Capítulo 6:
—Lo siento, niño bonito. Pero no tenemos agencia, no hay opción a reclamos en nuestros servicios —él me empujó levemente para abrirse paso a la carrocería y se puso a limpiar como si nada hubiese pasado—. Ahora si me disculpa, debo llenar de nuevo el ómnibus.
—¡Malditos ladrones!
Giré sobre mis talones para irme con toda la ira recorriendo mis venas, pero las luces de los diferentes establecimientos no tardaron en animarme, me detuve a observar atentamente cada anuncio, cada póster publicitario pegado en las paredes que había por todo el lugar, imaginando que yo estaría en ellos en poco tiempo. Luego de tres horas de caminar sin sentido me alojé en un hotel que afortunadamente no me hizo ningún problema con la documentación. Necesitaba dormir ese domingo muy bien para al día siguiente encontrarme fresca y llena de energía.
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué tanto alboroto a esta hora? —La curiosidad me superó..
—¿No lo sabe? Dorian Leroy acaba de llegar a la ciudad. ¡¿No le parece fantástico!? —La risueña recepcionista aclaró mi curiosidad, mientras ojeaba una revista de moda donde mi despampanante rubia de ensueño ocupaba la portada.
—¡¿Dorian Leroy!? ¡Oh lo amo tanto...!¿Es en serio?¿Desde cuándo llegó a la ciudad? —Le arrebaté la revista de las manos para detenerme a admirar a la preciosa mujer que ocupaba toda la portada de la revista.
—No creo que a usted le interese, son asuntos de chicas...—ella hizo un ademán con su mano, señalándome que olvidara el asunto—. Por favor devuélveme la revista.
—Te equivocas, preciosa. Soy el fan número uno de la moda y de esta deslumbrante musa, señorita —la sarcástica recepcionista miró la portada intrigada—. Ella es Noelia Duval, la diseñadora de modas más influyente de este jodido planeta, gana cincuenta millones de los grandes diarios, ¡diario! Soltera, máster en literatura, graduada en artes escénicas, alérgica a las nueces, y mi completa inspiración... ¡La mujer de mis sueños...!
Observé con malicia como su expresión cambió con rapidez por una de vergüenza extrema.
—¿No es algo mayor para ti? ¿O estás en busca de una sugar mommy? Están por inaugurar muy cerca de aquí una sucursal de aquel antro de perdición de Las Vegas, "El Piso 70"... Tal vez pueda encontrar alguna mujer parecida, amigo —la malhumorada mujer me quitó su revista.
—Por eso llegué a esta ciudad, amiga. Prefiero una mujer madura en lugar de jovencitas déspotas con el cerebro vacío...—la recepcionista estaba a punto de explotar del enojo—. Habitación doscientos tres por favor.
—¡Mierda...! —La tipa se quedó de piedra al leer mi registro—. No fue mi intención ofenderla, señorita Anderson. Recién cambié el turno y... Bueno... El señor Leroy es...
—Déjelo así, obviamente sé quién es Dorian Leroy. Estoy cansado y sólo quiero dormir en estos momentos, mi llave por favor.
—Aquí tiene, señorita. Y nuevamente, disculpe usted...
—Pierda cuidado, siempre me pasa. Con su permiso.
De prisa subí al ascensor algo fastidiada por la actitud de algunas mujeres, que me confundan con un chico varias veces al día me resulta divertido, pero que comienzen a juzgarme por ello es exasperante. Alisté mi atuendo para el casting, busqué la boutique más top en línea e intenté escoger lo más rockero y sexy, por fortuna tenía mucha experiencia en cuanto a moda actual gracias a la devoción que tenía con Noelia Duval, aunque antes no tuve oportunidad de demostrarlo ya que siempre había vestido camisetas, chaquetas y vaqueros rotos o desgastados que añadiendo mi amada guitarra de accesorio, terminaban por darme una perfecta apariencia de chico rebelde. Pero esos días habían terminado, iba a cambiar esa imagen de mí a como diera lugar. Me acosté en la amplia cama soltando un hondo suspiro, mientras la luna iluminaba mis oraciones que imploraban al cielo para que todo me saliera bien en mi travesía, hasta parecía que me estaba dando la bienvenida a mi nuevo hogar, ansiaba ese momento. Deseaba con todas mis fuerzas que alguien al fin descubriera mi talento, y me ayude a difundir mi música.
Era lo mejor que me podía pasar estando tan lejos de mi hogar, de mis amigas, de la ciudad.
Las calles de Los Ángeles son mágicas y parecían haber sido hechas para cumplir sueños, los miles de letreros hacían galopar mi corazón con la esperanza de un futuro mejor. Leí una y otra vez la dirección adjunta al correo electrónico que me enviaron desde el sitio web pero no la conseguí ubicar. Luego de varias horas de recorrido las plantas de mis pies tenían ampollas de tanto que había caminado sin rumbo.
«—Tal vez lo redactaron mal o quizás se les pasó algún número» —deduje entre mí.
Llamé varias veces al teléfono de la oficina pero me mandaba al buzón, caminé por tres largas cuadras más, y cuando estaba a punto de rendirme un enorme edificio deslumbró mi visión. El sol bañaba los vidrios en los que estaba edificado y era realmente majestuoso, arrastré mis pasos hacia la torre de cristal donde una pintoresca recepcionista no paraba de masticar chicle con la boca abierta, tenía una pinta de callejera, sus tatuajes sin sentido cubrían la mayor parte de su piel visible y dos aros colgaban de su ceja izquierda, realmente su aspecto era deplorable. Segundos después sacudí mi cabeza ante mis retorcidos pensamientos, la estaba juzgando por su aspecto y eso es exactamente lo que hace la gente a menudo conmigo, no debería repetir en otros lo que no me gusta a mí.
—Vienes desde muy lejos, chico. Pasa adelante por favor y deja aquí tu teléfono móvil —me respondió la tatuada luego de explicarle la razón de mi visita, y arrugué el entrecejo ante su extraña orden—. ¿Estás sordo o qué?
—¿Mi teléfono? ¿No veo la razón para hacerlo? —Saqué mi móvil del bolsillo y lo observé detenidamente, todo era demasiado raro.
—Son las normas de la empresa, niño. Avanza que no tengo todo el tiempo del mundo.
Le entregué mi preciado teléfono con recelo para luego seguir sus indicaciones, subí al elevador, presioné el número nueve y me distraje al ver mi reflejo en el espejo, realmente me había esmerado ese día, y todo eso gracias a que me compré una ropa muy fashionista para esa ocasión tan importante. Las puertas metálicas se abrieron dándome paso hacia el éxito, y sabía que lo iba a lograr.
—Buenos días... —la quijada se me quiso caer de la cara al ver tan extraña oficina, a simple vista parecía un almacén de mala muerte—. ¿Es usted el manager?
—Ignacio Claver para servirle...—cuando el delgado tipo levantó su mirada unos fríos ojos negros se clavaron en mis pupilas, su aspecto era desaliñado y el hedor que desprendía su pelo me dejaba saber que no había visitado una ducha hace semanas—. ¿Quién te envió aquí?
—¡¿Usted es Claver!? Mi amiga Joyce me encargó entregarle esta carta de recomendación, pero jamás pensé que lo encontraría aquí —para ser sincera no esperaba ser atendida por el mismo dueño de la empresa, pensé que me recibiría algún asistente pero tratar directamente con Claver me hizo sentir más nerviosa de lo que ya estaba. Le entregué el sobre amarillo ante su mirada de sorpresa—. Conversé con usted por teléfono hace una semana, me interesa ser parte de esta prestigiosa compañía.
—Muy bien, Anderson. Esto es todo lo que necesitaba leer, empiezas hoy mismo —hice un salto de júbilo ante la sonrisa macabra de aquel tipo, sus dientes amarillentos me dieron náuseas.
—¡Muchas gracias, señor Claver! —Le agradecí eufórica, y aquel sujeto se levantó de su desordenado escritorio para estrecharme la mano—. Mi sueño siempre ha sido ser cantante, gracias por darme una oportunidad.
—Todos los jovencitos vienen a Los Ángeles con el mismo sueño, Andy —Claver hizo un gesto perturbador, y sacó casi de inmediato una vestimenta forrada de un inmenso armario—. Pero la realidad es muy distinta, y tú no eres un chico. ¿Cierto? Eres una niña muy estúpida.
—¿Qué...? Creí que el señor Clifford le había explicado todo... ¿Algún problema con eso?
—Ninguno, existe alguien que pagará mucho dinero por tu lindo trasero —el hombre me entregó la ropa bruscamente—. Ponte esto y vienes para asignarte una habitación del placer.
Me quedé petrificada ante sus palabras de doble sentido... Sus ojos me inspeccionaron de pies a cabeza, me hizo girar sobre mis pies, me dio una palmada en el trasero y se cruzó de brazos, expectante. Estaba atónita ante su extraño comportamiento.
«¡¿Placer!? ¿A qué se referirá con eso? ¿Acaso pretende que me desnude delante suyo?»
Quité el protector de la ropa que me entregó, y mi cuerpo se paralizó por completo al descubrir un traje de domestica clásico en blanco y negro, lo que más me preocupó de ese vestido fue el alto de la falda, a duras penas podía cubrirme el trasero.
—¡¿Qué clase de canción grabaré con ésta ropa!? —Agité la horrible prenda totalmente histérico.
—Oh... Cantarás, ternura. Cantarás de mucho placer cuando uno de nuestros socios te folle sin descanso, eso eso seguro. Tendrás que obedecer las órdenes de tu nuevo dueño, esclavo —Claver se mofaba de la situación, su sonrisa lasciva me consternó demasiado. Él se retiró de la oficina soltando ruidosas carcajadas, dejándome sola con el humillante traje en las manos...
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