Capítulo 25:

"Qué triste querer decir tanto y saber que es mejor no decir nada".  

—¡Gato callejero! Despierta, chat de rue —la voz de Dorian me sacó del mejor sueño de mi vida, su voz se escuchó detrás de la puerta, la claridad anunciaba un nuevo día—. ¡Vamos, domador de serpientes! ¡Es hora de irnos!

Me levanté de un salto y mi sorpresa fue mayor al descubrir a Irina, la mujer de Claver, completamente desnuda en mi cama. Imposible de creer en mi maldita suerte, era una mujer preciosa, estaba acostada de espaldas y la vista de su redondo trasero era la mejor vista matutina. La empujé levemente con la esperanza que se despertara, pero al parecer la señorita tenía el sueño pesado, decidí que era mejor vestirme lo más rápido que me permitió la resaca y luego abrí la puerta intentando dejar mis nervios atrás.

—Lamento la demora, señor Leroy. Es que estaba... Desnudo… —la sonrisa sarcástica de Dory me hizo tensar la mandíbula.

—¡Cómo si tú nunca me hubieras visto desnudo a mí! Sólo quería cobrar venganza —estallamos en fuertes carcajadas gracias a sus disparates, y él estiró su cuello—. ¿Y la serpiente Cascabel? ¿Sigue contigo la perra de Nacho?

Solté un suspiro de resignación abriendo la puerta para que tuviera la perfecta vista de mi acompañante profundamente dormida, eso no podía ser más vergonzoso...

—¿Feliz? —Mascullé malhumorado.

—¿Por qué tengo la sensación que no querías tenerla en tu cama? ¿Acaso te forzó?

—No, señor Leroy. Solo que usted no me había mencionado que también tendría que rendirle cuentas sobre mis acompañantes de cama... Y con lo que respecta a sus dudas sobre mi orientación, soy lesbiana, supongo que eso lo comprobó anoche...

—¡Magnific! Buena adquisición para tu historial lésbico. Pero tu conquista no es lo importante ahora, Eric quiere hablarte —Leroy acercó su portátil y me la arrojó al pecho, eso me ocasionó un gran dolor—. Se conectará en cinco minutos.

—¡¿Qué!? ¿Que se supone que le diga, señor?

—Tranquilo, chat de rue. Estás vuelto un completo asco pero a Brennan le quedará claro que tuviste una gran noche de pasión, y es justo lo que quiero que se entere.

No tenía sentido, Dorian me empujó con la computadora en brazos sin dejarme opción a refutar cerrando la puerta en la cara. Los nervios más terribles de mi existencia se apoderaron de mi menudo cuerpo en ese momento, hundí mis dedos en mi cabello intentando encontrar una escapatoria de esa horrible situación, pero el aparato comenzó a sonar y lo único que alcancé a hacer fue, ponerme de espaldas a la ventana para que el tipo no viera a mi hermosa compañía.

—Buen día, Anderson. ¿Cómo se encuentra hoy? —Brennan vistiendo un traje azul absoluto y sosteniendo una taza de café extra grande apareció en la pantalla del ordenador—. ¿Mal del cuerpo?

Comentó irónico y yo solo quise asesinarlo, él estaba enterado del plan maquiavélico de Dorian, y lo peor de todo fue que al parecer le resultaba divertido medir mi tolerancia al alcohol. ¡Desgraciado!

—Algo, pero hay un asunto del cual tengo que hablarle, señor Brennan. Lo que pasa es...

—No tienes que disculparte, Anderson —él me interrumpió dejándome totalmente perplejo—. Sé que Dorian tuvo el desatinado gesto de contratar a una compañía para su diversión, y te viste forzado a endosarte al tipo para ayudarlo a escapar de Ponce. No hay problema alguno —mi rostro se iluminó de esperanza tan sólo para ponerse en estado de estupefacción, porque mi amante nocturna apareció por mi espalda abrazándose a mi pecho de manera muy seductora—. Yo estoy totalmente seguro que no eres esa clase de...

Él se calló de pronto cuando Irina me dio un beso en la mejilla, y me lamió muy cerca del oído.

—Buen día, guapo. ¿Quién es tu amigo con cara amargada? —El tono burlón de mi amante me dejó consternado, y los verdes ojos de Eric me miraron expectantes.

—Señor Brennan, quiero presentarle a Irina... —moví la portátil para enfocar a la morena semidesnuda.

—Un placer, señor Brennan —ella hizo un saludo ceremonial, riendo sarcástica.

—Mucho gusto, Irina. ¿Me puede hacer el favor de retirarse de la pantalla? —Le ordenó furioso, su voz transmitía rabia pura, la morena sonrió maliciosa y se inclinó de una manera exagerada a modo de despedida, dejando a relucir que tan sólo llevaba puesta mi camisa desabotonada. 

Luego tomó asiento al borde de la cama, observándome muy atenta.

—Señor yo...

—No es necesario, es mi culpa. Creo que no me expresé claramente con usted, Anderson. Quiero que entienda que tiene terminantemente prohibido mantener contacto sexual no solo con otro hombre, también con cualquier otro ser humano que no sea su dueño, ¿lo entendió? —Eric me comunicó severamente, moví mi cabeza de forma afirmativa en absoluto silencio—. Coma algo rápido y luego se alista, Leroy lo llevará a teñirse el cabello de color negro antes del viaje.

—¡¿Negro!? Pero... 

—¿Está refutando mis órdenes, Anderson? —Negué soltando otro suspiro, pero ese fue más hondo. Me rendí, no tenía ánimos para discutir con él—. ¿Qué está esperando?

—Como usted ordene, señor Brennan...

—Perfecto, nos vemos mañana. Ansío ese momento...—él acercó su brazo a la pantalla con un gesto de fastidio, y eso me puso más nervioso—. Buen arribo, si te sientes mal en las alturas me avisas para tener a la mano algunos medicamentos.

Y su imagen desapareció junto a mis esperanzas de tener alguna relación cordial con ese extraño sujeto, Irina se levantó al instante que cerré la portátil mirándome con una expresión de preocupación.

—¿Eric Brennan? ¡Esto es inaudito! Jamás lo imaginé de esa montaña congelada, se nota que es un tipo muy raro.

—Espera, ¿lo conoces?

—¡Claro que lo conozco! Y me apena comunicarte que corres grave peligro al relacionarte con ese tipo, guapo. Brennan es el fiel vasallo de la persona más peligrosa de París, dudo que ese hombre necesite un gato pues carece de sentimientos humanos. Además, ¿por qué quieres ser mascota? Eso es todo menos vida, ¡ni siquiera se compara a la mía! Mira que animalizar a una ingenua chica, eso es enfermo, ¿lo sabías?

Bien, gracias a su discurso de indignación descubrí que hablé más de la cuenta estando ebria.

—¿Es una broma? Tú deberías entenderlo mejor que cualquiera, mi humilde vida ya no me pertenece, ahora soy propiedad de aquel hombre y nadie puede hacer nada para cambiarlo. 

—Me gustas mucho, desde el primer momento que te vi. Sé que no tengo mucho dinero, pero puedes quedarte aquí conmigo —Irina me acorraló contra la pared besándome desenfrenadamente—. Podemos trabajar duro y salir adelante juntas, algo se nos ocurrirá, lo verás. Te aseguro que será mejor que vivir como un simple animal, no tienes idea de qué es capaz esa clase de gente. Brennan no tiene pinta de millonario, te dije que es sirviente. ¿Estás segura que es él? 

—¿Y volver al edificio de Claver? Discúlpame, pero yo no quiero ser una prostituta. Lo sabes...

Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas, logrando que un sentimiento de culpa fulmine el escaso coraje que me quedaba. Intenté detenerla pero ella se vistió con rapidez, y se apresuró a salir por la puerta. El dolor era perceptible en su rostro...

—Te dejo mi número —me lanzó una oscura tarjeta con brusquedad—. Cuando tu castillo de naipes se derrumbe llevándose tu alegría entre los escombros, puedes llamarme. Estaré esperando por ti, créeme que estaré dispuesta a curar tu corazón roto.

—¡Espera! ¡Irina, detente! —Perseguí su bien proporcionada anatomía hasta la puerta principal de la suite—. No fue mi intención, lo lamento...

La hermosa mujer se giró hacia mí haciendo que su bonita cabellera oscura se moviera de una manera erótica, aunque no se detuvo, me regaló un último vistazo de sus ojos cafés, abrió la puerta y se fue dejando una gran confusión desbordando en mi cabeza.

—¡Mujeres! Siempre lo complican todo...—Brandon comentó burlón apareciéndose desde la cocina hacia el recibidor—. ¿Ahora entiendes por qué prefiero a los varones, Andy? Los chicos son más fáciles de descifrar, bastante torpes también. 

—¿Te olvidas que también eres un torpe, Ponce? Por muy gay que seas aquello no te quita el órgano reproductor que llevas colgando entre las piernas... —jaque mate, estúpido fotógrafo.

—A menos que se opere, claro...—Dorian salió a nuestro encuentro desde su habitación, defendiendo a su amado Adonis—. ¿Nos vamos, apuestos señoritos? Tengo un gran apetito por una buena pizza con queso extra y mucha, pero demasiada piña.

—Aquello es música para mis oídos, señor. ¿Me llevará al salón de belleza luego del refrigerio? Tenía planeado conocer el restaurante del hotel antes de irnos —la expresión de asombro que puso Ponce me causó gracia. 

—¿Piensas hacerte algún peinado extravagante antes del viaje? ¿Por qué al salón? —Me cuestionó evidentemente extrañado.

—El señor Brennan ordenó que...—Dorian me tapó la boca con su mano de improviso, se le notaba nervioso.

—¡¿Brennan!? ¿Qué tiene que ver Eric en todo esto? —Al parecer Ponce no estaba enterado de mi aparatoso futuro como mascota, y por el comportamiento de Dorian deduje que no debía saberlo—. ¿Me puedes explicar, primor?

—Bien sabes que Eric se encarga de todos los pendientes, charme. No digas que lo olvidaste, no ha pasado tanto tiempo desde que saliste de su poder...—Leroy farfulló simulando desinterés, y no entendía una mierda del asunto.

—Cierto... ¿Y qué piensa hacerle? —Qué curioso su novio, conseguí liberarme de Dorian tirando con fuerza de su brazo.

—¡Teñirme el cabello de color negro! —Solté capturando el aire de prisa, era un bruto—. ¿Se puede saber qué le pasa, señor? ¡Me estaba asfixiando!

—¡¿Negro!? ¿Por qué? Ese color no te quedará bien, Andy. No lo hagas —Brandon comentó acercándose a mí, y sostuvo un mechón de mi cabello haciendo un tierno puchero.

—No te metas en asuntos ajenos que no te competen, mi flor de loto. Tú más que nadie debes alejarte de todo lo que lleve su apellido... —Dorian sostuvo las llaves de su coche, hizo una seña de silencio colocando su dedo en su boca cuando su conquista se giró para sostener su canastilla—. ¿Piensas ir semidesnudo, chat? Por cierto, te queda magnífico ese suéter.

En ese momento me di cuenta que llevaba puesta la prenda de Irina...

—¡No te burles,—¡Teñirme el cabello de color negro! —Solté capturando el aire de prisa, era un bruto—. ¿Se puede saber qué le pasa, señor? ¡Me estaba asfixiando!

—¡¿Negro!? ¿Por qué? Ese color no te quedará bien, Andy. No lo hagas —Brandon comentó acercándose a mí, y sostuvo un mechón de mi cabello haciendo un tierno puchero.

—No te metas en asuntos ajenos que no te competen, mi flor de loto. Tú más que nadie debes alejarte de todo lo que lleve su apellido... —Dorian sostuvo las llaves de su coche, hizo una seña de silencio colocando su dedo en su boca cuando su conquista se giró para sostener su canastilla—. ¿Piensas ir semidesnudo, chat? Por cierto, te queda magnífico ese suéter.

En ese momento me di cuenta que llevaba puesta la prenda de Irina...

—¡No te burles, idiota! idiota!






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