Thor #3
Capítulo tres: Acting on Your Best Behaviour
A la mañana siguiente, viernes, te levantaste más descasada que ayer. Pasaste por el baño pero antes cogiste la ropa del trabajo limpia del armario. Entraste en la ducha y dejaste que el agua fría te relajase un poco los hombros. Saliste, te colocaste la ropa (no sin antes haberte secado) y te peinaste un poco.
Cuando entraste al salón, Thor se encontraba sentado en el sofá.
- Buenos días – te saludó y tú le susurraste lo mismo.
- Ahora saldré a trabajar. ¿Te quedarás aquí o vas a salir?
- Supongo que me quedaré aquí – dijo Thor. – Ahora no tengo nada que hacer.
- Solo te aviso que llegaré más tarde de la hora de comer.
- Ahora que lo dices – dijo Thor. – Tenía que ir con Jane a la hora de comer.
- ¿Y eso? – le preguntaste.
- Me sacaron de allí, así que mis agradecimientos serán contarle todo lo que sé.
- Genial. ¿Quieres que te lleve ahora? – preguntaste y Thor asintió.
Antes de salir por la puerta, preparaste dos tazas de café. Una se la diste a Thor (quién la acabó enseguida) y la otra te la tomaste tú tranquilamente.
Dejaste las dos tazas en la pila y salisteis de tu casa. Echaste la llave y luego entraste en tu coche, Thor en el asiento del copiloto. Ahora tocaba la ardua tarea de arrancar el coche.
Diez minutos más tarde condujiste hasta donde vivía Jane Foster.
Jane Foster, junto con Erik Selvig y Darcy eran clientes tuyos y buenos amigos. Alguna vez que otra habías ido a su casa y ellos te habían enseñado alguna que otra cosa.
Aparcaste al otro lado de la calle y saliste junto con Thor, ya que sabías que él no sabía cuál era su casa. Caminasteis hasta la casa y frunciste el ceño al ver que la mayoría estaba vacío. No te lo podías creer, ¿te habías equivocado de lugar?
Os acercasteis hasta llegar a la puerta y llamaste dos veces. Al poco tiempo, Jane apareció y os abrió la puerta con una sonrisa.
- ¿Qué ha pasado? – preguntaste referente a la casa vacía.
- SHIELD me ha quitado todo mi trabajo.
- ¿SHIELD?
- Una organización – explicó muy brevemente.
A la vuelta del trabajo, estabas bastante cansada. Thor te pidió que después volvieras a por él y aceptaste. Pudiste aparcar el coche al final de la calle. Saliste de él y empezaste a caminar por la acera. En frente, había un hombre vestido de traje negro. No te preocupaste hasta que ese hombre, acompañado de otro (ambos llevaban gafas negras) te pararon.
- ¿Es usted Ana Dal? – preguntó el más viejo.
- Sí, ¿por qué lo pregunta? – preguntaste desconfiada.
- Somos SHIELD y queríamos realizarte unas preguntas-
- No tengo tiempo, señor. Ahora mismo tengo cosas que hacer – le interrumpiste y tenías pensado seguir caminando.
- No será mucho tiempo – volvió a pararte. Bufaste y acabaste asintiendo. – ¿De qué conoce usted al doctor Donald?
Frunciste el ceño. El otro hombre, que llevaba un móvil en la mano, te enseñó una foto de Thor.
- Eh sí, le conozco – asentiste.
- Pero, ¿de qué?
- Viene a mi cafetería; donde yo trabajo – respondiste.
- Usted y yo sabemos que no eres en realidad Ana Dal, ¿quién eres? – preguntó el hombre. Te pusiste nerviosa, e ignorándolo, empezaste a caminar dirección la casa de Jane.
El corazón te latía rápidamente, ¿cómo lo iban a saber?
Subiste los escalones del porche pero antes de llamar a la puerta cogiste tu móvil y llamaste a Martin. Al segundo pitido, él contestó:
- Hola Ana, ¿qué ocurre? – habló Martin.
- Creo que saben quién soy.
- Como que saben. ¿Quiénes?
- SHIELD. Eh, no sé quiénes son. Pero me preguntaron por Thor y por mi verdadero nombre, y me estoy empezando a poner nerviosa.
- Tranquilízate, Ana. Ellos no saben nada de ti. Nunca se imaginarán de dónde vienes.
- Pero Thor está aquí. Y pensé que era para que yo volviera pero no. No ha venido por eso – le interrumpiste.
- Calma. Seguramente aquellos hombres se olviden de ti, además que no vas a saber decirles nada. Llevas mucho tiempo fuera de casa como para saber algo.
Acabaste respirando hondo.
- Tienes razón, y de nuevo: gracias.
- Para eso estoy – se rió Martin.
Colgaste y llamaste a la puerta. Enseguida se abrió, mostrando a Thor.
- ¿Nos vamos? – le preguntaste con una sonrisa, intentando olvidar lo de antes.
Thor asintió, callado.
Caminasteis calle abajo hasta el coche en silencio. Te alegró saber que los hombres con trajes negros no estaban cerca.
Una vez dentro, intentabas arrancar el coche. Acabaste bufando después de diez minutos porque el estúpido coche no arrancaba.
- ¿Quién eres en realidad? – te preguntó Thor, mirándote a los ojos.
- ¿Qué? Soy Ana – respondiste mientras intentabas arrancar el coche.
- Te escuché hablar con alguien por teléfono – dijo Thor. Abriste los ojos como platos; te había pillado. – Has dicho que Ana no era tu verdadero nombre.
Te quedaste callada.
- Y que pensaste que había venido a por ti – siguió hablando Thor. – Habla.
Te pasaste las manos por la cara antes de responder:
- Me llamo Anya Amdahl, hija de mercaderes.
- ¿Por qué pensaste que fui a por ti? – preguntó Thor. Aunque le hubiera dicho mi nombre, seguía sin reconocerme.
- Hace tres años mortales tu padre, Odín, desterró a mi familia. Algo ocurrió y en el Bifrost me separé de mis padres.
- ¿Qué hicieron tus padres?
- Creció el bulo de que mis padres quisieron envenenar a sus compradores.
En ese momento, Thor supo quién eras.
- Llevo tres años aquí esperando que alguien viniera a por mí – dijiste amargamente. – Pero nadie vino. Acabé perdiendo la esperanza de que alguien viniera a por mí. ¿Y cuando el hijo de Odín aparece? La esperanza volvió a mí; aunque dio la casualidad de que él también fue desterrado.
- ¿Dónde están tus padres?
- ¿Cómo voy a saberlo yo?
- He estado incomunicada todo este tiempo. Y cada vez que le pedía a Heimdall que me dejara volver solo el aire escuchaba mis plegarias.
Thor se quedó callado.
- Yo te conocía – dijo Thor. – Mi hermano y yo jugábamos contigo cuando éramos niños. Aunque para ese entonces tenías el pelo muy corto.
Una lágrima empezó a descender por tu mejilla.
- ¿Podré regresar a Asgard? – susurraste la pregunta.
- ¿Quieres hacerlo?
Esa pregunta te hizo pensar, habías creado una vida aquí. Tenías amigos, un hogar, trabajo y un coche (bueno, si es que salía de esta). Y allí no tenías... nada.
- Creo que no hay nada allí para mí – respondiste.
Thor cogió tu mano y la apretó suavemente.
- Me tendrás a mí – susurró él.
Sonreíste débilmente.
- Tú también estás desterrado – le recordaste y él se rió suavemente.
- De alguna u otra forma pagaré el error que cometió mi padre en el pasado.
Ambos os mirabais a la cara, y poco a poco, la distancia entre vosotros menguaba.
Pero no pudisteis daros un beso porque alguien tocó la ventana de Thor.
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