Capítulo 1:
Siempre lo sentí, vivía dentro de mí, aquella sensación vertiginosa de no encajar nunca con la maldita sociedad y sentirme bien con ello. Mi pasión de vida era no seguir las normas, mi amado padre había alimentado mi espíritu aventurero, pero con mi madre... Ese era otro cuento distinto. Cuando eres joven la vida tiene otro matiz de colores, y lamentablemente mi madre tardó en comprender que lo que pudo ser insignificante para ella, para mí era lo más importante. Estaba tumbada en mi cama absolutamente derrotada en medio de una crisis existencial y mi único salvavidas era la música, mi única compañera fiel...
—¡Andy, baja ahora mismo! —Los gritos de mamá interrumpieron la canción de mi banda favorita que estaba sonando en aleatorio, y el profundo sueño en el que estaba a punto de caer—. ¡Más te vale que me expliques esto, señorita!
—Joder, no de nuevo...—me lamenté mientras maquinaba un nuevo plan de escape, pero mi madre había atracado las ventanas desde aquella primavera que salté quebrándome un brazo, y fue así que descubrí que no me quedaban más opciones, solo enfrentar su furia bien justificada.
—¡Andy abre la puerta ahora mismo! ¡Esta vez no podrás librarte de mí! —Cada golpe que daba en la puerta aceleró mis latidos por el miedo, el sudor empapaba mi espalda y solo pensaba que sería bueno que la tierra me tragara en esos momentos—. ¡ANDY!
—Lo siento, mamá... Yo no quería decepcionarte de nuevo —murmuré con la cabeza gacha sujetando la fría perilla con suma impotencia, ella era la que insistía que realice el examen de admisión de la universidad una y otra vez, pero yo solo deseaba ser una cantante revolucionaria. Finalmente abrí la puerta y lo único que gané por mi valentía fue una bofetada de su parte—. Por favor no me pegues...
—¡Niña malagradecida! ¡¿Acaso no sabes cuánto me cuesta pagar cada examen!? —Ella me sujetó de la chaqueta de cuero y tiró con tanta fuerza sacudiendo mi cuerpo con desesperación, logrando que la correa de mi guitarra se separe de su lugar dejando mi amado instrumento caer al suelo—. ¡Trabajo duro para que seas una profesional muy pronto! ¡¿Es que no piensas en tu futuro!?
—Sabes bien que mi sueño es ser cantante, no me apetece gastarme la vida detrás de un escritorio sin gracia —le expliqué nuevamente, duele que no te entiendan, duele sentir que no tienes voz ni voto en tu propia vida, es completamente injusto—. Tú nunca me escuchas... ¡A ti no te importa lo que yo quiero para mi futuro, mamá!
—Aquí no se trata de lo que tú quieres, Andy. Sino de lo que es correcto, y lo correcto es que estudies una carrera profesional para que puedas tener una vida común y corriente. Lejos de los reflectores —el mismo discurso de siempre, el mismo sermón que me repetía desde que papá no está.
—Los cantantes ganan millones, mamá...
—¿Y cómo se supone que serás una famosa cantante si luces como un hombre, hija? ¡¿Me lo podrías explicar!? ¡Vives en un mundo de fantasía! Ese mundo no existe para nosotras. ¿Sabes cómo ganan millones las cantantes? ¡ACOSTÁNDOSE CON LOS MILLONARIOS PATROCINADORES! ¡Y DUDO MUCHO QUE CON ESE ASPECTO MASCULINO QUE TIENES ALGUNO DE ELLOS GUSTE DE TI!
—A veces eres demasiado cruel conmigo, mamá... Déjame demostrarte que lograré ser la diferencia, mis preferencias sexuales no importan en la industria, mamá. ¡CREE EN MÍ!
—¡NO! —Ella sentenció, rompiéndome el corazón.
—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué no puedes apoyarme como lo haría cualquier madre normal? —sencillamente no podía comprender su actitud, era tan drástica conmigo que empezaba a asfixiarme.
—¡AQUÍ SE HACE LO QUE YO DIGA PORQUE SOY TU MADRE Y PUNTO! ¡MIENTRAS VIVAS BAJO ESTE TECHO ACATARÁS MIS ÓRDENES! —Su rostro demostró lo enojada que estaba, se pasaba los dedos por el pelo, clara señal que no tenía escapatoria.
—Yo no tengo la culpa que papá no esté más con nosotros... —Era mi ruina, no me quedaba escapatoria y si iba a morir a golpes al menos que fuera con honor—. A veces siento que me castigas a mí por eso...
—¡CÁLLATE! —Otra bofetada más a la colección que guardo en la memoria, otro dolor que soportar—. Sobre mi cadáver serás cantante, Andy. Te quiero bien lejos de los medios de comunicación, y de la maldita prensa. Es por tu propio bien, algún día entenderás que solo intento protegerte...
Me dejé caer de rodillas al suelo mientras ella huyó de la escena del crimen, si bien no me había asesinado estaba matando mis sueños por dentro, y eso es peor que morir. Y sabe, sabes que te duele, aunque no sepas exactamente dónde, sientes un dolor ahí pero es un dolor diferente, no es un dolor de cabeza, o uno de muelas, este es un dolor diferente, tratas de explicarlo pero nadie te entiende, sabes que necesitas sanarlo pero no sabes con quien acudir. ¿Con quién hablar cuando te duele el alma? ¿A quién buscas cuando sientes esa punzadita en el pecho? Definitivamente no es algo que te quite la vida, pero es algo que te dificulta vivirla... Mis rodillas dolieron horrores por estar en esa posición largo rato, me levanté del suelo en donde siempre caía por un motivo u otro, me miré al espejo buscando una motivación para seguir luchando. Para ser sincera sí parezco un chico, y tampoco hacía nada por ocultarlo, me gusta cómo me veo, así soy y me había aceptado hace muchos meses de esa forma. Sostuve mi guitarra y me puse a escribir una más de mis canciones depresivas y tristes, mi padre solía decir que el cantante transmite lo que siente en su corazón, y eso era lo que sentía en medio de la soledad de mi habitación. La música logró relajar mis nervios alterados gracias a los gritos de mi madre, pero no eran la solución eterna. Me levanté con el deseo de ir a encontrarme con mis amigas y olvidarme de todos mis problemas con sus locuras, pero mi puerta estaba con llave. Mamá me había encerrado de nuevo.
—No otra vez por favor...—maldije mientras golpeaba la blanca madera con fuerza—. ¡Mamá sácame de aquí!
—¡No saldrás en una semana! Bien merecido lo tienes, Andy —mamá vociferó desde su alcoba—. Y será mejor que te cambies de ropa, ¡di a luz a una preciosa niña, no a un rockero emo!
—¡Soy lesbiana, mamá! Acéptalo de una maldita vez —Grité lanzando puñetazos a la puerta.
Grité y pedí auxilio hasta que mis puños sangraron, pero ella no se dignó a liberarme de mi prisión improvisada, siempre hacía lo mismo, me encerraba cuando no actuaba como ella quería. Lloré y me lamenté de mi existencia hasta que me di cuenta que era en vano desgastarme una vez más por lo mismo. Empujé mi cuerpo adolorido hacia el ordenador, quizás el mundo virtual lograría distraerme hasta la hora de la cena que fue cuando se compadeció de su única hija quitando el pestillo y me dejó la comida caliente antes de doparse para dormir. Mi llanto no me dejaba ver bien las pequeñas letras negras de la pantalla hasta que un anuncio llamativo me hizo gritar, pero en esa oportunidad fue de felicidad. El prestigioso "Piso 70" de Los Ángeles había abierto una convocatoria para recibir nuevos aspirantes. Mis ojos me dolieron del asombro y me los tuve que frotar repetidas veces para cerciorarme que no estuviera soñando. Sin duda alguna esa era mi oportunidad de cumplir mi anhelado sueño de éxito, pero aún existía un problema, debía tener el dinero suficiente para pagar un costoso taller y un pasaje de avión para poder llegar a mi destino. Observé detenidamente mi habitación para ver que podía vender entre tanta basura inservible, hasta que la oscura madera perfectamente pulida se cruzó en mi recorrido.
—Papá...
Mi corazón se oprimió espantosamente por la tristeza, mi guitarra era lo único de valor que poseía, fue el regalo que me dió mi padre para mi cumpleaños número diez convirtiéndo ese día en el más feliz de mi existencia. Él mismo fue quién me enseñó a tocarla. Me acerqué a mi amado instrumento y me aferré a su forma, era el único recuerdo que me quedaba de mi padre, y me dolería venderla. Pero era mi única salida, lo tendría que hacer si quería demostrarle a mi madre que yo sí podía lograr mi meta, y no iba a parar hasta conseguirlo. No regresaría a esa casa hasta que fuera una cantante famosa y millonaria. Lloré mientras tocaba una canción llena de melancolía, estaba segura que era la última vez que podría cantar junto a mi amiga incondicional, mi amada guitarra, pero todo valdría la pena, lo sabía. Cuando alguien querido se va, se lleva una parte de ti... Y no hay poder humano que pueda ayudarte, solo el tiempo, la paciencia y el amor. Sí, el amor. El amor siempre nos salva.
—"En este camino... rumbo a la selva... Me he encontrado a un pajarillo sonajero..."
Ojalá mi padre hubiera estado ahí.
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