La inseguridad entre amigos


Llegué a vivir una situación en la cual mi mejor amigo (primo de especie) estuvo a punto de hacerme daño.

Me encontraba en su gigantesca mano, a punto de dañar mi integridad y nuestra larga amistad, por una pequeñez. No era la manera correcta de actuar por su parte...

Pero los pongo en antecedentes.

César, alguien muy peculiar y especial a decir verdad. Sobre todo por el hecho de que es un simio, no un humano. Un chimpancé, específicamente; que fue producto de una modificación experimental en su genoma - sin su consentimiento siquiera-.

Por mi parte, como muchos saben, adoro los animales y hago lo que sea por convivir con ellos y salvarlos del sufriento. Fue por estas razones que logramos conocernos.

Me había enterado que estaban inaugurando una nueva exhibición animal en un zoológico de la ciudad; cuanto me entristecen estas cosas. Los animales tienen el derecho de vivir en libertad, cuando mucho en santuarios de gigantescas extensiones de terreno. No en zoológicos, por esto decidí hallar la manera de liberar a estos animales.
Cuando profundicé en la información recibida, supe que los animales de la nueva exhibición eran chimpancés, y había uno con, al parecer, 《una condición especial》, según esto entonces, había uno en particular. Pero no explicaban al respecto, tendría que asistir al lugar para ver de qué se trataba.

En el sitio, efectivamente hallé la nueva exhibición: se trataba de una jaula gigantesca que encerraba en su interior unos 20 chimpancés. Detallé a cada uno y los 19 que logré ver, coincidían en algo, la tristeza era lo que destacaba en sus rostros.
Podía sentir lo mal que estaban en ese lugar, no demostraban otra cosa.

En el mometo en que apareció el chimpancé número 20, noté que podría ser el alfa del grupo por su contextura e inteligencia, pero me percaté de algo más: su inteligencia era superior. Se mantuvo inmutable, serio y detallista ante todo lo que tenía a su alrededor y a cualquiera que lo observara desde afuera. Ese fue mi caso, pues era la única persona en esa exhibición a esas tempranas horas de la mañana; me observaba, como si ideara algo en su mente. Pero, al momento que detallé sus ojos... por Dios. Eran únicos e increíbles para su especie, colores amarillo verdoso y alrededor de la pupila un aro oscuro que lo enmarcaba.
¡Le daban un aspecto de rostro humano! Y como tal se sentía su mirada.

Ese sin duda era el simio especial que aseguraban se hallaba ahí.

Repentinamente el cuidador de esa jaula apareció, tratando de molestar con sus palabras al simio.

- Hey César, saluda a la chica - dijo el tipo, refiriendose a mí-. Es un buen partido. Lástima que te encuentres encerrado, pierdes tu oportunidad.

Dijo, habiéndose percatado de que el simio se mantenía expectante ante lo que yo pudiera hacer. César lo observó con odio, sus ojos lo demostraban.

Mientras, el engreído se acercó a mí.

- Hola, ¿qué tal?

Creído el idiota, pensó que podría recibir una buena respuesta de mi parte luego de oír cómo molestaba al chimpancé.

-¿Por qué lo molestas? Él no te ha hecho nada - le dije.

- Jajaja, preciosa. Su sola existencia me molesta. Odio a los animales.

Genial, un odioso trabajando para animales... otra razón para salvarlos, pensé.

- Mi nombre es Madeleine, idiota. Por si no sabías, ellos son más valiosos que tu engreimiento.

Al esuchar eso, el tipo procedió a empujarme con fuerza, haciendome perder el equilibrio y caer. Seguidamente, César respondió ante aquel acto de violencia por parte de su cuidador, emitiendo una especie de rugido en contra del mismo y procedió a correr y golpear los barrotes de la jaula más cercanos a aquel hombre, causando en él un susto que lo llevó a su huida del lugar.

Viendo cómo el tipo había desaparecido, se calmó y me observó. Yo hice otro tanto, y me levanté. Sin miedo, pues el simio no quería dañarme, o no demostraba querer hacerlo, más bien me había ayudado.

- Oye... gracias. César, ¿no es así? Eres un chimpancé genial... no merecen estar en este lugar.

Sí ¿por qué no? Yo hablo con los animales. Después de todo, ellos realmente te entienden...

César sólo me observaba, parecía estar examinando mi persona, mi forma de ser.

- Es increíble el parecido en tu mirada a la de... no. Me equivoco, tus ojos son únicos. Es fantástico. Ahora, te contaré un secreto.

Observé a mi alrededor para procurar hablar sin la presencia de otra persona. Por suerte no había nadie más que yo - humano, por supuesto -.

- Bien, este es el plan...

Procedí a contarle al chimpancé lo que tenía planeado para liberarlos, y me escuchó, a decir verdad.

Entrada la noche, cerrado el zoológico, volví equipada y dispuesta a liberar primero a los chimpancés. Cuando me hallaba cerca de la gran jaula, escuché que me llamaban en susurro.

- Made... hey, por aquí Made.

Giré mi vista y me pareció raro al ver que no había otra persona en el lugar que pudiera estar llamandome. El vigilante se hallaba lejos, además.

- Soy César.

Escuché finalmente. Mi sorpresa fue tal que rápidamente dirigí mi vista hacia la zona de la jaula que se hallaba máa cerca de mí, y ahí estaba. Efectivamente era César, el simio. Observándome divertido, con una sonrisa cerrada.

- Tú... hablas... como un humano.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral por la extrañeza.

- Te ruego no te asustes, luego te lo explicaré. Pero te pido que sí nos ayudes a salir de aquí, por favor. Me demostraste ser una humana de fiar y confiaré en ti.

Fue un poco difícil no asustarme, sobre todo porque su voz sonaba muy gruesa, pero logré controlarme y acercarme a él.

Fue entonces que, con su ayuda, logré liberlarlo, a los demás chimpancés y con los días, a todos los animales que estaban en ese pequeño espacio del zoológico. Por supuesto, con ayuda de César los llevé a su hábitat correspondiente, gran tarea. Nadie supo cómo o quién los había liberado...

Luego, con mucho tiempo libre, César me explicó que la experimentación que realizaron en él causó que desarrollara el potencial de hablar como un ser humano, perfectamente entendible.

El mes siguiente, otra consecuencia se dejó ver en el cuerpo de mi amigo: comenzó un excesivo e incesante crecimiento de su cuerpo, y llegó al pinto de medir 10 m de altura. Algo imposible, increíble y gran consecuencia de la modificación genética.

Esta gran altura ocasionó que nos mantuviéramos más sepadados que juntos, pues su gran tamaño no le permitía permanecer en diferentes sitios a los que yo debía asistir. Y por ello él desarrolló cierta inseguridad con respecto a mí. Se volvió mi mejor amigo super celoso y agresivo con otros.

En el comienzo de esta historia se fue forjando un gran lazo de amistad entre nosotros... que procedió a tensarse y estuvo a punto de romperse.

Con esto, volvemos a la situación del comienzo.

César me separó con brusquedad de otro buen amigo mío, -y pudiera decir también de nosotros si César lo quisiera permitir - por el hecho de que le molestaba vernos juntos.

Se trataba de Jack, un chico, militar que conocí con todo aquello de César. De hecho, fue él quien lo conoció primero y posteriormente me lo presentó, pero pasar tiempo de mi parte con Jack provocó en César unos celos peligrosos.
Destacando que Jack era un humano; tal vez esta era una razón para alejarnos, pues tal vez temía que me alejara de él por querer permanecer con un amigo humano y no un simio como él. Fue mi primera impresión, y creo que no estuve equivocada.

Y en ello continuaba, yo trataba de detenerlo pero él no quería ceder.

- ¡César! ¡Esto no está bien! Él es mi amigo, al igual que tú.

- ¡No!

Su voz retumbó en todo el lugar.

- Tú y yo seremos amigos sin su influencia - acabó por decir.

Luego de esto, me llevó en su gran mano para alejarme de cualquier otra persona, con mayor razón si se trataba de Jack.

- ¡Hey! ¡César, ya bájala! ¡Esto no está bien!

Gritó Jack detrás de nosotros.

- ¡Tú no sabes qué está bien o qué está mal! Eres un militar asesino.

Respondió César con su gutural voz, sin siquiera voltear.

- ¡Ella no quiere esto! ¡Te temerá por lo que estás haciendo!

Jack se había percatado de la peligrosa forma de actuar de César, de que estaba lastimando su propia amistad conmigo, y de que probablemente me iba a alejar de toda libertad.

- No la obligues a hacer algo que ella no quiere vivir...

César se detuvo y me observó. Pero gruñó, no iba a ceder. Me dejó en un lugar alto y se devolvió para dirigirse donde Jack. Al verlo, emitió un rugido que hizo temblar todo por la magnitud del sonido... sabía qué significaba.

- ¡César, espera!- Dije.

Ya era tarde, logró capturarlo en su mano.

- Déjalo, por favor no lo lastimes...

Inútil mis palabras. Comenzó a aplastarlo en su puño, esa era su intención.

- ¡Ya basta, lo lastimas!

No había respuesta, continuaba aplastándolo.

-¡De acuerdo, está bien! ¡Tu ganas César!..

Liberó la presión de su puño y Jack pudo respirar al fin.

- Solo... por favor, suéltalo... seré tu amiga y de nadie más. Sólo déjalo ir.

- Arg... ¿¡Estás loca!? ¡No lo hagas! - grito Jack.

César le gruñó, y me miró. Tomandome con su otra mano, me acercó a él.

- Está bien, sólo déjalo ir y tú y yo seremos mejores amigos por siempre... solamente tú y yo... es lo que quieres ¿no?

- ¡No! No es correcto evitar que tu amiga tenga libertad. ¡No eres su dueño! Hablas de que los humanos lastimamos animales, pero tú quieres lastimar a una humana... que es tu mejor amiga. Así no funciona la amistad. Debes dejarla ser libre.

César, sorprendido por cómo Jack le recriminaba su comportamiento, terminó por darse cuenta de su grave error. Ello pudo acarrear mi tristeza por tratar de manejar mi amistad. Me estaba lastimando, y no quería hacerlo, según me dijo.

Me miró.

- Yo... no quise... temía que te alejaras de mí para siempre, Madeleine... pero mira lo que acabé haciendo...

- Oye, nuestra amistad nunca acabará, no quiero cambiarte por nadie. Eres especial y te has convertido en mi mejor amigo para siempre. No quiero que pienses lo contrario.

- ¿Oíste, gigantón? Ella te quiere.
No importa a donde vaya, ella siempre será tu amiga. Tienes que confiar en ella, eso es lo que un mejor amigo hace ¿cierto?

César me miró nuevamente. Y procedió a bajarnos a ambos...

Los celos son peligrosos, sobre todo entre amigos. Pero hablando y explicando con claridad, todo se entiende.
No quiero defender su respuesta, pero su actuar fue normal, cuando sentimos que perderemos algo o a alguien hacemos todo lo posible por evitar que así sea. Por suerte, mi gran amigo se percató de que me lastimaba con ello, a tiempo.

Luego de eso, nuestra amistad continuó fortalecida aún hasta el día de hoy. Y destaco que permitió a Jack ser su amigo también.

Pero, algo es muy cierto y, si él está leyendo esto, insisto por escrito:
César es mi mejor gran amigo y nada lo cambiará.

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