delicadeza. Es la primera vez que doy un beso de esa manera.
Unos pasos hacen que nos separemos pero lo hacemos tan lentamente que pareciera que ni a él ni a mí nos importara ser descubiertos. Quito mis manos y acaricio sus mejillas en el proceso.
—Adiós.
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