Xodó

La editorial era un lío ese día, los manuscritos en su escritorio amenazaban con colapsar en cualquier momento, y sin embargo halló la paz total en permanecer comiendo los pequeños caramelos qué solía conseguir seguido en la pequeña tienda de su barrio.

Tirado en su silla mirando al techo se preguntó si debería aceptar ir a la oficina del jefe de una vez o si escribir su renuncia era la mejor opción para lo que venía dentro de su corta vida laboral.

Apenas llevaba seis meses trabajando para esa editorial y seis meses le bastaron para saber que Chae HyungWon era el escritor estrella del que nadie quería ser editor, todos le huían como la peste, algunos incluso decían por los pasillos que era una pesadilla hecha realidad, que tenerlo cerca te carcomía el alma y al final terminabas renunciando en menos de un mes.

Eso era lo que había durado el último editor a cargo.

Dios...

Sus ojos casi se pusieron en blanco al imaginar la clase de persona que sería. No le gustaba discutir, odiaba mucho molestarse, y si duda alguna, al mínimo desacuerdo o disgusto terminaría comprando los primeros boletos de regreso a Corea y se encerraría en su habitación en la casa de su madre; porque se conocía, no tenía la fuerza mental qué necesitaba para enfrentar a alguien que parecía tan tenaz.

— Quizá tenga la apariencia de alguno de los personajes de Las Gárgolas.

Eso lo podía imaginar sin esfuerzo.

— Hoseok, el jefe te llama. — Dijo su compañera del cubículo siguiente, ella lo miraba con pesar e incluso se disculpó.

— Maldita cobarde — Lo dijo entre dientes y cerró los ojos frustrado.

Aún estaba a tiempo.

Sólo seis meses habían pasado desde que llegó a Londres, aún tenía tiempo de encontrar algo mejor, quizá ser escritor de películas de bajo presupuesto o simplemente trabajar para algún diario que por esos días estaban tan populares, a pesar de que la Internet les llevaba la delantera.

— Decídete ya, maldita sea...

Se habló a sí mismo. A sus 28 años aún no lograba decidir sobre si en la mañana era mejor jugo de naranja, zanahoria o los dos juntos, siempre tardaba mucho en decidir, no le gustaba esforzarse demasiado en pensar, pero era lo que más hacía luego de que algo enorme se le presentaba.

— ¿Hoseok?

Escuchó de nuevo el llamado y movió la mano impaciente, no sabía qué hacer exactamente y comenzaba a agotarse mentalmente. Buscó entre su chaqueta más dulces, pero todos se habían acabado, no tenía nada, cerró los ojos de nuevo y creyó que fumar lo ayudaría; sí, pero le había prometido a su madre que lo dejaría.

— En serio tú... — Volvió a hablarse hasta que su cabeza hizo:

 Puff

Se levantó espantando a todos, miró hacia la  oficina de su jefe y tomando aire profundamente dio uno, dos y tres pasos hacia ahí.

Hoseok había tomado al fin una decisión.

Gárgolas 

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