La cueva de minerales



Una flor, específicamente un crisantemo, fue lo que hallé en el suelo de la entrada hacia una gran cueva.
Estaba explorando aquella montaña, en busca de algún mineral; con un simple cuarzo me conformaba. Pero aquella hermosa flor me llamó la atención, la tomé en mis manos para detallarla mejor. Se hallaba suelta, esto me hizo observar los alrededores para ver si lograba hallar algún arbusto de donde pudo haber provenido, pero no lo encontré, solo observé la vegetación que suele hallarse en los alrededores de estos tipos de cuevas.
Llegué a pensar que entonces esta hermosa flor pudo caerse de alguien que la tenía, o tal vez lo colocaron allí a propósito...

No conforme con la belleza de una flor, más al interior de la cueva hallé otra; me encantó encontrar no solo una, sino dos. Tal vez la cueva poseía en su interior la planta de la cual provenía tan maravillosa flor, pensé. Así que me interné aún más al interior de la gran cueva y con cada paso que daba conseguí más y más flores. Gracias a la luz natural que se colaba por grandes aberturas encontradas en el techo de la cueva, logré detallar las flores y el lugar por donde me internaba.

A partir de cierta distancia desde la entrada hacia el interior de la cueva detallé, en las paredes rocosas, ciertos destellos de pequeños cristales minerales de unos hermosos colores azul y verde. Con esto, la cueva parecía conspirar a favor de mostrarme su belleza con todo esplendor, en conjunto con las flores que, ahora me daba cuenta, me guiaban hacia alguna parte.

Y así era, me llevó hasta una gran cámara al final de su extensión, donde me mostró orgullosa minerales como los que había observado con anterioridad, pero de gran altura, así como belleza total. Era una vista increíble, lo que había soñado ver y aún más, pues los minerales son una de mis tantas pasiones.

Estos minerales gigantes que se hallaban frente a mí podían fácilmente sobrepasar los 20 m de altura, y la luz natural que llovía sobre ellos los hacía brillar como si se tratase de lámparas gigantescas, lámparas cósmicas.

Repentinamente sobre mí comenzó a llover flores hermosas de distintos tipos, dalias, crisantemos, hortensias, claveles, jacintos de agua, rosas, peonías y lotos, como las que me habían guiado hacia ese lugar. Era muy hermoso. Y lo fue aún más cuando observé, cuando levanté la mirada, al responsable de todo eso, sobre uno de los grandes minerales ubicados frente a mí.

-¡Smokescreen!

Él me sonrió.

-Hola Mady. Sé que amas los minerales; hallé este lugar, como creado especialmente para ti y quise regalarte su belleza... que iguala a la de las flores, porque ellas traducen tu hermosura humana en la naturaleza de la Tierra... qué mejor que guiarte con ellas hacia un lugar que amarías... y mostrarle a estas ambiciosas piedras preciosas lo radiante que eres, tu belleza que supera todo lo existente.

No supe cómo agradecerle, qué responderle con palabras... creo que mis ojos lo dijeron todo.

Fue el mejor día de mi vida.

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