Steve Rogers #2

Estabas sentada en la cafetería con el grupo de los "no te fíes de ellos". En el que, por supuesto, estabas tú metida. ¿Y qué grupo era ese? Era el grupo de personas que no sabías si pertenecían a SHIELD o a HYDRA. Nadie te preguntaba o te llevaba a un juzgado, pero aún así no confiaban en ti. ¿Y qué tenías que hacer para ganar su confianza de nuevo? Buena pregunta; nadie sabe cómo conseguirla de nuevo.

Todo había sido un caos. Gente, misteriosamente, desapareció. Personas que habían sido más que simples compañeros de misiones se dieron a la fuga cuando ocurrió lo del desmantelamiento de HYDRA. Era un completo lío, ¿en quién podías confiar? ¿Y en quién no? La gente empezó a desconfiar uno de los otros rápidamente. Con la persona que salías a tomar algo todos los viernes pronto dejó de hablarte, por miedo a que fueras de HYDRA, o viceversa.

Y lo peor de todo era que pensaban que tú podías ser uno de ellos. Repugnante.

Te levantaste de tu asiento en la cafetería porque ya estabas harta del papeleo y de las pausas para tomar café. Esa misma rutina aburrida y estresante. Tú te habías unido a SHIELD para estar en misiones y sentir un poco de adrenalina, no sentada en un escritorio todo el día, leyendo cosas que no te importaban en lo más mínimo. Te dirigiste a la sala de entrenamiento, que suponías que estaba vacía. Y, en efecto, estaba vacía. Pero después de diez minutos golpeando un saco de boxeo, otra mujer apareció.

Parece que la mujer no te había visto todavía, porque rápidamente se puso a golpear un saco de boxeo. Después paró para estirar y después volvió a golpear el saco de boxeo con ganas.

Tal vez no te vio porque estabas en una esquina, y habías dejado de golpear al saco de boxeo (por lo que no estabas haciendo ruido).

No sabías quién era aquella mujer. Te sonaba haberla visto en algún lugar, puede que se llamara Brenda o algo así. Poco después, la agente María Hill entró a la sala y después de darte una mirada significativa a ti (te había visto nada más entrar), llamó a Brenda (dejémosle ese nombre, aunque no te sepas su nombre verdadero) y después la sala se quedó vacía.

Cuando la puerta se cerró detrás de ellas, te picó la curiosidad. Después de segundos de debate interno, te levantaste del suelo (ya que estabas estirando) y lentamente abandonaste la sala de entrenamiento y te dirigiste al ascensor.

Había una lucecita que te indicaba en qué planta estaba el ascensor. La lucecita paró de moverse en la planta número quince. Y tú estabas en la sexta. Hiciste un esfuerzo sobrenatural y cogiste las escaleras, subiendo de dos en dos para llegar antes.

Cuando llegaste a la planta quince estabas un poco asfixiada (se notaba que habías dejado de hacer ejercicio). Tuviste que parar un par de minutos para que tu corazón dejara de latir como un desbocado.

Caminaste por el pasillo hasta llegar a la última puerta, en ella, tenía puesto un cartel que decía "despacho de Nick Furia".

Apoyaste la oreja sobre la puerta cerrada con cuidado y escuchaste.

Solo podías oír la fuerte y segura voz de Nick Furia pero eso bastó.

- Esta misión es extraoficial, es decir, no tiene que salir de aquí. ¿Entendido?

No oíste nada más, por lo que supusiste que habían asentido los que estaban en la sala.

- Abre los archivos del pendrive – ordenó Nick. Después de minutos en silencio, volvió a hablar. – Esto es una grabación de satélite-

- ¿Qué hace allí? - dijo una voz al final del pasillo. Te giraste para ver nada más y nada menos que al Capitán América.

- ¿Yo? - preguntaste, separándote de la puerta. – Pasaba por aquí.

Empezaste a caminar hacia la salida pero el te impidió continuar caminando ya que te agarro del brazo.

- Husmear en los asuntos de la gente está mal.

Desplazaste tu mirada del suelo a sus ojos. Por un momento te quedaste embobada porque los rubitos con los ojos azules eran tu perdición.

- ¿Me devuelves el brazo? - le respondiste ignorando lo que dijo.

El Capitán te soltó el brazo de mala gana.

- No quiero volver a verte cotilleando, ¿queda claro?

- Entonces vas a tener que cerrar los ojos - le sonreíste y empezaste a caminar hacia el ascensor moviendo las caderas, porque, ¿por qué no?

Cuando te diste la vuelta, ya dentro del ascensor, para mirar al Capitán, este tenía la mirada fija en ti y tenía el celo fruncido.

Le guiñaste un ojo antes de que las puertas se cerraran del todo.

Dos días después, Brenda y su grupo volvió de su misión con un integrante más. El Soldado de Invierno. Querías pasar por ahí para poder verle, pero estaba claro que te lo impedirían.

Hoy venían los agentes de SHIELD que se habían quedado en la frontera con México. Traían noticias, o eso era lo que espera Nick.

Bajaste a recepción a cotillear un poco. En la recepción estaba el equipo Alfa (el antiguo y el nuevo), Nick Furia y la agente Hill, esperándoles. Un grupo de diez personas entraron, parecían cambiados, o eso te parecía a ti. Nadie pareció ver la rareza de aquellos hombres y mujeres (actuaban de forma robótica, como si no tuvieran personalidad).

Todos ellos empezaron a caminar, dirección a los ascensores (justamente donde tú te escondías). Te mantuviste en la pared que hacía esquina (donde no te podían ver a menos que estuvieran muy cerca) y cerraste los ojos, presa del miedo.

Pero ellos nunca llegaron.

En cambio, hubo un gran estruendo: Una bomba. Abriste los ojos como platos para ver toda la sala llena de humo. Sacaste tu pistola de su cinturón y quitaste el seguro. Mantuviste el arma cerca de ti, y te pusiste aún más alerta cuando se oyeron disparos.

- ¡A cubierto! – gritó una voz, y supiste que era la agente Hill.

Podías ver como alguien acababa en el suelo, con el arma en alto apuntando a alguien. En ese momento te diste cuenta de que era Nick Furia. Saliste de tu escondiste y apuntaste a lo primero que viste.

Había alguien que tenía los ojos rojos, lo sabías porque brillaban bajo todo el humo. Apuntaste a esa persona y le disparaste tres veces. Cogiste a Furia de las axilas y tiraste de él, hasta la otra punta del pasillo en el que estabas. Os tirasteis detrás de uno de los sofás que tenía la entrada.

Furia te miraba a la cara, parecía un poco pasmado, como si que le acabaras de salvar fuera mentira. Fruto de su imaginación.

- De nada, ¿eh? – le dijiste mientras volvías a quitarle el seguro a tu arma.

Él no te respondió, pero sí que asintió.

Así era como se ganaba uno la confianza de alguien.

Los disparos seguían, algunos volaban por encima de vuestras cabezas, por eso ninguno de los dos os atrevíais a sacar la cabeza.

Algo voló por encima de vuestras cabezas, que hizo que los disparos cesaran. Te levantaste, con arma en mano. Alguien se acercó hasta quedar tu lado. Levantaste la mirada para ver quién era: El Capitán. Nick Furia tardó un poco más en levantarse, se sujetaba el hombro.

- ¿Estás bien? – le preguntaste.

- Me han disparado más veces – renegó alejándose del sofá (que estaba completamente agujereado). – La bala salió.

Había en total diez cuerpos en el suelo, y un montón de escombros (en su mayoría muebles rotos y un poco del techo) debido a la bomba.

- ¿Estáis todos bien? – preguntó el capitán acercándose al resto.

No había ningún herido (sin contar a Furia) ni ningún muerto (sin contar a los diez cuerpos).

- Pensé que eran de confianza – dijo Natasha. El Capitán la miró mal por haber bromeado.

- Estaban hechizados – respondiste tú. – ¿Visteis sus ojos? Tenían algo rojo.

- Yo lo vi – dijo un chico hindú.

- ¿Qué haces tú aquí? – te preguntó la agente Hill.

- Pasaba por aquí – dijiste desinteresadamente. Obviamente, la gente no te creyó.

- Me ha salvado la vida, así que no es la responsable de esto – dijo Furia.

- ¿Y si era una estrategia? – preguntó el agente Barton.

- ¿Y disparar tres veces en el cuello a alguien de mi mismo bando? – preguntaste. – Eso sería bastante estúpido.

- Me alegra saber que no perteneces a HYDRA – dijo una chica rubia. La ignoraste porque, ¿en serio se iba a alegrar? Bobadas.

El chico hindú se acercó a uno de los cadáveres, le abrió uno de los ojos y después se lo volvió a cerrar.

- No hay ese brillo rojo.

- Algo me dice que esa base de HYDRA en México tiene algo que ver – adivinó Brenda. - ¿Vamos a tener que volver?

- Será lo más sensato – dijo Nick Furia.

En ese momento, los ascensores se abren y agentes y paramédicos salen de ellos. Los paramédicos se van junto a Nick Furia y le curan ahí mismo. Los agentes se pusieron a evaluar toda la entrada y otros pocos salieron a fuera a supervisar.

Nick asintió en dirección de María y ella rápidamente se puso en acción.

- Seguidme – ordenó. El equipo Alfa se movió, la agente Romanoff y Barton junto con el capitán también lo hicieron. Miraste brevemente a Furia quien te asintió y te apresuraste a seguir al grupo.

Antes de que se cerraran las puertas del ascensor, entraste. Esbozaste una sonrisa y comentaste:

- Yo también estoy en el equipo.

La agente Hill frunció el ceño en tu dirección pero no dijo nada.

- ¿Eres rusa? – preguntó Natasha. Estaba claro que lo preguntó por tu débil acento.

- En realidad soy yugoslava – le aclaraste. – Aunque bueno, Yugoslavia* no existe ya.

- ¿Cuántos años tienes? – volvió a preguntar.

- Este verano cumplo treinta años.

- En media hora os quiero en el aeropuerto. Cuanto antes lleguemos, antes acabaremos con esto – dijo la agente Hill cortando vuestra conversación.

- Pero no hay plan – intervino la rubia.

- Hay un largo viaje por delante, ahí se hablará todo – respondió la agente Hill. – Señor Rogers, ¿usted también vendrá?

El Capitán, mirándote a los ojos, asintió.

Tú saliste de las últimas del ascensor, junto con el hindú. Cuando las puertas se abrieron, ambos salisteis.

- No me presenté, soy Abel.

- Yo soy-

- ¡Sé quién eres!

- Vaya, ¿en serio? No mucha gente suele conocerme.

- Cuando dijiste que eras de allí, me acordé de ti. Fuiste una de las rescatadas en los sucesos violentos del 95 en Yugoslavia y que después fue-

- Genial – le cortaste, con el ceño fruncido. – Nos vemos luego.

Entraste en tu habitación y cerraste la puerta con fuerza, para alejar esos pensamientos de tu mente. Como solamente tenías media hora, te diste una ducha a la velocidad de la luz y al salir te colocaste tu uniforme de SHIELD, que eran unos pantalones y una chaqueta de color negra. El cinturón de armas te lo pusiste con una sonrisa. Era hora de volver a las misiones. Te ataste el pelo en una coleta alta, sacaste una bolsa y empezaste a rellenarla de armas y munición.

Abriste uno de los cajones de la mesilla y de ella sacaste una botella de agua. Con bolsa en mano y botella en la otra, saliste de tu habitación y te encaminaste al ascensor. Una vez dentro del ascensor, pulsaste la planta del aeropuerto. A lo lejos, viste que Abel se apresuraba a coger el ascensor, pero las puertas se cerraron antes.

Te paraste en una planta y entró Brenda junto con Natasha y Clint, en la siguiente planta entró la agente Hill. Cuando llegasteis abajo, el Capitán ya estaba ahí abajo con su uniforme. Natasha se acercó a él con su mono negro sexy. Al pasar a su lado, conseguiste oír qué le dijo:

- No tienes por qué venir con nosotros. Si prefieres quedarte con él, lo entenderemos – fue lo que le dijo Natasha.

Ya había una aeronave siendo cargada con bastantes cajas y demás, la otra sería donde vosotros ibais a entrar (o eso supusiste) y no estaba cargada de cajas. Dejasteis las bolsas en la aeronave y se os entregó otra con más ropa. En ese momento, apareció Nick Furia. Parecía como nuevo; como si no le hubieran disparado.

- La bala me rozó solamente – te explicó al ver que le mirabas tanto. - ¿Y dónde está Abel?

Todo el mundo se encogió de hombros, y tú escondiste una sonrisa (que no pasó desapercibida por el Capitán). Todos entrasteis en la aeronave, y a lo lejos se podía ver a Abel corretear hasta llegar a la aeronave. La aeronave tenía tres asientos a cada lado, una mesa en el centro y dos asientos delante, para pilotar la nave.

Te sentaste en una de las esquinas y fue el Capitán quien se sentó en el asiento del medio, a tu lado. Natasha se sentó al otro lado del capitán y el equipo Alfa se sentó en la pared opuesta. En ese momento, Abel entró en la nave. Te fulminó con la mirada antes de sentarse en el asiento libre.

Clint y la agente Hill estaban eran los pilotos y rápidamente la nave despegó.

- Suponemos que fue HYDRA quien los consiguió hechizar – empezó a hablar Furia. - ¿Cómo lo hicieron?

- ¿Un mejorado? – preguntó Clint desde el asiento piloto.

- Es posible, seguramente no sea la primera vez que experimentan con humanos – respondió Furia. Notaste como el Capitán a tu lado se tensaba. Reprimiste el impulso de darle la mano para calmarle.

- ¿Y cuál es el plan? ¿Entrar en su base en medio de la nada?

- No estaría mal – se oyó decir a Natasha.

Nick tecleó algo en la mesa que había en el centro de la aeronave. Después una pantalla se iluminó.

- Estas son grabaciones de toda la frontera de Estados Unidos con México, desde Texas a Nevada-

- ¿Siguen circulando el mismo tipo de camiones? – le cortó Brenda.

- No – negó Furia. – Pero sí que hay un mismo coche en todas sus carreteras. Son todoterrenos, de color negro. Diferentes marcas pero acaban en el mismo punto.

- ¿Tecate? – preguntó la mujer rubia.

Nick Furia asintió. – Al igual que los camiones, no todos van allí, pero sí la mayoría.

- ¿Contienen algo? – preguntó el agente Barton.

- Seguramente tenga mercancía – respondió Nick. – Mercancía mucho menos pesada, claro está.

- ¿Cuántos siguen en suelo americano?

- Me temo que eso es mucho más difícil de adivinar. Era más fácil cuando eran camiones.

- ¿Hacen alguna parada?

- En Estados Unidos no – dijo Nick tocando algo en la pantalla. La pantalla se volvió una imagen. Era como una especie de bar y gasolinera. – Pero sí que paran en México.

- ¿Sugieres que hagamos lo mismo que en la otra misión solo que en tres sitios distintos?

Furia asintió.

- ¿Hasta cuánto tiempo estaremos así? – preguntaste.

- Hasta que yo lo diga – respondió Nick Furia tajante.

- ¿El bar estará lleno de guardias de HYDRA? – preguntó Steve a tu lado.

- Seguramente también lo esté, o puede que esté asegurado, y que no haya nadie dentro – respondió Nick.

- O tal vez tengan a sus mejores soldados ahí dentro – habló Natasha.

El resto del vuelo se pasó en conversaciones y en planear estrategias. Tuvisteis tiempo de sobra para hablar sobre el plan, el viaje duró poco más de una hora. El bar se encontraba en Sonoita, por donde pasaban todas las carreteras de Estados Unidos para llegar a México. Sonoita estaba a menos de una hora de Tecate.

Las aeronaves aterrizaron en Sells, todavía en suelo americano. A fuera de los jets, habían varios coches esperándoos ya. Todo el mundo salió excepto Nick y tú, cuando te dispusiste a salir, él te paró.

- Alguien tiene que entrar de incógnito. La única persona a la que no han visto nunca es a ti – te miró Nick Furia, y por ende, todos lo hicieron. – Cámbiese de ropa, coja un coche y entre allí.

Asentiste.

Nick Furia se bajó de la aeronave y tú te cambiaste ahí mismo rápidamente.

Dentro de la bolsa de mano que te habían dado, había un nuevo uniforme y ropa normal. Sacaste esa ropa y te la pusiste. Era una camisa que se ataba al cuello y dejaba los hombros un poco al descubierto, a rayas. Unos vaqueros cortos y unas sandalias. Después te pusiste el cinturón de armas (las pistolas acabaron en tus costados) y una chaqueta para poder tapar el cinturón.

La agente Hill te dio un intercomunicador que te lo colocaste en la oreja, después te quitaste la coleta, y tu pelo de color negro y liso cayó a ambos lados de tu cara, tapando el intercomunicador.

- Son diez minutos de aquí a Sonoita. Vas a tener que cruzar la frontera pero de eso ya les hemos avisado – dijo Nick Furia y tú asentiste.

- Estaremos cerca por si necesitas ayuda – te avisó el capitán Rogers y tú volviste a asentir.

Después entraste en uno de los Jeeps, arrancaste el coche y rápidamente entraste a la carretera, dirección Sonoita. Por el espejo retrovisor viste como los otros Jeeps te seguían a lo lejos.

Pasar la frontera fue fácil, nadie te paró ni te exigió tu pasaporte.

- Lo que tienes a tu izquierda, ahí es – te avisó María Hill por el intercomunicador.

Giraste a la izquierda para entrar dentro del garaje, aparcaste en el sitio más alejado y apagaste el motor.

- Hay un montón de coches en el parking – les hiciste saber.

- ¿Algún todoterreno negro? – te respondió Nick Furia.

- No – respondiste. – Voy a entrar.

Saliste del coche, con un móvil (de pega), una cajetilla de cigarrillos y unas gafas de sol puestas. Caminaste animadamente hasta la puerta de cristal, y antes de entrar, miraste por un segundo su interior. Había un poco de gente haciendo cola, y algunas mesas ocupadas. Abriste la puerta y una campana sonó. Las personas que estaban en las mesas se giraron para verte, cuando vieron que no eras nada interesante, volvieron a lo suyo.

Caminaste hacia la pequeña fila de personas, donde solamente esperaban dos hombres. Al llegar tu turno, le sonreíste al que había en la barra.

- Un café para llevar – le pediste amigablemente.

- ¿Con leche?

- Claro – le sonreíste.

Mientras el hombre se iba a hacer el café, cogiste el móvil, como si estuvieras haciendo algo con él. Después miraste hacia arriba, a todo el panorama. Detrás de la barra había una puerta y viste como alguien se asomaba. Era un hombre, y llevaba un traje negro, conectó la mirada contigo por una décima de segundo y después volvió a desaparecer.

Raro.

- En la trastienda hay gente – dijiste, apoyando la boca en tu hombro, para que nadie te viera.

Te apoyaste sobre la barra y miraste la zona donde estaban todas las mesas. Había grupos de personas tomándose su café pero el que más destacó estaba en una esquina. Eran dos personas, un chico y una chica. Ambos parecían jóvenes, tal vez diez años menos que tú. La chica tenía el pelo liso, un poco pelirrojo y el chico tenía el pelo rubio, y tenía un poco de barba. Lo más extraño de todo era que ambos te miraban fijamente; sin parpadear.

Le sonreíste coqueta al chico y le guiñaste un ojo. El chico levantó las comisuras de los labios cuando te vio.

- ¿Hay baño? – te giraste para preguntarle al de la barra.

Él, de espaldas a ti, asintió.

Miraste por toda la sala, antes de ver una puerta con el nombre de "aseos" a una de las paredes laterales. Caminaste hacia ella, con la mirada de aquellos dos en la nuca. Cuando la puerta se cerró detrás de ti, volviste a hablar al intercomunicador.

- Hay dos tipos raros mirándome fijamente. Pero son críos – dijiste mientras te mirabas en el espejo y te colocabas un poco el pelo.

- Han entrado detrás de la tienda – avisó Nick Furia. – Será mejor que salgas de ahí.

No respondiste, pero seguiste la orden.

Tu café estaba en la barra así que lo cogiste antes de salir por la puerta. El de la barra y los dos tíos raros habían desaparecido.

Caminaste hasta tu coche, y a medio camino, tu coche empezó a levitar. Te paraste con el ceño fruncido mientras veías como el Jeep dejaba de tocar el suelo. Te tiraste hacia un coche cuando viste que el Jeep era lanzado hacia ti. Estabas apoyada sobre la puerta de un coche, de cuclillas y con arma en mano. Te habías raspado las piernas pero por la adrenalina no sentías nada.

- Me están atacando – dijiste por el intercomunicador.

Un aura de color azul impactó contra ti, no lo viste venir por lo que saliste por los aires, saltando el coche, y acabando al otro lado; en el suelo. Tu arma había acabado a menos de medio metro de ti, alargaste la mano pero esa misma aura alejó la pistola de ti. Te levantaste rápidamente y sacaste la otra arma.

El chico rubio estaba ahí, de brazos cruzados y sonriéndote con sorna.

- ¿Acaso no lo viste venir? – te dijo con sorna. Tú levantaste el arma y sin miramientos le disparaste en una pierna.

Pero él, más rápido que tú, te empujó. Esta vez no te caíste pero sí que consiguió desviar el trayecto de las balas. Alargaste la mano que no agarraba la pistola y conseguiste tocarle. Le agarraste y tiraste de él. Soltaste el arma para poder hacerle una de tus famosas llaves.

Le tenías agarrado del brazo, torciste su brazo y tiraste de él. Su cuerpo perdió el equilibrio y acabó cayendo al suelo de cara. Seguiste torciéndole el brazo hasta mantenerlo sobre su espalda. El chico se retorcía del dolor; y con razón.

Levantaste la mirada un momento para ver como otro de los coches salía volando hacia vosotros dos. Soltaste al chico y te alejaste de allí, en busca de tu primera pistola. El chico, al verse libre, utilizó su velocidad inhumana para correr hacia ti y hacerte un placaje.

Ambos acabasteis en el suelo, y mediante patadas intentaste quitarlo de encima, cogiste uno de sus brazos y rodeaste su cuello con este, tirando de él. A la tercera patada te dejó libre. Te levantaste libre pero la chica que viste sentada a su lado anteriormente, estaba en frente tuya. Movió la mano delante de tus ojos y un brillo rojo apareció en ella.

Frunciste el ceño y la empujaste. ¿Qué quería hacer? ¿Hechizarte? Estúpida.

Mientras te alejabas de aquel par que estaba en el suelo e ibas a por tu arma que estaba a dos metros, todo a tu alrededor empezó a cambiar. Pensabas que estabas mareada, por lo que paraste y cerraste los ojos por un momento. Al volver a abrir los ojos, todo a tu alrededor había cambiado completamente. Y se había convertido en tu peor pesadilla.

Estabas de vuelta en ese cuarto odioso. Las paredes mugrientas y llenas de humedades. Con ese olor que solo significaba muerte y dolor. Poca iluminación, la única que entraba por las ventanas con barrotes de hierro. Dejaste de mirar toda la sala para fijarte en una de las esquinas, donde estaban todos los niños miedosos.

Podías verte entre todos, estaba en el centro, con todo el pelo en la cara, tapándotela. Al lado de la esquina en la que estaban todos los niños, había una puerta, y de ella entraron dos hombres enormes. Eso hizo que todos los niños gritaran y patalearan.

Las lágrimas empezaron a llenar tus ojos cuando viste que aquellos dos hombres cogían de los brazos a la pequeña tú y se la llevaban por donde habían entrado. Susurraste un "no" porque no querías volver a vivirlo. Y en contra de tus deseos, apareciste dentro de esa sala. El olor de la humedad se juntó con el olor del semen.

Viste con lágrimas en los ojos como aquella niña fue tirada a un colchón maltrecho y húmedo y esos dos hombres se bajaban la cremallera del pantalón.

Ahí fue cuando un grito emergió de lo más profundo de tu ser. Pero tú no eras la única que gritaba, tu antigua yo, de nueve años, también lo hacía.

- ¡No! – gritaste. Al volver a abrir los ojos lo primero que viste fue una cara emborronada, pero no sabías quién era. Empezaste a empujarle en el pecho, mientras repetías una y otra vez no.

- Tranquila – decía una voz calmada.

Después supiste que esa voz era de la persona sin rostro. Parpadeaste varias veces antes de poder ver quién era: Steve Rogers.

Miraste a tu alrededor para ver que estabais en el estacionamiento del bar, todavía.

- ¿Qué ha pasado? – le preguntaste con la voz ronca.

- Eran mejorados – respondió Steve. – Consiguieron escapar ellos dos.

El capitán y tú estabais en el suelo, había varios coches tirados en el suelo y varios cuerpos tirados en el suelo. Por suerte, ninguno era de tu bando. Steve se levantó, cargándote en brazos.

- ¿Qué haces? Puedo caminar-

- En el momento que la mejorada se acercó a ti, quedaste inconsciente – respondió Steve. – No quiero que te ocurra lo mismo de nuevo.

- ¿Qué había en la trastienda?

- Había guardias de HYDRA.

- ¿Los que había dentro del bar también eran de HYDRA?

Steve empezó a caminar a uno de los Jeeps del equipo.

- Los mejorados también son de HYDRA. El resto no los identificamos.

- ¿Sabemos quiénes son? – le preguntaste.

Te sentó en uno de los asientos traseros y antes de cerrar la puerta, te respondió:

- Son de Sokovia. Hermanos.

Apoyaste la cabeza en el cristal. Tenías un dolor de cabeza y esas imágenes te perseguían cada vez que cerrabas los ojos. ¿Cómo demonios hizo eso?

Los recuerdos volvieron a bombardear tu mente. El plan RPY* logró evacuar a cientos de niños y niñas que se habían quedado huérfanos. Era un plan americano, todos esos niños serían llevados a suelo americano para vivir una mejor vida. ¿El problema? Un grupo de rebeldes serbios consiguió derrotar a la ayuda americana y se llevaron a todos los niños. Y tú eras uno de esos niños. Todos fueron a parar al mercado negro, ya fuese prostitución, drogas o la trata de niños. Pero con suerte, volviste a ser rescatada.

Levantaste la cabeza cuando las puertas del piloto y del copiloto se abrieron. Entraron Nick Furia y Steve en silencio. Inmediatamente el coche se puso en marcha y se fue rumbo por el pueblo de Sonoita. Te giraste por un momento y viste que el resto de coches os seguían.

- Habrá que hacer un cambio de planes – Furia cortó el silencio. – Los coches no pararán aquí, sino que seguirán hasta llegar a Tecate.

- ¿Cuál es el plan ahora? – preguntaste con la voz ronca.

- Atacar su base.

- Somos muy pocos – respondiste.

- Ya hay tres aeronaves en camino para ayudarnos.

- ¿Stark estará allí? – preguntó Steve.

Nick Furia asintió y Steve gruñó.

- ¿Vamos directamente hacia allá? – le preguntaste.

- Iremos a un piso franco en la ciudad. La base de HYDRA se encuentra sobre una colina, a las a fueras de la pequeña ciudad.

Asentiste.

Media hora de viaje después, ya entrada la tarde, llegasteis al piso franco. Entre todos llevasteis todas las bolsas y material.

El piso franco contaba con muy poco inmobiliario. Una gran mesa, muchas sillas, un sofá, un baño y una cama en una de las habitaciones.

- ¿Cuándo atacaremos? – preguntó Natasha.

- Esta noche – respondió María Hill. – Así que descansad si queréis.

- Las tres aeronaves están a punto de llegar – avisó Furia.

Fuiste la primera en pasar al baño, te duchaste y curaste todos los raspones que te habías hecho. Después te colocaste tu uniforme y te hiciste una coleta alta. Saliste del baño, con la ropa hecha una bola en las manos. Entraste en la habitación donde estaba la cama (Clint y Natasha se estaban echando una siesta en el colchón), y en tu bolsa guardaste la ropa.

Saliste de la habitación y volviste al salón, donde estaban todos menos la rubia.

- Sharon entró en la ducha – te hizo saber Abel. Asentiste, como si te importara esa información (aunque no lo hacía).

Steve te entregó dos pistolas, las cogiste y le miraste con el ceño fruncido.

- Se te cayeron antes – te explicó. Le miraste agradecida mientras te los guardabas en el cinturón de armas.

- Descanse soldado – dijo Nick Furia detrás de ti. – No vendrá a la misión.

- ¿Qué? ¿Por qué? – preguntaste atónita.

- No está en condiciones máximas para combatir-

- ¡Estoy perfectamente! Puedo ayudar – le cortaste.

- Una orden es una orden – simplemente dijo él.

Enfadada, saliste del salón y entraste en la segunda habitación, que estaba vacía. Te sentaste en el suelo y bufaste, con rencor.

¿Por qué no te iban a dejar ir? Estupideces.

No te dolía nada, ni siquiera te habían hecho heridas graves, simplemente te desmayaste por los recuerdos de aquel horroroso día.

Minutos después, por la puerta entró Steve. Se acercó a ti y se sentó a tu lado.

- Tengo que ir – le dijiste.

- No. Tienes que quedarte aquí y descansar.

- Estoy bien. Fue un simple desmayo. – Steve negó con la cabeza. – ¡No pienso quedarme aquí y ver como el resto arriesga su-

Steve se abalanzó sobre ti, unió tus labios con los suyos en un beso. Al principio te quedaste estupefacta y después llevaste tus manos a su nuca, cerrando los ojos. El besó duró un poco, o al menos eso os pareció cuando os separasteis. Os mirasteis a los ojos durante varios segundos antes de que tú te levantaras y salieras de la habitación, dejándolo solo.

En el marco de la puerta de la otra habitación estaba Natasha, mirándote con una sonrisa de "sé lo que ha ocurrido". La ignoraste, caminando por el pasillo hasta llegar al salón. Nick Furia, la agente Hill, Brenda, Abel y Sharon estaban en un círculo sobre la mesa, trazando estrategias.

Tú te sentaste alejada de ellos. Si no ibas a luchar, ¿qué sentido tenía estar aquí?

Nick Furia se alejó del grupo para abrir la puerta principal, y entraron un montón de hombres y mujeres vestidos con los uniformes de SHIELD. Destacó un hombre en concreto, parecía mayor, aunque llevara gafas y vestía con unos pantalones y una camiseta negra. Simple.

Brenda se separó del círculo para acercarse al hombre mayor y le plantó un buen morreo. Caray. Cuando esos dos se separaron, ambos llevaban sonrisas estúpidas en la cara.

También te fijaste que uno de los agentes se acercó a Furia, y le comentó algo en el oído. Debió de ser bastante grave ya que la cara de Furia se tensó y más tarde asintió. En ese momento Steve entró al salón. Nick Furia se aceró a él y le contó algo, que hizo que todo su cuerpo se tensara. Seguramente fuera lo que el otro agente le dijo.

Steve caminó hasta el sofá con el semblante serio, e incluso un poco triste. Se sentó a tu lado, y aunque debería haber tensión e incomodidad entre los dos, le cogiste la mano y se la apretaste.

- ¿Qué ocurrió?

- Buck consiguió escapar – susurró.

Entendiste que ese tal "Buck" era el Soldado de Invierno; su mejo amigo.

- ¿Vas a querer ir a Washington?

- Seguramente ya esté muy lejos de allí – se encogió de hombros.

Os quedasteis agarrados de la mano, en silencio, hasta que alguien habló:

- Vaya vaya, el capipaleta haciendo manitas.

En ese mismo instante tú y Steve fruncisteis el ceño.

- Stark – le saludó Steve.

- Capipaleta – le copió Stark.

- Tony, déjale en paz – habló Brenda por detrás. Tony Stark le sonrió como si no hubiera hecho nada, y ellos dos se fueron al círculo de personas.

- ¿Tú no vas? – le preguntaste a Steve.

Steve negó con la cabeza.

Cuando fueron las ocho de la tarde*, el panorama ya estaba bastante oscuro. Y ahí fue cuando la gente terminó de prepararse y salieron por la puerta.

Todos menos tú y Steve.

- Eres el mejor soldado que tenemos. No puedes quedarte aquí para cuidarme – negaste con la cabeza.

- Lo voy a hacer – respondió encogiéndose de hombros. – Si nadie te vigila, irás a ayudar en la misión.

- Pero no entiendo por qué no puedo ir. No estoy herida, estoy bien.

- ¿Entonces por qué te quedaste inconsciente?

- Me hechizó.

- Al resto también lo hizo, pero ninguno se desmayó – respondió, y tú abriste los ojos como platos.

- Seguramente no visteis algo tan malo como yo.

- Cada uno vio su propia pesadilla – susurró.

- ¿Cuál fue la tuya?

Se volvió a sentar a tu lado (dejó de dar vueltas por el piso), en el sofá del piso franco. Te agarró la mano y apretó suavemente de ella.

- Que volvía a despertar y todo el mundo que conocía estaba muerto o muy viejo – dijo. – Y eso es justamente lo que estoy viviendo ahora. ¿Y la tuya?

- Fue una cosa que viví cuando era una niña pequeña...

- Y supongo que no quieres hablar de ello – te cortó. – Lo entiendo.

Le sonreíste agradecida.

- ¿Cómo sabremos si le han ido bien o mal la misión? – le preguntaste.

- Tengo un intercomunicador – se señaló el oído. – Oigo todo lo que está ocurriendo.

- ¿Y si todo fuera mal, ayudaríamos?

Asintió.

- La base está a fueras de la ciudad, sería fácil llegar.

- ¿Y si vamos ya? – le preguntaste esperanzada.

- No.

Bufaste y él te sonrió, levantando las esquinas de la boca.

Media hora después, Steve parecía bastante tenso, escuchando lo que decía el pinganillo. Con una sonrisa te levantaste del sofá: Ibais a la misión.

Steve también se levantó. Empezaste a ponerte el chaleco antibalas, y a recoger bastantes armas, de pistolas a cuchillos además de munición. Salisteis rápidamente del piso franco y entrasteis en un Jeep (qué majos al dejaros un coche). Steve se metió en el asiento del conductor y tú el del copiloto. No pasaron ni diez minutos cuando ya llegasteis a la tan famosa colina.

- Necesitan ayuda en el ala este de la base. Ve allí. Yo limpiaré el sector oeste.

Asentiste, sacando una pistola y quitándole el seguro.

Entrasteis dentro de la base que tenía las puertas abiertas y os separasteis. Tú yendo a la derecha y Steve a la izquierda.

Te encontraste a varios agentes de HYDRA a quienes disparaste con una bala en la garganta. Viste a algunos de tu mismo equipo a quienes ayudaste entregándoles munición. Giraste a la izquierda, con el arma en mano y había dos personas bloqueándote el paso:

Los gemelos.

- Es bueno volver a verte – dijo el chico con sorna. – Veo que no te gustó el truquito mental de mi hermana.

- Y yo me pregunto, por qué tan jóvenes y pertenecéis a HYDRA.

- HYDRA nos comprende – dijo la chica.

- Y experimentó con vuestros cuerpos.

- Somos mucho más poderosos – dijo el chico rubio.

- Podríais haber sido personas normales, pero elegisteis el mal camino – negaste con la cabeza. – Mala elección.

- Un misil del señor Stark aterrizó en nuestro hogar, acabando con él y con nuestra familia. Estuvimos días encerrados entre escombros – explicó la chica. – No podemos ser personas normales. Creo que no hay nada peor que eso.

- Cuando tenía nueve años fui violada por dos hombres en un colchón mugriento. Varias veces. No me quedé embarazada porque a) no tenía la regla y b) me rajaron los ovarios – dijiste en un tono ácido. – Y yo no busco venganza, ni pienso matar a los que me hicieron eso.

Ambos hermanos se quedaron callados.

- Bueno, no busco venganza porque ya están muertos – terminaste de decir, disparando a la chica en la pierna y al otro en el hombro.

La mujer cayó al suelo del dolor, pero te levantó con sus poderes hacia el techo. Lo último que viste fue el suelo, y después todo se volvió negro.

-

Lo primero que viste al abrir los ojos fue que estabais en el jet. A tu lado estaba Steve, y tenías la cabeza apoyada en su hombro.

- Es bueno saber que estás despierta – susurró, dejando un beso sobre tu cabeza. – Sabía que no deberías haber ido.

- ¿Qué ha pasado?

- Esa base de HYDRA ha quedado completamente destruida. Y los gemelos han sido capturados.

- Y haber si estos no se escapan – dijo Tony Stark (que estaba al otro lado de Steve y había escuchado vuestra conversación). – No como el otro.

Steve se tensó a tu lado y le agarraste de la mano, cerrando los ojos. Qué poco tacto tenía Tony Stark.


*En Yugoslavia no se hablaba ruso, pero hagamos como que sí.

*Plan de Rescate de Personas de Yugoslavia. Inventado.

*No sé si a las ocho de la tarde es de noche, pero hagamos como que sí.

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