Capítulo 28:
Estaba vuelto un ovillo de incertidumbre entre esas cuatro paredes de cartón, no habían tenido la gentileza de colocar cojines para hacer mi prisión un poco más cómoda. Los murmullos de unas voces acompañados de varios pasos se escucharon en el exterior, aquello parecía un grupo grande de gente, aunque luego se silenciaron y solo quedó el sonido de unos tacones acercándose.
¿Dorian me regalaría a una supermodelo famosa?
No tenía la más remota idea, en medio de mi duda existencial alguien abrió la caja, y en ese momento descubrí los preciosos ojos de la mujer que más amaba en mi maldita vida, ella era una ninfa del bosque, Afrodita, venus, y todas las diosas fusionadas en su esbelto cuerpo de infarto. Sus preciosos ojos grises me observaron detenidamente con una mezcla de curiosidad y deseo llevándose sus largos dedos a la boca por la impresión, y luego expulsó el aire por sus labios perfilados… Noelia Duval Garnier en persona me estaba mirando fijamente a escasos metros de distancia, y todo el mundo me dejó de importar. Noelia Duval, el ícono de la moda más influyente en todo el mundo, la diseñadora de modas que tiene a todos los medios de comunicación postrados a sus pies, la modista que admiro con devoción absoluta... La puta ama del glamour… Y la culpable de mi preferencia sexual.
¿Estaba soñando...?
—¿Cómo te llamas, gatito? —Mi cuerpo perdió todo su peso al escuchar su voz llamándome, y hubiera regalado un riñón por escucharla nombrarme por el resto de mis días. Ella acercó su mano acariciando mi cabello suavemente, y luego bajó por mis mejillas terminando en mis labios. Su tacto era frío, todo era tan irreal que daba miedo, temblando como un idiota me quedé en silencio—. No importa. Igual te pondré otro nombre mucho mejor, gatito...
¿Gatito? Al parecer la mujer de mis sueños también creía que yo era un hombre, y no me importaba serlo con tal de enterarme que Dorian me regalaría a ella. "Soy bueno, lo juro por dios que seré la persona más obediente del planeta si ella es mi dueña..." ¡Maldita sea! Una sensación indescriptible brotó desde mis entrañas hasta explotar en mi pecho, aunque el semblante de Duval era de asombro absoluto. Yo no sabía qué decir o cómo actuar, era un sueño tenerla cerca, un sueño imposible que se me estaba cumpliendo inesperadamente.
¡Qué ojos tan impresionantes tiene...! Esa mujer es la belleza pura.
—Te gusta, ¿cierto? ¡Lo sabía! ¡Yo nunca me equivoco…! —Dorian celebró en tono burlón a la altura de su hombro, pero ella no quitaba su mirada de mí—. Lo único que no cumple de la lista es la orfandad, tiene familia. Se llama Andrés Anderson.
Su expresión desaprobatoria me llenó de preocupación, yo era un regalo y mi musa no podía ser tan exigente. Cerré mis ojos rogándole al cielo que fuera ella, que por algún absurdo azar del destino Dorian me hubiera comprado para regalarme a esa mujer, lo deseaba tanto que sentí ganas de llorar, ganas de saltar de esa maldita caja y aferrarme a su cuerpo para que nunca me deje...
—¿¡Familia!? ¡Por el fantasma de Michelangelo, Dorian Leroy! ¿Estás demente? —Noelia se apartó de golpe de la caja, al parecer yo no era el gato que ella esperaba tener. Se giró de espaldas a mí, y fueron los segundos más largos de mi jodida existencia esperando que decidiera qué hacer conmigo—. Supongo que tendré que lidiar con ello… Brennan, lleva a mi lindo gato a casa...
Suspiré de alivio, mi diosa decidió adoptarme después de todo, y lloré bajito por la tensión. Una amplia sonrisa se formó en mi cara hasta dolerme las mejillas, al fin una noticia feliz, sería la mascota de la mujer que amaba desde que era una niña. La responsable de la tendencia de vestuario de todo el planeta. Jamás había sentido aquella sensación en mi interior, alivio, paz y seguridad absoluta desbordando en mi pecho como una catarata... Si bien era cierto que toda mi vida se habían burlado de mi aspecto masculino, nunca me hubiera imaginado que en ese momento me serviría de mucho mi aspecto andrógino. Aunque nunca había leído alguna noticia sobre romances del mismo sexo de la diva, los rumores acerca de su mente abierta y dispuesta a cometer cualquier locura en pro de la moda siempre quedaron en tela de juicio. Tenía claro por la prensa que ella era heterosexual, jamás dudé de eso hasta que vi a esa despampanante rubia en persona. Noelia me regaló una última caricia furtiva antes de salir del estudio acompañada por una tropa de guardaespaldas y un Dorian parloteando detrás, me había quedado a merced de mi dueño falso quien deduje trabajaba para mi verdadera propietaria.
—Escuchaste la orden, Anderson. En marcha —Eric se adelantó hacia la puerta pero yo no podía moverme, me quedé petrificado ante el abismal cambio que había dado mi insignificante existencia—. Obedece, gato.
Me sentía totalmente asustado y feliz a la vez... Miré la caja vacía ahogando un grito de terror, de emoción, de todos los sentimientos mezclados. De esa mujer sabía todo, las revistas y medios de comunicación se encargaron de que obtuviera toda la información personal necesaria para parecer una maldita acosadora y no sentirme culpable por ello. ¿Por qué quería un gato humano? Lo del sexo lo entendí a la perfección, pero, ¿entonces por qué Dorian me habló sobre su exnovio? Leroy en realidad buscaba vengarse del sujeto, ¿entonces Noelia Duval era la nueva novia de su ex? Y de ser el caso, ¿no le convenía que yo tuviera gustos lésbicos ya que tenía pensado darme a la mujer de su exnovio por venganza?
Mi cabeza me dolía horrores, demasiadas incógnitas sin respuesta. Aunque en honor a la verdad, Noelia Duval es aún más bella en persona...
—¿Anderson? ¡Anderson! ¡¿Qué haces ahí!? —El rostro enfadado de Eric estaba a escasa distancia del mío—. Debemos irnos, es tarde.
—¿Siempre eres tan demandante? —Me sostenía de su cuerpo porque de pronto todo giraba muy rápido, me abracé de su cintura importándome muy poco sus regaños—. ¿Dónde vamos?
—A tu casa —retomamos el mismo camino de ingreso saliendo por aquel tenebroso almacén, detrás del portón metálico nos esperaba la misma limusina. Él abrió la puerta y me lanzó con brusquedad en el interior del coche encerrándome de golpe—. ¡No se te ocurra arruinar nada dentro!
—¡¿Noelia Duval!? ¡NOELIA DUVAL! —Empecé a hiperventilar por la emoción cuando emprendió la marcha y hundí los dedos en mi pelo, sencillamente no podía creerlo—. ¡¿Seré su mascota!? ¡Soy su mascota! ¡Conocí la Fortaleza de Versalles! ¡¿Trabajas para la diosa de la moda?! ¡No puedo creerlo! ¡La admiro desde que tengo memoria! ¿Eres su chófer personal? ¿Cuándo me traes de vuelta? ¡Por favor, Eric! ¡Te lo suplico!
—Lo siento, pero eso no es posible. No estoy autorizado a cumplir tus órdenes fuera de la mansión Duval —completamente impersonal y muy serio como lo deduje, y para mi fortuna él no era el millonario dueño de mis huesitos—. Digamos que soy una especie de asistente personal fuera de la corporación "Duvalia".
—¿Crees que algún día ella me brinde la oportunidad de cantar en sus desfiles? —Murmuré melancólico para mí mismo, la adrenalina se había esfumado.
—La jefa no se encarga de esos detalles de menor importancia. Ella es la artista, el arte que nos regalaron los mismos dioses. Sólo busca a chicas muy femeninas al borde de la anorexia, con los labios inflados y el cerebro escaso —el vehículo se volvió a abrir camino en la carretera pero no pude volver a disfrutar del paisaje, me sentía fatal—. Agradece que serás su gato, es un verdadero suplicio ser parte de su gafete de trabajadores. Te lo aseguro.
—Tengo pensado agradecerle a diario... Eso espero.
Eric guardó silencio el resto del camino, por una extraña razón entendió que necesitaba paz para ordenar mis ideas, sólo tuvo que presionar un botón y una pared de cristal polarizado dividió el interior del auto dándome la privacidad necesaria para despejar mis temores. Estuve al borde de un ataque cardíaco cuando nos detuvimos frente a las altas rejas de la imponente mansión de mis sueños. Era la casa soñada de cualquier ser humano, de esas que sólo había visto en juguetes o revistas, estaba construida de mármol color blanco y adornada con preciosos marcos dorados en cada ventana. Mi vida perdió valor delante de aquella majestuosidad que se asemejaba a un museo artístico, todo sonaba como una canción horrible lejos de aquellos jardines que presumía en la entrada. Una obra de arte hecha hogar, las rejas se abrieron dejándonos pasar y se estacionó en la amplia cochera dónde otros brillantes coches me deslumbraron por su belleza.
La bellísima mansión de Noelia Duval.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, Anderson —me anunció Eric al abrir la puerta de la limusina—. ¿Preparado para lo que te espera?
—Desde luego, sólo obsérvame.
Dentro de la casa todo era perfecto y organizado: el color de las paredes, los finos adornos, los cuadros preciosos, los lujosos muebles, el diseño interior estaba decorado en una curiosa gama de blanco, negro y gris. Intentaba memorizar el sofosticado mobiliario a la velocidad de la luz en cada paso que tenía la dicha de dar dentro de esa mansión, mi vida se había vuelto un cliché, pero es más fácil decirlo que vivirlo. Era como si nada malo me fuera a pasar y nadie pudiera hacerme daño dentro de esa preciosa casa. Solo conseguí cerrar mi mandíbula que se desencajó por el asombro, cuando una chica vestida de mucama tradicional se aproximó a nuestro encuentro.
—¡Eric! La señora Duval nos avisó que llegarías en compañía de alguien importante —la doméstica se lanzó a los brazos de Brennan.
Me alegró que alguien más hablara mi idioma y era una pequeña chica muy bonita, llevaba el cabello oscuro hasta los hombros.
—Lilu, este es el nuevo gato. se llama Andy, por ahora. Anderson, ella es mi querida hermana menor —la mirada verde esmeralda de la mujer me observó con emoción, era la segunda vez que se referían a mí como el nuevo gato, y no me incomodó. Me iba asegurar ser el último felino de esa casa.
—Mucho gusto, respetable gato —el saludo de la empleada me regresó a la realidad—. Su habitación está lista, si son tan amables de acompañarme por favor.
Lilu nos guío a la segunda planta donde luego de terminar una larga escalera abrió la puerta de una hermosa habitación, sentí una bofetada del destino, estaba dentro de la alcoba más femenina y tierna que mis ojos hayan podido contemplar en mi corta existencia, todo estaba decorado en rosa pastel y blanco.
¡¿Por qué diablos me perseguía el rosa!?
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