19-Lo que hacía mamá

Abro mis ojos y me giro dispuesto a abrazar a Kibum para seguir durmiendo en mi día libre. Sin embargo, lo único que logro atrapar entre mis brazos es una almohada. Frunzo el ceño y me siento en el colchón. Miro hacia todos los lados que están dentro de mi campo de visión y no lo encuentro. Me bajo de la cama para ir a buscarlo.

—De seguro está en el baño —me convenzo recordando que ya una vez pasó lo mismo, cuando creí que se había ido pero en realidad había estado sin poder moverse.
Vistiendo únicamente mi ropa interior me dirijo al baño y...no está. Lo primero que hago luego de eso es ir a mi pantalón para revisar los bolsillos. Me encuentro con que están vacíos, nada de dinero.

—Maldición —gruño y tiro la prenda con rabia contra el armario.

Alboroto mi cabello. Camino hasta la mesita de noche para tomar mi celular y llamarlo pero al parecer está apagado.Me decido por llamar a Onew pero tampoco contesta.

—¿Por qué demonios cuando lo necesito no contesta? —lanzo mi teléfono contra la pared con tanta fuerza que puedo ver como la batería de éste sale disparada hacia quién sabe donde. Ese niño acababa de robarme y de irse.

¿Y si se fue a la casa de Woohyun? O peor, ¿a la de Jonghyun?

De sólo imaginarlo hace que gruña y tire de las sábanas que cubren la cama. Pateo la caja de los juguetes con los que me divierto con Kibum y golpeo la pared varias veces.

¡Me enoja!

No quiero que esté con nadie. Ni siquiera con la puta de la que dice estar enamorado. ¿Por qué los busca a ellos cuando me tiene a mí? Abro el armario con rabia y saco ropa deportiva. Me la pongo sin siquiera pensar que no me he bañado, tomo las llaves de mi motocicleta que están sobre la mesa de noche y salgo de la habitación dando pisadas fuertes.

—Verás cuando te encuentre —farfullo cuando estoy dentro del ascensor.

Llego a la planta baja e ignoro la voz de la recepcionista pero no me sirve de nada pues ella me detiene. La fulmino con la mirada y me suelto de su agarre. Empiezo a caminar de nuevo hacia donde tengo estacionada mi motocicleta pero ella vuelve a detenerme.

—¿Qué? —mis dientes están tan apretados que mi mandíbula empieza a doler por la presión.

—Kibum...—empieza diciendo agitada— me dijo que te dijera que no te preocupes. Que se iba a la piscina con unos amigos.

—¿Con permiso de quién? —frunzo el ceño—. ¿Alguien vino a verlo?

—Dos chicos y una chica. Los tres parecían tener su edad.

—Esos idiotas...

—Los oí decir que irían a...

—Sé exactamente a cuál —la interrumpo. Vuelvo a soltarme de ella.

Finalmente acabo mi camino hasta mi motocicleta y me subo a ella con tanta rapidez que casi llego a caer. La enciendo de inmediato y me dirijo al único complejo que sé que esos niños irían. Onew me había hablado con anterioridad diciéndome que era el más económico y que resultaba muy atractivo para los jóvenes de su edad por esa razón. Llego a cruzarme un par de semáforos en rojo por la desesperación de llegar y poder encontrarlo. Me estaciono frente al lugar.

Me bajo de la motocicleta e ingreso al complejo luego de haber pagado mi entrada. Lo que tengo que hacer con tal de encontrarlo. Miro a todas partes y efectivamente únicamente hay chicos menores de edad. Levanto la cabeza y lo veo ahí subido, a punto de lanzarse por un tobogán.

Está sonriendo.

¿Por qué a mí nunca me sonríe así?

Muevo mi cabeza de un lado a otro y me paro justo en el borde la piscina. Me cruzo de brazos dispuesto a esperarlo a que baje de una vez. Noto claramente como una chica, la cual imagino que es esa lesbiana de la que no recuerdo su nombre, se pone primero y luego Kibum se sienta detrás de ella. La abraza y ruedan por el tobogán. Kibum está sin camiseta. Su pecho está pegado a la espalda de aquella...niña.

Están riendo.

Mis uñas se clavan de manera instantánea en las palmas de mis manos y mi respiración empieza a tornarse acelerada.

Es inaceptable.

Un poco de agua salpica mi pantalón y parte de mi cara cuando ellos caen finalmente. Kibum se ríe a carcajadas y ayuda a "esa" a salir de la piscina.
Está tan concentrado en ella que ni siquiera me nota. Por eso tomo su brazo y sin que se percate exactamente de quién es, tiro de él. Lejos de esa arpía. Lejos de amenazas. Escucho como suelta un pequeño sonido que se me hace de confusión para luego empezar a forcejear para que lo suelte.

—¡Minho! —grita llamando la atención de todos que empiezan a hablar entre ellos.

En vez de ir hacia la salida me dirijo a los vestidores y lo encierro conmigo en uno de los cubículos.

—¿Quién te crees? —chilla lanzándose sobre mí para apartarme de la puerta.

—Me dejaste solo —le reclamo empujándolo de tal manera que queda sentado en aquella banca de madera.

—No pensaba quedarme todas las vocaciones metido en tu habitación como...—se sonroja de golpe y aparta la mirada— tu esclavo sexual.

—Sólo tenías que decirme que querías venir aquí y te hubiera traído.

—¡Ese es el problema! —grita—. Me irrita estar contigo —se pone de pie y golpea mi pecho con su dedo—. Te metes en mi vida más de lo que hace mi mamá. Eres un egoísta y no me dejas estar con ellos. No eres nada para mí y yo no soy nada para ti —me mira fijamente—. Déjame en paz.

—¿Crees que a mí me gusta estar contigo? —digo tomándolo de las muñecas y sentándolo de nuevo—. Antes tenía mi propio harén y ahora tengo que limitarme a tener sexo con un niño que ni siquiera sabe como se pone el condón.

—¡Pues yo no lo pedí! —vuelve a chillar esta vez más alto—. Si tanto te molestaba el hecho de estar conmigo le hubieras dicho a mi mamá y ya...—se levanta otra vez—. Si te hubieras negado a cuidarme en este preciso instante estaría con Taemin en Jeju.

—¿Jeju? —bufo—. ¿Es eso? ¿Es porque no te he llevado a ningún lado?

—¿¡Acaso no escuchas!? —pone sus manos en mi pecho y me empuja contra la puerta—. Te odio. No me gusta estar contigo. Desde que llegaste no he podido hacer nada propio de mi edad.

—¿Propio de tu edad? —río sarcástico—. ¿Vestirte de niña? ¿Rogar por un amor no correspondido? ¿Juguetear por ahí sin preocupaciones? ¿Masturbarte porque no tienes con quién satisfacer tus necesidad sexuales?

—Eres asqueroso —niega con su cabeza—. Pues sí. Prefiero mil veces eso antes de estar contigo de nuevo.

—¿Ah sí?

—Sí —afirma.

—Bien. Pero no me llames cuando esa mocosa no te corresponde y te rompe el corazón —esta vez soy yo quien lo empuja. Lo hago tan fuerte que se queja porque se golpea la cabeza con la pared detrás suyo.

—¡No pienso hacerlo! —cierro la puerta haciendo que esta resuene.
Todos me miran como si se tratara de un bicho raro pero los ignoro.

Me siento tan molesto.

Nunca me había sentido así.
Paso junto a la piscina en donde están Woohyun y Jonghyun y esa puta lesbiana. Sonrío de lado y camino con pasos seguros.
Le quito el helado a un niño justos antes de que se lo meta a la boca. Acabo de acercarme a ellos.

—Hey —la llamo. Ella me voltea a ver confundida y cuando veo que abre la boca para decir algo le echo el helado en la cabeza. Con ambas manos se lo esparzo por todo su cabello.

Me alejo cuando supongo que es suficiente y la empujo en la pisicina. Agito mi mano en dirección a Woohyun y Jonghyun y me giro dispuesto a irme de una vez de ahí. A pesar de que lo que hice me causó satisfacción aún sigo enojado porque Kibum los prefirió a ellos. Sé que son sus amigos y que los conoce más que yo...pero no era suficiente razón.

¿Cierto?

Suspiro cuando llego al hotel. Me quito el casco y lo dejo en el volante de la motocicleta. De repente me siento desanimado. Me bajo y paso múltiples veces las manos por mi rostro tratando de aliviar lo que siento, mas no funciona en nada. Paso por las puertas de vidrio y camino hasta el ascensor arrastrando los pies.
Llego a mi piso, entro a la habitación y me dejo caer en la cama a peso muerto.

Cierro mis ojos y los cubro con mi brazo. Me siento extraño. Tengo una curiosa opresión en el pecho que no me deja respirar bien.

¿Qué es?

Abro mis ojos de golpe cuando oigo la puerta cerrarse.

¿Cuándo me quedé dormido?

Bostezo, me estiro en la cama y me siento en ella. Miro a mi alrededor con los ojos adormilados y descubro a Onew con los brazos cruzados, una ceja arqueada y uno de sus pies golpeando el suelo.

—¿Qué esperas? —ladeo mi cabeza sin comprender.

—¿A qué...?

—Para ir a ver a Kibum —sus palabras hacen que me confunda más.

—¿Eh?

Aprieta el puente de su nariz con sus dedos y suspira.

—Me llamó hace un rato diciéndome que lo vaya a recoger —pestañeo un par de veces—. Se supone que eres tú quien lo cuida.

—Él está en la piscina con sus amigos.

—Estaba —me corrige—. Justo ahora está en un karaoke y no tiene cómo volver porque no tiene dinero.

—Pues que le diga a sus amigos que lo lleven a casa —vuelvo a acostarme y a cerrar mis ojos.

—Ellos se fueron hace más de una hora.

—Entonces ve tú.

—Tengo cosas que hacer.

—Yo también.

—Deja de ser infantil —tira de mis pies hasta bajarme de la cama. Lo miro desde mi posición—. ¿Pelearon?

—Siempre lo hacemos.

—No —niega divertido. ¿Y ahora qué le pasa?—. Esta vez fue diferente,¿no?

—No sé de qué hablas —me pongo de pie y sacudo mi camiseta.

—Solo anda y tráelo —palmea mi hombro y sale de la habitación.
Pasan unos cuantos segundos y suena mi celular. ¿Acaso ya no lo había destrozado?

Lo busco guiándome por el sonido y descubro uno nuevo. Lo único que se me viene a la mente es Onew comprándome otro. Eso quiere decir que entró antes.
Me encojo de hombros quitándole importancia al asunto y reviso el mensaje. Era él mismo diciéndome la dirección y que me apresurara. Pongo los ojos en blanco y guardo mi nuevo celular en el bolsillo delantero se mi pantalón deportivo.

Cuando llego al lugar, veo una cabeza castaña gacha y unos pies que no llegan a tocar el suelo. Suspiro y me bajo de la motocicleta. Me siento en la banca, junto a él y pongo el casco sobre sus piernas. Él me mira y da un brinco alejándose de mí.

—¿Qué haces aquí? —sus ojos están rojos y sus mejillas están húmedas.

—Así que te rechazó —murmuro estirando mis piernas.

Fija su vista en el casco y su cuerpo tiembla con violencia. Solloza y cubre su rostro con ambas manos.

—¿Bum?

—C-cállate —su voz es tan baja que si no estuviera tan cerca no lo escucharía.

—Te...

—¡No lo digas! —cubre mi boca con su mano y me mira dolido.
La aparto con brusquedad. Él me mira confundido. Tiro de su muñeca y hago que se siente en mi regazo ignorando el sonido que provocó el casco al caer al suelo.

—¿Qué ha...?

—No lo sé —lo abrazo con fuerza

—. Pero funciona. Mi mamá solía hacerlo cuando era pequeño así que supongo que también funcionará contigo.

No hace falta que diga nada más, pues Kibum se aferra a mi camiseta y empieza a llorar con fuerza mojando mi camiseta.

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