Capítulo 24:

Decidí no prestarle mucha atención a Ponce durante el camino en el cual un vigilante excesivamente armado nos guió a nuestra mesa, el local era enorme, chicos de diferentes razas y contexturas se pasearon prácticamente desnudos frente a mis pupilas. Tragué saliva y traté de disimular mi repentina repulsión en ese lugar. No sabía quién era el dueño de ese negocio, pero sin duda el tipo había creado un paraíso terrenal para las personas que adoraban la testosterona.

—¡Sean bienvenidos al "Piso 70"! Donde sus fantasías más oscuras se harán realidad —un camarero con escasa ropa nos recibió muy coqueto—. Yo soy Ricky y estaré a su entera disposición esta noche.

Estuve a punto de sufrir una taquicardia fulminante al ver sus marcados abdominales, comencé a sudar como un idiota al apreciar sus grandes músculos, fue bastante incómodo de soportar… ¿Qué de bueno le ven a los fisicoculturistas? Son grotescos, toscos y me ocasiona terror pensar que pueden estrangularme, les sería muy fácil apretar mi cuello. Prefiero mil veces lo sensual, armónico, delicado, y curvilíneo de un cuerpo femenino empapado de sudor. Pechos suaves, partes húmedas, pliegues intensos… Esa era mi versión del paraíso.  

—No seas tan servil, niño. ¡¿Dónde demonios está Jaco!? —Leroy saludó con mucha confianza al camarero, parecía que eran amigos.

—Es su día libre, Dori.

—Perfecto. Sirve de inmediato una botella de tu mejor champaña, coloca copas de cristal auténtico si fueras tan amable —Dorian y su definida cortesía al distribuir nuestros lugares en la mesa que se ubicaba en la zona exclusiva de la discoteca—. ¡Por poco lo olvido! Y una bandeja de bocaditos variados por favor.

—A la orden, señor Leroy.

El saco de músculos se alejó llevándose mi desprecio ante la imagen de su enorme y bien proporcionado trasero, realmente parecían flotadores de playa. Al girar mi cara me encontré con la expresión desconcertada de Ponce. 

—¿Te sucede algo, Brandon? —Le pregunté fingiendo inocencia.

—Eres gay, ¿cierto? Por cómo te quedaste asqueado viendo al mesero lo estoy empezando a dudar.

—¿Acaso importa lo que soy? ¿Heterosexual, gay, bisexual, alienígena? ¡Puff! Igual te mueres por tenerme —hice un gesto de divo absoluto de aquellos que aprendí bien de Leroy—. Déjate de tonterías y disfrutemos la velada.

—Buenas noches —mis latidos se dispararon hacia las malditas nubes al descubrir al tipo más bello del planeta acercarse a nuestra mesa con una botella de champán en la mano—. Permítanme presentarme, soy Logan Dellinger, el dueño de este local. Sean ustedes bienvenidos. Señor Leroy, es un inmenso honor tenerlo esta noche en mis instalaciones.

¿Acaso California estaba lleno de perfectos ángeles caídos del cielo? Aquel tipo era muy hermoso, debo reconocerlo. La belleza masculina personificada, metido en un traje bastante informal.

—Me siento muy agradecido, joven Dellinger. Asegúrese de hacerle llegar mis cordiales saludos a su padre, le hecho mucho de menos —Dorian y su marcado don de gente me hizo alucinar—. Él es Brandon Ponce, mi novio, y el bello chico es Andrés Anderson. Gracias por su amabilidad, Logan.

—Es una pequeñez comparada con el enorme honor que me está brindando, señor Leroy. Mi padre me encargó que lo atendiera como se merece, en honor a sus viejos tiempos de gloria —el adonis personalizado dejó la botella de champaña dentro de una brillante hielera y al instante, Ricky se acercó con varias bandejas de sabrosos bocadillos—. Disfruten sin ningún reparo, todo corre por cuenta de la casa.

La sonrisa de Logan era encantadora, tanto que me hubiera quedado viéndola por horas sin descanso, sus hermosos ojos azules resaltan en su rostro angelical pero sus gestos fueron de pura lujuria. Logan me guiñó el ojo con picardía, y se inclinó de forma oriental en señal de despedida. Fue la primera vez que conocí la envidia, quería tener su aspecto, y hubiera matado por tener sus millones en la cartera.

—¿De dónde conoce al dueño de este paraíso, señor Leroy? —Intenté en vano disimular mi repentina admiración por Logan.

—Su padre es un viejo y querido amigo mío. ¿Ves a esa escultura rubia exageradamente hermosa que está al pie de la barra? —Giré hacia dónde apuntaba su dedo índice, quedando atónito ante la imagen de una preciosa chica de cabello dorado largo y brillante, cual oro reflejando el sol. La belleza quedaba corta para describirla. 

—¿Aquella afrodita reencarnada? ¿Usted la conoce, señor?

—En efecto, chat de rue. Esa afrodita que acabas de ver es la futura esposa del mayor de los hijos Dellinger, ellos se casarán dentro de seis meses. Yo convencí a mi socia para que le confeccione un sofisticado y carísimo vestido de novia, un diseño exclusivo de la firma, no todas las mujeres casaderas cuentan con semejante privilegio...

Mi vista se quedó fija en la despampanante mujer quien sin duda era la perfecta compañera para el hijo del propietario de ese local, mi asombro hizo que abriera mi boca exageradamente. De pronto las luces se apagaron y varios hombres disfrazados de postre salieron bailando seductoramente. Logré reconocer a Katy Perry de fondo musical, a la vez que las prendas de los bailarines cayeron al piso brilloso al igual que mi paciencia a medida que la melodía avanzaba. Necesitaba licor para soportar tantos penes agitándose frente a mí. Mi cabeza fue arrastrándose gracias al sabroso líquido espumante, el contenido de la botella de champán fue disminuyendo al pasar las horas, igual que mi cordura intentando mantener mi estómago tranquilo. Todos los strippers se quedaron en diminutas tangas dejando al descubierto sus prominentes nalgas, los gritos de Ponce se dejaron escuchar junto a los alaridos de Dorian.

—¡Salud, chat de rue! —Dorian chocó su copa con la mía obligándome a desprender la vista del piso—. Por el amor y el perfecto paisaje —su sonrisa lasciva se dirigió al fotógrafo y éste le correspondió encantado.

—¡Salud chicos! ¡Por París, la ciudad del amor! —Brindé con mis acompañantes de fiesta, muy emocionado—. Deseo que nuestros sueños se cumplan muy lejos de aquí, donde estoy seguro que perderé mi corazón.

—¿Qué te espera en París, guapo? —Una preciosa morena cuestionó intrigada mientras hundía sus dedos en mi cabello—. ¿Te irás de California, chico sexy?

—En París están mis anhelos, preciosa. Mi futuro, mi nuevo hogar, todo...—el alcohol había hecho efecto en mi organismo—. No he estado durmiendo bien últimamente por culpa de todas esas últimas llamadas y mensajes. No lo entenderías...

Mi repentina compañera guardó silencio y observé con gran emoción como nuestras copas no dejaban de llenarse con rapidez, reía sin razón aparente, estaba muy ebrio. Al culminar el espectáculo los bailarines se exhibieron en una zona del local, donde se elevaron una especie de letreros electrónicos con cifras de dinero sobre sus cabezas. Al parecer todo estaba a la venta en ese local, incluso las diosas del Olimpo que se pasearon por mis ojos, me mantuve toda la velada bajo control hasta que llegó la hora de irse, al pararme no pude mantenerme en pie.

—¡Saludos Los Ángeles! ¡Mírame, madre! ¡Soy el rey del mundo! —Grité a todo pulmón forcejeando con Dorian quien me arrastraba hacia el coche—. ¡El futuro rey de Inglaterra!

Ellos intentaron hacer que me sentara correctamente pero fue en vano, no hubo modo de controlarme. Durante todo el trayecto de regreso al hotel solté las frases de mi madre que se parecían mucho a las de Eric, y luego toda la borrachera se me pasó de golpe cuando me quedé sola en mi habitación de la suite a merced de aquella morena quien me atacó con besos calientes...

—Detente, no tienes que hacer esto... Tú no me debes nada —solté en un jadeo, estaba bastante excitado y no tenía idea de cuando me había quitado la ropa—. Basta...

La temperatura de ese lujoso cuarto de hotel cinco estrellas se elevó a medidas extremas cuando sus provocativos besos bajaron por mi abdomen, y llegaron hasta el elástico de mi braga. Estaba mojado por culpa de las incitaciones de esa atractiva mujer.

—Vamos, guapo. Necesitas una terapia exhaustiva, pero rápido...—la chica me quitó la ropa interior lentamente con los dientes, estaba prisionero en una lucha interna entre negarme y ceder.

—Lo que menos necesito ahora es hablar con un psicólogo, nena...

—Existe una terapia femenina moderna mucho más efectiva que visitar a un loquero, créeme. Se llama sexo duro, y te dejará más relajado que nunca.

Sus besos llegaron a mi ombligo, hizo perversos círculos a su alrededor. Me sentí convulsionar en ese instante, aunque ya había experimentado con los juegos previos, lo hacía mejor que mis anteriores amantes.

—Sé que lo estás disfrutando, Andy —su voz entrecortada me indicó que ella estaba tan acelerada como yo; su uña teñida de un rojo carmesí se paseó por mi vagina—. Se nota en tu piel que se estremece con mi contacto, rubio. Sólo déjate llevar...

«Santa madre de todos los pecadores» La preciosa morena apretó mis caderas contra su rostro, inhalando mi aroma. «¿De dónde salió esta chica?»

—Ah...—solté un gemido cuando su dedo se paseó lento por mi zona íntima, jugueteando con esa parte tan sensible—. Dios... ¿Quién eres?

Sus carnosos labios se juntaron a los míos en un beso desesperado, no sé bien que estaba buscando ella de mí, pero amor; en definitiva, no le podía dar. Luego, llevándome al límite, la preciosa morena bajó sus besos muy despacio por mis senos mordisqueando mis pezones, mis jadeos no podían ser más fuertes gracias a las adictivas sensaciones que me brindaba con su lengua.

—Soy Irina, y me encanta tu sabor —su jadeante voz me enloqueció y elevé mi espalda del suave colchón—. Agria y dulce a la vez...

—Por favor... Para, Irina. En serio lo digo... Oh...—su lengua se deslizó por mi clítoris y me hizo temblar—. ¡Joder!

—Sólo vivamos el momento, mañana vienes con tus estúpidos arrepentimientos...

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