12- Kibum ¿cambiar?

Pov Minho.

Observo a Kibum dormir.
Debo admitirlo, este niño es muy lindo y adorable, tanto que de cierta forma me parece estúpido no corromperlo.
Levanto la sábana y observo sus bonitas piernas libres de vello. Eso, como ya dije, me excita.
Suspiro. Tenía tantas ganas de repetir y usar las esposas pero Kibum apenas acabó de bañarse se durmió cuando hubo tocado la cama.

Yo también descansé pero una hora, más o menos. Kibum en cambio a pesar de haber dormido casi toda la mañana, parece que va a seguir de largo.
Sin embargo, por mucho que quisiera dejarlo dormir para irme a trabajar y de paso conseguir a alguien, no puedo. Debo cuidarlo y no puedo permitir que nada le pase porque su madre no me lo perdonaría. Además, probablemente él irá a la casa de alguno de los tontos de aquella vez.

No me fío de ninguno.
Ambos parecen depredadores que quieren lanzarse sobre él.
Puede que yo también sea igual pero de todas formas yo sí cuido a Kibum y le bajo el ego de vez en cuando. Se remueve un poco y abre los ojos lentamente. Se sorprende porque lo estoy mirando y después se ruboriza.

—¿Qué hora es? —pregunta apartando sus ojos de los míos.

—Aún falta una hora para que nos vayamos —me levanto y voy al armario.

—Tengo suficiente tiempo —lo escucho levantarse—. No tengo que ponerme.

—Onew te traerá ropa en...—los golpes de la puerta me interrumpen—. Oh, ahí llegó.

Veo a Kibum caminar hacia la puerta. Lo detengo sosteniéndolo de la mano,  se gira y me mira confuso.

—No pienso dejar que nadie te vea así —lo empujo para sentarlo en la cama. Voy a la entrada y abro.

—Aquí está —dice apenas me ve. Cojo la bolsa, le agradezco con un asentimiento de cabeza, me responde de igual manera y cierro.

—Toma —se la doy y curiosea.

—Ropa de chico —hace una mueca de disgusto mientras la saca.

—Debes vestirte como se debe —abro el armario y saco unos jeans negros rotos en las rodillas.

—No tuviste dinero para comprar unos buenos —bufo y me volteo para decirle unas cuantas cosas a Kibum pero su expresión muestra tanta inocencia que me hace saber que lo dice en serio.

—Es moda, Bum—suspiro y saco también una camiseta blanca.

—Oh —se pone a mi lado sólo con la camisa puesta y se agacha para coger los zapatos

—Ponte estas...

—¿Botas negras?

—Sip —asiente.

—Está bien —las cojo y las dejo en la cama.

—Oye Min —me pongo el pantalón y con un movimiento de cabeza le hago saber que lo escucho—. ¿Por qué te gusta verme con el cabello suelto?

—Porque eres adorable y me gusta como se siente cuando lo toco —me siento en la cama para ponerme los zapatos luego de la camiseta.

—¿E-en serio?

—Sí, es agradable —sé que está sonrojado. La verdad es precisamente por eso que le dije eso.

—Gracias —susurra—...creo.

—De nada —me pongo de pie, acaricio su cabello delicadamente.

—¿N-nos vamos? —quita mi mano con la suya y sonríe.

—Sí. Onew nos espera abajo —cojo las llaves del apartamento.
Salimos y vamos hasta el ascensor en un silencio que por extraño que parezca no es incómodo.

Mientras esperamos a llegar a la planta baja, Kibum se mueve de un lado a otro y tararea una canción que no se m hace conocida de nada pero que suena bonita por su suave voz.

—Bum...

—¿Um?

Pongo mis dedos debajo de su barbilla y uno nuestros labios. Sus ojos se cierran de inmediato y yo lo observo únicamente.
No entiendo cual es el sentido de hacerlo. Me separo. Está confuso. Lo noto en su expresión.

—¿Por qué las personas cierran los ojos cuando besan? —las puertas de metal se abren y nosotros salimos.

—¿T-tú no los cierras? —salimos del hotel y efectivamente ahí está la camioneta negra esperándonos.

—Pues no —abro la puerta y me hago a un lado—. Sube.

—Gracias —entra y sienta. Me pongo s su lado—. S-se siente mejor.

—¿Qué cosa?

—El beso —frunzo el ceño pensativo.

—A ver —tomo el rostro de Kibum entre mis manos, cierro los ojos y lo beso. Me sorprendo porque es cierto. La sensación es más sutil y dulce.

—¿Q-qué haces? —exclama cuando se aleja.

—Probando —el auto arranca. Onew me mira por el retrovisor de forma reprobada.

—A-alguien nos puede ver.

—Son vidrios polarizados —recargo mi cabeza en la ventana.

—¿Y él?

—No te preocupes, Bum. Ya es normal para mí —dice mi mánager desde adelante.

—Oh —Kibum hace una venia con la cabeza—. Lamento las molestias que le he causado estos días, señor.

—¿Señor? —ríe—. Dime Onew.

—De acuerdo.

Pasan alrededor de cuarenta y cinco minutos hasta llegar al aeropuerto. Kibum jadea y me toca el brazo.

—¿Vamos a salir de la ciudad?

—Vamos a Jeju —responde Onew por mí—. Love land.

—¿El parque erótico? —sonrío de lado.

—¿Lo conoces?

—Fui una vez con mi mamá —se ruboriza. Pellizco una de sus mejillas y acerco mi boca a su oreja.

—Será interesante —le muerdo el lóbulo con delicadeza.
Da un brinco alejándose.

—No...

°°°

Estiro mis piernas mientras espero a que el auto encargado de recogernos llegue. Kibum se queda a mi lado comiendo papas fritas de una bolsa. La pone en frente de mi cara.

—¿Quieres? —sus mejillas llenas de comida le dan el aspecto de ardilla.

—No, gracias —lo aparto.
Si me pongo a analizar la situación, Kibum ha cambiado mucho desde la primera vez que lo conocí. Pasó de ser un niño arrogante a uno completamente lindo y cariñoso.

No lo digo por mí.
Hace unos minutos, apenas bajamos del avión, llamamos a su madre y su forma de hablarle fue distinta. Incluso le dijo que la extrañaba y que la quería mucho. Ahora, si me fijo en lo mío. Yo también he cambiado mi forma de comportarme y la verdad, es que él ya no me da razones. Aunque hace dos días peleamos hasta tener sexo.

¡Bingo!

Ya sé.

—¿No te gusta tener sexo conmigo? —me apoyo en la columna.

—¿Qué? —me parece ver que sale humo de sus mofletes.

—Que si...

—¡Sí te oí! —me interrumpe—. ¿P-por qué preguntas?

—Porque hasta hace dos días cuando tú y yo peleábamos siempre acabábamos...

—N-no hables como si lo hubiéramos hecho varias veces —aparta su mirada avergonzado.

—Tienes razón. Vendrán muchas más.

—¿Eh? —un auto rojo deportivo se estaciona frente a nosotros y de este baja...

—¿Changmin?

—Hola Minho —agita su mano con una gran sonrisa adornando su rostro.

—Oh demonios —me acerco a grandes pasos y le doy un fuerte abrazo—. Ha sido tanto tiempo.

—No recuerdo que fueras tan cariñoso —bromea también rodeándome con sus brazos.
Río por lo bajo. Me separo de él y alboroto su cabello.

—¿Y quién es el pequeño? —apoya sus manos en sus muslos, flexionando el cuerpo.

—Soy Kim Kibum, tengo quince años —hace una reverencia perfecta de noventa grados.

—¡Qué educado! —le toca la cabeza y Kibum lo mira—.Changmin, veintiún años.

—Un placer conocerte.

—El gusto es mío.

—Sí, sí. Muy lindo, ¿nos vamos? —cojo la mano de Kibum. Abro la puerta y lo empujo dentro.

—No seas grosero, Minho —pongo los ojos en blanco.
Subimos al auto y enseguida enciendo la radio para poner en mi estación favorita.

—¿De dónde eres, Bum? Tu acento no parece ser de Seúl —comenta Changmin al salir del aeropuerto.

—Busan —me giro y miro a Kibum sentado en la parte trasera. Eso no lo sabía.

—Oh. ¿Tu mamá es la señora Kim? Es decir, Taeyeon—bajo la ventana y reviso el auto de Changmin. Encuentro sus Ray Ban y me las pongo.

—Sí, ¿la conoces?

—¿Quién no? Ella es un ángel.

—Apoyo eso —intervengo levantando mi pulgar.

—¿Y...—se detiene en un semáforo, fija su mirada en mí y luego en Kibum— ustedes son novios?

—¿Qué? —decimos al unísono.

—Oh vamos —se carcajea—. Se les nota.

—Sabes muy bien que no se me dan bien las relaciones, Changmin.

Mi amigo chasquea la lengua claramente decepcionado.

—Una pena. Harían bonita pareja.

—Deja de decir estupideces y fíjate en el camino, idiota.

—Ah, eres muy malo —lloriquea pisando el acelerador.

De reojo, miro a Kibum y lo noto ruborizado. No tiene por qué tomarse las cosas en serio. Él ni siquiera me gusta de forma más allá que sexual. Sigue siendo un niñato inmaduro con poca capacidad de razonar. Apenas soy capaz de decir que me agrada y eso ni siquiera es del todo cierto.

—Llegamos.

Analizo el lugar con la mirada y descubro un montón de esculturas que representan la sexualidad y obviamente, el amor. Sin embargo, para mí y mi pene sólo es importante la parte erótica.

—Es hermoso —murmura Kibum mirando todo embobado.

—Acaban de llegar muchas posiciones en las cuales podría ponerte —susurro muy bajo sólo para que él me escuche.

—Eres un enfermo —arruga la nariz.

—Te gusta que lo sea sino no disfrutarías tanto —paso la lengua por mis labios para después morderlos.

—¡Cállate! —patea mi canilla y sale corriendo.

—¡Ah! —empiezo a saltar en un pie adolorido—. ¡Verás cuando te atrape!

Da media vuelta y sigue corriendo de espaldas. Saca la lengua y guiña un ojo, vuelve a voltearse y se esconde debajo de una carpa blanca en donde está todo el staff.

¿Kibum haber cambiado?

¡Mis pelotas!

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