Capítulo 20:

Estaba en un lujoso spa siendo atendido como si fuera la misma diosa Nefertiti, mi acompañante se había entregado a los placeres de las manos del muchacho que le untaba el cuerpo con aceites aromáticos con elevado esmero.  

—También son sus vacaciones, señor Leroy. Disfrute su masaje...—comencé a preocuparme cuando Dorian comenzó a gemir exageradamente.

—Su hijo es un sol, señor Leroy. Insistió mucho en que le brindemos nuestro servicio especial —el masajista empezó a masturbar el pene del estilista sin la menor vergüenza, batiendo exageradamente sus pestañas—. Que afortunada debe ser la novia de su hijo...

Aquel método era el famoso servicio especial, justo en ese momento me sentí muy estúpido por haberlo solicitado. Cuando menos lo esperé el masajista que me tocó comenzó a bajar el cierre de mi pantalón buscando algo que evidentemente no encontraría.

—Muchas gracias, pero no necesito el servicio...—aparté su mano velozmente, y el descarado chasqueó la lengua.

—No es mi hijo, pero si tuviera uno definitivamente desearía que fuera tan atento como él —aclaró Dorian entre jadeos—. Y la novia... 

—Está en París por trabajo y es muy celosa. Gracias por sus halagos, señor Leroy, también le aprecio mucho. Usted me salvó la vida y le debo bastante.

El masajista cambió radicalmente su expresión de la misma manera que hizo Dorian quién resopló evidentemente enfadado, pronto se volvió a rendir a las atenciones del eficiente personal. Me quedé atónito entre tantos rubios perfectos que atendían en ese local, hasta parecían androides pre-fabricados con una sonrisa de catálogo de belleza y el mismo tinte de cabello. Terminada la sesión de relajación nos montamos en su bonito convertible para buscar desesperadamente un buen restaurante italiano, el divo tenía que complacer su antojo culinario. Cuando al fin nos asignaron una mesa las miradas que me lanzaba me advirtieron que aún teníamos una plática pendiente.

—¿De qué se trata todo esto, Andy? —Soltó enojado luego de pedir nuestro almuerzo.

—Ordené lasaña, ¿no le gusta? —Estuve a muy poco de sufrir un desmayo cuando leí los exorbitantes precios de cada platillo, ¿acaso le echaban oro molido en lugar de queso parmesano?

—Sabes perfectamente a lo que me refiero... —mi noviazgo imaginario, claro estaba. 

—Era evidente que el masajista buscaba un pene que masturbar, y gracias a dios yo no cuento con esa cosa colgando entre mis piernas, sólo fue eso. ¿Qué hay de malo en espantarlo con una novia falsa? —Intenté excusarme con mis torpes teorías, pero era casi imposible que me creyera.

—¿Vous pensez que je suis stupide? Suéltalo, confiesa cuál es tu verdadera orientación sexual, mascota. Por el amor a Prada dime que no eres bisexual...

Me entró la descabellada idea que esa sería la única manera de librarme de un posible ataque sexual por parte de Eric, nada perdía intentándolo.

—¿Qué hay de malo? Mi madre siempre me dijo que en esta vida hay que probar de todo, quizás en París encuentre al chico indicado para salir del lesbianismo...

—¡NO! ¡No te lo permito! ¡No guarde esperanzas, jovencito! Yo no puedo obsequiar a un gato hetero.

—¡¿Usted me está juzgando precipitadamente sólo por una idea!? ¿Qué clase de hipócrita homosexual es usted que ataca a sus semejantes? No tiene derecho a decidir mis gustos sexuales sólo porque me compró como si fuera una maldita prenda de vestir más. Si fuera heterosexual, ¿me echaría a la calle? ¿Me devolvería con Claver? ¿¡Por qué!? ¿Por qué ser homosexual está bien para usted?

—Escucha, gato tonto. No puedes ser heterosexual porque sencillamente no me conviene que lo seas, yo no te adopté por caridad, te compré para un propósito y necesito que seas lesbiana para cumplirlo, ¿es tan difícil de entender? Así que hazme el favor de acabar con este ridículo circo público que acabas de formar, dime la verdad y paremos esto aquí. Regresarás con Ignacio y olvidarás toda esa locura de París porque pagué una fuerte suma de dinero que debo recuperar si no me sirves, ¡así de simple!

La excesiva crueldad de Dorian rompió mi corazón, una vez más... Me hice una nota mental de no confiar en nadie, ni siquiera en mis ídolos.

—¡No! No pienso volver con ese delincuente, señor Leroy. Iré a París y cumpliré mi designio, así tenga que vestir de gato, perro, o cocodrilo. ¡Soy lesbiana! —Lo último lo dije gritando desesperado y abrumado a la vez, me levanté de la mesa ante la mirada acusadora de todos los comensales y quise salir corriendo con mi furia mezclada con una bruma de confusión, pero él me detuvo sujetándome con fuerza del brazo.

—Si te atreves a dar un sólo paso fuera de este establecimiento, te devolveré a las malditas calles. He sido muy amable contigo, jovencito. Pero carezco de paciencia para soportar rabietas de estúpidos adolescentes malcriados, ¡nunca olvides que te saqué de la basura!

Las inhumanas palabras de Dorian fulminaron hasta la más remota esperanza de que mi futuro como mascota fuera a funcionar, había sido un completo idiota todo el tiempo. No existen héroes en el mundo real, solo me compraron para ser la cruel venganza de una persona llena de resentimiento, mi destino no había cambiado demasiado. Eso no me podía estar pasando, la vida no podía ser tan injusta conmigo. ¿Qué más podía pasarme? El almuerzo transcurrió en medio de un silencio incómodo, al regresar al hotel era de noche, rendido y desolado me senté en el cómodo sofá a leer unas revistas de última moda, ir de compras sí que era relajante. Decidí ver Discovery Channel para matar el tiempo, un reportaje de felinos capturó mi atención de inmediato e intenté memorizar la mayoría de datos posibles que decía la robótica narración. Varias preguntas sacudieron mi entendimiento y me hicieron dudar de mi osadía, estaba ansioso por conocer a mi dueño en persona...

"Dueño"... ¡Qué machista sonaba esa simple palabra saliendo de mi boca!

El timbre de la puerta se dejó escuchar sacándome de mis absurdos delirios felinos, al abrir la puerta la gloriosa imagen de un corpulento chico castaño me dejó con la boca abierta... Parecía un modelo sacado de alguna revista para adultos, tenía el cuerpo bien tonificado y un aire bien afeminado, no me pasaron desapercibidos sus ademanes coquetos.

—Hola, guapo. ¿Se encuentra Dory? —La escultura humana me estaba hablando, impresionado solté torpes balbuceos creyendo que tal vez sería otro personaje público—. Soy Sergio, y estoy a tu completo servicio.

—Sí... Pasa... Por favor.... Estás en tu casa —me vi obligado a darme una bofetada mental, y lo guíe al living—. Espera aquí por favor, ahora voy a buscarlo. 

Sacudí mis cabeza para apartar mis estúpidos delirios de fama y me abrí paso a la habitación de Dorian, donde una tonelada de prendas brillantes no me dejaron encontrar la cama. Había centenares de bocetos y miles de correos esparcidos por el suelo. Lo más extraño del lugar fueron algunos trajes de bailarina de ballet con todo y tutú incorporado, ¿acaso había llamado a ese Adonis para cumplir alguna fantasía sexual?

"¡Basta, Andy! Deja de pervertir tu mente..."

Repetía mentalmente como si fuera un mantra con la vana esperanza de poder escapar del horror que me causaba pensar en París, y la posible idea de Eric queriendo tener sexo homosexual conmigo. Meditaba en todos esos nuevos sentimientos que me agobiaban, que me oprimían el pecho. Probablemente Eric Brennan quisiera que me lave la cara con mi propia saliva, y que caliente su cama al mismo tiempo. Dorian Leroy me había salvado de ser vendido a un psicópata ruso como Malcom y en pago deseaba sacar provecho de mi insignificante existencia, por eso no podía fallarle, lo sabía. No había necesidad de apresurarse, no me quedaba más remedio, era sólo un estúpido chico pobre que pensaba que su vida aún le pertenecía, y se creía con derecho de negarse a su desgarrador destino. Escapar no era una opción válida, ellos tenían tanto dinero que fácilmente podrían encontrarme, incluso si me escondía debajo de las piedras.

Agotado me refugié entre las sofocantes sábanas intentando en vano conciliar el sueño, pero unos fuertes gemidos acabaron con mi torpe esperanza de dormir. Dorian estaba disfrutando del musculoso cuerpo de Sergio, ahogué mi risa de nerviosismo, fue imposible dormir con toda esa información martillando mi cabeza, con el mundo girando a mí alrededor a punto de colapsar. Me levanté a caminar cual león enjaulado y observé mi reflejo en medio de la penumbra, aquel chico en el espejo se veía realmente trastornado. Definitivamente no me pintaba tal cual era, tan solo debía reflejar a un adolescente aterrado por su nuevo futuro....

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top