Capítulo 30:

—¿Me puedes explicar qué fue lo que sucedió, Brennan? —Intenté intervenir en defensa de Eric, pero no quise buscarme problemas con ella—. ¡¿Se puede saber por qué hicieron ingresar a mi gato a esa caja sin priorizar su bienestar !?

—Leroy fue el encargado de alistar la entrega, y usted no me dio órdenes de alimentar a su gato en casa. Lo siento, mi señora —se disculpó con la cabeza gacha, no se atrevió siquiera a enfrentar a su jefa.

—¡Yo no te pago por pensar cosas sin sentido, te pago para que hagas bien tu trabajo! ¿Estás consciente de lo que pudo haber pasado? —Duval regañó a su empleado, eso era bastante injusto y no podía quedarme callado, mi espíritu justiciero me obligó a intervenir aunque me costara mi ansiado sueño—. El gato pudo...

—Eric no tuvo la culpa, señora Duval —interrumpí a la dueña de la casa, y mi defendido me quedó viendo petrificado—. Su chófer no estaba presente cuando sucedió, en todo caso el culpable fue el señor Leroy quien me ordenó hacerlo en primer lugar, y no se preocupó en adaptar la caja para un humano. Además, le aseguro que estoy bien... 

—¡¿Tú!? ¿Estás contradiciéndome? —La rubia golpeó con las palmas de sus manos el cojín del sofá—. ¡¿Qué clase de grosero animal me trajeron a casa?!

¿Siempre sería tan gruñona? Estaba en graves problemas, seguro me echaría de su lado...

—¡Anderson por favor retráctate! ¡Pídele perdón ahora mismo! —Eric estaba al borde del colapso, pero yo me negué rotundamente en silencio—. La señora Duval no es quién tú piensas, ¡quítate esa absurda idea de la cabeza!

—Estamos discutiendo por un simple malentendido que afortunadamente acabó en buenos términos, y... —me puse en pie apartándome de la mujer más hermosa de la galaxia, sacudí mi ropa y me quité las ojeras de peluche que adornaban mi cabeza observándolas con suma tristeza. Adiós vida de ensueño, hasta nunca fama y riqueza—. A mí... Todo este escándalo parece algo exagerado y ridículo. Estoy bien, de verdad lo estoy a su lado...

Listo, estaba jodido. 

—Acompáñame al comedor —sentenció Duval, y su empleado hizo una reverencia saliendo del espacio por donde ella caminó, la atmósfera se volvió más tensa todavía—. Estoy realmente enojada por tu causa... 

Perseguí en silencio el bamboleo de sus caderas hasta llegar al amplio comedor, una enorme mesa que podría recibir dos docenas de personas en una cena, algo demasiado excesivo para una mujer que parecía vivir sola. Ella me invitó a sentarme mostrando sus perfectos modales y me colocó un gran pañuelo en el cuello del vestido, me acomodó las orejas en el cabello y ocupó un asiento justo frente al mío. Su forma de tratarme fue muy extraña para mí, no sabía bien cómo comportarme con gente tan adinerada, pero lo más raro sucedió cuando Lilu colocó en la mesa una exquisito platillo para la señora, y un gran vaso de leche junto a un comedero de mascota para mí. En ese momento me di cuenta que mi plato contenía croquetas dentro.

No era posible mi mala suerte...

—Señora Duval...—murmuré intentando romper el hielo.

—No tienes idea de lo que me costó encontrarte, el tiempo que esperé por ti...—Duval se quedó viéndome fijamente y le correspondí el gesto: el conjunto negro que tenía puesto sacaba a relucir su fina contextura, le quedaba al guante, y su maquillaje algo corrido le daba una imagen muy sensual, se veía como una estrella de cine de los años cincuenta. Me quedé hipnotizado ante su belleza tanto así que únicamente sus aleteos de pestañas me regresaron a la realidad—. ¿Qué esperas? Come...

—¿Esto? —Su sonrisa radiante me dio a entender que en verdad pretendía que comiera alimento de gato—. Es broma, ¿cierto?

—Son galletas integrales de miel en forma de pescado, no soy una psicópata...—ella llevó ambas manos a sus mejillas y se quedó observándome con ternura—. No te avergüences, sólo hazlo como mejor te plazca.

Noelia hizo un ademán con su mano derecha invitándome a comer, para mi fortuna no eran croquetas de gato reales y ella no estaba loca. Me armé de valor y me introduje un pez a la boca, al momento que intenté masticar descubrí que su sabor no estaba mal, fue como comer una clásica galleta crocante, pero al beber la leche todo empeoró. Escupí el líquido blanco sobre la mesa, estaba horrible.

—¡¿Qué pasó!? ¿No te gusta? —Me preguntó risueña, luego se levantó y sacó de una bella estantería un paquete de comida con un gato en la portada. Me exalté por la duda, ¿era o no comida de animal? Me entregó el curioso empaque y efectivamente se trataba de alimento para gatos, felino humano para ser preciso—. En la tienda de mascotas me dijeron que es lo mejor para un gato, te mantendrá delgado y en forma.

—¿Realmente venden esto? ¿Existe una tienda especial para nosotros? Vaya, el mundo no deja de sorprenderme...—no pude evitar reír a carcajadas mientras leía los ingredientes, esa mujer era un caso totalmente singular, hasta buscó un lugar donde comprarme comida—. No me gustó la leche porque está desabrida, un poco de chocolate no le vendría mal.

—El azúcar es dañino para la salud, ocasiona serias enfermedades y es el principal causante de obesidad en el mundo —masculló y acto seguido Eric le sirvió licor en su copa, eso ya me estaba asustando. 

Definitivamente su personalidad era muy distinta a lo que imaginaba, pero me gustó que se hubiera tomado el tiempo de pensar en mí. En ese momento su expresión divertida se desvaneció, tanto como el sabor a la leche desabrida gracias a una generosa ración de agua. 

—Puedes despejar tus dudas antes de terminar la cena, luego te explicaré las normas —añadió de forma severa, si ella hubiera sabido que su presencia ya me ocasionaba otra clase de enfermedad, el azúcar habría quedado en segundo plano.

—¿Por qué estoy aquí? Es decir, usted tiene tanto dinero y es tan hermosa que...—Noelia interrumpió su sincronizado masticar para mirarme, justo lo que quería conseguir—, puede tener a su lado a cualquier supermodelo. Puedo asegurar que cientos de hombres matarían por estar en mi lugar, mientras yo no soy...

—Mantuve una relación amorosa por ocho tediosos años que acabó fatal, desde ese momento decidí descartar el romance de mi vida. No más relaciones desgastantes y cursis que sólo me quitan mi preciado tiempo, simple —me explicó elevando su tenedor y el cuchillo a la vez, me metí otra croqueta alucinado por lo hostil que se había escuchado su confesión—. ¿Algo más?

—¿Vive sola aquí? —Ella me sonrió orgullosa, me agradó verla así. Sacó una cajetilla de cigarrillos y encendió otro mientras Lilu retiraba su plato de la mesa—. Creo que fue algo estúpido preguntar eso… Sólo quiero saber más sobre usted, conocerla...

—Soy una multimillonaria y frívola empresaria que lucra con la moda, mi vida no es tan interesante... —el olor a tabaco que expulsaba me encantó tanto que me quedé viéndola idiotizado—. Sufrir una traición amorosa de esa magnitud te obliga a desconfiar de la gente, ahora prefiero alejar a todas las personas de mí. A criterio de mi psicoanalista eso es grave y me está ocasionando fuertes migrañas —me aclaró con una expresión de fastidio—. Tu función aquí es satisfacer las dos carencias que tengo gracias a mi voluntario aislamiento, sexo y compañía. Es todo.

—Solo deseo convertirme en la mascota ideal para usted, y si yo no tengo lo que a usted le gusta entonces... —utilicé la voz más dulce que me nació para intentar desaparecer su mal humor. 

Yo la amaba, pero no de una manera romántica, amaba su forma de vestir, amaba su estilo, amaba su empresa, la había idolatrado durante mucho tiempo, y debía conseguir que Noelia se enamore de mí para cumplir mi sueño. 

—¿Mascota? Me acabas de demostrar que no entiendes un ápice del sentido de la obediencia —se acabó su copa de coñac de un solo trago, y luego se levantó de la mesa acercándose a mí—. Escapaste de casa, eso quiere decir que no obedeciste ni a tu propia madre. Pero yo sabré educarte correctamente, Andrea Anderson.

—¿Qué…? —Estaba en serios problemas.

—El imbécil de Dori creyó que podía timarme, pero eres tan torpe que firmaste con tu nombre real cuando te envíe el obsequio. ¿Recuerdas la caja de accesorios?

—Mierda… —mi corazón estalló en mi pecho, golpeando mi tórax con fuerza, ella lo sabía, sabía todo desde un principio, entonces aún tenía esperanza de conquistarla—. ¿Es usted lesbiana, señora Duval? Es que… Parece que no le desagrada mucho el hecho de que soy hembra.

—Acaba el vaso de leche y luego subes. Despejaré esa última duda en tu habitación, ¿de acuerdo?

Ella depositó un dulce beso en mi mejilla, y subió las escaleras dejándome solo en la enorme mesa. Su andar fue tan sensual que estuvo a punto de caerse el vaso de mi mano por quedarme embobado mirando su trasero, su imagen desapareció de mi visión y al instante llevé mi mano a mi mejilla justo donde ella me había tocado, aún conservaba la sensación de sus labios en mi rostro. Una cosa era segura, me fascinaba esa mujer por más loca que estuviera. Cuando acabé fui tras sus pasos, al llegar a la segunda planta me quedé observando la puerta de color marfil de mi habitación suspirando gracias a mis delirios de fortuna, debía ser paciente o lo echaría todo a perder.

La rubia estaba sentada en el bonito sofá color rosa pastel esperándome, pude sentir su deseo en cada vello de mi piel. Levanté los brazos para darle un mejor espectáculo quitándome la caperuza mientras caminaba hacia la cama de espaldas a ella, cuando giré a su encuentro el precioso gris de su mirada me atrapó, fumaba sin mediar palabra recorriendo toda mi anatomía desde su lugar. Por los gestos que mostró estuve seguro que le gustó mi atuendo, empecé a mecerme lentamente para que la pomposa falda causara gracia en ella y su sonrisa me sorprendió. Me encantaba su postura perfecta al sentarse, cruzada de piernas se asemejaba a una escultura. Yo me quedé parado como un idiota sin saber qué hacer o decir.

—Te explicaré las normas que tendrás que obedecer al pie de la letra. Acudirás a mí cuando solicite tu presencia y harás todo lo que yo te pida. Un animal de compañía no tiene derecho alguno a exigir algo que el dueño no le plazca otorgarle, sus deseos no serán tomados en cuenta, señorita Anderson. Así que deberá olvidarse que usted es una persona, si me escucha y no me molesta yo me ocuparé exclusivamente de ti. ¿Me estoy expresando bien?

Con esas condiciones seguro ella pensaría verme salir huyendo despavorido de su casa, estaba intentando intimidarme a como diera lugar pero yo no iba caer en esa trampa. El magnetismo que irradiaba su cuerpo me atrajo como una polilla condenada a morir en su ardiente y dorada luz, me atreví a sentarme sobre la cama en una pose felina para provocarla.

—Confío plenamente en usted, señora Duval —me froté las mejillas con el dorso de mi mano. Noelia no podría librarse fácilmente de mí, no renunciaría jamás a ella—. ¡Meow!

¿Cómo diablos le explicaba que mandó a la mierda mi sueño de ser cantante con un sólo aleteo de sus hermosas pestañas? No lograba definir mis sentimientos todavía, y tampoco me quedaba claro si ella era lesbiana, pero de lo que estaba completamente seguro era que debía averiguarlo esa misma noche. 



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