Tony Stark #4

Capítulo cuatro: ¿Por qué hiciste eso?

Te despertaste por el insistente sonido de la alarma. Abriste los ojos y rápidamente saliste de tu cama en dirección al armario. La alarma nunca solía sonar, solo sonaba cuando ibas tarde a tu trabajo.

Faltaba media hora para que fueran las nueve, así que sí, era muy tarde. Elegiste el traje blanco que te pusiste dos días atrás y te encerraste en el baño. No te daba tiempo a ducharte, por lo que te colocaste la ropa, te peinaste (al final decidiste hacerte una coleta alta) y te maquillaste brevemente, solamente la raya inferior. Pasaste por tu cocina a por un bollo, el café te lo tomarías allí.

Recogiste el maletín del salón y saliste pitando camino al metro. Bajaste las escaleras del porche y giraste a la izquierda, dirección metro. Un gran pitido te hizo pegar un bote y girar. En frente de tu casa estaba el Audi amarillo de Tony Stark. La ventanilla se bajó y él te sonrió.

- Sube – dijo.

Caminaste apresurada hasta el asiento copiloto y te metiste en el coche.

- Muchas gracias – le agradeciste.

Tony condujo rápidamente por la ciudad. No te comiste el bollo porque tenías miedo de que el coche se llenara de migas.

- ¿Cómo sabías que iba a llegar tarde? – le preguntaste mientras te abrochabas el cinturón.

- No lo sabía – se encogió de hombros y no dejó de mirar a la carretera. – Llevo esperando media hora a que salieras.

- ¿Por qué hiciste eso? – preguntaste atónita.

- Quería recogerte – se volvió a encoger de hombros.

Asentiste, agradecida.

- Por cierto – dijo. Se había acordado de algo. – Detrás de los asientos hay una bolsa dorada, por favor cógela.

Te giraste un poco y palpaste con tu mano en busca de esa bolsa. Al encontrarla la sacaste y te la colocaste en tu regazo.

- ¿Y esto qué es?

- Ábrelo – te dijo. – Es para ti.

- ¿Para mí?

Asintió.

Abriste la bolsa y dentro de ella había un pequeño cuadro. Le miraste incrédula y él asintió, animándote a mirar el cuadro.

Era la ciudad de Nueva York con el río y pintado con colores anaranjados.

- Es precioso – alagaste. – ¿Dónde lo conseguiste?

- A dos calles de la torre – te dijo. – Es una tienda que está llena de decoración. Pasé por ahí y me acordé de ti.

- Qué amable de tu parte – le sonreíste. – Aunque no deberías hacerlo.

Se encogió de hombros.

Entrasteis en el parking y Tony aparcó el coche en su plaza. Ambos salisteis, tú con el cuadro en mano, y esperasteis al ascensor. Miraste la hora y viste que eran las 08:59.

- Después de comerte tengo que enseñar algo – te recordó. Tú asentiste. – Y yo invito a comer.

- ¿Qué? Oh, por supuesto que no – negaste, acercándote a él. – No pienso aceptar eso.

Tony iba a hablar pero las puertas se abrieron antes. Dos personas que trabajan también en la empresa entraron. Te estaban mirando. Cohibida, te alejaste unos pasos de Tony (¿desde cuándo te habías acercado tanto?). Vosotros salisteis porque era la planta baja y teníais que coger el ascensor número tres.

Tony pulsó el botón y las puertas se abrieron rápidamente. Ambos entrasteis callados. Tony pulsó la planta número dieciséis y diecisiete. Esperasteis en silencio, y cuando saliste del ascensor, Tony habló:

- Hasta la hora de comer – canturreó. No pudiste decirle nada ya que las puertas se cerraron antes.

Dejaste el cuadro en una de las estanterías apoyado y después caminaste hasta el escritorio. Te sentaste en la silla e inmediatamente encendiste el portátil. Antes de empezar con tu trabajo, te comiste el bollo, después empezaste a responder a emails, rellenar algunos datos en informes y leer otros.

Uno te llamó la atención. El de la convención en París. Habías leído un email con anterioridad sobre esa convención. Tony iba a asistir junto con Pepper a esa convención este fin de semana. La convención trataría sobre la presentación de los avances de la empresa. Además, los compradores de Tokio y Singapur se reunirían allí con Industrias Stark para hablar sobre algunos acuerdos.

A las dos tu trabajo menguó por lo que te levantaste de la silla y entraste en el ascensor. Aprovecharías para irte tomar un café y después volver a tu oficina.

Bajaste hasta la planta baja y después entraste en el ascensor número uno. No fuiste la única en entrar, otras dos mujeres vestidas con traje y falda, entraron. Pulsaste la planta número tres y esperaste en una esquina a llegar. Las otras dos mujeres pulsaron la planta número seis e inmediatamente empezaron a hablar ruidosamente. Una te miró por encima del hombro y ambas se pusieron a cuchichear. Genial.

Cuando las puertas se abrieron, saliste pitando, y empujaste sin querer a una de las dos. En su charla a cuchicheos habías oído bastantes veces el nombre de Tony.

Dentro de la cafetería había bastante gente reunida, la mayoría hablando alegremente.

Suspiraste cansada mientras veías como la taza de café se iba rellenando. No habías podido escaparte antes por lo que estabas muerta de sueño. Necesitabas tu dosis diaria de cafeína.

Cuando la taza estuvo llena, la cogiste y fuiste a coger unos sobres de azúcar, pero alguien se te adelantó.

Tony Stark estaba ahí con su impoluto traje y su corbata roja. Tenía dos sobres de azúcar en su mano.

- Aquí tienes – te sonrió. Cogiste los sobres con una sonrisa.

- Gracias.

Te sentaste en uno de los asientos cercanos a la cafetera, al ver que Tony no se iba o dejaba de mirarte, frunciste el ceño.

- ¿Ocurre algo? –preguntaste confusa.

- Te estoy esperando – aclaró. – Termina y así podremos ir a comer.

- Pero todavía no es mi hora de comer-

- Ya bueno, el jefe no se enfadará – se rió Tony.

Te quedaste en la boca abierta.

- Bueno, pues antes de salir espera a que coja la cartera y-

- Te dije que te iba a invitar yo.

- ¿Qué? ¡No!

- Sí – dijo tranquilo.

Suspiraste antes de empezar a beber tu café.

Cuando terminaste, Tony y tú salisteis de la cafetería (los cuchicheos no pasaron desapercibidos) y os dirigisteis al ascensor.

Antes de salir a la calle, Tony se colocó unas gafas con los cristales rojos. Después caminasteis hacia no sabías dónde.

- ¿No vamos al Subway? – le preguntaste desconcertada. En vez de caminar en línea recta, torcisteis a la derecha.

- No, vamos a probar el shawarma – respondió. – Por cierto, ¿colgaste el cuadro?

- Eh, no. Tenía pensado hacerlo mañana. Mañana me traeré otro cuadro.

- Si quieres, puedo ayudarte – se ofreció.

Te pareció raro este comportamiento. Siempre habías pensado que Tony Stark, un multimillonario sería egocéntrico y que nunca ayudaría a nadie. Era todo muy raro.

- ¿En qué estás pensando? – te preguntó Tony una vez ya sentados en el restaurante. – Has estado pensativa todo el viaje.

- Estaba pensando en que era raro esto.

- ¿El qué? ¿El restaurante? – intervino rápidamente Tony.

- Oh, no. Me refiero a que me fueras ayudar a colgar los cuadros y que me invitaras a comer – dijiste juntando tus manos. - Era raro que hicieras todo eso.

- ¿Debo tomármelo como un cumplido? – ambos os reísteis. – Sí, no suelo hacer mucho eso de ayudar. Pero siempre hay excepciones, ¿no?

Asentiste, sonriendo.

El shawarma era básicamente como un kebab, pero Tony te llevó a un restaurante mucho más elegante que uno de comida rápida (donde se comían los kebabs). Hablasteis de trivialidades y poco más.

- Tengo que enseñarte algo – dijo con una sonrisa cuando salisteis del restaurante. – Seguramente te impresionará.

- Déjame que adivine – te lo pensaste un rato. – Me vas a enseñar tu traje de Iron Man.

- Sí... - dijo asombrado. - ¿Cómo lo sabías?

- Es lo único que tienes para enseñar – le sonreíste.

- En realidad no – te corrigió. – Todavía no te he enseñado todo lo que tengo.

Te reíste.

- Por ejemplo, no te enseñado mi casa – enumeró con las manos. – Ni mi habitación...

- Ah sí. Tu habitación debe de ser muy bonita – él te sonrió y movió las cejas.

En ese momento te diste cuenta que esta conversación era rara: Tony Stark (tu jefe) te estaba diciendo que te tenía que enseñar su habitación. Como una invitación para-

- ¿Me estabas escuchando? – te preguntó quitándote de tus pensamientos.

- Eh no, ¿qué decías? – le pediste que te repitiera con una risita nerviosa.

- Te estaba preguntando si tenías mucho trabajo que hacer.

- Eh no, cuando me viste en la cafetería era porque no tenía mucho que hacer.

- Está bien, entonces no pasará nada porque pases toda la tarde conmigo.

Te quedaste callada porque no querías pelear sobre eso. Ya habías perdido con lo del almuerzo.

Entrasteis a la torre Stark, Happy os sonrió a ambos. Caminasteis recto y sin interrupciones hasta el ascensor número tres. Subisteis hasta el despacho de Tony y de allí tomasteis el otro ascensor (ese que te dejó con ganas de saber a dónde iba). Tony pulsó el piso número veinte y ambos esperasteis en silencio hasta llegar.

Al abrir las puertas lo primero que viste fue un largo pasillo con paredes de cristal. Se podía ver todo lo que había en las otras habitaciones.

- Bienvenido señor – habló una voz cuando salisteis del ascensor. Te asustaste al oírla porque pensabas que estabais solos. Tony, al ver eso, se rió.

- Buenas tardes JARVIS – saludó Tony. – No te asustes. Es majo cuando llegas a conocerle.

- Pero... ¿Es una persona?

- Soy un programa informático – respondió la voz. – Nunca me podrás ver físicamente.

- Ah, vale – dijiste no muy convencida.

Caminasteis hasta el final del pasillo. Detrás de los cristales se podía ver que era un gran salón. Las paredes eran de color arena y había bastantes cuadros colgados. Con un sofá de color blanco alargado donde al menos podrían entrar diez personas, y también había una chimenea. A la izquierda había un bar. A la derecha había una gran mesa de comedor de color gris y había unos grandes ventanales donde se podía ver la calle.

- Por favor, póngase cómoda – Tony señaló el gran sofá.

Rodeaste el sofá para sentarte. Tony se quitó la chaqueta y la dejó a tu lado, después se subió a una plataforma (de la que no te habías dado cuenta antes).

- Ah, antes de empezar – te habló. – Quería proponerte una cosa.

- ¿El qué?

- Este fin de semana hay una conferencia en París. Tengo que ir y quería que tu fueras mi acompañante.

- Bueno, tendría que pensármelo pero seguramente diga que sí. Amo París – le sonreíste.

El sonrió agradecido. Seguramente pensaba que ibas a decir un rotundo no.

- JARVIS, adelante – dijo en voz alta.

Levantó un poco los brazos. La plataforma en la que estaba de pie se abrió y empezó a rodear las piernas de Tony, subiendo. Poco a poco se estaba colocando la armadura de Iron Man.

- ¿Qué te parece? – te preguntó. Lo que le faltaba era tan solo la máscara de la cara. Se bajó de la plataforma para acercarse a ti.

- Vaya, no tengo palabras – dijiste mientras te levantabas del sofá. Caminaste tres pasos y ya estabas en frente de él.

Observabas todo el traje con atención. El traje era en su mayoría rojo, con algunos toques amarillos en los muslos y en los brazos.

- Puedes tocar – sonrió Tony. – La armadura no muerde.

Con curiosidad, rozaste con las yemas el pecho de la armadura, cerca de donde estaba el reactor. Bordeabas el reactor ya que tenías miedo de que ocurriera algo.

No sabías cómo, pero el espacio entre vosotros dos había menguado bastante. Y para cuando te ibas a alejar, Tony colocó sus manos en tu cintura y te besó. Eso te pilló desprevenida, pero poco a poco cerraste los ojos y le besaste. Tony te levantó de las caderas y te llevó hasta la mesa del comedor. Rodeaste su cintura con tus piernas con dificultad y tus manos agarraron su cuello mientras os besabais.

Cuando Tony te sentó sobre la mesa, reaccionaste y te separaste de él. Tus manos pasaron de su cuello a su pecho para empujarle hacia atrás. Tony dio un paso hacia atrás, desconcertado y con los ojos muy abiertos. Te bajaste de la mesa y caminaste hacia la salida de aquel lugar.

Eso no debería haber pasado. Una relación con tu jefe estaba muy mal vista. E inaceptable. No podías aceptarlo. 

Entraste en el ascensor y pulsaste el piso diecisiete. Después entraste al otro ascensor y pulsaste tu planta. Saliste un momento del ascensor para recoger tus cosas y después volviste a entrar al ascensor.

Sabías que no era la hora de irse a tu casa, pero no querías estar aquí. No hoy, por el resto de la tarde. Ya mañana pensarás qué hacer.

Happy te miró confuso cuando saliste de la Torre Stark.



 

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