Tony Stark #7

Capítulo siete: ¿Te lo has pensado?

A la mañana siguiente, lo primero que viste al abrir los ojos fue el cuello de Tony. Te habías levantado con la fragancia de Tony en la nariz, y con toda razón: Tenías la cara escondida en el cuello de Tony, con la mano apoyada en su pecho. Las sábanas os llegaban por la mitad de vuestros cuerpos y Tony te abrazaba la cintura, para que no te alejaras de él (tampoco pensabas hacerlo, ya no).

Lo que ocurrió ayer te hizo ver que no tenías por qué tener miedo de una posible relación con Tony. Que lo que dijeran otros no debía interceder entre vosotros. ¿Y si todo salía mal? Bueno, ya pensarías en qué hacer.

Levantaste la cabeza del hueco de su cuello para poder verle la cara. Pasaste tu mano derecha por debajo de su cuello, para acariciarle el pelo de su nuca. La mano que tenías en su pecho la pasaste por su cuello hasta llegar a su mejilla. Besaste todo su cuello y mandíbula. Paraste cuando notaste el agarre de Tony más fuerte sobre tus caderas.

- Tu barba hace cosquillas – le dijiste.

- Eso no lo decías ayer – sonrió juguetón. – ¿Te lo has pensado?

Asentiste, todavía repartiendo besos por su cuello.

- ¿Y bien? – preguntó con ganas de saber la respuesta.

- De haber sido un no, no estaría aquí, ¿no crees? - le dijiste, separándote de su cuello para mirarle a los ojos.

- Quiero asegurarme – te sonrió.

Os besáis. Este beso fue diferente a los muchos que compartisteis la noche anterior. Era un beso sin prisas, de esos que podrías pasarte el día entero así y no llegaríais a nada más.

Os separasteis, con una sonrisa en la cara.

- ¿Cuándo tenemos la reunión? – le preguntaste.

- En realidad, no hay ninguna reunión hoy – dijo. – Solo había una reunión. Y hoy podríamos pasar todo el día en París.

Negaste con la cabeza (aún con la sonrisa)

- ¿Y qué visitaremos?

- Ya que te gustaban tanto la decoración, y más concretamente los cuadros – dijo Tony. – Pensé en el Louvre.

Asentiste encantada. Le dejaste varios besos sobre la cara antes de separarte de él y apoyar los pies en el suelo, para poder levantarte.

Miraste la hora en el reloj: las diez de la mañana. Y no tenías nada de sueño.

- A las once hay que estar en la puerta del Louvre - te avisó Tony, también levantándose de la cama.

Caminaste desnuda desde la habitación de Tony hasta la tuya. Allí te vestiste con una falda negra corta, con unas medias negras y una camiseta de manga larga a rayas de color marrón oscuro y claro. Te pusiste unas botas que llegaban por encima de las rodillas. Después te pusiste tu abrigo (que era una gabardina) y cogiste el bolso.

Cuando saliste, viste a Tony con su traje, ya listo.

Salisteis del hotel y os estaba esperando la limusina. El viaje duró menos de media hora, veintitrés minutos exactamente.

- ¿Sabes que para poder ver todo el Louvre al completo puedes llegar a tardar tres meses? – le dijiste mirando por la ventana.

- Bueno, no tenemos tres meses pero podremos ver mucho.

- ¿Con toda la gente que habrá? Eso será imposible.

Tony se encogió de hombros.

Lo primero que viste al salir de la limusina, fue la gran fila de personas que había rodeando las pirámides de la entrada. Tony te llevó hasta allí (os tomasteis un par de fotos) y en vez de esperar la fila caminasteis directamente hasta llegar a la puerta. La mujer que estaba en la puerta le sonrió a Tony.

- Bienvenido señor Stark - le saludó con una sonrisa. Os entregó a ambos unos panfletos y entrasteis.

Miraste confundida a la mujer y a la gran fila que había esperando (la fila os miraban mal), después miraste hacia delante y paraste, sorprendida.

- ¿Tony?

Tony te miró, esperando tu pregunta.

- ¿Por qué no hay nadie en el Louvre?

- He conseguido que nos lo dejaran para nosotros solos durante dos horas.

- No puede ser - dijiste incrédula.

Él asintió.

En ese momento le agarraste la mano a Tony (lo cual, al principio fue raro) y caminasteis rápidamente a ver lo primero.

- Hay tantas cosas por ver - dijiste apresurada.

- ¿Te conoces el Louvre? - te preguntó Tony asombrado.

- Me guío por los carteles - le señalaste los carteles que estaban colgados en el techo.

Y por fin, llegasteis a la obra más conocida de todos los tiempos: La Gioconda*. Antes estaba en un pasillo, por lo que podías ver perfectamente el efecto de sus ojos. Pero ahora, estaba en el centro de una sala. Te colocaste a un lado de la sala (enganchaste a Tony a tu lado para que también lo viera).

- Tienes que mirarla a los ojos – le nexplciaste.

- Ya sé lo que ocurre, que te sigue con la mirada – dijo escéptico. – Pero eso es imposible-

Empezasteis a caminar y, en efecto, los ojos de la Gioconda os siguió.

- ¿Qué decías? – le preguntaste sonriendo triunfante.

- Debe de ser una alucinación – excusó.

Sería mentira decir que os habíais visto todo el Louvre (además os parabais en cada obra. Tú aburrías a Tony con las explicaciones), pero sí que habíais podido ver lo más importante del Louvre y las galerías egipcias y españolas (y parte de la griega).

- Han sido las dos horas mejores de mi vida – dijiste maravillada al salir de los jardines. Después de que acabarais la visita, decidisteis dar una vuelta por su enorme jardín.

Tony te sonrió.

Caminasteis hasta la limusina, que os esperaba en el mismo sitio.

- Y ahora adivina a dónde vamos.

Te lo pensaste por un momento antes de hablar:

- La Torre Eiffel.

- ¿Cómo demonios lo puedes saber? – preguntó Tony.

- ¿Vamos a París y no hemos visto todavía la Torre Eiffel? – negaste con la cabeza. – Era obvio.

- Comeremos allí – te explicó Tony. – Y después volveremos a Nueva York.

Hiciste un puchero, porque no querías volver. No aún.

Entrasteis en la limusina y rápidamente esta se puso en marcha. El viaje duró y durante todo ese tiempo estuvisteis hablando, como lo hacíais antes del primer beso (con la diferencia que ahora también os besabais).

Al llegar a la Torre Eiffel, antes de ir a comer, disteis una rápida visita a la primera, segunda y tercera planta. La tercera planta te dio un poco de miedo, pero las enormes vistas, hicieron desaparecer tu miedo. Después pasasteis al restaurante de la Torre Eiffel y quedaste encantada con la gastronomía francesa.

- No quiero irme – dijiste con un puchero ya en la limusina. Tenías la cabeza apoyada sobre su hombro.

- Siempre podemos hacer más escapadas – te alentó Tony y tú sonreíste encantada.


 

*La Mona Lisa.



He aquí el último capítulo de esta mini historia. Y tengo una pregunta:

¿Preferís que la protagonista tenga un nombre y una descripción? ¿Qué siga escribiendo así o en tercera/primera persona? ¡Por favor responded!


Y aquí está la sinopsis de la siguiente mini historia: (Es de Bucky Barnes).


Tu trabajo era bastante tranquilo, no muchas veces solían ocurrir cosas muy graves. Hasta hoy. Washington DC vio caer tres naves del cielo, creando daños y un edificio completamente destruido. ¿Y la persona que todos están buscando por eso? Está en tu casa.


¿Muy cliché? A mí me gusta.


 

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