Capítulo 13:

Luego de sumergirme en una paz absoluta, en una tranquilidad deliciosa, mi cuerpo fue recuperando lentamente los sentidos y abrí mis ojos gracias a un delicioso aroma a café recién pasado. Observé todo a mi alrededor sin poder creer lo que estaba pasando, me encontraba acostado en el fino sofá de piel más confortable de todo el jodido planeta, estaba en el interior de una hermosa suite de algún lujoso hotel. ¡Qué diablos! ¿Acaso de verdad había muerto? ¿El cielo era una fina habitación? "¡Tonto!" Me reprendí mentalmente al darme cuenta de los disparates que invadieron mi cabeza. Me refugié en la calentita manta de osos Panda que cubría mi helado cuerpo, la suite era realmente cálida y a duras penas observé detenidamente el lugar.

Las paredes estaban bellamente decoradas por cuadros que solo había visto en las películas y en casa de los Clifford, por los brillantes marcos de oro que los cubrían parecían haber sido sacados de algún exclusivo museo. La encimera tenía unas rosas rojas preciosas metidas en un jarrón de estilo colonial; espejos, arañas y trajes hechos de telas preciosas colgadas en extraños percheros dispersos por doquier. Botellas de licor que conocía a través de la pantalla de mi computador, los cigarros más raros de la historia y las señas de lo que seguramente fue una fiesta privada era el paisaje de mi retorno a la realidad. Unos pasos me sobresaltaron, logré ver a aquel hombre evidentemente afeminado cruzar por la puerta entrando velozmente a la estancia. Llevaba un elevado peinado en su brillante cabello teñido en un color violeta encendido, al igual que el color de su extravagante traje sastre cubierto de pedrerías y lentejuelas. Se me acercó con el semblante lleno de preocupación, creo que estaba a punto de darle un ataque cardíaco.

—¿Gato callejero? ¡Hey jovencita! Gracias a dios que al fin despiertas, me estabas preocupando —mi nuevo captor se sentó en el sofá próximo mirándome con detenimiento—. Duermes más que un murciélago, ¡merde! Estuve a muy poco de solicitar un médico.

—Desearía no haberme despertado jamás... Pero gracias por salvarme de esta vida miserable que me toca enfrentar —me incorporé apenado y extrañado a la vez, ¿a merced de qué clase de psicópata había venido a parar?—. ¿Usted me compró?

—Desde luego, Ignacio no podía negarse bajo ninguna circunstancia. Esa puerta blanca es el baño por si quieres asearte un poco, te dejaré ropa limpia en aquella habitación para que te cambies con total libertad —me señaló una puerta al final del pasillo y no pude evitar temblar por los horribles recuerdos, aunque sus gestos de divo absoluto me ganaron una pequeña sonrisa—. Luego podrás comer, he pedido la cena.

—¿Acaso es usted un ángel? Gracias, no debe molestarse demasiado por mí. Soy un caso perdido, no valgo nada en este mundo...

—No, no soy un ángel. Mi nombre es Dorian Leroy y es lo menos que puedo hacer por ti. Me tenías muy preocupado, hasta llegué a pensar que debía organizar un extraño funeral sin siquiera saber tu nombre completo, o tendría que acudir a una comisaría de mala muerte a relatar cómo te compré para luego dejar que mueras. ¡Ah! —Sus exagerados gestos me causaron gracia—. Vete a bañar que lo necesitas urgente, señorita.

—Como ordene, señor Leroy...

Caminé observando el pasillo igual de lujoso que el resto de la habitación y dudé en abrir la puerta, el recuerdo de mi anterior prisión aún me atormentaba, apreté fuertemente los ojos intentando contener mis lágrimas. Me encerré en el amplio baño dándome una merecida ducha, realmente la necesitaba. El agua caliente por un momento pareció llevarse todos mis pesares, al terminar me vestí con la fina ropa que Dorian me había dejado en la alcoba misteriosa, lo más grandioso fue que todas las prendas eran masculinas, menos la chaqueta de cuero con aplicaciones de peluche, la curiosa capucha tenía unas enormes orejas de gato esponjosas que lucían muy tiernas. Tomé el preciso valor de salir y enfrentar mi nuevo destino con dignidad, no creía que ese hombre quisiera seducirme, a no ser que fuera bisexual. ¡Ahí sí tendría graves problemas! Al secarme el cabello pude darme cuenta del bordado que tenían las toallas, estaba en el hotel de lujo que había leído hace meses en una revista de turismo. Ese tipo debía tener millones porque ese hospedaje se encontraba en el listado de los más costosos de esa ciudad. Repetí su nombre muy bajito para intentar recordar: Dorian Leroy... Dorian Leroy...

Debí haberlo leído en alguna parte...

¿Dorian Leroy?

Dorian Leroy...

¡DORIAN LEROY!

Mis pies se enredaron al descubrir de quién se trataba y caí al suelo rebotando en mis nalgas, fue un duro golpe pero no me interesaba el dolor. Patalee y me retorcí por la maldita suerte que tenía, Dorian Leroy es el más glorioso estilista de París, se encarga de atender a las modelos más famosas y mejor pagadas del mundo. Todo el que goce de poseer reflectores en el mundo de la moda no puede dejar de solicitar sus servicios. Luego de celebrar mi certera deducción abrí la puerta con mayor confianza, y Dorian me ayudó a salir hacia el corredor, ¡oh por cristo resucitado! ¡Estaba tocando al mismísimo dios del estilismo! Despacio y con cuidado me hizo avanzar, su aguda voz parloteaba por todo el camino hacia el balcón, y yo intentaba grabar en mi mente cada detalle de esa plática para alardear en un futuro con mis amigas y vecinas que pude conocer a esa gran celebridad. Era una estancia muy hermosa y elevé una ceja ante tanto derroche de dinero, si tan solo hubiese tenido la suerte de nacer millonario quizás no hubiera pasado por aquel infierno. Me senté en la mesa con la mejor vista que había podido apreciar desde mi llegada a Los Ángeles, un gran banquete llamó mi atención haciendo rugir estruendosamente mis tripas, variedad de comida y panes me atrajeron de inmediato, me lancé a devorarlos lo más pronto que pude. Dorian carraspeó al sentarse frente a mí y mis mejillas ardieron por la vergüenza.

—Lo lamento, no he comido muy bien en semanas. Estoy realmente hambriento….

—Tranquila —él me silenció con un gesto de complicidad—. Come como mejor te parezca, estoy hastiado de tantos formalismos y estúpidos modales —comenzó a comer sus papas fritas con las manos—. Esto es realmente bueno...

—Gracias, no quiero parecer irrespetuoso ante su majestad de la moda...—musité con la boca llena, y él se quedó atónito ante mi comentario—. Yo siempre lo he admirado, señor Leroy. No merezco semejante honor de compartir la mesa con usted...

—Estaba prácticamente convencido que no tenías idea de quién era, por lo visto me equivoqué. Suelo tener estos sueños raros donde ninguna persona me reconoce y pensé que hoy se cumplirían —Dorian miró hacia el horizonte y por un momento pareció triste.

—Usted me va a tener que disculpar, su alteza. Pero en las últimas fotos de las revistas traía el cabello en distinto color, y es la primera vez que conozco a alguien famoso en persona… Además, nunca pensé que encontraría a alguna celebridad en ese espantoso lugar...

—Descuida. ¿Por qué te quiere comprar la mafia rusa...?

—No tengo idea, al parecer mis padres tienen un oscuro pasado el cual no se molestaron en contarme.

—¿Entonces cómo fue que caíste en esa agencia de porquería?

—Fue estúpido ser tan confiado, lo sé... No tengo idea qué le habrá contado Claver pero Joyce Clifford era mi novia, o eso pensé y luego me...

—¡¿CLIFFORD!? —Dorian se levantó evidentemente alterado de la mesa, y caminó de un lado al otro por el bonito balcón. Me miró con sus bellos ojos claros llenos de rabia y se aproximó a grandes zancadas, tiró de mí para hacer que me levantara y me envolvió entre sus brazos. Lloré como un niño lo haría en el regazo de su madre—. No sé en qué mundo imaginario vivías, pequeña, pero los Clifford expiran mafia por los poros. Sé para quién trabaja Ignacio y lo que hacen con las mujeres. Lo siento mucho...

—Estaba muy asustado...—me aferré a su espalda, y el exquisito perfume que llevaba encima me reconfortó un poco—. Solo quería morirme...

—Calma… Todo pasó, estás a salvo conmigo —Dorian me invitó a sentarme nuevamente, se puso en cuclillas para estar a la altura de mis ojos y me tomó de ambas manos—. Solo fue una horrible pesadilla, felizmente escapaste de las garras de aquel miserable. Ahora come, necesitas recuperar fuerzas. 

—Gracias, no recuerdo haber comido tanto en mi vida —murmuré entre lágrimas al terminar de comer, aún existe gente buena en esta tierra sin importar la condición social, y eso me dio esperanza para continuar.

—No es nada —me sonrió sincero mostrándome su blanca y perfecta dentadura, pero luego adoptó un gesto de seriedad—. Entonces... ¿Tu novia te engañó descaradamente?

—Bueno, escapé de mi casa persiguiendo mi tonto sueño de ser cantante, pero todo resultó ser una gran estafa. Joyce sabía perfectamente que ingenuamente había contactado a la macabra compañía de su padre, pero no hizo nada para salvarme...

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