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— ¡Oye, Marta! ¿Viste el gato volador en la esquina? 

— ¿El qué? ¿Un gato volador? No puede ser, Carlos. 

— Pero sí, te lo juro. Era negro con alas de mariposa. 

—Deberías dejar de beber tanto café, Carlos. Estás alucinando. 

— ¡No, de verdad! Ven, vamos a buscarlo. — Está bien, pero si no lo encontramos, te llevas la culpa.

Los dos amigos se adentraron en el callejón oscuro detrás del edificio. De repente, Marta se detuvo y señaló hacia un contenedor de basura.

— ¡Ahí está, Carlos! ¡El gato volador!

Carlos miró con ojos muy abiertos y vio a un hombre disfrazado de gato, tratando torpemente de volar con un paraguas.

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