Tony Stark #3
Capítulo tres: Decoración.
Esta vez te despertaste mucho más pronto de lo normal. Te levantaste de la cama y antes de pasar al baño y ducharte, abriste las puertas del armario blanco para elegir un traje para este nuevo día. Elegiste un vestido que llegaba por debajo de las rodillas de color negro junto con una americana de color azul marino y un cinturón de color negro. Lo dejaste colgado afuera y pasaste al baño.
Te duchaste rápidamente y te pasaste la crema hidratante por el cuerpo. Te vestiste en el baño y después te peinaste. Te recogiste un poco el pelo que te quedaba en la cara con unas pinzas y después te lo secaste un poco. Tu pelo se quedó ondulado. Después cogiste tu estuche de maquillaje y aplicaste el mismo maquillaje que ayer y además te pintaste los labios de color marrón pálido.
Saliste de tu habitación con Ipad en mano (ya completamente cargado), recogiste el maletín del salón y entraste en la cocina. Metiste el Ipad dentro del maletín y lo dejaste sobre la mesa de la cocina. Preparaste el café y mientras la cafetera hacía su trabajo, cogiste un bollo del armario y te lo comiste.
Te bebiste el café sin prisas ya que eran todavía las ocho en punto. A las ocho y cuarto salías de tu casa con el maletín, una bolsa con un cuadro y un bonito cactus pequeño redondo.
Como podías traer decoración, cogiste uno de los tantos cuadros que tenías guardados (porque ya no entraban más en tus paredes). Era uno abstracto de colores cálidos (de marrón a amarillos anaranjados) que formaban pequeñas flores en un lienzo de color rojo.
Tomaste el mismo metro que ayer y llegaste quince minutos antes. Cuando llegaste a las puertas del edificio, buscaste a tientas la tarjeta de identificación. Happy te sonrió y te dio los buenos días. Caminaste directa al ascensor número tres.
- Buenos días – te saludó Pepper. Te giraste y la sonreíste.
- Buenos días.
- Venía a pedirte los papeles que firmó ayer Tony. Se me olvidó pedírtelos.
- Por supuesto – asentiste. – Están en mi oficina, ¿subes?
Pepper fue a hablar pero las puertas del ascensor se abrieron antes y mostraron a Tony Stark. Tony llevaba un traje de color negro con una camisa azul. Pepper cerró la boca y asintió.
- ¿Vais a subir? – preguntó Tony. Las dos asentisteis y él os dejó hueco en el ascensor. Tony pulsó el botón de la planta número dieciséis. – Genial, porque yo también subo.
Pepper se rió de él y él simplemente se encogió de hombros. ¿Había ocurrido algo y te lo habías perdido?
- ¿Eso es un cactus? – Tony te sacó de tus pensamientos. Señaló el cactus que llevabas en las manos.
- Eh, sí, es un cactus.
- ¿Y qué llevas en la bolsa? – preguntó como un niño curioso.
- Un cuadro.
- ¿Un cuadro?
Asentiste. – Para decorar mi oficina.
Las puertas del ascensor se abrieron y los tres entrasteis a tu oficina. Te pareció raro que Tony también saliera pero no dijiste nada.
- ¿Te ayudo a colgar el cuadro? – se ofreció Tony.
- Bueno, si tú quieres – dijiste. – Así me quitas trabajo.
Tony te cogió la bolsa donde tenías el cuadro y las cosas necesarias para poder colgarlo. Tú dejaste el cactus en una esquina de tu escritorio y el maletín en la silla del escritorio.
- ¿Dónde lo quieres? – te preguntó.
- A la izquierda de la estantería – le respondiste mientras cogías la carpeta con los informes firmados por Tony. Después te acercaste a Pepper, que tenía una sonrisita y se lo entregaste. – Aquí tienes.
- Muchas gracias – te sonrió. – Y Tony, acuérdate de tu reunión hoy con la junta directiva de Industrias Stark para hablar sobre Singapur.
Tony ya estaba haciendo el agujero, se giro y le asintió a la señorita Pots. Pepper se metió en el ascensor y se fue.
Tony colgó el cuadro y lo miró.
- Es bastante artístico y lleno de sentimientos – dijo. – El cuadro, me refiero.
- Ah, ¿sí? – dijiste, poniéndote a su lado. – ¿Usted sabe mucho sobre cuadros?
- Por supuesto – asintió con la cabeza. – No hay día que no falte a una exposición.
- ¿En serio? ¿En cuál galería?
Se quedó un momento en silencio antes de responder:
- Pues ya sabes, por aquí y por allí – dijo despreocupadamente.
- ¿No tienes ni idea no? – sonreíste.
- ¿Yo? Por supuesto que sí – se acercó hasta tu escritorio para no estar tan cerca de tu mirada curiosa. Tocó el cactus suavemente y después se giró hacia ti. – Por cierto, a las once tenemos una reunión.
- ¿Qué?
- Ya sabes, lo que te dije ayer.
- Pero...
- Tienes toda la mañana para prepararte – se acercó al ascensor y pulsó el botón. – A las diez y media vendré a recogerte. Adiós.
Se metió en el ascensor y desapareció.
Suspiraste mientras te sentabas en la silla del escritorio. Ahí te diste cuenta de que había un sobre bastante grande sin nombre en la mesa, lo cogiste y lo abriste. Dentro tenía unas hojas. Leíste la primera brevemente y decía algo sobre Singapur. Y eso era lo que Pepper le había dicho a Tony de que trataba la junta. ¿Pepper te había ayudado? Bueno, deberías darle las gracias.
Antes de leer, cogiste las gafas para leer, te las colocaste y empezaste a leer todo con detenimiento. Tenías bastantes nervios, no querías aparecer en esa sala sin saber nada.
La junta iba a tratar de unos compradores de Singapur. Querían ver esa energía que Stark tenía. Tal vez hablarían de algún acuerdo económico o incluso una posible unión de las dos industrias. Seguiste leyendo hasta que fueron las diez y media.
Stark entró en tu oficina, caminó hasta el escritorio, apoyó las manos en él. Eso te hizo levantar la mirada.
- Ya son las diez y media – te avisó. Tú asentiste mientras te quitabas las gafas. – No sabía que utilizabas gafas.
- Solo las necesito para leer – le aclaraste. Te levantaste de la silla y te llevaste la carpeta, por si acaso la necesitabas.
Caminasteis los dos hasta el ascensor, Tony pulsó la planta baja y esperasteis en silencio a llegar allí.
- Antes de ir a la junta, te enseñaré la cafetería – se acordó.
Asentiste.
Las puertas se abrieron y salisteis del ascensor número tres para después esperar al ascensor número uno. Entrasteis junto con otras dos personas vestidas de traje. Tony pulsó el piso número cuatro y las cuatro personas permanecisteis en silencio. Cuando las puertas se abrieron, solo Tony y tú salisteis.
- Por aquí – te guió.
Caminasteis por un pasillo de paredes blancas y muy poca decoración, girasteis a la izquierda y las paredes pasaron de ser de color blanca a de cristal. Podías ver a través de ellas una gran sala llena de mesas, sillas y cafeteras. Tony abrió las puertas de cristal y te dejó pasar a ti primero.
Dentro de la sala había bastante gente, todas estaban repartidas por todas las mesas de la sala. Cuando vieron a Tony, su jefe, entrar, la mayoría salió por patas. Total, que la sala se quedó casi vacía.
Caminasteis hasta donde estaban las grandes cafeteras. Tony colocó una taza en la cafetera, después pulsó unos botones y empezó a salir café.
Cuando la taza estuvo completamente llena, la quitó y le dio un sorbo.
- De verdad que es el mejor café que he tomado.
Cogiste una taza e hiciste lo mismo que Tony. Pulsaste la tecla de descafeinado y esperaste a que se rellenara la taza. Tony te pasó dos sobres de azúcar y se lo agradeciste. Te sentaste en una de las sillas y le diste vueltas al café. Tony se apoyó sobre la mesa, mientras bebía el café.
Las pocas personas que había en la sala cuchicheaban. Te giraste para mirar a esas tres personas y viste que te estaban mirando. Después quitaron la mirada y volvieron a cuchichear.
Eso te pareció raro. ¿Por qué estaban cuchicheando? Después miraste el perfil de Tony. ¿Era porque estabas hablando con Tony, el jefe?
- Tienes razón – dijiste. Tony se giró para mirarte. – Es un muy buen café.
- Siempre tengo la razón – se rió. Después se miró el reloj. – Será mejor que vayamos.
Asentiste mientras dejabas la taza en la mesa.
Caminasteis de vuelta al ascensor y Tony pulsó esta vez la planta cinco. Ahí te empezaste a poner nerviosa, y Tony pareció verlo. Estabas dándole demasiadas vueltas a la carpeta y tu pierna derecha no paraba de moverse.
- No estés nerviosa – te tranquilizó Tony. – No tienes por qué decir nada. Con solo apuntar las cosas, ¿vale? Y si quieres decir algo, lo dices.
Salisteis del ascensor y caminasteis por un pasillo lleno de puertas. Llegasteis hasta el final y Tony abrió la puerta del final. Te dejó entrar a ti primero y después entró él.
La sala de reuniones era bastante parecida a como te la habías imaginado: Había un poco de decoración en las paredes blancas, cuadros con personas de la empresa y alguna que otra planta. Había una mesa alargada que podía tener más de quince sillas a su alrededor. La pared más alejada de la entrada, era de cristal y mostraba parte de la ciudad. También había una máquina de agua con vasos, por si queríais beber.
- En esta reunión seremos pocos – te aseguró Tony. – Solamente seis personas.
Asentiste, agradecida.
- Hola de nuevo – saludó Pepper. No te habías dado cuenta de que estaba sentada en una de las esquinas más alejadas a la entrada. Se levantó de su asiento y caminó hacia vosotros. – Los otros tres gerentes no tardarán en venir.
- Creo que es la primera vez que llego antes de la hora – sonríe orgulloso Tony. Pepper y tú os reísteis. – Mejor sentémonos.
Os sentasteis en el fondo. Pepper donde ya estaba sentada y tú te sentaste en frente de ella. Tony se sentó a tu lado, a la izquierda. Los tres hombres que tenían que venir, no tardaron mucho. Uno era bastante regordete, otro tenía entradas y el otro era completamente calvo.
El calvo y el regordete se sentaron en el lado de Pepper y el de las entradas se sentó donde estabais Tony y tú, con un asiento vacío entre Tony y él.
- Bien, ya podemos empezar – habló Pepper.
Todos empezaron a sacar sus cosas, todos menos Tony. Tú abriste la carpeta por hacer algo, pero no tenías idea de lo que deberías hacer. Viste que todos tenían un boli y maldijiste porque se te había olvidado uno.
- Toma – te susurró Tony entregándote un bolígrafo de tinta azul.
- Gracias – susurraste.
- El prototipo de energía que utiliza esta torre dura un año – habló el hombre regordete. Tony asintió. – Varios compradores quieren este tipo de energía. Como los de Tokio, de los que ya hablamos ayer, y los de Singapur.
Tony se levantó de su silla y caminó hasta la máquina de agua. Rellenó dos vasos y volvió a su sitio. El segundo vaso te lo dejó en frente y le sonreíste agradecida. Él te devolvió la sonrisa. Luego miraste a Pepper, que agachó la cabeza para esconder una sonrisa.
- Los compradores de Singapur están deseando echar una ojeada a la energía que tiene la Torre. Ya han concretado una cita contigo para poder hablar de negocios. Y estaban hablando de una posible unión de Industrias Stark con la Industria tecnológica de Singapur.
- ¿Y qué beneficios tendría Industrias Stark? - preguntó Pepper.
- Un buen beneficio económico-
- Pero Industrias Stark ya tiene dinero. La cantidad de dinero que tienen las arcas de Industrias Stark es increíblemente grande. Así que dinero no es lo que realmente necesitamos – hablaste por primera vez.
- ¿Y qué necesitamos? – preguntó el hombre con entradas.
Todos los de la junta te miraban a ti, incluso Tony te miraba atento.
- Inversiones. Invertir el dinero que se genera en algo útil. No útil para nosotros, sino para todo el mundo.
El hombre se rió amargamente.
- ¿Aquí viene la charla de que debemos invertir para mejorar el mundo en el que vivimos? ¿Ayudar al medio ambiente? ¿A los pobres? – se volvió a reír e hizo que otras dos personas se rieran con él.
- Estaba pensando en financiar estudios de gente que realmente puede llegar a ser algo pero que necesita ayuda económica. Esas personas que pueden aportar algo al mundo de la ciencia y que les costará mucho llegar a los puestos más altos o incluso llevar a cabo sus trabajos. No como otra gente que está aquí de enchufe – respondiste con todo el veneno posible en tu voz. Sonreíste a los tres que antes se habían reído (y que ahora tenían cara enfadada).
No ibas a dejar que te pisotearan, no.
- Igualmente, lo que tú pienses aquí, no importa. No eres nadie – respondió con la misma fiereza.
- Pero yo sí – intervino Tony, pensativo. – Me gusta tu idea.
Sonreíste agradecida. Pepper también asentía desde el otro lado de la mesa.
- Y si además ayudamos al medio ambiente y a los pobres, mejor que mejor. ¿No te parece? – volvió a hablar Tony. Te miraba con una sonrisa burlona.
- Por supuesto que sí – intentaste reprimir una risotada. – La idea de salvar al medio ambiente es muy buena.
- Coincido con vosotros – asintió Pepper, reprimiendo una sonrisa.
La cara del hombre (cuyo nombre ni sabías ni te importaba) estaba completamente roja.
-
- ¿Era verdad? – preguntaste saliendo de tu oficina.
Tony estaba en el ascensor, esperándote. No sabías cómo se había enterado de que ibas y volvías a tu casa en metro por lo que se ofreció a llevarte a tu casa en su coche.
- ¿El qué?
- Que mi idea te pareció buena.
- Por supuesto que sí – asintió.
Le sonreíste.
Salisteis del ascensor y os dirigisteis al parking de la empresa. El coche de Stark era un Audi R8 de color amarillo. Por supuesto que no llamaba la atención.
Tony abrió el coche y las puertas eran de esas que en vez de abrir normal, abrían hacia arriba. Ambos entrasteis en el coche y enseguida salió del parking. Le dijiste su dirección y en menos de veinte minutos, estabas en frente de ti casa.
Antes de que salieras del coche, te habló:
- Mañana quiero enseñarte una cosa – sonrió.
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