Capítulo 17:
Cuando el sol se ocultó y los meseros recogieron todo retomamos el camino de regreso a la suite, me despedí cariñosamente de Leroy deseándole dulces sueños y todo lo mejor en mis oraciones. Apenas lo conocía pero había depositado todas mis esperanzas en su persona, quizás suene demasiado descabellado pero lo que Dorian me ofrecía era lo mejor que me podía pasar. Para un chico inmaduro como yo conseguir una vida de lujo a cualquier costo era un sueño que solo pasaba en las películas, y por alguna extraña razón me estaba sucediendo.
"¿Quién eres?"
—¿Petite sirène? ¡Despierta, chat de rue! —La voz de Dorian me despertó a mitad de la noche—. ¡Levanta, Andy Anderson!
—¿Qué pasa, señor Leroy? ¿Acaso se metieron ladrones a la suite?
—Está conectado, le agradaron tanto tus fotos que quiere verte por cámara. ¡A levantarse, perezoso!
—¿Él quiere verme? ¡¿Ahora!? —Me levanté de un salto para abrirle la puerta y luego corrí hacia el armario, necesitaba escuchar esas palabras otra vez, me urgía saber si no se trataba de un sueño—. ¿Qué debo ponerme? ¡Dígame!
—Estás muy bien así, pero agrega un toque personal —Leroy me tendió la casaca con capucha de orejas peludas—. Sólo es un toque tierno.
—¡Genial! Pero al menos déjeme acomodarme el cabello...
—Te espero en mi habitación, tengo mi portátil instalado allí. No demores.
Dorian se retiró dejándome solo con mis nervios a flor de piel, la ansiedad me consumía al cepillarme el pelo, mis manos temblaban por la emoción. ¡Al fin conocería al misterioso sujeto! Había llegado el día en que mi jodida suerte cambiaría. Salí prácticamente flotando por el pasillo, estuve a punto de tropezar al llegar y algunos jarrones cayeron en el camino, pero al entrar Dorian me recibió con un gesto de suma seriedad.
—Presta atención, Anderson. No tuvimos el placer de formarnos en el mismo círculo social, pero nuestros caminos se han cruzado de una manera extraordinaria. Justo ahora mi futuro y el tuyo dependen de que le agrades a ese tipo, ¿entiendes eso?
—La verdad es que me muero de nervios, señor Leroy...
—Tranquilízate, chat. Respira profundo y toma valor, quiero que te sientes allí y te quedes muy quieto. No hables mientras él no te lo pida, y procura ser lo más tierno que puedas. ¿Lo has entendido? ¡Ternura! Aleteos de pestañas, ojitos coquetos, ademanes de manitas, timidez, esas cosas, ¿captas?
—Lograré hacerlo, pierda cuidado. No pienso fallarle.
Él me sostuvo de ambos hombros sonriendo confiado, y me dio paso hacia el interior de su habitación. Un mueble color caoba resguardaba el portátil color oro que cambiaría mi vida. Pronto Dorian la encendió a la vez que todos mis temores se apoderaron de mi cuerpo, temblando como una hoja al viento observé un punto verde aparecer en su lista de contactos junto al nombre de "Eric Brennan". Tomé asiento al frente del computador a la vez que mi salvador aguardaba de pie detrás de la silla giratoria, y fue entonces que un hombre apareció tras la pantalla. Parecía de unos treinta y algo, tenía la piel clara y contaba con un buen porte. Él me observó detenidamente con sus ojos color verde esmeralda, se le notaba agotado, el sitio donde permanecía estaba en absoluta oscuridad y su cabello negro se confundía con la oscura penumbra. Tomaba un café extra grande, y el traje negro que llevaba puesto hacía resaltar más su tonificado cuerpo.
—Realmente eres idéntico al dibujo, el parecido es extraordinario. Buen trabajo, señor Leroy. Estoy realmente complacido, puede traerlo a casa pronto.
Me quedé atónito ante sus reveladoras palabras... ¡Le agradaba! ¡Realmente le había gustado! Una expresión completamente impersonal, acompañada de una postura de agotamiento absoluto era la imagen que me regalaba la pantalla del computador. Fue realmente desalentadora la manera que me miró meticulosamente, era como si aquel tipo estuviera revisando la autenticidad de una pieza de arte por obligación, como si ese fuera su trabajo por más bizarro que resultara para él. Definitivamente no tenía pinta de millonario.
—Te lo dije, idiota. Andy es perfecto, hasta parece haber nacido para esto...—Leroy se vanagloriaba de mi presencia, aunque no me quedaba clara la razón—. Anderson, él es Eric Brennan, un viejo amigo.
—Encantado de conocerle, señor Brennan.
—Dorian me comentó que no tiene hogar, asegura que te recogió de la calle. ¿Es cierto eso, Anderson? —Su ronca y rasposa voz trajo consigo una sensación rara a mi estómago, incomodidad y cero conexión afectiva, una pésima primera impresión.
«¿Qué más le habría contado Leroy sobre mí?»
—Es verdad, señor. Escapé de casa, y no puedo volver a menos que quiera disfrutar de una gran paliza por parte de mi madre...—los ojos del sujeto se abrieron exageradamente, había entendido el mensaje.
—¿Eres menor de edad? —Como siempre sucedía, acababa de meter la pata.
—¡No! Tengo diecisiete años bien cumplidos. Debería tener mi licencia de conducir, sólo que mi madre siempre me trataba como si yo fuera... Un niño —dejé salir mi desesperación ante sus dudas porque no quería que me rechazara, Eric relajó su postura y una media sonrisa se formó en su rostro.
—Supongo que esa es la razón de la ausencia de documentos, ¿cierto? —Su sutil sarcasmo no pasó desapercibido.
¿Acaso quería matarme de los nervios?
—Sí, señor Brennan —le confesé.
—Me lo suponía... No puedo hablar mucho rato por ahora, en estos momentos debería estar ejerciendo mis labores en la corporación, pero logré dejar libre media hora de mi agenda para atender este asunto de vital importancia, cosa que es algo realmente sorprendente en mi rutina. Dorian le facilitará todo lo necesario para que su estancia en Los Ángeles sea placentera, quiero que se tome estos días para que aprenda todo lo posible sobre el correcto comportamiento de una mascota ideal. Es absolutamente necesario que cuando llegue aquí esté completamente metido en el rol que va a desempeñar por el resto de su vida, ¿lo ha comprendido?
—Sí, señor Brennan. Muchas gracias por tanta amabilidad.
—Puede volver a dormir, buenas noches.
Eso fue todo, Eric se despidió de mí y de inmediato una punzada de decepción se alojó en mi pecho. No quería que se fuera, aún tenía mil preguntas que hacerle, mil dudas por resolver. Dorian me apartó muy despacio para tomar mi lugar frente al portátil, me resistí en aceptar ese simple destino para mí. Leroy me sujetó fuerte de los hombros para lograr sacarme de la silla y por más que intenté no pude evitarlo, sólo me quedé parado a su lado sin quitar la vista de la pantalla. Cuando menos lo percaté Eric Brennan se despidió también de Dorian.
"¡No podré hacerlo!", confesé en mis adentros mientras mi dueño me regalaba una última media sonrisa serena. Se inclinó un poco y la cámara se apagó.
"¡Nunca podré acostarme con un hombre...!", era un manojo de sentimientos encontrados...
¿Qué demonios me pasaba?
—¡Lo hicimos! ¡Nos quiere en casa, chat de rue! ¡Este triunfo tenemos que celebrarlo mañana! No pienso desvelarme más esta noche porque se me formarán espantosas ojeras, ¡sacrilège! —Dorian exclamó absolutamente emocionado, fue extraño porque yo no podía mover ni un solo músculo, estaba abrumado—. ¿Andy? ¿Te encuentras bien?
Deseaba detener el tiempo y que nada llegara a ocurrir, poner a reproducir el vídeo de la cámara y mirarlo durante horas para descubrir si en algún momento llegaba a sentir apego por él. Cuestionarle la razón de mi compra, si en verdad se trataba de un psicópata o un asesino en serie, si pensaba matarme cuando llegara a París, si iba a cometer aberraciones con mi cuerpo, o si me obligaría a hacer popó en una caja de arena.... Estaba inmerso en un torbellino de incertidumbre. Y nadie me podía salvar...
—No puedo hacer esto, Dorian. Si aquel tipo llegase a querer tocarme preferiría morir...
—Tranquilo, chat de rue. Será mejor que vayamos a dormir, trasnochar nos está afectando un poquito —caminé automáticamente hacia mi habitación siendo guiado por las fuertes manos de Leroy—. Que descanses bien, mascota.
Cuando entré me dejé caer en el blando colchón preso de mis sentimientos de desolación, de vacío absoluto... Estaba decepcionado, los medios de comunicación alimentan ideas tontas en los adolescentes sobre estas cosas. Hubiera querido que fuera más amable, que se tratara de una mujer hermosa y despampanante pero nada de eso sucedió. Mis absurdas expectativas de romanticismo explotaron en mi jodida cara, me acurruqué entre las finas sábanas intentando en vano conciliar el sueño, cuando al fin logré refugiarme en los brazos de Morfeo unos ojos verdes me persiguieron incluso mientras dormía. Soñé con Eric y nuestra próxima vida juntos, mis sueños fueron tan vívidos que me desperté en la madrugada por culpa de las pesadillas, y no pude pegar un solo ojo hasta la mañana siguiente.
—Andres Anderson, diecisiete años, ¿natural de? ¿De dónde, chat de rue? —Dorian me preguntó al hablar por teléfono.
Me di vuelta en la tumbona colocándome de espaldas al sol, y solo recibí miradas acusadoras de la gente que se paseaba por ese bello lugar. Luego de atormentar mi mente con mi confusión gracias a la actitud de Eric decidí aceptar la invitación de Leroy para volver a broncearnos en la playa, y ver si de esa forma conseguía quitarme a ese estúpido hombre de la cabeza. Maquiné una certera evasiva ante la pregunta de Dorian, no era bueno que soltara tanta información a un sujeto que apenas conocía, sobre todo después de lo que pasó con Claver.
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