Capítulo 27:

—Bonsoir, Eric. El es Andy, pero eso lo sabes porque hasta hace poco lo viste por cámara, no puedo creer que no logres reconocerlo por el color de su cabello —Dorian me invitó a subirme a la limusina, y yo obedecí completamente intrigado.

—Bienvenido a París, Anderson. Será un placer estar a tus órdenes —mi supuesto dueño me saludó apropiadamente ni bien me acomodé en el asiento.

—¿Cansado, chat de rue? —Dorian sacó su teléfono y se dispuso hablar en un fluido francés

La voz de Dorian se hizo lejana ante mis nuevas dudas existenciales, definitivamente Eric no era mi dueño, ¿entonces quién era el misterioso exnovio de Leroy? Un miedo atroz se apoderó de mi ser aunque el exquisito olor no me permitió enfocarme, me maravillé con el interior del auto que casi tenía el tamaño de mi anterior habitación. Los asientos eran de un color beige claro perfumados de perfección, un minibar con bebidas de toda clase, dulces, snacks, cosméticos y curiosos frascos de perfumes que terminaban de dar esa mágica atmósfera de fragancia sofisticada. Pero lo que finalmente me atrapó fue la ventana: hermosas y pequeñas casas me regalaban el polarizado paisaje, personas vestidas con extraños atuendos invernales me obligaron a sonreír, la mayoría usaba sombreros de distintas formas y dimensiones. Luego los edificios más grandes y prominentes invadieron las aceras, era hermoso, todo en París lo es.

Transcurrió largo rato de camino cuando de pronto todo el enojo, la vergüenza y la decepción del momento se esfumaron ante el precioso edificio de mis sueños que descubrí tras el oscuro vidrio. El imponente castillo hecho de mármol y cristal que sólo había visto en fotografías nublaron mi visión, y me quedé sin aliento. Era aún más impresionante poder contemplar la construcción de cerca, era tal cual lo había memorizado desde niño, mi mandíbula se desencajó de su lugar y bajé de la limusina completamente alucinada, una vez de pie corrí para tocar esas finas paredes doradas, y comprobar que no se tratara de un espejismo.

—¡No puedo creerlo! ¡La fortaleza de Versalles! ¡Es la Fortaleza de Versalles! —Lloré de emoción saltando entre nubes de algodón con toda la determinación del mundo, hasta llegar al portal del castillo que tantas veces había recortado de las revistas de moda y alto glamour—. ¡Mi amada Fortaleza de Versalles! ¡Está aquí! ¡Es la Fortaleza!

Un portero perfectamente uniformado me detuvo el paso hacia mi nueva vida, la realización de mi gran sueño. Mi verdadero dueño debía trabajar en ese lugar, estaba seguro de ello.

—Bonjour Monsieur —el carismático hombre me colocó su mano cubierta por un inmaculado guante blanco a la altura del pecho, no entendí una mierda de lo que dijo pero igual le sonreí, tal vez porque en ese preciso momento todo me pareció espléndido—. Pourriez-vous me montrer votre code de connection?

—¡¿Pero qué diablos crees que haces!? —Dorian llegó a mi encuentro, y por su expresión se notaba a kilómetros que no le hizo nada de gracia mi pequeño recorrido previo. Enredó su brazo con el mío y me regresó arrastras hacia dónde estaba Eric—. ¡No vuelvas a precipitarte de esa manera! Nadie debe verte entrar, ¡¿es que no lo entiendes!? 

No pude calmar mi euforia, escoltados por Brennan bordeamos los muros hasta llegar a la parte trasera de la Fortaleza, mi falso propietario sacó un gafete que llevaba escondido bajo el traje y activó la puerta para abrirnos paso a lo que parecía ser un enorme almacén. Grandiosa forma de conocer ese lugar, cajas y más cajas apiladas que recorrimos hasta salir hacia un extenso pasillo que reconocí de la televisión; "El Paseo de las Musas". Las fotografías de las modelos mejor pagadas y de gran fama mundial adornan los hermosos cuadros de oro que distribuyen a lo largo de ese cotizado corredor, que tu rostro se añada a esa colección de bellezas era el sueño de toda aspirante a modelo. Aunque sólo logré admirar unos pocos retratos, fueron suficientes para saber qué yo no encajaba en el prototipo de belleza femenina. Doblamos a la derecha y Brennan se desvió por otro pasillo mientras nosotros entramos juntos a una especie de amplio estudio donde dos mujeres saludaron a Dorian con absoluta devoción.

—Mis ángeles, este apuesto muchacho necesita quedar divino. Quiero que utilicen bien su magia —por un momento pensé que Leroy se había referido al vigilante, pero cuando ese par de mujeres se acercó a mí y me obligaron a sentarme, fue evidente—. ¿Listo para ser un gato humano?

—¿Por qué tanto misterio, señor Leroy? 

Entendí que nadie debía saber que yo estaba en ese edificio, fue algo decepcionante mi primera visita a ese gran imperio que tanto deseaba conocer en persona. Una de las chicas me cepilló el cabello, mientras la otra buscaba un atuendo entre varias prendas colgadas en amplias perchas rodantes. Me colocó un conjunto que armó a la velocidad de la luz encima de mi ropa, inclinaba la cabeza como si estuviera decidiendo la cura del cáncer, y luego lo retiraba para armar otro. Una completa locura.

—Necesito que entiendas que eres un obsequio y es tu deber hacerme quedar bien con ese cretino, tu lugar a su lado será el de una simple mascota. Además de actuar como un felino... —abrió una puerta doble, en ese momento descubrí que era un armario de dónde sacó una caja pequeña—, tendrás que utilizar todo lo que implica ser un gato.

Había visto ese contenido pero en distinta gama de color, y estaba en mi maleta. Unos curiosos guantes de peluche me hicieron sonreír de nervios, un par de orejas peludas, medias largas hasta la rodilla, y una pomposa cola cuyo enganche llamó mi atención al instante.

—¿Dónde se supone que colocaré la cola? —Fingí inocencia.

—¡Usa tu imaginación! Eres un chico inteligente, no salgas con tonterías a estas alturas del partido —Dorian puso sus brazos en jarra justo cuando una de las asistentes había armado otro conjunto—. ¡Perfecto! Lo encontramos.

Leroy me empujó con fuerza para hacerme ingresar al vestidor en donde me entregó un elegante traje en color negro con pantalón estilo frances y aplicaciones azul neón, me lo puse de prisa observándome en el espejo de cuerpo entero, estaba consternado. Faltaba poco para conocer a mi propietario y estaba muy nervioso. Me coloqué el saco dejándome el último botón libre, la camisa era de color blanco inmaculado, pero trajo medias del mismo material hasta las rodillas como accesorio y eso disimulaba un poco. El saco tenía añadido una capucha con orejas felinas pero eso no fue suficiente, la estilista me sujetó las pomposas orejas de la caja hasta dejarlas firmes en mi cabello. Todo estaba calculado hasta el más mínimo detalle, pero lo más bizarro fue que no me dieron calzado alguno. Cuando terminaron de maquillarme la tensión aumentó. 

—¡Beau! Ahora quiero verte como gato, sé un gato para mí —la voz de Dorian fue idéntica a un sargento, me quedé petrificado sin saber qué hacer—. Necesito que actúes como un gato ahora.

Reaccioné sólo para ponerme a cuatro patas y avanzar gateando de esa manera por el suelo alfombrado en color negro, maullaba exageradamente mientras arrastraba mis rodillas, afortunadamente las rodilleras me protegieron de rasparme o lastimarme. Dorian se frotaba la barbilla siguiendo con la mirada cada uno de mis movimientos, con su dedo me indicó dar un par de vueltas dentro de la estancia, mientras las chicas recogían sus cosas y salieron del lugar.

—¿Lo hago bien?

—Bien —él se aproximó hacia un escritorio de donde sacó una enorme caja de cartón, la depositó justo al medio del estudio—. Acomódate dentro como mejor puedas.

—¡¿Debo entrar allí!? —Los nervios se apoderaron otra vez de mí, ese hombre debió haberse vuelto loco—. ¡No creo que pueda caber dentro!

—¿Alguna vez has visto un gato que no se regale dentro de una caja de cartón? Eric no tarda en avisarme, Andy. Entra ahí o tendrás serios problemas.

—¡No, yo no entraré en esa cosa!

—Jovencito no me haga enfadar, ¡ingresa a la caja! ¡AHORA! —Me quedé atento viendo cómo su perfecto rostro se fue distorsionando por el enojo, era tan divertido que decidí hacerlo rabiar y tal vez, correr un poco.

—¡NO! ¡No lo haré! ¡Oblígame!

—¡Ahora te enteras, mauvais chat! ¡Mauvais chat! 

De esa manera inicié una corta persecución que terminó en una acalorada pelea de cojines, cuyas plumas quedaron regadas por el piso. Me sentiría muy avergonzado con el personal de limpieza, pero eso no fue lo peor de mi espera, realmente lo fue practicar más de dos horas las lecciones de Dorian: "el perfeccionista", quien me indicó cómo debía mirar a mi dueño al instante que abriera las tapas de cartón.

—¡Perfecto! Pero no olvides las manitas tiernas, Andy. Debe quedar encantado contigo, recuérdalo muy bien.

Resoplé aburrido y cansado...

—Señor Leroy, ¿podríamos descansar un rato? Me siento agotado —le supliqué pero fui silenciado por mi agobiante entrenador.

—¿Tan sólo por entrar y salir de una simple caja, fille de chat? No tienes perfil de atleta, en definitiva NO.

—De acuerdo, pero seguramente los deportistas no hacen esto durante varias horas, ¿podemos parar por favor? —El timbre de su teléfono se dejó escuchar y al mirar la pantalla, los ojos de Dorian se abrieron inmensos.

—Es Eric, llegó la hora de la función. Será mejor que me esperes dentro de la caja y sorprendas al cretino cuando ingrese, ¿lo has entendido? ¡Ternura extrema, chat! ¡Haz que se desmaye de lo tierno que eres!

Mi alocado traficante se retiró del lugar dándome total libertad para dejarme caer en el bonito sofá, estaba a punto de quedarme dormido cuando de pronto escuché unos pasos acercarse y entré a la caja apresuradamente. Me acomodé correctamente y cerré las tapas de cartón esperando poder sorprender a Dorian cuando me descubriera. Entonces esperé... Y esperé... Y continué aguardando pacientemente...

¿Quién sería mi dueño?








Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top