Charles Xavier #6
Capítulo cinco: Puedes leer la mente.
Bueno, tal vez mil y una preguntas no tenías, pero sí unas cuantas. Como por ejemplo:
¿Por qué Charles se había quedado inmóvil en el suelo?
¿De qué voces hablaba?
¿Qué era lo que se había inyectado?
Y bueno, de momento eso era todo. Tal vez se te olvidaba alguna pregunta, pero de momento, eso era todo.
Guardaste la ropa que habías sacado de la maleta. Solo que en vez de guardarla en la maleta la colocaste en el armario, con una sonrisa. La bolsa con la ropa sucia yacía en una esquina. Te preguntabas si acaso había lavadora en esta mansión, aunque deberías preguntarle a Hank o a Charles.
Como te habías quedado todo el día durmiendo, ahora no tenías sueño.
Pero sí que tenías hambre.
Saliste de la habitación descalza y empezaste a caminar por el pasillo. Cruzaste la entrada del edificio y te metiste en el otro pasillo. Entraste en la cocina vacía y abriste la nevera.
La nevera estaba un poco vacía, por lo que sacaste lo básico para hacerte un bocadillo: Jamón. Buscaste por todos los armarios hasta encontrar un poco de pan (y que no se hubiera pasado de la fecha de caducidad). Cuando lo hiciste, te preparaste el bocadillo.
Algo se cayó detrás de ti, haciendo que pegaras un bote. Te giraste con el plato en la mano para ver a Charles, recogiendo algo del suelo.
- Se ha caído – simplemente dijo. Lo recogió y lo volvió a dejar en la encimera.
Se acercó a ti para coger un vaso de cristal del armario y después vertió un poco de coñac en el vaso. Dejó la botella de cristal (a casi acabar) sobre la encimera. Se apoyó sobre la encimera, a tu lado.
- ¿No puedes dormir? – le preguntaste tímida.
Él negó con la cabeza.
- ¿Y tú? – te preguntó.
- He dormido todo el día, ahora mismo no tengo sueño – diste un bocado a tu comida.
- ¿Quieres dar un paseo? – te preguntó y tú asentiste.
Charles dejó de apoyarse en la encimera y tú dejaste el plato en la pila, con el bocadillo en tus manos. Charles empezó a caminar y tú le seguiste por detrás. Llegasteis a la entrada de la casa y Charles abrió la puerta, dejándote salir a ti primero.
Te pareció raro que Charles estuviera siendo... ¿Amable y carismático? Era raro. Lo que ha ocurrido recientemente (que primero te echara de su casa, y luego que te dejara quedarte, que se cayera en tu habitación) era todo bastante raro.
Pero no ibas a negar un paseo con él. Porque se estaba volviendo alguien carismático, y olía bien (aunque el olor a alcohol echaba un poco para atrás), y no. No, no, no. Charle son te gustaba. Por supuesto que... No.
Saliste al porche y esperaste a que él saliera. Bajasteis juntos las escaleras (tú te estabas terminando ya el bocadillo) y Charles te guió por un caminito para ir a la parte trasera de la casa.
Veías todo maravillada. Aunque el jardín no estuviera bien cuidado, era majestuoso. Y aún más a la luz de la Luna.
Te giraste para mirar a Chales y decirle lo bonito que era y te diste cuenta de que Charles te miraba con una pequeña sonrisa.
- Es precioso todo – le susurraste y él asintió. – ¿Por qué la escuela está cerrada?
- Es... una larga historia – finalmente dijo.
- Tenemos toda la noche – sonreíste.
Él, finalmente, asintió.
Caminasteis hasta una pequeña plaza y os sentasteis sobre un banco.
- Era 1962, y habíamos reunido a unos cuantos mutantes para acabar con un mutante malo – te explicó brevemente y tú asentiste, para que continuara hablando. – El grupo se separó porque teníamos diferentes ideologías.
- ¿Qué ideologías? – le preguntaste.
- Erik, un miembro del grupo, piensa que los mutantes somos mejores que los humanos y yo, pienso que humanos y mutantes pueden convivir en un mismo mundo.
Asentiste, de acuerdo con él.
- El grupo se disolvió, perdí a una gran amiga y eso es todo – se encogió de hombros.
- ¿Todo? – preguntaste confundida. – ¿Y qué era eso de la jeringuilla?
Charles se mordió el labio, debatiendo si debía hablar o no.
- Erik, él puede controlar el metal. Desvió una bala y esa bala me impactó a mí; en mi columna. Dejándome paralítico. – Le miraste confusa, porque le habías visto andar. – Ese compuesto me permite andar de nuevo.
- ¿Pero? – le preguntaste.
- No puedo utilizar mi mutación.
Ambos os quedasteis callados, tú digiriendo la información y él observando tu cara, esperando una respuesta.
- ¿Cuál es tu mutación? – le preguntaste.
- Tengo la mente más poderosa del mundo; puedo hacer casi cualquier cosa con ella.
- Bueno – empezaste a hablar. Charles te miraba atentamente. – Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y si no tienes esa responsabilidad, es mejor no tener el poder.
Charles se rió amargamente.
- Siempre he podido controlar mi poder, incluso me gustaba mi mutación. Pero... – Se quedó callado. – Me atormentaban todas las voces. Además que perdí a gente muy preciada.
Asentiste.
- Y no podemos ayudarte – comentó Charles haciendo que le miraras a la cara. – Podemos darte asilo pero nosotros, Hank y yo, no podemos acabar con Industrias Trask ni nada.
- Solo con darme un lugar donde refugiarme me vale – le hiciste saber.
Charles asintió, más relajado.
- ¿Y tu mutación cuál es?
- No siento el dolor y tengo el resto de sentidos más desarrollados.
Charles asintió.
- ¿Y Hank? ¿Cuál es su mutación? – preguntaste curiosa.
- Se convierte en una bestia con pelo azul.
- Oh vaya. Eso lo explica todo.
- ¿El qué?
- Hank huele a chucho. Como a perro mojado.
Charles se rió, de verdad.
- ¿Y yo? ¿Cómo huelo?
Te quedaste callada. Porque no querías decirlo.
- ¿Cómo a la tranquilidad? – dijo él con una sonrisa.
- ¿Qué? ¿Cómo lo sabes? – preguntaste, tenías el ceño fruncido y podías notar como tus mejillas se sonrojaban.
Él se tocó la cabeza y enseguida caíste.
- ¿El otro día, cuando te caíste en mi habitación, me leíste la mente? – Y él asintió.
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