Scott Lang #4
Capítulo tres: Un viaje.
Scott no tenía móvil. No lo tenía por una sencilla razón: al ser un hombre buscado por la ley, sería fácil encontrarle con un móvil. Aunque podría tener un móvil de prepago, pero Scott no se sentía seguro así. Mucho peligro corría trabajando en Industrias Pym –aunque solo Hank y Hope supieran que él trabajaba allí– y viviendo en el piso de Addison.
Y ahora la Viuda Negra sabía dónde vivía.
Por eso estaba de nuevo en el coche, camino a Industrias Pym rozando casi los límites de velocidad –si es que no los había pasado ya– para llegar en cuanto antes.
Debía contarles lo que le había pasado al traje y cuanto antes, mejor. Pero esa no fue la principal razón por la que fue tan rápido. Addison había desaparecido, seguramente en el mundo cuántico, Scott estaba completamente seguro de eso. Y sabía que a cada minuto que pasaba, más difícil le sería volver a este mundo. Debía ir a por ella, pero su traje se lo había llevado ella.
Después se acordó que tenía el traje de la Avispa. Y le daba igual que el traje fuera para mujer, tenía pensado ir a por su amiga.
Seguro que a Hank se le ocurriría algo para poder sacar a alguien del mundo cuántico, ¿no? Se había pasado toda una vida investigando sobre el mundo cuántico para recuperar a su mujer, algo debería saber (nunca consiguió traer de vuelta a su mujer, pero Scott alejó esos pensamientos de su cabeza).
El viaje se le hizo eterno y cuando llegó al parking casi atropellaba al guardia que había la entrada. Aparcó el coche en la plaza más cercana al ascensor y se lanzó dentro de él cuando vio las puertas abiertas. Pulsó varias veces la planta del despacho de Hank. Salió del ascensor y atravesó el pasillo en pocas zancadas.
El despacho estaba vacío por lo que Scott se dirigió al otro ascensor y tecleó el código que solo él, Hank y Hope se sabían. Volvió a pulsar con impaciencia el botón de la planta privada de Hank.
Hank y Hope se encontraban moviéndose de un lado para otro. Removiendo papeles, cogiendo algún objeto para irse a otro lugar y volver a hacer lo mismo. El traje de la Avispa se encontraba en una de las esquinas del fondo y de él salían chispas. No tenía muy buena pinta.
- ¿Qué ha pasado? – preguntó Scott sin dejar de mirar el traje.
- Hemos hecho otra prueba y el traje – Hank explicó y abrió los brazos. – se ha roto.
- ¿Roto? – repitió Scott, sin creer lo que estaba escuchando.
El aire se escapó de sus pulmones.
- Han empezado a salir chispas – Hope señaló el traje con la cabeza.
Hank dejó los papeles en la mesa con un suspiro. Se apoyó en el escritorio y se giró para mirar a Scott.
- ¿Por qué has venido? – le preguntó.
Hope también se giró para mirarle, esperando la respuesta, aunque ella no soltó los papeles.
- El traje ha desaparecido – dijo Scott. Hope frunció el ceño para mirar al traje de la Avispa. Scott tuvo que aclararlo. – El de Ant-Man.
- ¿Qué? – Hope fue la primera en responder. La respuesta de Scott le hizo soltar los papeles en la mesa y se acercó peligrosamente a Scott, preparada para pegarle.
Hank se había quedado más pálido de lo que ya estaba. Tenía los ojos ligeramente más abiertos, como si no se creyera lo que le estaba diciendo.
- Fui a casa y la bolsa estaba vacía – contó Scott. – Addison, mi amiga, se lo ha puesto.
Hank y Hope sabían quién era Addison. Scott tuvo que contarles con quién se estaba quedando. Además, Hank buscó información sobre Addison, para ver si era de fiar. Y por supuesto que era una persona de fiar.
- ¿Y se lo ha llevado? – le preguntó Hope, como si le echara la culpa a Scott por lo que había pasado.
Hope tenía las manos en las caderas, pero no esperó que Scott respondiera.
- ¿Se lo ha llevado a HYDRA?
- Creo que ha desaparecido en el mundo cuántico con él – respondió despacio Scott, esperando que Hope le pegara. No lo hizo.
- Increíble – Hope se separó de él y lanzó las manos al aire.
Si Hank antes tenía los ojos ligeramente más abiertos, ahora tenía los ojos como platos. No se esperaba este giro de acontecimientos.
- Ella no sabía que soy Ant –Man – continuó Scott. – No me dijo nada sobre el tema. Así que creo que se puso el traje por curiosidad.
- Scott eso no lo sabes tú – Hope le paró. – A lo mejor fingió no reconocerte y después se llevó el traje.
Scott negó con la cabeza.
Scott no creía que Addison hiciera eso. Addison no era una mala persona y no engañaría a Scott.
- Eso no es todo – Scott dijo, después de una pausa. – La Viuda Negra sabe dónde vivo. Entró en la casa.
Hank se quitó las gafas y se pasó la manga del brazo derecho por la frente, para quitarse el sudor que se había acumulado. Después se volvió a ponerse las gafas.
- ¿Cómo sabes que está en el mundo cuántico y no esta aliada con los enemigos? – Hope se volvió a girar y le preguntó, mirándole a la cara.
- Podría estar aliada a HYDRA – aportó Hank en un susurro.
- Porque ella no desaparecería así porque así – Scott defendió a su amiga. – Y ya investigasteis sobre ella. No está relacionada con ningún grupo terrorista o con HYDRA.
Scott dejó de mirar a Hope para girarse mirar a Hank.
- Ya lo comprobasteis. Ella no haría eso.
Hank y Hope se quedaron callados.
- Sé que está en el mundo cuántico – dijo totalmente convencido Scott.
No había forma posible de saber completamente si estaba o no en el mundo cuántico. Una pequeña parte de Scott lo sabía. Pero se negaba a creer que Addison le haría eso; robar el traje. Addison no era mala, ni conspiraba contra ellos, ni formaba parte de HYDRA. Addison era una persona increíble.
Cuando la conoció era habladora y se reía un montón, nunca te dejaba solo y no podías enfadarte nunca con ella porque era prácticamente imposible. Scott veía en ella a una buena persona, puede que mucho mejor de lo que cualquiera podría llegar a ser pero parecía ser que Scott era el único que veía eso.
La familia Pym no respondió. Parecían incluso impresionados por su seguridad al decir eso.
- Así que sí, creo que se ha perdido en el mundo cuántico. La he buscado por todos los rincones de la casa y no estaba. Fui a su trabajo y no fue – terminó Scott. – Y quiero ir a por ella.
- Ir a por ella va a ser un poco más complicado, Scott – suspiró Hank.
- Necesito todo lo que sabes sobre el mundo cuántico y ese traje – Scott señaló con la cabeza al traje de la Avispa. – Tengo que utilizarlo para ir a por ella.
- El traje no está operativo – Hope volvió a hablar. – Está roto.
- Pues arréglalo.
Hope le fulminó con la mirada debido el tono que utilizó Scott.
- Scott todo lo que he aprendido en estos años sobre el mundo cuántico es nada. Toda la información que he conseguido no me ha llevado a ningún lado. No pude ir a por mi esposa – Hank parecía derrotado. Tenía la cabeza gacha y los hombros caídos. – Sé que ya has estado una vez en el mundo cuántico y has vuelto sano y salvo de allí, pero no tientes tu suerte. Porque puede que esta vez no vuelvas.
- Arreglad el traje entonces – Scott dijo. – Pienso ir igualmente. Con o sin la información.
- Pero no sabes qué te vas a encontrar – Hank le recordó. – No te acuerdas de lo que viste allí o de lo que hiciste para salir de allí. ¿Cómo piensas volver a por ella?
Hank tenía razón en esa parte, pero a Scott pronto se le ocurrió una idea para poder recordar lo que le ocurrió en el mundo cuántico. No sabía si iba a funcionar, pero iba a intentarlo.
- Eso tiene solución – Scott dijo muy seguro de sí mismo. – Tengo que hacer un viaje. Por favor, arreglad el traje mientras esté fuera.
- ¿Por qué? – preguntó Hank, refiriéndose al viaje.
- Tengo que ver a alguien que tal vez pueda ayudarme a recordarlo – respondió Scott.
Hank y Hope fruncieron el ceño, sin entender muy bien a quién se refería.
Scott se alejó, para llamar al ascensor.
- Scott – le llamó Hank antes de que se acercara lo suficiente al ascensor.
Scott se giró para mirarle.
- ¿Has dicho que la Viuda Negra sabe dónde vives?
Scott asintió.
- Entró en la casa y ha estado siguiendo a Addison al trabajo.
Hope negó con la cabeza, exasperada.
- Es lista – dijo Hope. – Seguro que ya habrá ido a visitar a tu hija, Cassie, o a tus amigos.
A Scott no le sentó bien esa última parte. Esperaba que la Viuda Negra no hubiera infligido daño a sus amigos para sacarles información –aunque seamos sinceros, no le haría falta torturarlos para sacar información–. El pecho le dolió al pensar si habría podido hacer daño a su Cassie.
- Entonces tarde o temprano llegará a la conclusión de que trabajas aquí – supuso Hank. Volvió a quitarse las gafas para pasarse la mano por la frente.
- Te eliminaré de la base de datos – dijo Hope, sacando el móvil. Tecleó algo y después guardó su móvil. – Oficialmente ya no trabajas para nosotros. Luego eliminaré todo rastro de que hayas pasado por aquí.
Scott asintió.
- Me voy. Tenéis que arreglar el traje.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera? – le preguntó Hank.
- Es un viaje largo. Puede que dos días.
A Scott no le gustaba el viaje tan largo pero a dónde tenía que ir estaba bastante lejos de la costa oeste.
Se giró y dio dos pasos hasta llegar al ascensor. Pulsó el botón para llamar al ascensor. Las puertas se abrieron inmediatamente y él entró. Antes de que las puertas se cerraran, Hope también entró. Las puertas se cerraron y lo último que vieron fue a Hank cansado y derrotado apoyado en el escritorio, con una mano tapando sus ojos y la otra sujetando las gafas.
Scott sentía pena por él. Seguro que todo este tema le recordaba a su mujer.
- Esto es de locos, Scott – empezó a hablar Hope nada más cerrarse las puertas. Estaba girada mirando a Scott pero este no le devolvía la mirada, miraba solamente al suelo. – No sabemos si tu amiga se fue con el traje o de verdad que está en el mundo cuántico. ¿Y si no está en el mundo cuántico y tú te quedas perdido en él?
- No lo haré. Saldré como lo hice la otra vez.
- Pero, ¿qué pasa con lo de HYDRA? Scott eso es una prioridad.
- No tengo el traje Hope – respondió Scott. – Y tu traje también se ha estropeado. Yo solo sin el traje no podría hacer nada contra ellos.
- Lo arreglaremos e irás a por HYDRA – dijo Hope. – Espera aquí, el traje no tardará mucho en arreglarse.
- No puedo quedarme aquí sin hacer nada, tengo que ayudar a traer a mi amiga de vuelta. Y no puedo arreglar el traje, prefiero intentar recuperar los recuerdos antes que quedarme aquí sin hacer nada.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron. Estaban en el despacho de Hank y ambos se quedaron parados.
- Primero iré a por Addison, después iré a por HYDRA – decidió finalmente Scott.
- Scott...
- Sé que no soy el hombre más maduro de la historia pero voy a hacerlo – Scott la interrumpió. – Voy a hacer todo lo que esté en mi mano y más para traerla de vuelta. Así que no te pongas en mi camino Hope, ayúdame. Te lo pido como amigo, ayúdame.
Hope no habló por unos instantes. Pero se mordió el labio inferior y decidió hablar.
- Puede perfectamente haber huido con el traje, Scott – la voz de Hope adquirió un tono más suave, como si fuera lástima. – Hemos visto su historial. No ha tenido la mejor familia, se saltaba las clases, consumo de drogas e incluso pudo llegar a tener depresión. Mira el trabajo o la casa que tiene. O incluso el coche. Su vida no es la mejor. Puede que robara el traje y lo vendiera para obtener dinero rápido.
Scott no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Qué Addison vendería el traje para obtener dinero? Addison nunca haría eso. Addison nunca se interesó por el dinero, ni lo más mínimo. No era una persona materialista.
Scott tuvo que respirar varias veces antes de hablar.
- Puede que no tuviera la mejor vida pero ella no era de ese tipo. Ella no busca el dinero. Si lo buscara me hubiera obligado a ayudarla con las facturas cuando fui a su casa. Pero no, ella no me permitió ayudarla hasta que encontré el trabajo. E incluso tuve que convencerla para ayudarla, porque ella no quería que yo pagara.
Hope se quedó callada.
- Y juzgar a alguien simplemente por la vida que tiene me parece horrible, Hope – dijo Scott, sin dejar de mirarla a los ojos. – Porque, a veces, la gente que roba, viste con chaqueta y corbata, tiene un bonito chalet y un trabajo perfecto.
Hope se mordió el labio inferior de nuevo. Quería decir algo, seguramente lo mismo de antes, pero se lo pensó mejor.
Finalmente asintió. Scott también asintió. Scott salió del despacho, cruzó el pasillo y llamó al otro ascensor. Como se suponía que no había nadie, el ascensor no tardó en llegar. Entró en él y pulsó el botón del parking subterráneo. Vio como Hope estaba al final del pasillo, apoyada en el marco de la puerta observando a Scott. Se miraron el uno al otro hasta que las puertas del ascensor se cerraron. El reloj del ascensor mostraba que eran casi las siete y media.
Scott suspiró.
Los nervios volvieron a aparecer. No quería pensar en ello, pero a cada minuto, a cada segundo que pasaba, Addison estaba más lejos de volver. Cada vez iba a ser más complicado traerla de vuelta.
Pero Scott no quiso rendirse. Haría todo lo posible para traer de vuelta a Addison. Porque fue su culpa. Si en un primer lugar no la hubiera pedido ayuda, si no hubiera escondido el traje ahí... Scott cerró los ojos y apretó los puños de la impotencia. Scott había cometido muchos fallos y ahora Addison estaba pagando las consecuencias.
Las puertas del ascensor se abrieron y Scott salió. Se dirigió hasta el coche. Entró en él, arrancó y salió de allí con prisas rumbo a la casa de Addison.
Debía hacer una parada por casa antes de irse de Estados Unidos. Debía llevarse una mochila con un poco de ropa y el dinero en efectivo.
Cuando Scott volvió del mundo cuántico no se acordaba de lo que había ahí, de cómo era, o de cómo salió de ahí. Hank estaba bastante defraudado por eso –no con él sino por el hecho de no recordar absolutamente nada–. Aunque Hank había dejado de buscar a su mujer hacía mucho tiempo, eso no quitaba el hecho de que hubiese perdido la fe en que su mujer siguiera viva. Si Scott hubiera recordado algo, tal vez esa información le habría ayudado con su investigación. Pero al no recordar nada, Hank seguía en las mismas: sin poder ayudar a su mujer.
Debía ir a Wakanda, ahí estaría la persona que podía ayudarle, Wanda, la Bruja Escarlata. Wanda podría ayudarle a recordar, ¿no? Ella hacía esas cosas raras con la mente, seguro que podía ayudarle.
El viaje de cuarenta minutos –pero al ir tan rápido se convirtió en treinta minutos– se le hizo eterno. Cuando llegó a la casa, volvió a aparcar en doble fila. Entró en la casa y cerró la puerta detrás de sí.
Lo primero que hizo fue entrar en el baño –cuya puerta estaba rota. Culpa de Scott–. Se dio una ducha fría –se había olvidado de encender el calentador– muy rápida, se secó y volvió a vestirse. Se pasó la toalla or el pelo, para secarlo lo más rápido posible y tiró la toalla dentro de la ducha.
Entró en la habitación y, esquivando cualquier cosa que había en el suelo, se acercó a la cómoda. Del segundo cajón –uno de los que ocupaba Scott– sacó un par de camisetas y un par de pantalones. Los dejó encima de la cama desnuda y cogió la bolsa de deporte del suelo. En ella metió la ropa. Se la colgó al hombro y volvió a la cómoda para sacar un móvil de prepago, su documentación falsa y dinero en efectivo. Se guardó el dinero ahí y después cerró la cremallera. La documentación falsa la guardó en su cartera –que la llevaba en el bolsillo trasero del pantalón–. Se guardó el móvil en uno de los bolsillos delanteros del pantalón y salió de la casa.
Sí, Scott no confiaba en los móviles de prepago pero cuando se fue de Wakanda el capitán le entregó un móvil para poder contactar si necesitaba su ayuda o cualquier cosa. Ese era el único móvil que tenía y no lo utilizó en ningún otro momento.
Además, T'Challa le aseguró que tendría un jet en el aeropuerto más cercano –ese era el aeropuerto de San Francisco– a su disposición para volver cuando lo necesitara, o huir de allí.
Scott entró en el coche después de haber cerrado la puerta de la casa con llave. Dejó la bolsa en el asiento del copiloto –dentro de ella guardó las llaves– y se sacó el móvil de los pantalones –eso costó más de lo que le gustaría admitir–.
Encendió el móvil y se fue a contactos –después de poner el PIN que se sabía de memoria–. Ahí pulsó en el único contacto que el móvil tenía. Lo había guardado con la letra G, por la inicial del segundo nombre del capitán. Pulsó la pantalla para escribir un mensaje.
Voy.
Pulsó la tecla de enviar y dejó el móvil en el hueco que había entre los dos asientos delanteros. Arrancó el coche y salió de allí.
Scott no escribió mucho, no le hacía falta. Si enviaba mensajes que podían provocar más significados del que realmente quería decir, era mejor. Así, cualquier persona ajena a la conversación que lo leyera, no sabría a qué exactamente Scott se estaba refiriendo.
Scott iba por la autopista cuando decidió revisar los mensajes, por saber si había obtenido una respuesta. Y sí la tenía.
El J está preparado.
Ahora cualquiera que leyera la conversación, no sabría qué era la J. Pero Scott, sí. El capitán se refería al jet que le estaba esperando en el aeropuerto de San Francisco.
El viaje duraba alrededor de unos cincuenta minutos hasta llegar al aeropuerto, intentó ir lo más rápido posible. Aunque tampoco podía saltarse los límites de velocidad
Cogió la carretera secundaria para pasar por debajo de la entrada del aeropuerto y aparcó en el parking de pago. El parking iba a horas, por lo que cuando volviera de Wakanda iba a tener que pagar bastante –a menos que la grúa se llevase el coche antes–.
El coche era alquilado, Scott lo alquiló con un nombre falso –diferente al del trabajo– y tenía documentación falsa para alquilar el coche. El de la tienda de segunda mano de coches pensaba que él se llamaba Josh Robbins. Y sí, utilizó el apellido del primer trabajo que obtuvo después de San Quentin.
Aparcó el coche y salió de él con la bolsa de deporte.
Scott se acercó a la valla –bastante alta, pero no imposible de escalar–, vigilando que ningún coche le viera acercarse y sin dejar de mirar al guardia del parking (aunque éste se encontraba echando una siesta, Scott no le culpaba. Eran casi las nueve y media y el hombre llevaba todo el día ahí). Escaló la valla y aterrizó ya en la pista, dentro del aeropuerto.
- Tú deberás ser Scott – dijo alguien detrás de él.
Scott se asustó, no podía creerse que le hubieran pillado ya, tan rápido.
Scott se giró rápidamente pero como había pocas luces y ya era de noche, no pudo ver quién le había hablado. Había una figura alta e iba completamente vestido de negro.
- El capitán Rogers nos avisó de que no ibas a entrar por la puerta – continuó el hombre. – Ven, sígueme.
Scott se relajó, al saber que el hombre era de confiar.
El hombre se sentó en un carrito de golf –aunque no era exactamente un carrito de golf, era el mismo transporte pero para aeropuertos–. Scott, un poco inseguro, se sentó a su lado.
- Te llevaré así hasta el avión – explicó el hombre. – Así tardaremos menos.
Scott no le respondió.
- Y por si se lo está preguntando, no irá nadie más en el jet. Solo los pilotos, tú y yo.
- No me lo preguntaba pero vale – asintió Scott.
- Soy James – se presentó.
- Scott.
Pasaron por delante de unas luces y Scott consiguió ver cómo era James. El hombre llevaba el pelo con canas repeinado hacia atrás, era bastante mayor que Scott, tal vez cuarenta y muchos y vestía ropa negra. No pasó desapercibida el arma que llevaba en la cintura.
En menos de cinco minutos llegaron a un jet negro sin el nombre de alguna compañía escrito en el exterior o algún símbolo para reconocerlo.
Ambos subieron las escaleras y entraron en el jet. James se acercó en la cabina para decirles algo –seguramente que ya podían despegar– y salió segundos más tarde.
Scott se sentó en la fila de asientos en la pared derecha del jet. Se sentó en el asiento más próximo a la salida y se abrochó el cinturón. Dejó la bolsa de deporte a su derecha.
James se sentó en la fila de asientos opuesta a la que Scott se había sentado.
- Los jets son más rápidos que cualquier otro avión – le informó James. – El viaje, en vez de durar las 24 horas típicas del trayecto, dura casi la mitad; 14 horas.
- Genial – Scott no sonó animado.
Al menos el viaje no duraba un día entero. Pero, aún así, catorce horas eran demasiadas. Scott intentó no pensar mucho en ello e intentó dormirse.
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