Capítulo 3:
Deseaba que mi padre estuviera en casa, sabía muy bien que él me apoyaría en mi sueño de ser cantante, y en mi opción sexual. Pero hace años se había marchado de nuestras vidas. Mi madre cayó en una depresión muy fuerte aunque nunca nos explicó lo sucedido, ellos eran el matrimonio perfecto del vecindario. Él siempre atento y amoroso, ella sonriente y dichosa de tenernos a los tres en casa cada domingo por la mañana. Pero una noche simplemente desapareció, sin decir adiós ni dejar alguna carta o nota de despedida, y ese era un dolor inmenso que me acompañaba siempre. Sin embargo el dolor se esfumaba cuando tenía la cabeza caliente gracias a la excitación, mi preciosa pelirroja engreída estaba debajo de mi cuerpo muy dispuesta a aliviar todas mis penas con su cuerpo.
—Oh pastelito... Eres tan dulce...—gemía la desvergonzada abriendo más las piernas, tenía dos dedos bien metidos en su intimidad, y mi boca aferrada a uno de sus senos.
—¿Te gusta...? —Pregunté lamiendo sus carnosos labios.
—¡Ah, bebé...! ¡Ah! ¡Ah! ¡No pares...! Más al fondo, más...
Cuando sentí su clítoris lo suficientemente hinchado me acomodé entre sus piernas para empezar la exquisita fricción, Joyce gemía como una actriz de películas para adultos, y era lo que más me gustaba de ella. También gemía sin control entre sus piernas y aceleré el ritmo de mis meneos porque me urgía llegar al clímax. Mordiendo y succionando sus rosados pezones nos corrimos al mismo tiempo, fue la puta gloria.
—¡Joder, preciosa...! Eres tan divina... —Grité en medio de mi violento orgasmo, hundí mi cara en medio de sus enormes pechos justo cuando la puerta se abrió.
—¡Mierda, Liz...! —Protestó la dueña de casa.
—¡No me jodas, Joyce! Llevan horas encerradas aquí, hasta me aburrió jugar tantas partidas de Nintendo sola...
—Deberías probar, Liz. El sexo lésbico es lo mejor del mundo, no tienes el peligro de quedar embarazada, y es más excitante entre amigas de confianza —Joyce comentó después de acurrucarse a mi lado.
—¡Jódete, Joyce!
—¡Ahora lo recuerdo! El motivo por el cual me urgía reunirme con ustedes... Contacté la web del "Piso 70" y me inscribí para el casting, parece muy confiable. Tiene las direcciones y números de teléfono. Solo tengo que pagar el viaje —Joyce comenzó a darme besitos cortos en los labios, después aplaudió de emoción.
—¡Qué buena noticia! ¡Eso me parece genial, bebé! ¡Lánzate a la aventura! —Joyce me felicitó, en cambio Liz se quedó callada y pensativa, su ceño se frunció exageradamente y parecía que iba explotar gracias a un ataque de estreñimiento.
—¡¿Estás segura que es confiable!? Deberías comprobarlo bien... Algunas páginas web son falsas. Ese establecimiento es muy famoso, no creo que realicen casting abiertos al público en general.
—Está todo bien, Liz. Comprobé que todo sea seguro en la página, ¿puedes aparentar estar feliz por mí al menos?
—Tengo miedo por ti, Andy. Existen muchos delincuentes ocultos detrás de aquellos sitios en la red y no quiero que te pase nada malo... Amiga yo creo que... —Liz estaba empeñada en copiar el fatalismo de mi madre pero afortunadamente tenía a Joyce de mi parte.
—¡Basta, Liz! Mi pastelito al fin ha decidido dar el gran paso, no piensa esperar más y eso me alegra enormemente. Persigue tus sueños, bebé. Cuentas conmigo —la pelirroja se levantó, se calzó su bata de diva color rosa y se acercó a su mini nevera para sacar cervezas frías para ambas.
—Gracias, preciosa...
—¿Dónde se realizará el famoso casting está vez? —Mi atlética amiga enderezó su asiento y me miró con seriedad, eso solo significaba una cosa: que debía de soltar la lengua pronto.
—En Los Ángeles, Liz —su actitud me olía mal, también me levanté y me vestí otra de las batas de niña rica.
—¡¿Tan lejos!? ¡Dios, Andy! Tu madre sí que quiere deshacerse de ti.
—Es que... Chicas, el asunto es que no he pedido permiso, tan solo me iré sin decirle nada...
—¡¿Qué!? ¡¿Estás loca de remate!? —Liz explotó de furia y empezó a caminar de un lado a otro en la amplia habitación, enterrando las uñas en su pelo—. ¡¿Piensas escaparte de tu casa!?
—No me queda otra opción, Liz. Mi madre jamás me dará permiso para viajar tan lejos, ni siquiera un milagro hará que suceda algo así. Me lo dejó muy claro esta misma tarde...—levanté el rostro y les enseñé mis mejillas maltratadas—. Hasta me golpeó por eso...
—Tu madre no tiene corazón... Aunque no justifico su maltrato, yo pienso que deberías quedarte en casa y postular a una universidad como la gente normal, Andy. Seguir tu vida, tener una profesión decente y dejar ese sueño para cuando puedas costearlo —Liz me atacó con las absurdas ideas de mi madre, logrando que el resentimiento se apodere de mí.
—¡¿De verdad, Liz!? Yo me niego a estudiar una profesión que no me gusta, ¡de esa forma trabajar solo significaría una tortura para mí! ¡Y no pienso desperdiciar mi vida de esa manera! ¡Eso sí que es una locura!
—En eso tienes razón, bebé. Yo creo que una debe trabajar en algo que verdaderamente le apasiona, que nos guste —Joyce se animó a defenderme otra vez—. Yo te apoyo, ve a perseguir tu estrella.
—Te lo agradezco, Joyce. ¿Qué hay de ti, Liz? ¿No piensas apoyar a tu alocada mejor amiga?
—¡No sé qué tienen en la cabeza ustedes dos! ¿No se dan cuenta que esto es muy irresponsable? Te expones a peligros muy fuertes viajando sola, Andy. ¡¿Es que no lo entiendes!? ¡Es un maldito burdel! ¡Un burdel para mujeres!
—¡Basta, Liz! Tú no entiendes nada...—me defendí.
—Escucha, Anderson. No pienso detenerte en tu demencial idea, pero tampoco esperes que te sonría y aplauda sabiendo que tal vez, ¡de ese viaje no vuelvas jamás! ¿Realmente piensas vivir del dinero que te paguen por tener sexo con ancianas adineradas? ¿Eso es mejor que ir a la universidad para ti? ¡Debes estar loca!
—Liz, por favor... —le supliqué en un murmullo, pero mi amiga solo se marchó sin mirar atrás y con eso me lo dijo todo.
Suspiré con pesar.
—No dejes que las palabras de esa amargada te desanimen, pastelito. Tienes mi apoyo absoluto —Joyce me sostuvo ambos hombros y luego me sorprendió con un fuerte abrazo—. Ahora, cuéntame. ¿Qué disquera contactaste?
—"Ángeles Sobre Fuego" —Le entregué el papel impreso con el sitio web que llevé pensando que íbamos a celebrar juntas mi decisión, pero Joyce se quedó atónita—. ¿Pasa algo, preciosa?
—No... Nada. Por lo que tengo entendido es difícil ingresar un demo en ese lugar, ¿tienes dinero suficiente para pagar la grabación?
—Algo, pero nunca está demás un poco de dinero extra. Esta vez me debo conformar con utilizar los ahorros de toda mi vida, aunque confieso que para eso traje mi amada guitarra... Por favor, cómprala. No puedo confiar en nadie más para venderla, Joyce...—lloré al sostenerla por última vez.
—Cariño...—Joyce se quedó mirando mi guitarra con suma tristeza luego que la solté con mucho esfuerzo—. Es lo único que te dejó tu padre...
—Para esta aventura debo renunciar a todo, incluso a él...—mis lágrimas empaparon su costoso camisón pero no me importó, me dejé arrastrar por el llanto con más fuerza cuando ella me apretó entre sus brazos—. Te pido que cuides bien de ella, es mi más grande tesoro...
—No te preocupes. Yo te la guardaré hasta que regreses porque estoy convencida de que lo harás y por lo alto, pastelito. Tranquila, tu ardiente amante te puede solucionar el dinero de la agencia, alguna de mis tarjetas no debe tener un sobregiro, algo más de efectivo para el viaje tal vez... —El semblante de Joyce era totalmente diferente, hasta parecía preocupada.
—¿Joyce, qué sucede?
—No es nada. ¿Cuándo se realizará el casting?
—En tres días.
—¡¿Tan pronto!? ¿No es demasiado apresurado?
—Creo que es el momento propicio, además, cuanto antes escape de casa mejor, así puedo ganar tiempo para practicar y recorrer el lugar.
—Entonces será mejor que vayamos mañana a pagar esa vacante, me gustaría que lleves un encargo contigo. Quizás pueda ayudarte más de lo que pensaba...
—¿Encargo? ¿Para quién...?
—Creo que papá conoce al dueño de la disquera, buscaré la forma de conseguir una carta de recomendación para ti. No te preocupes, cualquier tipo de ayuda nunca está demás en estos casos —fue como si me hubiese sacado la lotería con semejante amistad cargada de influencias.
—Te agradezco todo lo que eres capaz de hacer por mí, Joyce. Jamás olvidaré todo esto, te lo prometo —la abracé fuertemente aun incrédula, y agradecida con la fortuna que me estaba sonriendo después de todo lo malo.
—Nada es gratis en esta vida, pastelito... —su expresión maliciosa me contó lo que quería a cambio de sus favores—. Te irás pronto, y necesito que te quedes está noche conmigo.
—Amaría follarte toda la noche, preciosa. Sabes que sí, pero estoy castigada y...
—Obligaré a mi madre que llame a la tuya, me la debe por ocultar bien el romance que mantiene con su maestro de pilates... ¿Te quedas conmigo?
—No traje pijama...
—No la necesitas...—Joyce abrió su camisón, sus enormes pechos rebotaron frente a mí, dejando al descubierto la diminuta tanga en color negro que traía puesta.
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