1- Señora Kim
La pompa del chicle de fresa que estoy comiendo se revienta, mi ceño se frunce y mis dedos se aprietan alrededor del celular pegado a mi oreja.
—¿Qué cosa? —gruño enojado, muy enojado—. Eso no era lo planeado.
—Minho sé lo que dije pero ellos...
—Todos son unos inútiles —mascullo—. Escucha Onew. Espero les patees el trasero y les enseñes como se trabaja de verdad.
—Tranquilo —lo oigo reír—. Yo siempre lo soluciono todo.
Suspiro.
Tiene razón...
—Lo sé. ¿Ahora qué hago con las maletas?
—Ya va alguien a verlas. Hasta eso conoce la ciudad, Minho —sonrío, niego con mi cabeza y me levanto.
—Yo ya la conozco, querido —camino de un lado a otro sintiendo la mirada de todos en mí. Supongo que es porque no están acostumbrados a ver a alguien tan extravagante.
—Cualquiera cambia en doce años, sobretodo una ciudad.
—Ajá —pongo los ojos en blanco. Alguien toca mi hombro y me volteo
—. Te hablo luego.
Cuelgo y miro a esos hombres corpulentos.
—Vinimos a ver las maletas —dice uno de ellos mientras se agacha.
—Bien. Espero tengan cuidado. Guardo cosas frágiles —guardo mi celular en mi bolso y sin decirles nada más, me dirijo a la salida.
Miro a mi alrededor hasta que encuentro la zona en donde están estacionados los taxis. Voy hasta ahí y me subo en uno.
—¿A dónde lo llevo, señor? —sus ojos se clavan en mí a través del espejo retrovisor.
—Algún lugar donde no me aburra —apoyo mi barbilla en la palma de mi mano y miro hacia la calle.
—Está bien.
En lo que es del viaje del aeropuerto hasta el centro de la ciudad me doy cuenta de que lo que ha dicho Onew es cierto. Las cosas han cambiado un montón.Sonrío cuando los recuerdos de mi infancia empiezan a invadir mi mente al pasar por el lugar donde antes había un parque. Tuve buenos momentos con mis amigos.
—Por aquí hay institutos que están haciendo festivales por el verano antes de salir de vacaciones —habla de repente el taxista llamando mi atención.
—Lléveme al más cercano —me encojo de hombros.
—Entonces ya llegamos —frunzo el ceño y miro a través de la ventana del lado contrario.
—Gracias —le pago y me bajo.
Asi mismo como en el aeropuerto, todos se me quedan viendo. Chicos y chicas. Les brindo mi mejor sonrisa, me pongo mis Ray Band negras y guardo mis manos en los bolsillos de mi pantalón morado.
—¿Es Minho?
—Eso parece.
—¿Qué hace aquí?
—¿Crees que tenga novia?
Les sonrío al grupo de chicas que murmura y sigo caminando.
El taxista tiene toda la razón.
Hay muchas cosas con las que puedo divertirme, lastimosamente todas y todos son ilegales aún. De seguro no pasan de los diecisiete años.
—¿D-desea un poco? —noto como uno de los chicos de un puesto se me acerca con una bandeja llena de galletas de sakura.
—Claro —cojo una, con mis dedos levanto su barbilla y con ayuda de mi pulgar le abro la boca. Pongo la galleta ahí y la muerdo dejando que nuestros labios se rocen un poco. Sus mejillas se tiñen de rojo y sus ojos se abren sorpresivamente. Me alejo con una sonrisa y alboroto su cabello antes de seguir caminando.
No obstante, el hecho de que muchos más se amontonen a mi alrededor no me deja seguir avanzando.
—¿Podrían quitarse? —arqueo una ceja y los miro severamente.
—¿N-no comerá más?
—No quiero ser una vaca como tú —río. Veo sus ojos humedecerse.
No me importa porque logro mi propósito. Hacer que todos se alejen.
—Gracias —digo en mi tono más meloso y continúo observando todo cuidadosamente.
Me muerdo el labio inferior cuando veo a una chica vestida de Maid correr hacia el interior del edificio donde supongo reciben clases.
Camino hasta ahí, siguiéndola disimuladamente.
«Ilegal...»
Sí, lo sé. Pero no creo que besarla un poco bajo su autorización y tocarla aquí y allá sea malo, ¿no?
Ingreso y veo a un grupo de tres chicas empujando a aquella bonita Maid contra una pared.
—¡Quítatelo!
—¡No quiero! —grita la Maid regresando el empujón a una de ellas.
—¡El vestido no te pertenece! ¡No debes ponértelo! —me escondo tras una columna y observo como le quitan la diadema de orejitas y la tiran al suelo.
—¡Me queda mejor que a cualquiera de ustedes!
—¡Eso no es cierto! —noto como la agarran del vestido y amenazan con arrancárselo. Estoy a punto de intervenir cuando alguien más las llama.
—Hay muchas personas que deben atender —avisa un joven bastante alto sin mirar a la chica que ahora está en el suelo. Es tan delgada y se la ve tan frágil.
—Más te vale habértelo quitado para cuando volvamos —y se van.
Me aseguro de que ya no hay nadie más y voy hasta aquella chica. Le tiemblan los hombros y se muerde fuertemente el labio para no llorar.
—Para serte sincero...—me arrodillo frente a ella y tomo en mis manos la diadema— te queda mejor que a ellas.
No me mira, es más parece que me ignora. Observo unos segundos sus labios libres de maquillaje y le tiendo la diadema.
—Gracias...—susurra aún con la mirada baja mientras la toma. Su voz es tan suave y bonita.
—¿Quieres salir de aquí? —propongo atrapando su mano en un rápido movimiento.
—No —al inicio, cuando por fin se digna a mirarme, sus ojos reflejan severidad, pero luego éstos muestran sorpresa. Aunque no disfraza ni esconde un aire cautivador-Minnie...
Mi sonrisa se borra, mi respiración se corta y trago saliva.
—¿Cómo me llamaste? —recuerdos y más recuerdos empiezan a llegar.
—Yo...lo lamento —se levanta. Limpia sus piernas y hace una reverencia.
Hago lo mismo que ella por inercia.
Abro la boca para decir algo cuando noto que no me mira otra vez.
—¡Minho! —pero Onew me interrumpe.
Giro mi cabeza hacia donde proviene la voz. Sacudo mi mano y cuando vuelvo a mirar hacia el frente ella ya no está.
—¿Por qué llegas justo ahora? —suspiro mirándolo con reproche.
—Dijiste que no te gustaban las coreanas —sonríe burlón palmeando mi hombro.
—Ella era...—hago una pausa y cierro mis ojos recordando los suyos— diferente.
—Como digas casanova. Tienes sesión de fotos —toma mi brazo y tira de mí fácilmente.
Ya no es novedad de que no pueda descansar antes de trabajar nuevamente. Veo la camioneta estacionada a un lado de la acera. Abre la puerta por mí y subo callado. Pienso en lo suave que serían sus labios delgados.
—Por primera vez sentí algo así —murmuro para mí mismo tocando mi pecho.
—¿Qué?
Miro a Onew y niego con la cabeza.
—Nada.
Llegamos a lo que parece un hotel. El cielo se nubla y el viento alborota ligeramente mi cabello.
—No me acostumbraré a esto —gruño molesto—. Corea es demasiado frío.
—No te preocupes. Volveremos antes de que llegue el invierno —me anima Onew empujándome dentro del edificio.
Camino hasta el ascensor dejando que mi mánager se encargue de la estadía y la información.
—¡Minho!
—¿Qué?
—Piso doce.
Asiento. Sale nuevamente del edificio y yo acabo por entrar al ascensor. Presiono el botón que marca el número doce y me recargo en el espejo a mi espalda cruzado de brazos. Las puertas se abren en el piso tres. Frunzo el ceño cuando veo a una mujer de no más de cuarenta años entrar.
—¡Minnie! —me sobresalto ante su grito y me tenso cuando me abraza—. Has cambiado tanto.
La separo de mí un tanto brusco pero su sonrisa me dice que no le molesta en lo absoluto.
—¿Quién mierda es...?
—¡Cállate! —golpea mi pecho interrumpiéndome—. ¿Crees que por ser un jovencito de veintidós años ya puedes decir groserías?
—¿Eh?
—De esto se va a enterar tu abuela cuando se lo diga.
Momento...
Esa forma de regañarme, de señalarle y de amenazarme...
—¿Señora Kim? —ladeo mi cabeza confuso.
—¿No me digas que te habías olvidado de mí?
—¡Cómo lo haría! —tiro de ella y la abrazo fuertemente—. Ha pasado tanto tiempo. Y usted está tan cambiada.
—Oh, lo sé —acaricia mi espalda y se alej un poco de mí para mirarme—. Y tu estás tan delgado.
—También más guapo —río.
—Eh, presumido —pellizca mi mejilla—. Mi hijo también se esfuerza por ser muy delgado...
Hace una mueca.
—¿Quién? ¿Kibum?
—Sí.
—Usted nunca me enseñó como era él.
—Lo siento pero probablemente lo conozcas hoy —sonríe y me suelta—. Ojalá no se ponga esa ropa.
—¿Acaso es el típico caso de chico dark? —bromeo soltando una pequeña carcajada.
—¡Já! Fuera bueno. Tiene la costumbre de vestirse de chica.
Levanto mis cejas sorprendido. No me esperaba eso.
—¿Es...?
—Gay —acaba por mí. El ascensor se detiene, las puertas se abren y nosotros salimos (o entramos) a lo que parece un estudio—. No lo sé. Le pregunté y él me dijo que lo hacía simplemente porque le gustaba.
—¿No le molesta?
—La verdad no. Se ve más bonito con vestido que cualquier chica en este piso.
—Si se parece a usted, seguramente.
—Este coqueto —me da un ligero golpe en el costado con su codo—. ¿Y bien? ¿Tienes novia?
—Nop.
—Onew me dijo que eres bisexual —me da una nalgada, me sonrojo y ella ríe, otra vez.
—Pues...sí.
—Bien —se detiene y me apunta con su dedo como hace un rato—. Te mantendré vigilado cuando estés con mi hijo.
—¿Cuántos años tiene su hijo?
—Quince.
—Aún es un niño. No me metería con él.
—¿Eso quiere decir que si fuera más grande sí lo harías?
—Probablemente.
Suelto un quejido cuando me golpea la cabeza.
—Tonto —niega poniendo sus manos en su cadera—. Sígueme.
—¿A dónde?
—A maquillarte —me sonríe maternalmente como solía hacer hace cinco años—. Seré nuevamente la que se encargue de ti.
🌝🌝Hola ggg
Esto apenas empieza uhh
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top